sábado, 6 de septiembre de 2025

Capitalismo determinista globalizado de Ignorantes...

Capitalismo determinista globalizado de Ignorantes...

¿Vivimos una crisis educativa mundial del capitalismo? Sí, pero no como una catástrofe natural, sino como el resultado de un proyecto económico y político global que busca subordinar la conciencia a los intereses del capital. Es una crisis burguesa estructural, semiótica, ética y filosófica.



Por Prof. Fernando Buen Abad/académico, escritor, filósofo y analista internacional.

¿Vivimos una crisis educativa mundial?

Una pregunta seria por la crisis educativa mundial del capitalismo que padecemos, no puede responderse con superficialidades ni con cifras frías tomadas de organismos internacionales que, a menudo, son parte del problema. No basta sólo con contabilizar alumnos matriculados, los índices de deserción, las tasas de alfabetización funcional ni los presupuestos asignados a las universidades. Esa crisis, tal como es, debe entenderse en toda su densidad histórica, política, económica, semiótica y filosófica. Debe pensarse desde las raíces estructurales oligarcas empresariales que hacen de la educación un campo mercenario de disputa, y no únicamente desde las estadísticas que recubren el drama con barnices de objetividad demagógica. En rigor, lo que atravesamos hoy es un conjunto de crisis superpuestas, y entrelazadas, que tocan a la educación como sistema y como proceso, y que obligan a cuestionar la función misma de la escuela, de la universidad y de los proyectos de formación de la conciencia como mercancías.

Es obligatorio recordar que la educación no flota en una mueca filantrópica neutral, está determinada por la lógica del modo de producción dominante y su ideología (falsa conciencia). En un mundo regido por el capitalismo determinista globalizado, la educación un medio del consumo por y para el lucro está sometida a la dictadura de su mercado. Sus sistemas educativos son evaluados con criterios de “eficiencia”, “productividad” y “competitividad”, categorías tomadas de la barbarie empresarial y aplicadas mecánicamente a su dictadura pedagógica. Su educación se convierte, así, en adiestramiento mercantil y no en un derecho humano universal. En lugar de formar sujetos críticos capaces de transformar su realidad, se entrenan operadores dóciles para un mercado de trabajo precarizado. Esta es la primera dimensión de la crisis, la subordinación estructural de la educación al capital, que la corrompe en su sentido más hondo.

Sus cifras confirman esta tendencia. Según datos de la UNESCO (2023), más de 244 millones de niños y adolescentes en el mundo están fuera de la escuela. En paralelo, más del 40% de los jóvenes de países de ingresos bajos no completan la educación secundaria. Estos números no expresan sólo un escamoteo de recursos, sino la desigualdad estructural del sistema capitalista determinista mundial, en el cual el acceso a la educación de calidad es imposible bajo las normas y reglas del capitalismo globalizado. Mientras tanto, la educación superior se expande en términos cuantitativos, pero su calidad crítica se degrada o se anula, proliferan universidades privadas de baja o nula exigencia, programas cortos y diplomados pensados como productos de consumo rápido, con el único fin de habilitar competencias puntuales para el mercado. Titulando ignorantes engreídos.

Su crisis se manifiesta también en el plano del contenido. Nunca antes hubo tanta información disponible, nunca antes existieron tantos dispositivos de acceso al conocimiento chatarra; sin embargo, nunca la ignorancia fue tan funcional al poder. La llamada “infodemia” multiplica contenidos fragmentarios, superficiales, efímeros, sin jerarquía epistemológica. En lugar de conocimiento profundo, se fomenta la hiper-conexión sin reflexión. En lugar de pensamiento crítico, se impone la lógica del “clic”. Esta inundación de información funciona como un distractor masivo que degrada el aprendizaje en las aulas, convirtiendo a profesores y alumnos en petulantes repetidores de flujos comunicacionales vacíos. El capitalismo determinista digital, con sus algoritmos de segmentación y control, ha introducido una nueva dimensión de la crisis educativa, la colonización tecnológica de la conciencia. Mucha basura en muchas cabezas para que nada cambie.

El problema no es sólo cuantitativo ni tecnológico su crisis es también filosófica. En gran parte de los sistemas educativos se ha abandonado la enseñanza de la filosofía, la historia crítica, la teoría política y el arte como herramientas de emancipación. Se las sustituye por competencias instrumentales, por módulos de emprendedurismo, por entrenamientos en resiliencia. Su semiosis en la educación es palabrerío déspota para consumidores engreídos que mastican lenguajes parvularios supuestamente técnicos, para camuflar toda la ignorancia oligarca empresarial ante los problemas que ocasiona su poder, con la explotación laboral, con la injusticia social. Se enseña a adaptarse, no a cuestionar. Se entrena para sobrevivir en el sistema, no para transformarlo. Así, su crisis educativa es también una crisis de sentido, su escuela y su universidad olvidan para qué existen. Y son especialistas en eso.

No es casual que los regímenes neoliberales, en todo el planeta, hayan aplicado políticas de austeridad que desfinancian la educación pública. Desde los años ochenta, siguiendo los dictados del FMI y el Banco Mundial, se promove el modelo de “eficiencia educativa” basado en recortes, privatización, descentralización y competencia entre instituciones. En América Latina, África y Asia, millones de escuelas carecen de infraestructura mínima: agua potable, baños, electricidad, internet. En occidente/especialmente en Europa y Estados Unidos, la masificación de la deuda estudiantil convirtió a la educación superior en una trampa financiera que hipoteca el futuro de generaciones enteras. No es una crisis accidental, es resultado de un programa deliberado que busca debilitar la educación pública para abrir más mercado a la privada.

Pero su crisis también se manifiesta en otro nivel: el ético y comunicacional. En muchas aulas, bajo el disfraz del pluralismo, han penetrado ideologías reaccionarias, discursos de odio y camuflajes ultraderechistas que intoxican a los estudiantes y normalizan la intolerancia. Se simula progresismo mientras se vacía de contenido crítico a las consignas. En este sentido, la crisis educativa mundial es también una crisis de hegemonía semiótica: se disputa en el aula el sentido mismo de la democracia, de los derechos humanos, de la igualdad. Sus discursos autoritarios avanzan bajo la máscara de la modernidad. A esto se suma la crisis laboral docente. La Organización Internacional del Trabajo (OIT) señala que faltan más de 44 millones de docentes en el mundo para cumplir con los Objetivos de Desarrollo Sostenible hacia 2030. Los salarios bajos, la precariedad, la sobrecarga burocrática y la falta de reconocimiento han deteriorado la profesión docente, desalentando nuevas vocaciones. Un sistema educativo mundial sin maestros suficientemente formados ni reconocidos está condenado a profundizar sus fracturas. Su crisis educativa no es sólo de los estudiantes, es también de quienes enseñan en condiciones cada vez más adversas.

Sin embargo en muchas regiones se producen experiencias pedagógicas emancipadoras, comunidades que defienden la escuela pública, proyectos de educación popular que resisten al mercado, pedagogías críticas que siembran conciencia transformadora. Estas iniciativas muestran que su crisis no es de todos, sino desigual y combinada. Precisamente en el corazón de la crisis se encuentran las semillas de la renovación. La pregunta es: ¿qué fuerza política, qué movimiento social, qué proyecto histórico podrá articular esas experiencias para convertirlas en política educativa global?

Nuestra Filosofía de la Semiosis se empeña en intervenir sobre la crisis educativa oligarca empresarial que es, en última instancia, una crisis económica de los signos con los que pensamos y actuamos. Las palabras “calidad”, “eficiencia”, “excelencia” han sido intoxicadas por la lógica empresarial y despojadas de su sentido emancipador. La tarea es revolucionarlas, devolverles su vínculo con la justicia social, con la verdad histórica, con la dignidad humana. Nuestra educación no puede ser un negocio disfrazado de servicio, ni un simulacro de inclusión digital, ni un laboratorio de domesticación ideológica. La educación debe ser la praxis de la libertad, la construcción colectiva de saberes que permitan transformar el mundo.

¿Vivimos una crisis educativa mundial del capitalismo  determinista globalizado? Sí, pero no como una catástrofe natural, sino como el resultado de un proyecto económico y político global que busca subordinar la conciencia a los intereses del capital. Es una crisis burguesa estructural, semiótica, ética y filosófica. Revela la urgencia de luchar por otra educación, liberada de los dogmas mercantiles, sustentada en la verdad, en la igualdad, en la solidaridad. No se trata de reparar una maquinaria averiada, sino de reinventar la educación como derecho universal y como semillero de emancipación. El porvenir de la humanidad depende de la manera en que enfrentemos y combatimos organizadamente esta crisis. Si se acepta resignadamente, la educación se reducirá a un engranaje más del sistema de explotación. Si se asume críticamente, podrá convertirse en la palanca de una nueva civilización. La disyuntiva está abierta. El desafío es urgente. Y la responsabilidad es de todos los que creemos que la educación no puede ser otra cosa que un avance en la revolución de las conciencias.

Nadie los escucha y las autoridades quieren que se porten como niños buenos

Secundarios de Santiago avanzan en sus demandas: rechazamos la educación como un medio de consumo por y para el lucro de los mercachifles capitalistas...

A pesar de que fueron criminalizados, desde el municipio como del ministerio, debieron tratar con su liderazgo e indicarles las nimias medidas que tratarán de materializar para resolver, al menos, los graves problemas en la infraestructura de los establecimientos.

Han sido objeto de desproporcionadas críticas y de calumnias en la mayoría de los numerosos medios del establishment. Asimismo, del ministerio de Educación y del municipio de Santiago con el sheriff Mario

Desbordes a la cabeza, no se cansan de fijar el conflicto en términos maniqueos, o sea, entre buenos y malos, por lo que un gran porcentaje de la opinión pública cree que la movilización de las y los estudiantes secundarios de las comunas de Santiago, Providencia y Ñuñoa, es un capricho juvenil, una excusa para faltar a clases o son la carne de cañón de oscuros grupos extremistas.

El ministro de Educación es un militante comunista más interesado en mantener la gobernabilidad y simpatizante de la aplicación estricta de la ley Aula Segura, que dar una solución a la crisis que sufre el sistema educacional.

¿Qué piden las y los jóvenes liceanos?

Principalmente, que las autoridades se comprometan a solucionar los problemas, lo que supone que deberían aceptar su existencia y no entregar solamente medidas represivas. Por ello, han asumido no solo los problemas. que aquejan al estudiantado, sino que también los que atañen a los trabajadores de la educación e, igualmente, se ha incorporado un grupo importante de apoderados, interesado en buscar solución a la complicada situación.

Vale decir, se hacen cargo de las dificultades de manera integral, una cuestión que debe resolverse en mesas de trabajo en la que participen todos los sectores involucrados. Muestra de madurez, de decisión, de deliberación democrática y capacidad de movilización, situación ante la cual, tanto desde el municipio como del Slep de Santiago, han tenido que reconocer las falencias y sentarse a dialogar con los representantes de los centros de alumnos, al menos, de los llamados “liceos emblemáticos”.

Las conversaciones con Desbordes y la directora del Slep Santiago que será el sostenedor en el 2026, han dejado como promesa un Plan de Infraestructura, con el objetivo de que aminore la presión estudiantil que se ha manifestado en paros, tomas y movilizaciones callejeras y se transforme en el inicio de un diálogo, que no tiene mucho futuro, ya que los estudiantes señalan que las autoridades comunales y del ministerio, están más preocupados de implementar una política policial que resolver la profunda crisis educacional que se arrastra desde la época de la dictadura y se agudizó en la transición.

En tal sentido, la respuesta ha sido reducida a encarar los problema básicos, como servicios higiénicos, salas de clases, techumbre, filtraciones, puertas y ventanas, lo que demuestra el grado del deterioro y la validez de la preocupación de los liceanos. Sin embargo, el tema más estructural ni siquiera se aborda, dependerá de los jóvenes que se logre, ya que son lo más interesados en que la educación pública supera tan grave situación.

Lo subrayado/interpolado es nuestro

No hay comentarios:

Publicar un comentario