Capitalismo de Estado en Estados Unidos
Por Dr. Roberto SavioDiario
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Aunque la calma de las Bolsas pueda llevar a engaño, Estados
Unidos ha vivido una de las semanas más trascendentales para los mercados financieros
desde la crisis bancaria de hace 15 años. La decisión del presidente Donald
Trump de cesar a la gobernadora de la Reserva Federal Lisa Cook (quien demandó
este jueves al presidente) puede poner fin a los 74 años de independencia del
organismo y someter la política monetaria a los deseos de la Casa Blanca. Un
cambio total del paradigma que ha regido la primera economía mundial desde hace
décadas, con más ecos en mercados emergentes y líderes autoritarios que en
economías desarrolladas y democracias liberales.
Antes de su batalla contra Cook, Trump ya intentó destituir
al presidente de la Reserva, Jerome Powell, por resistirse a bajar los tipos de
interés a su gusto. A principios de mes, despidió a la responsable de las
estadísticas laborales por publicar unos datos de empleo que no le gustaron.
Trump quiere dejar claro quién manda y considera que la más mínima voz incómoda
es disidencia.
Los siete meses desde que tomó posesión han servido para
enterrar la larga tradición republicana a favor del libre mercado y de un papel
reducido del Estado en la economía. Ese liberalismo económico que el mundo daba
por supuesto ha dejado paso a un intento de control sectario de la Casa Blanca
sobre las instituciones y una intervención de la Administración en empresas
privadas, algo inédito en la política estadounidense. Si bien EE UU siempre ha
intervenido para apoyar sus intereses estratégicos mediante préstamos públicos,
desgravaciones fiscales e inversiones, ha sido por motivos excepcionales (como
la II Guerra Mundial o la pandemia de la covid-19) y de forma temporal.
La semana pasada, la Administración de Trump anunció su
decisión de convertir un préstamo del Estado al fabricante de procesadores
Intel en una participación del 10% en su accionariado. Habrá más movimientos
así, ha advertido Trump. En julio, el Departamento de Defensa cerró un acuerdo
con MP Materials para comprar una participación del 15% en la empresa, que
explota la única instalación importante de extracción de tierras raras en EEUU.
Más recientemente, Trump ha exigido a las tecnológicas Nvidia y Advanced Micro
Devices el 15% de sus ventas a China a cambio de autorizarles a realizar estas
transacciones. Washington impuso a la japonesa Nippon Steel la cesión de una
acción de oro de control para permitirle comprar la acerera US Steel. En las
negociaciones arancelarias, el mandatario ha exigido a sus principales socios
comerciales (UE, Japón, Corea del Sur) inversiones por un total de 1,5 billones
de dólares que él se dispone a dirigir personalmente. Mientras, ha regulado
para impulsar el mercado de las criptomonedas en el que su familia tiene
intereses millonarios, un conflicto de intereses palmario.
Si la entrada de China en la Organización Mundial del
Comercio (OMC) a principios de siglo estuvo sustentada en el convencimiento de
que la liberalización de la economía llevaría a Pekín a avanzar hacia el modelo
estadounidense, ahora parece más bien que es Washington quien está adoptando el
modelo chino con características estadounidenses. Quienes conocen a Trump
subrayan que el giro responde más a su forma de hacer negocios llevada a la
política que a un propósito ideológico. El problema no es su personalidad, sino
que pueda hacerlo. Trump no solo intenta poner las instituciones a su servicio,
sino también las grandes empresas y mercados. Las consecuencias de esta
voladura de certezas en la economía serán de largo alcance.
Lo subrayado/interpolado es nuestro.




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