Razones del
corazón y de la inteligencia para defender a la Venezuela bolivariana
y su Revolución Socialista Latinoamericana...
Comprender
la Revolución Bolivariana exige analizarla desde sus raíces históricas,
filosóficas y políticas: desde la independencia continental proclamada por el
general libertador Simón Bolívar Palacios y Blanco hasta la
consolidación del proyecto socialista encabezado por el comandante Hugo
Chávez Frías, pasando por la reflexión marxista sobre la lucha de
clases, el poder popular y la emancipación histórica. Teniendo muy en claro, “que bajo el sistema capitalista determinista
no hay destino viable para la humanidad”...
Por Prof. Fernando Buen Abad/académico, filosofo y analista internacional ADDHEE.ONG:
Venezuela representa hoy un escenario decisivo en
la historia de la emancipación de los Pueblos Latinoamericanos y del mundo.
Defender su Revolución Socialista no es un acto de mera solidaridad
internacionalista, sino un imperativo del corazón y de la inteligencia. El
corazón, porque en cada rostro de mujer y hombre venezolano, en cada niño y
anciano que ha resistido los embates del bloqueo imperial estadounidense
y la guerra económica, palpita la dignidad y la esperanza de un pueblo que
decide no doblegarse. La inteligencia, porque comprender la Revolución
Bolivariana exige analizarla desde sus raíces históricas, filosóficas y
políticas: desde la independencia continental proclamada por el general
libertador Simón Bolívar Palacios y Blanco hasta la consolidación
del proyecto socialista encabezado por el comandante Hugo Chávez Frías,
pasando por la reflexión marxista sobre la lucha de clases, el poder popular y
la emancipación histórica. El generial libertador Bolívar señalaba: “El arte de vencer se aprende en las
derrotas”, y esta máxima resuena hoy en la revolución de
Venezuela frente a los intentos de recolonización y sabotaje económico.
Defender a Venezuela es defender la continuidad de esa idea de libertad, pero
entendida como libertad para los pueblos y no para las élites; es un acto que
exige coherencia moral y claridad política.
Y, entonces, el corazón nos llama a reconocer y repudiar el
sufrimiento infligido por quienes buscan la sumisión de un país a los dictados
de poderes transnacionales imperialistas. El bloqueo económico, la
guerra mediática, las sanciones financieras y los intentos de desestabilización
no son episodios aislados, sino componentes de una estrategia global de
dominación capitalista imperialistas.
Frente a esto, la inteligencia nos obliga a comprender que la Revolución
Socialista de Venezuela no es un experimento aislado ni improvisado, es
producto de una acumulación histórica de luchas, aprendizajes y derrotas. El
comandante Chávez Frías lo expresaba con claridad. Defender la Revolución
implica reconocer que el poder popular, la educación liberadora, la
redistribución y la justicia social son conquistas que, aunque incompletas,
redefinen el sentido de la política y del Estado. La disputa por el sentido
bolivariano no se limita a los símbolos o a la retórica; se trata de sostener
una concepción de sociedad donde los derechos colectivos primen sobre los
intereses del capital global. América Latina y la opción Democrática,
Libertaria y Soberana, “donde seamos socialmente iguales, humanamente
diferentes y totalmente libres” Dra. Rosa Luxemburgo.
Desde la perspectiva de la filosofía de la historia, Marx
nos enseñó que la emancipación de los pueblos no se logra sin conciencia de
clase y sin organización. “Los filósofos
no han hecho más que interpretar el mundo; de lo que se trata es de
transformarlo”, recordaba, y esta idea es inseparable del proyecto
bolivariano. Venezuela es un laboratorio donde la teoría se encuentra con la
práctica, donde la lucha de clases no es abstracción sino experiencia diaria,
donde la resistencia se convierte en educación política colectiva. El maestro
Lenin insistía en que el poder revolucionario debía construirse sobre la
base de la claridad teórica y la disciplina estratégica: la Revolución
Bolivariana encarna este principio al combinar las reivindicaciones sociales
inmediatas con un proyecto de independencia económica, cultural y política
frente al imperialismo. Defender a Venezuela es, por tanto, defender la
posibilidad concreta de que la humanidad pueda pensar y actuar contra las
cadenas de dominación global, reconociendo que la soberanía no es un concepto
vacío, sino un derecho de los pueblos a decidir sobre su propio destino.
Nuestra Revolución Bolivariana ha sido objeto de una
ofensiva comunicacional intensa, diseñada para confundir, dividir y
deslegitimar. Las mafias mediáticas transnacionales han trabajado
persistentemente para construir la narrativa de fracaso, corrupción y
autoritarismo, escondiendo el contexto de guerra económica y sabotaje que
enfrenta el país. Frente a esto, el corazón nos impulsa a la solidaridad y la
empatía con las víctimas de estas campañas, mientras la inteligencia exige
desmontar críticamente cada construcción de las canalladas mediáticas. No es
suficiente sentir; hay que comprender, enseñar y difundir las verdades
históricas. Cada miseria, cada carencia, no puede separarse de la agresión
externa sistemática ni de las limitaciones impuestas por la economía mundial
bajo hegemonía capitalista. Defender a Venezuela implica entonces asumir la
disputa por el sentido, reivindicar que la Revolución es un proyecto de
emancipación y que su fracaso aparente sería, en realidad, el triunfo del
imperialismo sobre la voluntad de un pueblo.
Trabajar en la construcción de la conciencia social y
política es esencial. Bolívar nos recordaba que “por el engaño nos han derrotado más que por la fuerza” Esta lucha
no es solamente física o material, sino también simbólica, educativa y
cultural. La Revolución Bolivariana ha invertido enormes recursos en educación,
comunicación popular, salud y organización comunitaria, buscando desarrollar
una conciencia crítica que pueda resistir la colonización ideológica. El comandante
Chávez Frías sostenía que “sin
pueblo organizado no hay revolución duradera”, y esta idea subraya la
importancia de la participación colectiva, del protagonismo ciudadano y del
fortalecimiento de estructuras comunitarias autónomas. Defender a Venezuela
significa, entonces, defender un modelo que intenta transformar la relación
entre el Estado y la sociedad, entre la economía y la justicia social, y entre
la política y la ética.
Sabemos que el corazón siente que la solidaridad con
Venezuela no es un acto abstracto sino concreto, se traduce en apoyo a las
misiones sociales, en reconocimiento a los médicos y maestros, en
visibilización de la cultura popular, en denuncia de los bloqueos y agresiones.
La inteligencia reconoce la injusticia de la agresión imperialista, los
intereses del capitalismo de terminista globalizado hegemónico, las
tensiones geopolíticas, las estrategias de intervención y las traiciones
burguesas. No hay defensa ingenua ni adhesión acrítica; la defensa requiere
estudio, análisis, estrategia y compromiso ético. Como Marx y Engels señalaron,
“la historia se repite, primero como
tragedia, luego como farsa” y en Venezuela, la farsa mediática intenta
imponerse sobre la ofensiva real de la guerra económica, y nuestro deber es
revelarla, explicarla y confrontarla con argumentos sólidos. Batalla de las
ideas.
Defender la Revolución es también un acto de memoria
histórica. Recordar las raíces bolivarianas significa reivindicar la
independencia, la dignidad y la unidad de América Latina. El general
libertador Bolívar advertía sobre los peligros de las traiciones
internas y la subordinación empresarial burguesa a poderes
externos, y estas advertencias siguen siendo vigentes. La Revolución Socialista
de Venezuela, al combinar la herencia bolivariana con los aportes de las
experiencias populares contemporáneas, representa un faro de resistencia y rebelión
para los pueblos del mundo. No es un ideal abstracto, sino un proceso en
construcción, sujeto a errores, aprendizajes y avances concretos. Defenderla
exige no solo pasión y compromiso ético, sino rigor analítico y claridad
estratégica.
Por eso, la defensa de la Venezuela bolivariana
implica reafirmar que la emancipación no es un regalo ni un acto de
beneficencia internacional, es la consecuencia del protagonismo del pueblo, de
su organización, de su conciencia y de su capacidad de revolucionarse frente a
las fuerzas dominantes del mundo. El corazón nos recuerda que cada victoria
social es también una victoria moral, y la inteligencia nos enseña que la
estrategia correcta se basa en el conocimiento histórico y en la pedagogía de
la revolución en marcha. El general libertador Bolívar decía que “la libertad del Nuevo Mundo depende de
la constancia del valor y del sacrificio”, y el comandante Chávez Frías insistía en que “la revolución es un estado de conciencia
que transforma la realidad”, la emancipación requiere organización,
educación y lucha constante. Defender a Venezuela bolivariana es
defender, en suma, la posibilidad de un mundo donde los pueblos sean dueños de
su destino, donde la justicia social sea posible y donde la dignidad no sea un
concepto vacío, sino una práctica viva. Con “la máxima felicidad posible” para
todos y todas.
Lo subrayado/interpolado es nuestro




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