Sergio Rodríguez Gelfenstein.
Escritor y analista internacional Addhee.ong
La semana pasada analizábamos las repercusiones geopolíticas que podría
tener la derrota de Estados Unidos y la OTAN en Afganistán. Por supuesto, es
una situación en evolución que todavía no alcanza a mostrar su verdadera
dimensión. De ahí que parece justificado
el protagonismo que el tema ha cobrado entre analistas y políticos, obviamente visto
desde disimiles perspectivas. En esa medida, no deja de causar profundo estupor
la superficialidad, banalidad y hasta ignorancia con que se refieren algunos de
los líderes occidentales a la situación generada por su propia estulticia que
se puede entender solo como expresión de su prepotencia imperial. Causa
desasosiego constatar que la paz del mundo está en manos de esta cáfila de
irresponsables. La “retirada” de Afganistán lo ha puesto en evidencia.
Al respecto, el presidente Joe Biden ha afirmado que Estados Unidos está
llevando a cabo una de las mayores y más difíciles evacuaciones de la historia
asegurando que es “el único país del mundo capaz de proyectar tanta fuerza en un lugar tan remoto”.
Además de ser falso, Biden despliega toda su ignorancia en pos de construir un
nuevo relato dirigido a incentivar el trabajo de los estudios de Hollywood. Lo
más probable es que ya –al igual que en Vietnam- se estén proyectando
centenares de películas en las que se mostrará la victoria estadounidense, el heroísmo
de sus soldados y la genialidad de sus generales, hasta que surja un nuevo
Oliver Stone y otro film como “Pelotón” desmienta y desmitifique tal falacia.
¿Sabrá Biden lo que ocurrió en Dunkerke a finales de mayo de 1940 donde
tuvieron que ser retirados 330 mil soldados a Inglaterra? ¿Habrá conocido Biden
lo que sucedió a mediados de octubre de 1941 cuando el gobierno soviético y
parte importante de la población se vieron obligados a abandonar Moscú en el
momento en que las tropas nazis estaban a solo 120 km. de la capital?
Estos dos hechos –que son los que me vienen ahora a la memoria- sí
fueron “difíciles evacuaciones en la historia”, se hicieron bajo el ataque
incesante y el acoso del ejército alemán, no tras un acuerdo, el apoyo y el
visto bueno del “enemigo” que es lo que está aconteciendo ahora en Kabul. No es
esa la razón del “desastre afgano”. Querer transformarlo en un hecho épico no
es más que la muestra clara de otra faceta de la derrota, a tal punto que el
propio Biden ha admitido que aunque el objetivo es organizar una evacuación
segura, está consciente de los riesgos, aceptando además que no puede
prometer "cuál será el
resultado". ¿Cómo es posible que el presidente de la nación más
poderosa del mundo que hizo un acuerdo para retirarse de Afganistán, no pueda
prometer buenos resultados de tal hecho?
El propio ex presidente Trump, quien fue el “padre” de dicho acuerdo ha
expresado que: "La fallida salida de Biden de Afganistán es la
demostración más asombrosa de la más absoluta incompetencia por
parte del líder de una nación, quizás de todos los tiempos”. Me cuesta
coincidir en algo con Trump, pero no queda más que admitir que en este caso, tiene
toda la razón.
A su vez, uno de los promotores y organizadores de la
invasión de la OTAN al país centro asiático, el ex primer ministro británico
Tony Blair, “sangrando por la herida” de su obra fallida ha calificado la
retirada como un movimiento "trágico, peligroso e innecesario",
asegurando que "no fue impulsada por una gran estrategia sino por la
política". En una abierta y destemplada crítica a Biden, Blair incluso se
permitió aseverar que las fuerzas se retiraron "en obediencia a un lema político imbécil sobre el fin de 'las
guerras eternas'”, refiriéndose así a la denominación dada por Biden a la
presencia de Estados Unidos en Asia Occidental. Blair opinó que la decisión de
retirarse de la región afectará tanto al propio Afganistán como a Occidente.
A pesar de haber transcurrido solo un poco más de una semana de la
ocupación de Kabul por los talibán, ya se comienzan a conocer los entresijos
del fracaso. En este sentido, Yossi
Melman, periodista especializado en temas de inteligencia y columnista del periódico israelí Haaretz ha opinado que la “lección importante que
Israel debe extraer de esta situación es que la era de la implicación estadounidense
en Oriente Medio está llegando a su fin”.
La opinión del comunicador sionista deja ver el impacto que
la derrota estadounidense está teniendo entre sus aliados. El diario
estadounidense The Hill publicado en Washington, ha hecho una nota el pasado 22
de agosto en la que hace mención a esta situación. Dice que la debacle en
Afganistán “está provocando un efecto dominó de
preocupación entre los aliados que dependen de Washington para su protección
militar”. Tal secuela ha sido tema de debate urgente en altas esferas
políticas, militares y de inteligencia en el propio Israel, en Taiwán, y en
otros países como Corea del Sur, Japón, Arabia Saudí y los Emiratos Árabes
Unidos, cuya estabilidad depende de la presencia de las fuerzas armadas de
Estados Unidos.
La
inquietud expresada por los aliados de Estados Unidos superó las fronteras
nacionales y llegó a Washington, donde tanto el Consejero de Seguridad Nacional
de la Casa Blanca, Jake Sullivan, como el vocero del Departamento de Estado,
Ned Price, se vieron obligados a dar pruebas de fe, asegurando que Estados
Unidos va a cumplir los compromisos contraídos con sus socios en el mundo.
Los
hechos de Afganistán dan cuenta de un fracaso que no solo se exterioriza en el terreno
militar habida cuenta que los talibán no pudieron ser derrotados, también se
manifiesta en el ámbito diplomático en el que Estados Unidos falló en informar
a sus aliados acerca de los planes de retirada. En este sentido, el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, manifestó que
para la organización fue una “total sorpresa” la llegada al poder de los
talibán. Sin ocultar su estupor el líder atlántico dijo que: "La rapidez del
colapso de los líderes políticos y militares afganos y de las
Fuerzas Armadas no fue prevista”
aseverando que ahora se hacía necesaria una evaluación para saber “qué salió
mal, así como en qué tuvimos éxito". En otra manifestación insólita
de descontrol e irresponsabilidad explicó que desconoce qué proporción de las armas de los países miembros de
la organización quedó en manos de los talibán tras la salida de la alianza
del país. Es decir, que hoy miles de millones de dólares gastados en armas se
encuentran bajo control de fuerzas desconocidas pudiendo fácilmente llegar a
las organizaciones terroristas que la OTAN decía combatir.
En otra manifestación de total ausencia de una supervisión que hubiera
evitado el caos y la anarquía que hoy impera en Kabul, el jefe de la diplomacia
de la Unión Europea, Josep Borrell, ha declarado que es "imposible"
para Estados Unidos y sus aliados europeos evacuar a su personal y familias
afganas de Kabul antes del 31 de agosto, culpando a las tropas estadounidenses en el aeropuerto de la ciudad de
obstaculizar las tareas de evacuación.
Esta situación ha creado una nueva zozobra al ya ineficiente operativo
estadounidense que ha recibido como un balde de agua fría la declaración del
mando talibán que ha asegurado que no habrá extensión del período de evacuación
que vence el 31 de agosto. En un hecho que podría resultar risible sino
estuvieran en juego la vida de miles de inocentes, incluyendo mujeres, ancianos
y niños, Bruselas se ha
quejado a Estados Unidos de que su seguridad en el aeropuerto de Kabul era
demasiado estricta y obstaculizaba el ingreso de afganos que trabajaban para
los europeos. “Les hemos pedido
que fueran más flexibles" agregó un balbuceante Borrell en una
manifestación típica de su talante cuando se dirige a Washington.
El fracaso de Estados Unidos también se manifiesta en el terreno del
trabajo de las agencias de inteligencia, aunque no se sabe a ciencia cierta en
cuál de los tres errores habituales incurrió el gobierno estadounidense en este
ámbito: si aplicaron la política de falsos positivos, es decir se elaboraron
informes imaginarios para que los jefes “fueran felices” a cambio de ascensos,
premios y prebendas; si los informes eran errados porque no sabían realmente lo
que estaba ocurriendo en el terreno o, si eran correctos pero fueron desestimados
por los decisores. En cualquiera de los tres casos, la labor de estos entes que
cuentan con presupuestos multimillonarios ha concluido en un fiasco gigantesco.
Finalmente, es un fracaso en el terreno de la confianza. Está visto que
Estados Unidos está dispuesto a aceptar cualquier hecho, por muy aberrante que
sea, siempre que apunte al sostenimiento de sus objetivos de seguridad
nacional. En este ámbito se hicieron de la vista gorda ante once
informes del inspector general para la reconstrucción de Afganistán (Sigar, por
sus siglas en inglés), una figura creada en 2008 por el Congreso, que ha venido
a comprobar que las crecientes inyecciones de fondos en el país centro asiático
cayeron en saco roto. Así mismo, veinte documentos desclasificados fueron
publicados el pasado viernes 20 de agosto por el Archivo de Seguridad Nacional,
una ONG ligada a la Universidad George Washington, donde se revela cómo las
fuentes en el terreno contradecían de forma permanente el optimismo que
transmitía el Pentágono en sus informes.
Hoy,
cuando han tomado nota de la desaparición irreversible de miles de personas,
afganas y extranjeras y se han gastado 2,2 billones de dólares, que en el
contexto pareciera una inversión a fondo perdido, se rasgan las vestiduras, a
pesar que la corrupción creciente en el país centro asiático había sido
denunciada en 2019 por John F. Sopko, el inspector general designado por Barack
Obama en 2012.
Pero
las susceptibilidades en torno a la capacidad de liderazgo de Estados Unidos
también se hizo patente de forma brutal, tras una declaración del mismo Consejero de Seguridad Nacional cuando trató de explicar que Washington
tardó con la evacuación de Kabul –luego de que los talibanes tomaran el control de la capital– por miedo a desencadenar "una completa crisis de confianza" en
las autoridades del anterior gobierno de Afganistán, lo cual sin embargo, no
pudo evitar el colapso. Es decir que ya ocupado Kabul por los talibán, ya huido
el presidente Ghani, Estados Unidos todavía pensaba que el gobierno títere era
salvable: un error de cálculo de dimensiones colosales que expone la
incapacidad de un aparato altamente tecnificado, dotado de grandes recursos
financieros, pero ineficiente en magnitud superlativa.
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