La caída de Bolsonaro: claves de una condena histórica, ES EL DESTINO
DE LOS FASCISTAS...
Brasil vive por estas horas un hito histórico: por primera
vez un ex presidente ha sido condenado por crímenes contra la Democracia. Por 4
votos contra 1, la Corte Suprema del país ha declarado a Bolsonar culpable de
liderar “una organización criminal
estructurada para impedir que el resultado de la voluntad popular expresado en
las elecciones de 2022 fuese cumplido, implicando su continuidad en el poder
sin el aval del sufragio universal”.
A tal efecto, Bolsonaro y siete de sus ex ministros
han sido condenados por cinco delitos: intento de abolición violenta del Estado
democrático, tentativa de golpe de Estado, organización criminal armada, daño
calificado al patrimonio público y deterioro del patrimonio protegido.
Cármen Lúcia y el voto final
El voto que confirmó la sentencia fue el de Cármen
Lúcia, muy festejado en redes por ser la única jueza mujer quien le diera la
estocada final a un personaje arropado de un machismo explícito. “Se demostró
fehacientemente que el grupo liderado por Bolsonaro, compuesto por figuras
clave de su gobierno, las Fuerzas Armadas y los organismos de inteligencia,
desarrolló e implementó un plan progresivo y sistemático de ataque a las instituciones
democráticas con el fin de perjudicar la alternancia legítima del poder y
socavar el libre ejercicio de los poderes constitucionales”, señaló Lúcia.
El llamado “juicio del siglo” también condenó a los
otros siete integrantes del “Núcleo Crucial” de la conspiración, entre ellos
los generales Walter Braga Netto, exministro de Defensa y compañero de fórmula
de Bolsonaro en 2022; Augusto Heleno, exministro de Seguridad; y Paulo
Nogueira, exjefe del Ejército.
Queda por resolverse dónde cumplirá la pena el ex
mandatario y ex militar retirado, de 70 años. Su defensa buscará que siga en
prisión domiciliaria, para lo cual esgrimirá problemas de salud
En diálogo con El Salto, Rodrigo Chagas, periodista
de Brasil de Fato, analiza que “esta condena es un hecho histórico.
No sólo rompe con décadas de impunidad frente a ataques a la democracia sino
que introduce un elemento inédito en Brasil: la sanción a militares implicados
en una tentativa golpista. A diferencia de países como Argentina, Brasil nunca
castigó a los responsables de la dictadura, y esa deuda sigue abierta”.
Queda por resolverse dónde cumplirá la pena el ex
mandatario y ex militar retirado, de 70 años. Su defensa buscará que siga
en prisión domiciliaria,
para lo cual esgrimirá problemas de salud; sin embargo, todo indica que tendrá
que internar en el Complejo Penitenciario de Papuda en Brasilia.
La trama golpista
Durante más de dos años la Justicia brasileña
recopiló miles de pruebas que demuestran que el asalto por parte de miles de
simpatizantes bolsonaristas a las sedes de los tres poderes el 8 de enero de
2023, una semana después de la asunción de Lula, fue apenas el capítulo final
de una larga conspiración en oficinas y cuarteles.
La investigación judicial consta de más de 800
páginas con detalles de reuniones, mensajes, documentos, escuchas telefónicas,
allanamientos y testimonios sobre un plan para, según la Fiscalía, “perpetuarse
en el poder e instalar una dictadura”, y del que Bolsonaro era su principal
articulador. Se encontró incluso un borrador de decreto para dar un supuesto
barniz legal a la ruptura democrática. Una pieza clave fue la confesión
del teniente coronel Mauro Cid, secretario personal de Bolsonaro, quien firmó
un acuerdo de culpabilidad y aceptó colaborar a cambio de una pena menor.
“El golpe no se consumó porque no tuvo la adhesión
de los jefes del Ejército y la Fuerza Aérea”
El capítulo más siniestro del complot,
autodenominado “Puñal verde y amarillo”, contemplaba, nada menos, que envenenar
a Lula. También preveía asesinar al entonces vicepresidente electo Geraldo
Alckmin y al titular de la Corte Alexandre de Moraes. El documento con los
planes de magnicidio fue impreso en un despacho de la Presidencia.
“El golpe no se consumó porque no tuvo la adhesión
de los jefes del Ejército y la Fuerza Aérea”, señaló el fiscal general, Paulo
Gonet, quien responsabilizó al ex presidente por las violentas protestas
posteriores a los comicios y la instalación de campamentos frente a cuarteles
en los que se pedía una intervención militar para impedir la investidura de
Lula. Esa escalada condujo, según Gonet, a los hechos del 8 de enero de
2023. Por esos días, Bolsonaro se negaba a reconocer su derrota y se
recluía en Estados Unidos para evitar entregarle la banda presidencial a Lula.
Por el ataque a los tres poderes ya fueron condenadas 683 personas.
El gran protagonista del proceso judicial es el
juez De Moraes, quien había destacado que “solo queda lamentar que en la
historia republicana haya habido un nuevo intento de golpe contra las
instituciones y contra la democracia para instalar un estado de excepción y una
verdadera dictadura”.
El futuro de Bolsonaro y el bolsonarismo
Si bien al líder ultraderechista se le impuso una
larga condena, su espacio político ensaya una vía para eludir a la Justicia. Se
trata de una ley de amnistía que vienen impulsando legisladores bolsonaristas y
que busca beneficiar al ex presidente y a los condenados por la asonada del
8-E.
Pero aunque prospere la artimaña legislativa, que
llevaría a un choque de poderes con la Justicia, Bolsonaro está inhabilitado
para ejercer cargos públicos hasta 2030 por haber difundido información falsa
sobre la seguridad del sistema electoral brasileño.
“El bolsonarismo no desaparece con la condena.
Sigue siendo una fuerza política con capacidad de movilización en las calles y
en las redes, ahora articulada en torno a nuevas figuras”
La otra carta bajo la manga es la de un eventual
indulto. Brasil tiene elecciones presidenciales en octubre de 2026 y, aunque
con su líder en desgracia, el bolsonarismo sigue siendo la principal fuerza
opositora. El que pica en punta como candidato es el gobernador de San Pablo,
Tarcisio de Freitas, quien ya adelantó que su primera medida como presidente
sería indultar a Bolsonaro. Otras variantes que suenan son las de su esposa
Michelle o alguno de sus hijos.
“El bolsonarismo no desaparece con la condena —
explica Chagas—. Sigue siendo una fuerza política con capacidad de movilización
en las calles y en las redes, ahora articulada en torno a nuevas figuras. Se
trata de una extrema derecha consolidada que puede proyectarse hacia 2026. Y
aunque su figura central queda reducida, la narrativa de victimización de Bolsonaro
preso puede incluso reforzar la cohesión del espacio”.
El factor Trump
El presidente estadounidense se la jugó fuerte por
Bolsonaro. Calificó el proceso como una “persecución política” y, en
represalia, aplicó un arancelazo del 50% a productos brasileños y sancionó a
los jueces de la Corte. Y en los últimos días fue más allá: la portavoz de
la Casa Blanca, Karoline Leavitt, aseguró que Trump “no tiene miedo de usar
medios económicos ni militares para proteger la libertad de expresión alrededor
del mundo”, al ser consultada sobre la eventual condena a Bolsonaro.
La cancillería brasileña repudió la amenaza: “El
primer paso para proteger la libertad de expresión es defender la democracia y
respetar la voluntad popular expresada en las urnas. Este es el deber de los
tres poderes del Estado, que no se dejarán intimidar por ningún tipo de ataque
a nuestra soberanía”. Por su parte, la ministra de Relaciones
Institucionales de la Presidencia, Gleisi Hoffman, alertó: “Ahora amenazan con
invadir Brasil para liberar a Bolsonaro de la cárcel. Es completamente
inaceptable”.
La simbiosis entre el bolsonarismo y el trumpismo
se reafirmó en las protestas del pasado domingo, cuando los manifestantes
llevaron como estandarte una bandera gigante de EEUU. “El nuevo símbolo de la
derecha brasileña”, tituló The New York Times.
La ofensiva injerencista de Trump tuvo un
efecto boomerang y no hizo más que recomponer la popularidad de Lula, que logró
unificar a amplios sectores en defensa de la soberanía brasileña
Tras la confirmación de la condena, Trump, dijo que
“es sorprendente que algo así pueda pasar, es parecido a lo que intentaron
hacer conmigo”. El paralelismo es interesante: aunque con finales judiciales
opuestos, la asonada golpista del bolsonarismo fue casi un espejo del asalto al
Capitolio en 2021.
Lo cierto es que la ofensiva injerencista de Trump
tuvo un efecto boomerang y no hizo más que recomponer la popularidad de Lula,
que logró unificar a amplios sectores en defensa de la soberanía brasileña. El
mandatario había calificado la jugada de Trump como “un chantaje inaceptable”.
Y le marcó la cancha: “No será un gringo el que le dé órdenes a Brasil. Fue
elegido presidente, no emperador del mundo”.
Reparación histórica
Por primera vez pagan quienes atentaron contra el
orden democrático. Y aunque los militares que gobernaron de 1964 a 1985
quedaron arropados en un manto de impunidad, la condena a Bolsonaro, ex capitán
del ejército y admirador confeso de aquella tiranía, abre las puertas para que,
de una vez por todas, Brasil pueda pronunciar su “nunca más”.
Lo
subrayado/interpolado es nuestro.





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