El convicto
Donald Trump, es
ignorante y estúpido: ¿pero por qué exagerarlo?
Esa es la conclusión a la que parecen haber llegado los
mercados bursátiles al desplomarse tras el triple golpe de Trump: primero, amenazas
de aranceles contra nuestros mayores socios comerciales, que implican costos
mucho más elevados; segundo, dos suspensiones de un mes de duración para
algunos de esos aranceles, lo que significa un entorno empresarial de
previsibilidad cero.
Y, por último, su admisión tácita a Maria Bartiromo de Fox
News, de que EEUU podría entrar en recesión este año, y que es un precio que
está dispuesto a pagar para lograr lo que califica como una “gran cosa”.
La mentira no desaparece con el mentiroso. Eso es lo malo de
Trump. En noviembre de 2020 Donald Trump contó que había ganado unas
elecciones que había perdido. Y se produjo el asalto al Capitolio. Si esa
mentira se mantiene viva, cualquier victoria electoral futura podrá ser
desacreditada, sostenía cinco años atrás el historiador Timothy Snyder. ¿A qué
mundo nos conducen sus falsedades?, se preguntaba.
Trump adoptó el eslogan America First [América,
primero], término que utilizó el aviador antisemita y activista de los años
treinta Charles Lindbergh. La gente pensó: “No puede ser que no supiera esto.
pero es probable que no lo supiera porque, en historia, es un completo
ignorante, no le interesa nada», señala David Armitage, reputado historiador
británico, profesor en Harvard.
Añade que el descontento por la desigualdad se ha alimentado
del mayor conocimiento de lo extrema que ha sido, de ver cómo se redistribuyó
riqueza en la última generación, a ambos lados del Atlántico. Un descontento
que ahora ha desembocado en sentimientos contra la inmigración. Cuando miremos
atrás, algunos ya lo llaman la crisis del capitalismo tardío, va a ser una
parte imposible de ignorar de la historia del principio del siglo XXI»,
resaltó.
Un presidente voluntarioso, errático y despreocupado, un
bellaco está dispuesto a arriesgar tanto la economía estadounidense como la
mundial para hacer valer su ideología. Eso no va a terminar bien, sobre todo en
un gobierno sin contrapesos, caracterizado por un equipo de aduladores y
adláteres a ultranza, señala el NYT.
Las amenazas a los aliados no finalizarán bien. Puede
parecer divertido, más o menos, trolear a Justin Trudeau diciendo que es el
“gobernador” del “gran estado de Canadá”, es grotesco, horripilante e idiota
inventar pretextos falsos para embarcarse en una implacable guerra comercial
contra nuestro vecino más amistoso, entre otras cosas porque ha impulsado
repentinamente la fortuna política del sucesor de Trudeau, Mark Carney, a
expensas del líder conservador, Pierre Poilievre.
“Hay millones de personas que votan habiendo recibido
información errónea, especialmente proveniente de las redes sociales”, dijo la
escritora estadounidense Joyce Carol Oates.
La ultraderecha europea:¡odio al yanqui!
Ha intentado un acercamiento a la extrema derecha europea,
trabajado por años pro Steve Bannon y la Red Atlas, y millones de dólares,
que no acabará bien, porque uno de los principales problemas de partidos como
el AfD alemán o la Agrupación Nacional francesa es que odian todo lo
estadounidense.
Odian su cultura vulgar, su repugnante comida rápida, su
capitalismo rapaz y sus pretensiones imperiales. Quizá el mayor logro del siglo
XX fue la destrucción, tanto física como espiritual, del militarismo alemán y
la amenaza que implicaba para los numerosos vecinos de Alemania.
Pero la estrategia de Estados Unidos de alejarse de la OTAN
mientras se le da poder a esos partidos antiestadounidenses no logrará una
mayor seguridad para nadie, incluidos los mismos estadounidenses.
Eso desencadenará que Alemania vuelva a ser liderada por fascistas y se
nmuestra dispuesta a proveerse de armas nucleares, señala el NYT.
El influyente diario neoyorquino señala que lo que el equipo
de Trump ha conseguido es lo contrario a lo que buscaba: una Rusia que ve aún
menos motivos para llegar a un acuerdo, una Europa que ve más motivos para
seguir su propio camino, una China que cree que EEUU terminará plegándose y una
Ucrania traicionada una vez más que tendrá aún menos motivos para confiar en
las garantías internacionales de su seguridad.
Hay más: la detención y amenaza de deportación de Mahmoud
Khalil, titular de un permiso de residencia y activista propalestino en
Columbia, puede incluso hacer que los libertarios civiles proisraelíes
defiendan sus derechos, mientras que la izquierda lo convierte en un mártir.
Pero la pauta está clara. Ignorando el corolario político de la Tercera Ley del
Movimiento de Newton —que toda acción tiene una reacción igual y opuesta—, el
gobierno cosechará ahora precisamente lo que debería evitar.
¡Que bien que habla inglés!
Lo escuchaba con un rictus de asombro. El visitante de África
hablaba sobre los acuerdos que esperaba firmar en Washington y su anfitrión lo
escuchaba absorto, pero no por lo que decía sino por cómo lo decía. Al
finalizar la reunión, ante las cámaras y los micrófonos que habían ingresado al
Despacho Oval, Donald Trump felicitó al presidente liberiano por el perfecto
inglés que hablaba y le preguntó dónde lo había aprendido.
Joseph Boakai esquivó con elegancia dar una respuesta. Es
difícil responder esa pregunta sin resaltar la ignorancia de quién la formula.
Es obvio que, como todos los liberianos, ese presidente africano aprendió a
hablar inglés en su país, donde es el idioma oficial desde su fundación porque
la historia de Liberia está ligada a los Estados Unidos.
En las primeras décadas del siglo 19, la Sociedad Americana
de Colonización y Liberación de las Personas de Color, organización ligada al
gobierno que mostraba cierta sensibilidad con los esclavos negros, colonizó con
libertos ese territorio flanqueado por Guinea, Sierra Leona y Costa de Marfil.
El flujo de esclavos liberados hacia esa colonia africana fue creciendo y, en
1847, proclamó su independencia.
El origen de su población explica que el flamante país
africano adoptara como nombre Liberia y denominara Monrovia a su capital, en
honor al presidente James Monroe, uno de los promotores del proyecto. Por esa
razón, Liberia nació, creció y llegó a la actualidad hablando inglés. Un
presidente de Estados Unidos puede desconocer la historia de muchos países
africanos, pero desconocer Liberia implica desconocer la historia de su propio
país. Eso explica que la pregunta de Trump a Joseph Boakai se haya reproducido
acompañada por las palabras “ignorancia” y “desconocimiento” en la mayoría de
los comentarios que aparecieron en medios estadounidense.
Negación del cambio climático
Quizá también tenga que ver con ignorancia su negación del
cambio climático, que no se revierte ni siquiera mirando catástrofes como la
provocada por la inundación en Texas. “Nunca vi nada igual”, dijo el presidente
norteamericano ante a la devastación sufrida por los texanos, pero no lo
relaciona con el fenómeno que lleva años negando. Aunque, corrigiendo su
decisión de reducir al mínimo la agencia de supervisión y previsión de
catástrofes, a la que ya había comenzado a recortar presupuesto.
Respecto al cambio climático que siempre negó, probablemente
se trate de una simulación de negacionismo, ya que quiere apropiarse del Ártico
canadiense y de Groenlandia porque sabe que el calentamiento global está
derritiendo glaciares y dejando a la intemperie tierras ricas en minerales de
todo tipo. En las apariencias, Trump niega que haya cambio climático pero, en
los hechos, mueve fichas geopolíticas
Stephens señala que es razonable intentar expulsar a las
empresas chinas del Canal de Panamá, pero amenazar con anular un tratado
ratificado por el Senado para recuperar el canal por la fuerza está destinado a
sembrar una desconfianza permanente hacia Estados Unidos.
Añade que es interesante contemplar la compra legal y
voluntaria de Groenlandia, pero amenazar, en un discurso ante el Congreso, con
tomar Groenlandia “de un modo u otro”, amenazando así a un aliado de la OTAN
que es soberano de su territorio, es algo que recuerda a Vladimir Putin.
“Los críticos de Trump siempre se apresuran a ver el lado
siniestro de sus acciones y declaraciones. Un peligro aún mayor puede residir
en la naturaleza caótica de su política. La democracia puede morir en la
oscuridad. Puede morir en el despotismo. Con Trump, es igual de probable que
muera por la estupidez”, concluye.
Lo subrayado/interpolado
es nuestro.




No hay comentarios:
Publicar un comentario