¿Es Trump un loco o un típico niño rico extasiado por sus perversiones?
Por Sergio Rodríguez Gelfenstein/Escritor, historiador y analista internacional/ ADDHEE.ONG:
A Frantz Fanon,
en el centenario de su nacimiento,
por señalarnos el camino.
La extendida
opinión de que lo que está ocurriendo en Estados Unidos y en el mundo tiene su
origen en el hecho de que “Trump está loco” no deja de ser simplista y banal.
Al contrario, creo que tras la actuación de Trump hay un plan muy bien
elaborado y concebido por la Fundación Heritage, una organización de
orientación conservadora fundada en 1973 y que tiene su sede en Washington.
Dicho plan, denominado “Proyecto 2025: la institucionalización del trumpismo”
aderezado con el pensamiento realista de extrema derecha de Henry Kissinger,
quien, aún fallecido, se mantiene siempre presente en las decisiones de la Casa
Blanca constituyen la médula del propósito de Trump, no sólo para llevar
adelante su gobierno, sino que, sobre todo, para fraguar una propuesta de largo
plazo que entregue definitivamente Estados Unidos a ese llamado 1% de
millonarios, a fin de controlarlo aún más y desde ahí intentar un asalto que
los lleve a dominar el planeta en su totalidad.
No hay nada de
locura en ello, en contraste, una racionalidad maligna paradójicamente
estructurada en torno a la personalidad irracional del presidente de Estados
Unidos. Pero el hecho de que no haya locura no significa que este personaje no
tenga ciertos problemas sicológicos. Sé que me estoy metiendo en honduras, no
soy sicoanalista, pero algunas características de Trump como el odio que
manifiesta hacia muchos (incluso hacia algunos de sus amigos), el egocentrismo
y la arrogancia, la retórica vulgar y sobre todo su propensión a mentir sin
impudicia, apuntan hacia una personalidad, que, perteneciendo al líder de la
mayor potencia mundial, colocan al planeta en una situación de incertidumbre e
incredulidad absoluta respecto de lo que se diga o se haga.
Vale recordar
que el sicoanálisis señala que existen una serie de tensiones originales tales
como deseos, recuerdos, sentimientos y/o pensamientos en la personalidad de un
individuo que necesitan ser satisfechas de manera natural. Según la destacada
sicoanalista catalana, Cristina Agud “cuando la consciencia no permite que
estas necesidades afloren, por condicionamientos sociales o contextuales, se
quedan reprimidos en el inconsciente, transformándose posteriormente en
problemas psicológicos”. En pocas palabras, el sicoanálisis establece que el
comportamiento de un individuo está determinado por las experiencias de su
pasado que están alojadas en su mente inconsciente.
Tal vez, recurriendo al pasado de Trump, se pueden descubrir algunas de sus
aversiones que hoy, desde la presidencia, se han transformado en políticas de
Estado. El abuelo del presidente, Frederick Trump, nacido en Alemania, amasó
una considerable riqueza durante la Fiebre del Oro de Klondike, un territorio
canadiense en las cercanías de Alaska al administrar un restaurante y un burdel
para mineros. Varios años más tarde, en 1891, se mudó a Seattle, en el noroeste
de Estados Unidos donde hizo su fortuna trabajando en su especialidad:
administrar restaurantes y prostíbulos.
Regresó a
Alemania, pero perdió su ciudadanía cuando las autoridades descubrieron que
había emigrado cuando era joven para evitar el cumplimiento de su servicio
militar por lo que junto a su familia volvió a Estados Unidos. Tal vez en su
ADN quedaron marcadas en algunas preferencias que
posteriormente harían
parte de la vida de su nieto: su propensión
por las prostitutas, su vocación
de violar la ley desde muy joven y su repudio hacia aquel país que había maltratado a su abuelo, quitándole la ciudadanía. Los sicoanalistas tendrán que explicar si su vocación de hacer lo mismo con centenares
de miles de personas no tiene su origen en este pasaje de la vida de sus
antepasados.
Por su parte, el
padre del presidente, que al igual que el abuelo se llamaba Fred fue un
“exitoso” empresario de la construcción que aprovechó el financiamiento y los
subsidios que concedía el gobierno para construir proyectos habitacionales.
Pero, lo hacía por un valor inferior al del subsidio y se embolsaba el dinero
que sobraba. Ello condujo a que fuera convocado al Congreso para dar una
explicación.
En 1927, Fred fue arrestado y liberado después de que un incidente con miembros
del Ku Klux Klan (KKK) se convirtiera en una pelea con policías en New York.
Participaron más de 1000 miembros del KKK y 100 oficiales de policía. El abuelo
del presidente fue uno de los siete detenidos.
Unos años
después, en la década de 1970 fue acusado de discriminación al rechazar que
negros y puertorriqueños pudieran alquilar las viviendas que él había
construido. El proceso terminó con un acuerdo judicial, pero sin admisión de
culpa por parte de Fred. Tal vez de ahí heredó el presidente su odio por los
latinos y los negros y su impulso permanente por castigar a Puerto Rico.
Con estos
antecedentes, el actual presidente inició sus propios negocios. Creyendo que
jamás lo iban a descubrir, él siempre dijo que comenzó su actividad empresarial
de forma independiente y a partir de su propio esfuerzo, recibiendo un préstamo
de solo un millón de dólares de su padre, que canceló puntualmente. Una vez
más, se supo que ello era falso. Tras una investigación, el periódico The New
York Times afirmó que Trump en realidad heredó 413 millones de dólares de su
padre.
En un artículo
publicado por este ícono del periodismo estadounidense se señala que ese dinero
fue adquirido a través de «´esquemas fiscales dudosos` (usando cheques de miles
de dólares declarados como regalo de navidad) ocurridos en la década de 1990, incluyendo
´métodos claramente fraudulentos` como el de otorgar a los inmuebles un valor
inferior al de mercado”. Además, el artículo elaborado tras una pesquisa de más
de 200 documentos dio a conocer que en realidad Fred le dejó a sus hijos más de
1.000 millones de dólares. En esta situación, quien llegaría a ser presidente
de Estados Unidos junto a sus hermanos pagaron 5,2 millones de dólares en
impuestos sobre esa fortuna, en lugar de los 550 millones que debieron
sufragar.
Vale decir que
un año y medio antes de la muerte de Fred Trump en 1999, sus herederos ganaron
control de la mayor parte del imperio del padre, declarando que ascendía a 41,4
millones de dólares. Pero a lo largo de la siguiente década, ese patrimonio
sería vendido por 16 veces ese valor, nuevamente sin que los Trump pagaran los
debidos impuestos sobre la fortuna, según lo que afirma el The New York Times.
Es el colmo de la incongruencia y una clara complicidad del Estado a pesar de
haber sido violentado por el poder de los millonarios
No cabe dudas que estamos ante un presidente mentiroso, ladrón y estafador que
Estados Unidos muestra como paradigma de una democracia que pretenden instalar
en todo el mundo. Podría pensarse entonces, que según el modelo estadounidense
para ser presidente y democrático hay que ser mentiroso, estafador y ladrón.
Para Trump, la mentira deshonesta y profana, es parte de su cotidianidad.
En esta revisión de antecedentes que podrían explicar las actuaciones y las
perversiones del presidente de Estados Unidos, vale recordar que uno de sus
hermanos mayores falleció en 1981 a los 42 años, de un infarto causado por el
consumo de alcohol. No se sabe cuánto pudo afectar a Donald, en ese entonces de
35 años, el fallecimiento de su hermano, a causa de tan terrible adicción.
Del otro lado de su ascendencia, la madre de Trump, Mary Anne Trump (MacLeod de
soltera) fue una inmigrante escocesa que laboró como trabajadora doméstica
antes de conocer a Fred. Emigró a Estados Unidos por las terribles condiciones
de vida en su Escocia natal tras la primera guerra mundial en la que las
expulsiones de los campesinos de sus tierras por parte de los grandes
propietarios donde vivían se transformaron en el día a día de los escoceses.
De acuerdo con
una indagación del periódico escocés The National, MacLeod consiguió un visado
de inmigración con número 26698 el 17 de febrero de 1930 viajando a New York en
mayo de ese año. Al llegar, declaró su voluntad de adquirir la ciudadanía
estadounidense y residir permanentemente en ese país. De esa manera se
convirtió en una migrante económica, es decir con igual categoría que los
millones que hoy su hijo persigue, maltrata y expulsa. Algunas páginas en
internet la describen como “una trabajadora doméstica escocesa”, no sé si lo
hacen con criterio peyorativo o no, pero trabajó en ese oficio, al que agregó
el de niñera de una familia de ricos al menos por 4 años hasta que perdió su
empleo en medio de la gran depresión de 1929 a 1933. Tampoco se sabe cuánto
puede haber influido en Donald esa caracterización de su madre en el desprecio
manifiesto que expresa hacia las mujeres y su clara perversión machista y
misógina. Otra tarea para los sicoanalistas.
Mary Anne era de
carácter reservado. Compartía con muy pocas personas, se refugió en el servicio
a su marido y el cuidado de sus cinco hijos (tres hombres y dos mujeres), el
cuarto de los cuales era Donald. Era alta y delgada, presumía de tener siempre
un peinado muy sofisticado que fue catalogado como “un remolino anaranjado”. En
este ámbito, algo que los sicoanalistas no tendrán que investigar porque el
propio Donald se encargó de afirmar es que la manera de peinarse de su madre lo
llevaba a mirar hacia el pasado para darse cuenta “de que parte de mi
exhibicionismo viene de mi madre”.
En este
recuento, no podía faltar uno de los principales mentores de Trump, Roy Marcus
Cohn, un tipo de mente tan perversa que, siendo abogado, fue fiscal de la
acusación de Julius y Ethel Rosenberg en sus juicios (1952-1953) un pleito
escandaloso, lleno de mentiras y falsedades que se erigió como una de las
aberraciones más prominentes de la historia jurídica de Estados Unido. Así
mismo, Cohn – idolatrado por Trump- fue el principal asesor del senador Joseph
McCarthy durante las audiencias del Ejército-McCarthy en 1954 en las que el
Ejército de Estados Unidos contrarió al senador tras haber hecho falsas
acusaciones que no pudo demostrar.
Saque Usted
mismo sus propias conclusiones.
Lo subrayado/interpolado es nuestro.

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