“Una prensa libre” que avergüenza.
Por Prof.
Juan Pablo Cárdenas S./escritor, periodista y analista internacional
Prolegómeno.
¡Basta ya de eufemismos! En
Occidente – USA, Unión Europea. Inglaterra, Canadá, Japón y el patio trasero
Latinoamericano/yanqui..., no existe la Democracia ni la libertad de prensa
Los mefistofélicos empresarios
plutócratas oligarcas financieros –bancarios/agiotistas, agrícolas
monopolistas, el 1% del sistema capitalista determinista
globalizado/hegemónico, dueños de la celestina universal, imperialista/el dólar
y la inteligencia artificial genocida/IAG, controlan los medios mediáticos de
(in) comunicación globalizados, especialmente la telebasura/internet.
Reitero una vez más, sin prensa libre no existe la Democracia, porque las
opiniones al alcance del Pueblo están
controladas hasta la uniformidad. La verdad deformada para ser ajustada al punto de vista de la clase
empresarial antes citada dueña de los
grandes medios de (in) comunicación globalizados por su régimen estadounidense que constituyen el imperialismo estadounidense/yanqui.
Quienes infringen las reglas que impone el imperialismo estadounidense/yanqui
corren el riesgo en sus libertades
personales y si se trata de un gobierno
crítico a una guerra imperialista:
Irak, Libia, Afganistán, Irán, Yemen, Líbano, Palestina. El genocidio del Pueblo Palestino/Gaza
Cisjordania, que llevan a cabo casi dos años, el régimen genocida imperialista de Estados Unidos con
Biden y Trump y el genocida régimen
sionista, colonialista israelí del delincuente fugitivo de la Corte Penal Internacional /CPI Netanyahu.
Los católicos, cristianos en su mayoría se preguntan después de la
limpieza étnica y del bombardeo con la
destrucción de la Iglesia Católica de Gaza y asesinato de un sacerdote, ¿porque
el Papa León XIV, no ha excomulgado a
los genocidas el convicto Trump y el delincuente Netanyahu?
La tragedia del digno Pueblo Palestino me recuerda la del Pueblo Chileno,
el golpe de Estado de 1973, y el asesinato del Presidente Constitucional de
Chile Dr. Salvador allende Gossens y de miles de simpatizantes, el Papa Juan
Pablo II visita Chile y desde el balcón de La Moneda junto al dictador fascista Pinochet saludan a los simpatizantes de la dictadura cívico militar.
Quienes no aprenden las lecciones que le da la historia están condenados
a repetirla.
Prof. Moreno Peralta/IWA.
Secretario ejecutivo
Addhee.Ong
No es posible postular el derecho de las grandes potencias
para intervenir por la fuerza en contra de los regímenes que no les gustan,
intimidando a los países más débiles, invadiendo sus territorios o, incluso,
eliminando a aquellos líderes que no son de su agrado o conveniencia. El mundo
se ha ido sometiendo a la pretensión de los Estados Unidos de erigirse en un
gran árbitro mundial, lo que constantemente los lleva a derrocar gobiernos,
eliminar a sus líderes, como a apropiarse de los recursos naturales que ofrecen
los países que están bajo la mira de satisfacer sus intereses.
Estas injerencias en los asuntos de otros Estados ha sido
una costumbre permanente del régimen de los Estados Unidos. Es cuestión
de recordar la guerra contra Vietnam, sus agresiones en Afganistán, Siria,
Libia y otras naciones que tuvieron que lamentar la muerte de cientos de miles
de africanos y asiáticos.
Sin embargo, la idea ahora es amedrentar a Venezuela, Cuba,
Nicaragua e incluso a México, Brasil, Colombia y otros países soberanos. Como
también podría afectar a Chile más adelante, tal como ocurriera en 1973 con la
instalación de la dictadura cívico militar pinochetista. A la Casa
Blanca nada le cuesta inventar pretextos, aunque después el tiempo se encargue
de desacreditarlos.
Ante estas amenazas, que ahora son más explícitas y
desfachatadas con Donald Trump, nuestras naciones debieran coordinarse para
encarar la nueva oleada imperialista. Estados Unidos es la principal potencia
militar del mundo, pero la unidad de nuestras naciones puede frenar sus
pretensiones en contra del derecho internacional y nuestras soberanías.
Pero hoy resulta más difícil oponerse a sus propósitos,
cuando desde el seno de los propios países le nuestra región hay tantas voces
que alientan su intervención para derrocar y, si le es posible, asesinar
a los gobernantes que no les son serviles. En este sentido, sus magnicidios han
sido abundantes.
No es abusivo suponer que lo que desea Trump es convertirse
en un nuevo emperador mundial, avalado, incluso, por varios países de Europa y
del mundo. En esto, nada difiere de un Hitler, un Francisco Franco o un
Mussolini que en la falsa prédica de prevenir las guerras y colaborar a la paz
mundial finalmente condenaron a sus pueblos a un baño de sangre y destrucción.
El apoyo sostenido, millonario y letal otorgado al genocida régimen
de Israel en la franja palestina de Gaza corrobora plenamente lo que señalamos.
Complicidad que conspira contra la paz en el Medio Oriente, en el interés de la
Casa Blanca de vender armas e imponer su sucio y criminal negocio. En este caso
es que a Trump le bastaría solo mover un dedo para acabar con esta cobarde y
horrible invasión sionista. En efecto, no hay país más dependiente en el mundo
que el de Netanyahu respecto de la hegemonía estadounidense.
No podemos sino lamentar con mucha desazón el papel que
juegan nuestros grandes medios de comunicación respecto del cometido
estadounidense, especialmente los canales y cadenas de televisión nacionales y
transnacionales. Al unísono, sus autodenominados “rostros” televisivos intervienen
en sus noticiarios para alentar la acción de los Estados Unidos en el
territorio de nuestros países hermanos. Lo hacen con una ignorancia garrafal
como temeraria, alentando sin plantearse en lo más mínimo que esta injerencia
es contraria al derecho internacional y a la sana diversidad cultural y
convivencia mundial.
Con estos supuestos periodistas actúan, también, políticos y
analistas que en el pasado repudiaron como debían la injerencia estadounidense
en nuestros asuntos internos. En una fatal falta de memoria e inconsecuencia
ideológica que, por lo demás, traiciona al presidente Allende y tantos
gobernantes que en pasado lucharon por nuestra independencia, soberanía y
dignidad. Rendidos algunos ante la Casa Blanca, regaloneados con viajes y
embajadas. Así como también con recursos para sostener sus espurios medios de
comunicación, además de financiar sus colectividades políticas.
Pero lo que más irrita es que se denominen periodistas
quienes a diario manifiestan su obsecuente actitud y desinformación. Su completa
falta de independencia y, repetimos, incompetencia. Debe ser porque su
pertenencia a estos medios depende ahora mucho más de sus atributos anatómicos
que de su capacidad de entender el mundo y reclamar autonomía en su quehacer.
Hijos de un tiempo en que las escuelas de periodismo y los medios renunciaron a
su independencia, sentido crítico y ética profesional. Ni hablar de su vocación
latinoamericanista y tercermundista que en el pasado se proponían sus programas
de estudio.
Qué habilidad para descubrir la “paja en el ojo ajeno” de
algunos países, sin considerar para nada “la viga” que enceguece a nuestros
gobiernos supuestamente democráticos. Haciendo caso omiso de la falta de
diversidad informativa de nuestra prensa, que es en realidad una de las condiciones
sustanciales de toda democracia efectiva. Quizás sin darse cuenta que da lo
mismo sintonizar cualquier canal de televisión para “informarse” sobre el
mundo. Además, ni qué decir respecto de sus obnubiladas visiones sobre nuestros
niveles de pobreza y falta de derechos fundamentales como el de la salud, la
vivienda y la educación. Haciéndonos creer que ya pertenecemos al Primer Mundo,
libres del subdesarrollo.
Alentando, además, las políticas xenófobas y fratricidas.
Sin constatar, tampoco, que las banderas de la izquierda hoy las portan los
derechistas, los mismos que fueron o siguen siendo pinochetistas.
En este sentido, cualquiera sea también la opinión que nos
merezcan los regímenes políticos de China, Rusia, India, Corea del Norte y otra
decena de naciones, debe verse como saludable la unidad estratégica que sus
gobiernos están consolidando para terminar con la hegemonía estadounidense en
el mundo.
Una suerte para los países no alineados e, incluso, para la
paz mundial. Pero nuestros medios de comunicación están más preocupados de
cubrir y alentar la provocación de Trump enfrente de Sudamérica que de
referirse a la reciente consolidación de acuerdos de las grandes potencias
asiáticas. Queremos creer porque esta prensa es incapaz de entender este fenómeno.
Lo subrayado/interpolado
es nuestro.





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