Capitalismo determinista globalizado de Ignorantes...
¿Vivimos una crisis educativa mundial?
Una pregunta seria por la crisis educativa mundial del
capitalismo que padecemos, no puede responderse con superficialidades ni con
cifras frías tomadas de organismos internacionales que, a menudo, son parte del
problema. No basta sólo con contabilizar alumnos matriculados, los índices de
deserción, las tasas de alfabetización funcional ni los presupuestos asignados
a las universidades. Esa crisis, tal como es, debe entenderse en toda su
densidad histórica, política, económica, semiótica y filosófica. Debe pensarse
desde las raíces estructurales oligarcas empresariales que hacen de la
educación un campo mercenario de disputa, y no únicamente desde las
estadísticas que recubren el drama con barnices de objetividad demagógica. En
rigor, lo que atravesamos hoy es un conjunto de crisis superpuestas,
y entrelazadas, que tocan a la educación como sistema y como proceso, y que
obligan a cuestionar la función misma de la escuela, de la universidad y de los
proyectos de formación de la conciencia como mercancías.
Es obligatorio recordar que la educación no flota en una
mueca filantrópica neutral, está determinada por la lógica del modo de
producción dominante y su ideología (falsa conciencia). En un mundo regido por
el capitalismo determinista globalizado, la educación un medio del
consumo por y para el lucro está sometida a la dictadura de su mercado. Sus
sistemas educativos son evaluados con criterios de “eficiencia”,
“productividad” y “competitividad”, categorías tomadas de la barbarie
empresarial y aplicadas mecánicamente a su dictadura pedagógica. Su educación
se convierte, así, en adiestramiento mercantil y no en un derecho humano
universal. En lugar de formar sujetos críticos capaces de transformar su
realidad, se entrenan operadores dóciles para un mercado de trabajo
precarizado. Esta es la primera dimensión de la crisis, la subordinación
estructural de la educación al capital, que la corrompe en su sentido más
hondo.
Sus cifras confirman esta tendencia. Según datos de la
UNESCO (2023), más de 244 millones de
niños y adolescentes en el mundo están fuera de la escuela. En paralelo, más
del 40% de los jóvenes de países de ingresos bajos no completan la educación
secundaria. Estos números no expresan sólo un escamoteo de recursos, sino
la desigualdad estructural del sistema capitalista determinista mundial,
en el cual el acceso a la educación de calidad es imposible bajo las normas y
reglas del capitalismo globalizado. Mientras tanto, la educación
superior se expande en términos cuantitativos, pero su calidad crítica se
degrada o se anula, proliferan universidades privadas de baja o nula exigencia,
programas cortos y diplomados pensados como productos de consumo rápido, con el
único fin de habilitar competencias puntuales para el mercado. Titulando
ignorantes engreídos.
Su crisis se manifiesta también en el plano del contenido.
Nunca antes hubo tanta información disponible, nunca antes existieron tantos
dispositivos de acceso al conocimiento chatarra; sin embargo, nunca la
ignorancia fue tan funcional al poder. La llamada “infodemia” multiplica
contenidos fragmentarios, superficiales, efímeros, sin jerarquía
epistemológica. En lugar de conocimiento profundo, se fomenta la hiper-conexión
sin reflexión. En lugar de pensamiento crítico, se impone la lógica del “clic”.
Esta inundación de información funciona como un distractor masivo que degrada
el aprendizaje en las aulas, convirtiendo a profesores y alumnos en petulantes
repetidores de flujos comunicacionales vacíos. El capitalismo determinista digital, con sus algoritmos de
segmentación y control, ha introducido una nueva dimensión de la crisis
educativa, la colonización tecnológica de la conciencia. Mucha basura en muchas
cabezas para que nada cambie.
El problema no es sólo cuantitativo ni tecnológico su crisis
es también filosófica. En gran parte de los sistemas educativos se ha
abandonado la enseñanza de la filosofía, la historia crítica, la teoría
política y el arte como herramientas de emancipación. Se las sustituye por competencias
instrumentales, por módulos de emprendedurismo, por entrenamientos en
resiliencia. Su semiosis en la educación es palabrerío déspota para
consumidores engreídos que mastican lenguajes parvularios supuestamente
técnicos, para camuflar toda la ignorancia oligarca empresarial ante los
problemas que ocasiona su poder, con la explotación laboral, con la injusticia
social. Se enseña a adaptarse, no a
cuestionar. Se entrena para sobrevivir en el sistema, no para transformarlo.
Así, su crisis educativa es también una crisis de sentido, su escuela y su
universidad olvidan para qué existen. Y son especialistas en eso.
No es casual que los regímenes
neoliberales, en todo el planeta, hayan aplicado políticas de austeridad que
desfinancian la educación pública. Desde los años ochenta, siguiendo los
dictados del FMI y el Banco Mundial, se promove el modelo de “eficiencia
educativa” basado en recortes, privatización, descentralización y competencia
entre instituciones. En América Latina, África y Asia, millones de escuelas carecen
de infraestructura mínima: agua potable, baños, electricidad, internet. En occidente/especialmente
en Europa y Estados Unidos, la masificación de la deuda estudiantil convirtió a
la educación superior en una trampa financiera que hipoteca el futuro de
generaciones enteras. No es una crisis accidental, es resultado de un programa
deliberado que busca debilitar la educación pública para abrir más mercado a la
privada.
Pero su crisis también se manifiesta en otro nivel: el ético
y comunicacional. En muchas aulas, bajo el disfraz del pluralismo, han
penetrado ideologías reaccionarias, discursos de odio y camuflajes
ultraderechistas que intoxican a los estudiantes y normalizan la intolerancia.
Se simula progresismo mientras se vacía de contenido crítico a las consignas.
En este sentido, la crisis educativa mundial es también una crisis de hegemonía
semiótica: se disputa en el aula el sentido mismo de la democracia, de los
derechos humanos, de la igualdad. Sus discursos autoritarios avanzan bajo la
máscara de la modernidad. A esto se suma la crisis laboral docente. La
Organización Internacional del Trabajo (OIT) señala que faltan más de 44
millones de docentes en el mundo para cumplir con los Objetivos de Desarrollo
Sostenible hacia 2030. Los salarios bajos, la precariedad, la sobrecarga
burocrática y la falta de reconocimiento han deteriorado la profesión docente,
desalentando nuevas vocaciones. Un sistema educativo mundial sin maestros
suficientemente formados ni reconocidos está condenado a profundizar sus
fracturas. Su crisis educativa no es
sólo de los estudiantes, es también de quienes enseñan en condiciones cada vez
más adversas.
Sin embargo en muchas regiones se producen experiencias
pedagógicas emancipadoras, comunidades que defienden la escuela pública,
proyectos de educación popular que resisten al mercado, pedagogías críticas que
siembran conciencia transformadora. Estas iniciativas muestran que su crisis no
es de todos, sino desigual y combinada. Precisamente en el corazón de la crisis
se encuentran las semillas de la renovación. La pregunta es: ¿qué fuerza
política, qué movimiento social, qué proyecto histórico podrá articular esas
experiencias para convertirlas en política educativa global?
Nuestra Filosofía de la Semiosis se empeña en intervenir
sobre la crisis educativa oligarca empresarial que es, en última
instancia, una crisis económica de los signos con los que pensamos y actuamos.
Las palabras “calidad”, “eficiencia”, “excelencia” han sido intoxicadas por la
lógica empresarial y despojadas de su sentido emancipador. La tarea es revolucionarlas,
devolverles su vínculo con la justicia social, con la verdad histórica, con la
dignidad humana. Nuestra educación no puede ser un negocio disfrazado de
servicio, ni un simulacro de inclusión digital, ni un laboratorio de
domesticación ideológica. La educación debe ser la praxis de la libertad, la
construcción colectiva de saberes que permitan transformar el mundo.
¿Vivimos una crisis educativa mundial del capitalismo determinista globalizado? Sí, pero no como una catástrofe natural, sino como el resultado de un proyecto económico y político global que busca subordinar la conciencia a los intereses del capital. Es una crisis burguesa estructural, semiótica, ética y filosófica. Revela la urgencia de luchar por otra educación, liberada de los dogmas mercantiles, sustentada en la verdad, en la igualdad, en la solidaridad. No se trata de reparar una maquinaria averiada, sino de reinventar la educación como derecho universal y como semillero de emancipación. El porvenir de la humanidad depende de la manera en que enfrentemos y combatimos organizadamente esta crisis. Si se acepta resignadamente, la educación se reducirá a un engranaje más del sistema de explotación. Si se asume críticamente, podrá convertirse en la palanca de una nueva civilización. La disyuntiva está abierta. El desafío es urgente. Y la responsabilidad es de todos los que creemos que la educación no puede ser otra cosa que un avance en la revolución de las conciencias.
Nadie los escucha y las autoridades quieren que se porten como niños buenos
Secundarios de Santiago avanzan en sus demandas: rechazamos la educación como un medio de consumo por y para el lucro de los mercachifles capitalistas...
Han sido objeto de desproporcionadas críticas y de calumnias
en la mayoría de los numerosos medios del establishment. Asimismo, del
ministerio de Educación y del municipio de Santiago con el sheriff Mario
Desbordes a la cabeza, no se cansan de fijar el conflicto en
términos maniqueos, o sea, entre buenos y malos, por lo que un gran porcentaje
de la opinión pública cree que la movilización de las y los estudiantes
secundarios de las comunas de Santiago, Providencia y Ñuñoa, es un capricho
juvenil, una excusa para faltar a clases o son la carne de cañón de oscuros
grupos extremistas.
El ministro de Educación es un militante comunista más interesado
en mantener la gobernabilidad y simpatizante de la aplicación estricta de la
ley Aula Segura, que dar una solución a la crisis que sufre el sistema
educacional.
¿Qué piden las y los jóvenes liceanos?
Principalmente, que las autoridades se comprometan a solucionar
los problemas, lo que supone que deberían aceptar su existencia y no entregar
solamente medidas represivas. Por ello, han asumido no solo los problemas. que
aquejan al estudiantado, sino que también los que atañen a los trabajadores de
la educación e, igualmente, se ha incorporado un grupo importante de
apoderados, interesado en buscar solución a la complicada situación.
Vale decir, se hacen cargo de las dificultades de manera integral,
una cuestión que debe resolverse en mesas de trabajo en la que participen todos
los sectores involucrados. Muestra de madurez, de decisión, de deliberación democrática
y capacidad de movilización, situación ante la cual, tanto desde el municipio
como del Slep de Santiago, han tenido que reconocer las falencias y sentarse a
dialogar con los representantes de los centros de alumnos, al menos, de los
llamados “liceos emblemáticos”.
Las conversaciones con Desbordes y la directora del Slep
Santiago que será el sostenedor en el 2026, han dejado como promesa un Plan de
Infraestructura, con el objetivo de que aminore la presión estudiantil que se
ha manifestado en paros, tomas y movilizaciones callejeras y se transforme en
el inicio de un diálogo, que no tiene mucho futuro, ya que los estudiantes
señalan que las autoridades comunales y del ministerio, están más preocupados
de implementar una política policial que resolver la profunda crisis educacional
que se arrastra desde la época de la dictadura y se agudizó en la transición.
En tal sentido, la respuesta ha sido reducida a encarar los
problema básicos, como servicios higiénicos, salas de clases, techumbre, filtraciones,
puertas y ventanas, lo que demuestra el grado del deterioro y la validez de la preocupación
de los liceanos. Sin embargo, el tema más estructural ni siquiera se aborda,
dependerá de los jóvenes que se logre, ya que son lo más interesados en que la
educación pública supera tan grave situación.
Lo subrayado/interpolado es nuestro






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