PERIODISMO, POLÍTICA Y DESENCANTO SOCIAL EN CHILE:
¿Y la alegría?...
Por Juan Pablo Cárdenas Squella /escritor, periodista y analista internacional/ADDHEE.ONG
Nuestro
prolegómeno: el verdadero periodismo y la libertad de expresión para nuestros
asociados y en especial para la juventud de la plaza de la Dignidad Gabriela
Mistral, que reconocieron y reconocen a tres dignos y vocacionales
comunicadores sociales: Juan Pablo Cárdenas, Jhumpa Lhiri y Julian Assange.
La mundialmente reconocida
ganadora del Premio Pulitzer, se negó a aceptar el Premio Isamu que le
otorgaría el Museo Noguchi de Nueva York, debido a que dicha institución despidió
a tres empleados porque usaban el popular pañuelo keffiyeh, distintivo de la solidaridad
con el Pueblo Palestino.
Jhumpa Lahiri
nació en Londres y cuando apenas tenía tres años, su familia se mudó a Estados
Unidos y en el 2000 ganó el Pulitzer en mención ficción con el texto
Interpreter of Maladies. Su negativa fue anunciada por la administración del
museo señalando que la académica “decidió no aceptar el premio en respuesta a
nuestra política actualizada de vestimenta”. Una sibilina explicación de la
constante persecución del establishment a quienes, en Estados Unidos,
solidarizan con la causa justa y noble del Pueblo Palestino.
Assange
asegura que se declaró culpable de hacer periodismo
Después de pasar
10 años detenido, primero en la embajada de Ecuador en Londres y luego en una cárcel
británica, Julian Assange pudo reunirse con la prensa internacional en plena
libertad en el Consejo de Europa. Se preocupó en señalarle a sus colegas que
“los periodistas tienen que ser activistas de la verdad” y que en su caso se
declaró culpable de ejercer su profesión. En tal aspecto sostuvo “Quiero ser
totalmente claro: no soy libre porque haya funcionado el sistema. Soy libre,
tras años de encarcelamiento, porque me declaré culpable de haber hecho periodismo”.
Igualmente, denunció que la CIA fue la encargada de perseguirlo, presionando a
sus asociados y a su esposa e hijos, inclusive efectuándoles pruebas de ADN, así
como elaborando planes para secuestrarlo y luego asesinarlo, mientras se encontraba
al interior de la embajada ecuatoriana.
RECONOCIMIENTO AL
ESCRITOR Y PERIODISTA JUAN PABLO CARDENAS SQUELLA
La juventud de la
Plaza de la Dignidad Gabriela Mistral se reunió la juventud en sendos talleres
para analizar y denunciar el ejercicio del periodismo mercurial hegemónico, se
reunió en sendos talleres para reiterar su apoyo al verdadero periodismo en la persona
de Juan Pablo Cárdenas Squella que se basa en el derecho y el deber de opinar: inalienable derecho e ineludible deber.
Informar con exactitud y con verdad, no omitir nada de lo que el público tenga
derecho a conocer en el marco de la libertad de prensa, uno de los grandes
principios de la Democracia, es decir, del Pueblo soberano, ausente en el Chile actual por más de 50
años.
En el patio
trasero latinoamericano/estadounidense la seudo democracia vacía de
contenidos ha sido totalmente degradada y finalmente ha sucumbido cuando la base comunicacional
sobre la que se apoya es una tiranía
informática hegemónica. Para el oráculo mercurial, la CNN y sus adlatare, con su principal arma enajenante
promueve a post verdad, mentir y usar
las fake news utilizando un blindaje informativo para impedir que la
verdad sea dicha por larga data.
Por la libertad de prensa una conquista democrática con
su beneficiario, el Pueblo Soberano determinado en este caso, por el público lector, en nuestra América
Latina , en la oscuridad educacional y comunicacional, destacamos y
admiramos al académico, escritor,
periodista y analista internacional, es decir,
al comunicador social, Juan Pablo Cárdenas Squella, que escribe sin
censura previa, sin miedo por las
consecuencias de sus opiniones en el contexto de la ética periodística concisa
y ajustada como norma básica del
verdadero periodista vocacional.
Como colofón, el periodista necesita de la libertad
como del aire para respirar. El periodista mercurial
acobardado que traiciona a su pueblo no
se atreve a decirle la verdad. Por el contrario es cómplice de la tragedia que
sobrevive la mayoría de su Pueblo con una Constitución cívico militar fascista
y de la política bajuna que impone la clase oligarca empresarial,
financiera-bancaria/agiotista, agrícola monopolista CMPC/Sofofa, a través de su
testaferra la clase burguesa politicastra -castrense corrupta. Frente a esta
infausta realidad, la rebeldía y la lucha – “luchar es vivir”-, de
un comunicador social patriota que asume
el legado profesional y patriótico, valga la redundancia de Camilo Henríquez Gonzáles padre del
periodismo chileno, Juan Pablo Cárdenas Squella, la excepción de la regla en la
oscuridad comunicacional chilensis
impuesta por el oráculo mercurial vocero de la clase empresarial CMPC/Sofofa.
Estos
tres comunicadores sociales no son testigos de “la historia que hacen los
Pueblos dignos, libres y soberanos”, sino protagonistas en ella. Asumen que la
libertad de prensa es una conquista democrática y su beneficiario es el pueblo,
es decir, el lector. Precisan que informar no es interpretar la noticia, sino
darla para que el lector la interprete.
Los
mefistofélicos empresarios , financieros/bancarios/agiotistas, agrícolas
monopolistas del sistema capitalista, determinista globalizado/hegemónico, dueños de la celestina universal y de la “inteligencia artificial genocida”
controlan los medios mediáticos de (in) comunicación globalizados,
especialmente la telebasura/internet que regentan los testaferros de la Sociedad Interamericana de Prensa/ SIP
especialmente en el patio trasero latinoamericano/yanqui en contra del bien
común y de la libertad de expresión.
Como colofón, reitero una vez más, sin prensa libre no existe la Democracia. Cuando las opiniones al alcance del pueblo están controladas hasta la uniformidad, la verdad deformada para ser ajustada al punto de vista de la clase empresarial dueña de los grandes medios de (in) comunicación globalizado y su régimen burgués politicastro /castrense corrupto de turno y quienes infrinjan la norma corran riesgo en sus libertades personales y otras formas de persecución. La Dignidad brilla por su flagrante ausencia y está negada de hecho la vida democrática: ¿qué hacer con la miseria moral del periodismo en el sistema capitalista determinista globalizado hegemónico?
Con
esperanza y memoria que más temprano que tarde tendremos por fin una
verdadera Libertad de Prensa.
Prof.
Moreno Peralta /IWA
Secretario Ejecutivo ADDHEE. ONG
A
más de 50 años del Golpe Militar de 1973, los medios de comunicación despliegan toda suerte de publicaciones y
emisiones especiales. A modo de justificar/lo injustificable o
explicarse la última asonada militar, algunos analistas reiteran que en el país
existía un estado de convulsión que hizo inevitable el pronunciamiento
castrense. Otros, naturalmente ponen atención en el cruento derrocamiento y el maniaco presidente
Salvador Allende Gossens, el bombardeo e incendio de La Moneda y los
dramáticos episodios que siguieron a la interrupción de nuestra
institucionalidad democrática.
Todavía
el análisis histórico tiene menos gravitación y elocuencia que los desplegados
de la prensa. Las imágenes del extinto Presidente, de los campos de
concentración y el rostro de las víctimas de la horrible represión vuelven a
conmovernos a quienes vivimos tal tragedia en nuestra convivencia, pero que también
sobrecogen a las nuevas generaciones. No es lo mismo, ciertamente, enterarse de
oídas sobre lo acontecido que presenciar una y otra vez esos registros del
periodismo, cuyos archivos no han sido desclasificados del todo en esta larga pos
dictadura que mantiene tan vigentes los lineamientos institucionales impuestos
por el Dictador. La historia, por lo demás, habla mucho por las imágenes, las
grabaciones y los recortes de prensa. Y lo hace con contundencia en un país en
que los medios de comunicación siempre han jugado un papel importante en el
devenir político. Con sus aciertos, despropósitos y omisiones.
No
es casual, por lo mismo, que una de las primeras medidas de la dictadura cívico
militar encabezada por Pinochet fuera la clausura de una buena cantidad de
medios escritos y radiales, al tiempo que posicionarse de los canales de
televisión y establecer la censura previa para todos los órganos de prensa.
Salvo algunas publicaciones religiosas o
de cobertura muy restringida, los medios de comunicación autorizados por la
Junta de Gobierno fueron aquellos que alentaron la acción de los militares y
que se dispusieron a colaborar incondicionalmente con las autoridades de facto.
En la clausura definitiva quedarían aquellos medios partidarios de la Unidad
Popular, además de que sus periodistas y colaboradores fueran tan reprimidos como
los integrantes del gobierno derrocado, del parlamento cerrado y los partidos
políticos proscritos.
El
totalitarismo fijó los límites de lo que podía decirse y escribirse. Después de
de un prolongado tiempo republicano reconocido por su ejemplar libertad de
expresión y diversidad informativa que toleró, incluso, que hubiera diarios,
revistas, radios y canales de televisión que hasta infamaban su misión de
servir a la verdad, asumiéndose como trincheras del odio y estimulando el
quiebre de nuestra convivencia y marco institucional. En efecto, más allá del
reconocimiento que hasta 1973 se hacía a nuestras libertades públicas, hoy
debemos reconocer el nefasto papel cumplido por la prensa militante en la
última etapa de nuestra etapa republicana derribada por las armas. Tiempo en
que la legítima convivencia devino en la descalificación del adversario y en el
desafío abierto a nuestro orden institucional. Época en que los diarios
clamaban por la acción de los militares y en que el más leve expresión de
oposición era tildado de “golpista” y “reaccionario” por quienes estaban en el
gobierno y formaban parte de los partidos oficialistas. Revisar sólo los
titulares de los diarios de entonces nos hace concluir que el desenlace era
predecible en una sociedad cruzada por la intolerancia y en que la política se
vio maniatada por los referentes más extremistas. El propio presidente Allende
y su ideario socialistas, como aquellos sectores cristiano progresistas fueron
apabullados –desde la extrema derecha e izquierda- por quienes
manifestaron su desprecio total por la soberanía popular. De allí que el gran
derrotado del 11 de Septiembre fuera justamente el pueblo chileno, sus
organizaciones sociales aún no recuperadas, como sus esperanzas aún
insatisfechas.
Lo
que siguió al Golpe no fue, como se creyó, un paréntesis en nuestra trayectoria
democrática. Lo de Pinochet fue una revolución o, si se prefiere, una contrarrevolución.
Un largo tiempo para imprimirle al país contravalores que serán de dificultoso
superar. Ojalá que todas las imágenes que estamos reviviendo en este
cuadragésimo aniversario sirvan para un ¡nunca más! Que no sólo aluda a los
horrores de la dictadura cívica militar, sino a los profundos errores
cometidos antes, aunque en ningún caso éstos justifiquen la pesadilla del
Régimen Militar y el terrorismo de Estado.
En este sentido, no podemos más que calificar de perniciosa y corrupta
la exagerada autocrítica que ha llevado a algunos radicales personajes de ayer,
hoy conversos a las políticas neoliberales del presente, resignándose a la
institucionalidad consagrada por la Constitución/artilugio de 1980 o
ensimismados en la política cupular actual. Es decir, a las prácticas tutelares
de los nuevos tiempos.
Tenemos
la convicción que deberemos aguardar mucho todavía para que se conozca toda la
verdad de lo acontecido en diecisiete brutales años de dictadura cívico
militar. Sabemos que ésta será plena cuando todas las víctimas sean
reconocidas y reivindicadas por el Estado y la sociedad chilena. No olvidemos
que en otros episodios brutales de nuestro pasado, la impunidad se hizo aún más
flagrante, porque así como el periodismo ha servido para exacerbar nuestras
diferencias, muchos textos de nuestra historia oficial generalmente han
soslayado o interpretado mañosamente los acontecimientos.
PRENSA Y MOVILIZACIÓN SOCIAL
Nuestras
distancias políticas explican sobremanera el largo tiempo que se extendió la dictadura
cívico militar. Sólo cuando las organizaciones sociales tomaron el
liderazgo de la movilización social fue posible avizorar el término del régimen
autoritario. En ellas reconocemos a las organizaciones gremiales y sindicales,
las de Derechos Humanos, los estudiantes y tantas otras instancias
poblacionales y sectoriales hoy desdibujadas por el paso de los años. Con
franqueza, digamos que los partidos políticos llegaron al final de la larga
marcha por la unidad que se gestó en la base social y fue acicateada, como en
otros momentos de nuestra historia, por el periodismo libre.
Para
muchos es difícil entender como en una dictadura cívica militar tan poderosa
fue posible el desarrollo de revistas y algunos diarios disidentes. Pero en la
historia hay muchos acontecimientos que se explican en lo fortuito y en los
errores de cálculo de quienes detentan el poder. Es posible que el dictador Pinochet
y sus incondicionales jamás pensaran que –sin recursos y bajo el imperio del acoso-
esos periódicos y emisoras pudieran llegar a constituirse en un factor tan
importante en la formación de aquella conciencia y resolución libertarias que
dieron origen a la Protesta Social y, con ella, a la salida política. El
control irrestricto de la televisión y la genuflexa actitud de los diarios
tradicionales hacía muy difícil romper el bloqueo informativo. Pues bien, la
aparición de las revistas, primero, y la publicación posterior de dos diarios
contribuyeron mucho a la denuncia sobre las graves violaciones de la dignidad
humana, sumada a otros despropósitos como el asalto a las arcas y empresas
públicas, al tiempo de la implementación de una estrategia económica
ultracapitalista.
En
la propia revista Análisis,
precisamente, se decide convocar a una protesta nacional a cambio del Paro
Nacional que se venía proponiendo, del cual se temía su fracaso por las
amenazas de represión advertidas por el régimen. Se redacta allí el
primer instructivo que luego fuera cumplido al pie de la letra por los millones
de chilenos que quisieron manifestar alguna forma de descontento e inaugurar
una jornada más intensa de movilizaciones que tanto incomodaran enseguida al
Dictador de marras. Una experiencia que convenció al Embajador de
Estados Unidos en Chile a propiciar una mesa de diálogo entre el Ejecutivo, la
Iglesia Católica y algunas figuras políticas de derecha y centro. Se trataba,
según el propio reconocimiento del diplomático, de negociar una salida
política, antes que nuestro país “se convirtiera en una nueva Cuba”. Temor que veinte
años antes había provocado la intervención de la CIA para desestabilizar al
gobierno de Allende y dirigir las operaciones del Golpe de Estado.
Mucho
se ha escrito sobre la génesis y evolución de estos medios disidentes. En cada
uno de ellos hay una bellísima historia de audacia y coraje para sortear la
represión de que fueron objeto: clausuras, amedrentamientos, acosos judiciales
y hasta un crimen tan alevoso y cobarde como el que segó la vida del periodista
José Carrasco Tapia. A la existencia de estos medios se debe el colosal
registro de los años de dictadura cívico militar. De sus páginas,
todavía se pueden obtener hechos y nombres de tanta utilidad para el cometido
de jueces e historiadores. Por cierto, un recuento mucho más completo que el
del acotado Informe sobre Verdad y
Reconciliación. Sus ediciones, asimismo, estrecharon la distancia con los
chilenos de la diáspora y ayudaron a coordinar las acciones de resistencia
dentro y fuera del país. Pero también la tarea periodística aunó voluntades y
convocó a las nuevas generaciones a ejercer su protagonismo en la lucha callejera,
el enfrentamiento real con el poder de facto, en el verso, la solidaridad y la
esperanza que siempre animan los episodios de emancipación.
Llegó
un momento en que los militares perdieron la batalla contra el periodismo
digno. Con el atentado frustrado al dictador Pinochet, el estado de
sitio y la clausura de estos medios hubo quienes temieron y auguraron su
desaparición definitiva. Opero fue la hora en que los periodistas consecuentes
se sumergieron en el bello quehacer del periodismo clandestino o, como es el
caso que más conozco, decidieron editar sus publicaciones en el extranjero, en
Alemania, para hacerlas viajar por avión a Chile, dejando en ridículo a los
censores. De esta manera fue que los medios clausurados y acusados de propiciar
el magnicidio recuperan su derecho a circular y alcanzar tirajes que hasta hoy
no son igualados por lo medios adictos a la dictadura cívica militar y,
después, favorecidos por la Transición.
EL EXTERMINIO DE LA PRENSA
LIBRE
Pero
es luego el triunfo de una solución política negociada lo que explica la fatal
desaparición de las publicaciones aludidas. El gobierno de Patricio Aylwin
asumió como “razón de estado” el exterminio de cada uno de estos medios, de tal
manera que se recurrió, incluso, a los fondos reservados del Ejecutivo para servir
a este propósito. Como ha quedado demostrado con los años, desde La Moneda se bloqueo
la ayuda exterior que recibían estas revistas y diarios. Se argumentó ante
Holanda y otras naciones europeas que “cualquier ayuda a la prensa chilena
sería considerada una intromisión indebida en los asuntos de Chile ahora
democrático”. Por cierto es que tampoco las nuevas autoridades estuvieron
dispuestas a repartir equitativamente el avisaje fiscal, pero sí a cumplir a
cabalidad con los contratos publicitarios que amarró al dictador Pinochet
a favor de los dos grandes consorcios periodísticos. La estrategia consistió
en ahogar a los medios, ilusionarlo con
recursos que nunca de entregaron y, cuando se hizo propicio, hacerse del
control accionario de estas publicaciones para disponer posteriormente a su
clausura.
El
cálculo político hoy asoma nítido. Se temió que estos diarios y revistas
insistieran en promover la verdad y el castigo a los autores de las violaciones
a los Derechos Humanos, exigieran los cambios prometidos y, en lo económico y
social, alentaran la justicia distributiva. Como política de comunicaciones se
prefirió la estrategia de seducción a los medios tradicionales, cuya
obsecuencia hacia la dictadura cívica militar estaba muy fresca, pero
estuvieron dispuestos a “colaborar” con las nuevas autoridades a cambio de
impunidad a sus transgresiones éticas, así como un “perdonazo” a sus deudas y
convenios publicitarios mal habidos. Con el tiempo, sin embargo, estos medios
recuperaron su autoestima y volvieron a ejercer de nuevo y sin inhibiciones su
tarea de concientización conservadora, reivindicación del legado pinochetista y
defensa del modelo económico mal llamado neoliberal. Sus deudas y delitos ya estaban prescritos.
Hoy, son los propios partidos de la Concertación/Nueva Mayoria, con
menos de un diez por ciento de credibilidad, los que “lloran sobre la leche
derramada” y se lamentan de no tener prensa, cuando los medios que creyeron
seducidos vuelven por sus fueros y le lavan la cara a los sectores que
sostuvieron la dictadura y se reinstalaron sin mayores contratiempos en las instituciones
del Estado.
Es
necesario consignar que, al mismo tiempo que se ponía en práctica una política
de exterminio de la prensa democrática que logró sobrevivir a la dictadura cívico
militar, desde el Ejecutivo se emprendieron acciones similares para
desactivar la enorme y sólida organización social consolidada durante el
oscurantismo político. De esta manera, se cuentan por decenas las
organizaciones no gubernamentales (ONGs)
que fueron sucumbiendo con la política cupular. También se temió a sus
movilizaciones, como ahora se teme al movimiento estudiantil, a la recuperación del sindicalismo autónomo y
a la acción de las minorías étnicas.
Por
cierto, hay que reconocer que después de
la dictadura cívico militar se han derogado gran parte de las disposiciones legales que
limitaban el ejercicio libre del periodismo y ya no se teme por la vida de los
comunicadores sociales. Sin embargo, el
panorama de los medios es lamentable en
su falta de diversidad informativa, la limitada presencia del periodismo
progresista y por el estado de vulgaridad que hoy caracteriza a la televisión y
a buena parte de la radio y la prensa. Obligados a servir al negocio, nuestro
presente mediático se rinde al raiting y
las imposiciones ejercidas por los publicistas y avisadores. Salvo, otra
vez, la acción de algunas revistas que con loable mérito intentan romper la consonancia
ideológica que, para algunos, es incluso peor a la que existía durante el autoritarismo.
Desde
el Estado nada serio se hace para contribuir a la diversidad comunicacional,
condición fundamental de cualquier régimen que quiera ser reconocido como
democrático. Por el contrario, todos los últimos gobiernos han gastado ingentes
recursos para oponerse a la demanda internacional por recuperar el confiscado diario El Clarín:
un largo juicio que ha culminado por otorgarle la razón a sus legítimos
propietarios pero sin que todavía el Estado los indemnice por la apropiación y
cierre indebidos implementado por la dictadura cívico militar y luego
avalado por cada uno de los gobiernos posteriores. En un verdadero atentado a
la libertad de prensa pero también a la propiedad privada, un sacrosanto derecho
garantizado a los empresarios nacionales
y extranjeros, pero que no aplica para los propietarios progresistas, como
tampoco a nuestros pueblos aborígenes
que siguen sin recuperar las propiedades que les arrebató arbitrariamente el régimen de facto. En la negativa a reparar
a estos confiscados, se argumenta la voluntad
de proteger el erario nacional, pero paralelamente se aprueban millonarias
indemnizaciones a los partidos políticos que fueron expropiados también después
del 11 de septiembre. Ciertamente que lo que se ha querido evitar aquí es la
reedición del diario de mayor circulación en la historia del periodismo
chileno, el que indudablemente podría haber servido de contrapeso a la
ideología oficial mercurial como amenazada la connivencia cupular.
Además de contribuir, por supuesto, a que las alamedas de la política se abran a
los nuevos hombres y mujeres libres,
según el anhelo expresado por extinto mandatario en su discurso de
despedida.
Pese
al internet y la irrupción de medios contestatarios, el estado de postración
informativa se ha prologando en demasía y que el influjo de la televisión y de
las dos grandes cadenas de diarios y radios sigue siendo muy determinante en la
conducta de los referentes políticos y sociales. Ello explicaría que la Constitución/artilugio de 1980 siga tan
vigente, así como ese conjunto de disposiciones legales que, como la Ley
Electoral, continúan oponiéndose al
ejercicio de la soberanía popular. La posibilidad de recurrir a la
consulta plebiscitaria, que en el pasado sirvió para decirle NO al dictador
Pinochet en su intento de perpetuarse, todavía no es validada en nuestra
institucionalidad, pese a que más de un sesenta por ciento de los chilenos se
muestra partidario de una Asamblea Legislativa Constituyente, según lo
consignan los últimos sondeos de opinión
pública.
En
lo económico y social, la pos dictadura ha sacralizado el modelo impuesto a
sangre y fuego por los militares. Es más, no pocos dirigentes concertacionista/Nueva
Mayoría han venido reconociendo el legado pinochetista en esta materia y,
con frecuencia, se demuestran mejores prosélitos del neoliberalismo que sus propios
impulsores originales. De esta forma, se explica que en este tiempo se hayan
implementado iniciativas que antes les parecieron imposibles a quienes
ostentaron el poder total. Tal es el
caso de la privatización de las empresas sanitarias y de algunas faenas
mineras, además de la creciente extranjerización de nuestros recursos
naturales. Gracias a las prebendas que se le siguen otorgando a los
inversionistas extranjeros y a la resistencia de los gobiernos y el Parlamento
de aplicarle un royalty razonable a
los que explotan nuestros yacimientos.
Entretanto,
la Ley del Divorcio tardó unos ocho años en ser concordada por los
legisladores, mientras que desde el gran
empresariado y los medios de comunicación que digitan se promueve “flexibilizar”
la actual normativa laboral que tanto
molesta a la clase patronal en lo referido al sueldo mínimo, la jornada de
trabajo limitada y el derecho a plantear reivindicaciones. A pretexto de
“generar más empleo” hay quienes sostienen la necesidad de dejar a la “libre”
pactación de los trabajadores y empleadores los días de descanso, al tiempo que
se sindica como una rémora la organización sindical que, en nuestro país,
todavía no alcanza al 15 por ciento de la fuerza laboral.
La ausencia de más prensa
independiente explica, de igual manera,
la lacra de la corrupción e impunidad ya tan entronizada en la
gestión pública.
Como es de público conocimiento, varios parlamentarios y otros altos
funcionario políticos han sido desaforados y encausados por los tribunales de
justicia. Cifras voluminosas han sido defraudadas al Fisco por empresarios y
operadores políticos actuando de consuno, tal como se descubrió que, por años,
los secretarios de estado se habían asignado secretos sobresueldos que no
rendían declaración tributaria. En el ánimo de mejorar los ingresos de ciertos
“servidores” públicos, cuanto para emigrar recursos hacia las cajas electorales
se desviaron fondos destinados a los campesinos, además de embadurnar a la
propia Universidad de Chile en el bullado caso MOP- GATE, además de pagársele indemnizaciones
a funcionarios de confianza que entre un
gobierno y otro sólo cambiaban de escritorio.
Se
asume que todavía queda mucha basura debajo de las alfombras de La Moneda, el
Parlamento y las reparticiones públicas que sirven al clientelismo político.
Recién empiezan a trascender los escándalos ligados a las municipalidades,
algunas de las cuales sirven de verdadera guarida de aquellos alcaldes y
concejales que profitan de los recursos públicos, de suyo escasos para atender
las demandas comunales. Ni qué decir de los secretos todavía bien guardados pos
las autoridades y los medios de comunicación referidos a concesiones de obras
públicas y tráfico de influencias. El propio ministro de Salud de Sebastián
Piñera ha denunciado el poderoso y millonario lobby ejercido por los
laboratorios y farmacias para controlar el voto de los diputados en la
discusión parlamentaria, a fin de que éstos rechazaran la idea de ampliar la competencia
en la venta de fármacos, así como imponerle a los médicos la obligatoriedad de
anotar en sus recetas las opciones genéricas. Un mercado que hoy es controlado prácticamente
por tres grandes cadenas de farmacias que ya han sido condenadas por colusión
entre ellas y los laboratorios en la fijación de precios.
Asimismo,
en la reciente Ley de Pesca se denunció que al menos una diputada recibió
erogaciones de parte de una de las grandes empresas del rubro que vieron
amenazados sus privilegios de captura en el mar. Es posible que sea el propio
Diario Oficial uno de los medios más informativos de nuestro mercado mediático
por su capacidad de registrar las sociedades y alianzas del conjunto del
espectro político empresarial para
emprender todo tipo de negocios. Esta situación deja de manifiesto que estamos
en un país cogobernado por quienes
expresan diferencias y controversias ante los ciudadanos que luego se
disipan rápidamente en los mismos salones en que se pactó nuestra peculiar e
interminable Transición y que ya ha
superado con creces los años de la dictadura cívico militar. Tiempo de
descomposición creciente que mucho se explica en el asesinato de los medios de
comunicación democráticos y los esfuerzos que positivamente han hecho los
dirigentes políticos por desactivar, cuanto desacreditar, la movilización
social. La que es llave maestra, siempre, de los cambios y el progreso.
Los deberes y derechos no se
imponen, se respetan en una verdadera Democracia, del Pueblo soberado, la mayoría
con respeto por las minorias!
En
esta realidad encuentra base el desencanto que crecientemente se expresa en la
sociedad chilena. En el hecho que la adhesión nacional a la democracia haya
disminuido en más de diez puntos en las últimas dos décadas, de tal manera que
ya es menos de la mitad de la población la que confía en ella. En todo esto radica la renuencia ciudadana
a participar en los comicios electorales, tanto que un sesenta por ciento se
abstuvo de votar en las elecciones municipales del 2012 y ese más de setenta
por ciento que luego tampoco se manifestara en las elecciones primarias del 30
de junio de este año.
No
podemos sino otorgarle razón a aquellas advertencias que nos advierten de un Chile
sumergido en una nueva y profunda crisis política, a pasos de una situación
insurreccional que se respira en el descontento callejero, la radicalidad de
las demandas y acciones de los jóvenes. Como
en el desparpajo de la minoría pudiente y arrogante que, como siempre, se
guarece en los uniformados para perpetuar privilegios cada vez más irritantes.
*El autor es profesor titular
del Instituto de la Comunicación e Imagen, senador universitario y Premio
Nacional de Periodismo 2005
Lo
subrayado interpolado es nuestro.
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