jueves, 24 de julio de 2025

¿Por qué nadie huye de Gaza y de Cisjordania; Palestina, a pesar del genocidio?



¿Por qué nadie huye de Gaza y de Cisjordania; Palestina, a pesar del genocidio?

Los planes de los genocidas sionistas colonialistas israelíes se encaminan a erradicar toda la población palestina de la bloqueada franja, propósito en el que coinciden con los magnates de Washington. Los primeros desean poblarla de colonos que provengan de Europa y los empresarios de la Casa Blanca, están interesados en el gas y el petróleo descubierto en su borde costero y en las playas, para el negocio turístico. Tras dicho objetivo, se mueven ofreciendo dinero a países del África, para que reciban a los erradicados.

No obstante, necesitan que se cumplan ciertos requisitos, la derrota de la resistencia armada y, por otro lado, que toda la población esté dispuesta a abandonar su tierra. Una nueva Nakba. Todo ello, suponiendo que existen condicione políticas, tanto en la región como en el mundo, para que el plan avance.

Lo lamentable es que solo tal propósito es una insensatez muy parecida al intento del genocida Netanyahu y el convicto Trump para poner fin al programa nuclear iraní y al gobierno de los ayatolas. No obstante, el problema es que la masacre continúa y responsables, como lo son los países del G7, especialmente USA/Canadá, Unión Europea,  justifican la muerte de miles de personas con el derecho de Israel a “defenderse”. Además, es importante reconocer que a pesar de la masacre, no se observa en Gaza a multitudes abandonando sus hogares. aunque se ha intentado dividir a los palestinos entre buenos y malos. Pero, el apego a la tierra en que se nació y donde están enterrados lo abuelos, siempre es mayor y es muy difícil cortar dichos lazos.

 

Re: Fw: Israel: Sociedad de genocidas

De: Luis Pausides (luispmatos@nauta.cu)

Para: drmorenoperalta@yahoo.es

Fecha: domingo, 20 de julio de 2025, 22:37

Poco pueden hacer los pueblos por Palestina, si sus gobiernos son  cómplices directa o indirectamente del genocidio sionista, por lo que en cada país con esa situación, la acción principal debe ser exigir a su gobierno tomar medidas concretas, entre ellas romper relaciones con Israel y expulsar de su suelo a los sionistas (no digo a los israelíes porque algunos de ellos están en contra del genocidio).


EL CONVICTO PRESIDENTE Trump, candidato al PREMIO Nobel de la Paz: cuando el mundo camina del revés

Editorial / Diario RED, Inter Press Service (IPS), xinhuanet, la jornada de México, Other News, Tektonikos, red latina sin fronteras, en red, el salto diario, el clarín de chile, ACHEI, ADDHEE.ONG

El gesto no es una anécdota diplomática, sino el emblema de una deriva política preocupante. El genocida Netanyahu no acudió a Washington a apaciguar, sino a consolidar un proyecto: la reconfiguración del conflicto palestino-israelí bajo un relato de paz autoritaria.

El convicto presidente Trump propuesto por el delincuente fugitivo de la Corte Penal Internacional/CPI, Benjamín Netanyahu, al premio Nobel de la Paz

Si alguien necesitaba una nueva señal de que vivimos en tiempos dislocados, que preste atención a lo que ha ocurrido en Washington. En plena ofensiva militar israelí sobre Gaza, con más de 57.000 muertos palestinos, campos de desplazados que se asemejan a prisiones al aire libre, y un plan para expulsar a la población gazatí en marcha, Benjamín Netanyahu ha decidido que es el momento ideal para nominar a Donald Trump al Premio Nobel de la Paz.

Sí, han leído bien: Trump, el presidente que propuso convertir Gaza en una riviera de lujo tras expulsar a su población –un plan que recuerda peligrosamente a una limpieza étnica envuelta en papel de regalo inmobiliario–, ha sido postulado como símbolo de la concordia mundial. La carta, entregada en mano por el propio Netanyahu en una cena en la Casa Blanca, es la fotografía exacta de este mundo patas arriba en el que el lenguaje y la realidad ya no se cruzan ni por casualidad.

El gesto no es una anécdota diplomática, sino el emblema de una deriva política preocupante. Netanyahu no acudió a Washington a apaciguar, sino a consolidar un proyecto: la reconfiguración del conflicto palestino-israelí bajo un relato de paz autoritaria. Una paz sin palestinos, o con ellos confinados en campos controlados militarmente, eufemísticamente llamados ciudades humanitarias, como el que Israel planea construir en las ruinas de Rafah para encerrar a 600.000 personas. Una paz basada en la fuerza, el desplazamiento masivo y la deshumanización.

Mientras la Casa Blanca hablaba de tregua y negociaciones, el primer ministro israelí dejaba claro que no habrá reconocimiento del Estado palestino. Habrá, en todo caso, una paz diseñada unilateralmente: “con aquellos que no quieren destruirnos”, dijo, como si toda una población civil pudiera ser colectivamente considerada enemiga. Y todo esto, con la bendición explícita de Trump, quien aprovechó el encuentro para vender un supuesto avance diplomático que no es más que un pulso por capitalizar cualquier alto el fuego como una victoria personal.

Ceremonia de lo absurdo

El mismo Trump que bombardeó instalaciones nucleares iraníes hace apenas unos días –rompiendo una doctrina de contención de más de cuatro décadas– se presenta ahora como arquitecto de la paz regional. El mismo Trump que avala campos de reclusión humanitaria y sueña con proyectos inmobiliarios donde hoy solo hay ruinas y muerte, recibe ahora el respaldo de Netanyahu para un premio que debería simbolizar lo opuesto a su política exterior.

La lógica que subyace a esta ceremonia de lo absurdo es perversa pero transparente: quien impone el orden a través de la fuerza, quien domina sin fisuras, quien desplaza poblaciones enteras con ayuda de consultoras, fondos y think tanks, es hoy visto como constructor de paz. Lo es, claro, en el sentido de la paz del silencio, de la sumisión y de la invisibilidad del otro. Una paz sin justicia, sin igualdad y sin derechos humanos. Una paz que no incomoda al poder, porque es el poder quien la define.

El caso de Gaza no es sólo una tragedia humanitaria, es el laboratorio de un nuevo modelo de gestión del conflicto global: el del despojo organizado con barniz tecnocrático. Con presupuestos millonarios, alianzas internacionales y propaganda diplomática. Mientras Human Rights Watch alerta de crímenes de guerra y Naciones Unidas repite que no hay zonas seguras para los civiles en la Franja, Netanyahu y Trump hablan de oportunidades, de futuro, de desarrollo. En sus discursos, las bombas se convierten en puentes, y las prisiones, en urbanizaciones de lujo.

Categorías morales erosionadas

La farsa alcanza su clímax con la candidatura al Nobel. No es solo que insulte a la memoria de quienes han luchado –y luchan– verdaderamente por la paz. Es que revela hasta qué punto las categorías morales han sido erosionadas por una política internacional que premia el cinismo eficaz sobre la justicia genuina.

Quizá lo más inquietante de todo no sea la propuesta en sí, sino la posibilidad real de que prospere. Porque ya no basta con denunciar la distorsión: vivimos en un tiempo en que lo distorsionado puede ser validado, institucionalizado y celebrado. En este mundo al revés, quien destruye, construye; quien oprime, lidera; quien expulsa, promete futuro. Y así, mientras Gaza sangra, Netanyahu sonríe y Trump sueña con su estatuilla. Una imagen que, por grotesca, debería bastarnos para despertar. Pero, como en toda pesadilla que se vuelve costumbre, ya no todos estamos dispuestos a abrir los ojos.

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