Sudáfrica presidirá el G20 en 2025 en un momento crucial para África
Por lo tanto, el liderazgo de Sudáfrica en este
grupo representa una oportunidad única para dar forma a las políticas globales
y defender los intereses de África de
Mandela en la escena mundial.
Los países del G20 son Alemania, Arabia Saudí,
Argentina, Australia, Brasil, Canadá, China, Corea del Sur, Estados Unidos,
Francia, India, Indonesia, Italia, Japón, México, Reino Unido, Rusia, Sudáfrica
y Turquía, además de la Unión Europea y la Unión Africana.
Chrispin Phiri, portavoz del sudafricano ministro
de Relaciones Internacionales y Cooperación, afirma que el tema de la
presidencia sudafricana será «fomentar la solidaridad, la igualdad y el
desarrollo sostenible». Pretende abordar los retos mundiales críticos, con
especial atención al desarrollo de África.
Entre las áreas clave en las que se centrará la
Presidencia figuran la lucha contra el triple reto de la pobreza, el desempleo
y la desigualdad, así como el desarrollo de África, que implica situar el
desarrollo de África en primera línea, en consonancia con la Agenda 2063 de la
Unión Africana: «El África que
queremos».
También se espera que forme parte de las
prioridades sudafricanas abordar policrisis como el cambio climático, la
energía, la seguridad alimentaria y la deuda, que afectan de manera
desproporcionada a África y a otras naciones en desarrollo. Cuestiones como el
desarrollo de infraestructuras y la reforma de la gobernanza mundial iniciada
por anteriores presidencias del G20.
Phiri afirma que la política exterior sudafricana
está profundamente entrelazada con sus prioridades nacionales, y su objetivo es
fomentar una Sudáfrica, una región de la Comunidad para el Desarrollo del
África Meridional (SADC) y un continente africano mejores, estables y
prósperos.
«La presidencia sudafricana está llamada a tener
implicaciones significativas para la región africana en su conjunto,
especialmente dentro de la SADC», aseguró.
Añadió que «la posición estratégica de la nación
dentro del G20 le permitirá presionar para obtener logros políticos que
beneficien a Sudáfrica, a la SADC y a todo el continente, en cuyas áreas clave
de atención se incluye la promoción de políticas que garanticen beneficios
económicos para todos los sudafricanos, en particular para los económicamente
marginados.
Phiri destacó la importancia de la coordinación de
Sudáfrica con la UA, en particular a la hora de aprovechar la presidencia del
G20 para impulsar la integración y la cooperación regionales.
Como presidente del G20, Sudáfrica también se
centrará en abordar los retos económicos mundiales y promover el desarrollo
sostenible. La agenda política del país se basará en su Plan Nacional de
Desarrollo, la Agenda 2063, y en cuestiones de larga data en el marco del G20.
Phiri afirmó que Sudáfrica abogará por reformar la
arquitectura de la deuda mundial para evitar que las crisis de la deuda socaven
la consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).
También movilizará financiación para abordar el
importante déficit de financiación del desarrollo, que ha aumentado tras la
COVID-19.
Igualmente abordará la cuestión de los flujos
financieros ilegales (FFI), que drenan aproximadamente 88.600 millones de
dólares anuales del continente, impidiendo el progreso hacia la Agenda 2063 y
las metas de los ODS.
El profesor Danny Bradlow, investigador principal
del Centro para el Avance de la Erudición de la Universidad de Pretoria, afirma
que entre las prioridades de Sudáfrica debe figurar la de abordar la deuda y la
financiación del desarrollo, en particular para África.
El profesor Bradlow quiere que Sudáfrica copresida
la Mesa Redonda Mundial sobre la Deuda Soberana, junto con el Fondo Monetario
Internacional (FMI) y el Banco Mundial.
El foro ofrece la oportunidad de impulsar un
enfoque más creativo de la gestión de la deuda, vinculándolo a debates más
amplios sobre el desarrollo y la financiación de la lucha contra el cambio
climático.
«Esta Presidencia brinda la oportunidad de abordar
algunos cuellos de botella de larga data a los que se enfrenta la integración
regional en África», dijo Bradlow.
Por ejemplo, citó, uno de los principales retos a
los que se enfrentan la Zona de Libre Comercio Continental Africana (AfCFTA) y
las Comunidades Económicas Regionales (CER) son los acuerdos comerciales
bilaterales que socavan los esfuerzos de integración regional de África.
Insta a Sudáfrica a que aproveche el impulso de la
admisión de la UA y su presidencia del G20 para poner de relieve estos
problemas e impulsar compromisos que apoyen la integración regional, en
estrecha coordinación con los órganos pertinentes de la UA y los socios de
conocimiento.
El profesor Bradlow señala la necesidad de que
Sudáfrica herede y promueva iniciativas de la presidencia brasileña del G20,
como la Alianza contra el Hambre y la Pobreza y los debates sobre fiscalidad
mundial, en particular la polémica cuestión del impuesto sobre el patrimonio de
los multimillonarios.
Reconoce que, aunque se trata de asuntos complejos
que implican cuestiones de soberanía, son cruciales para generar recursos para
la financiación del desarrollo.
Por su parte, la directora general del Instituto
Sudafricano de Asuntos Internacionales (Saiia), Elizabeth Sidiropoulos, subrayó
la importancia de potenciar la cooperación y la integración regionales.
«Desde un punto de vista político, la presidencia
sudafricana del G20 pretende responder a los retos económicos y
medioambientales mundiales y a la paz sostenible, teniendo en cuenta los
esfuerzos para alcanzar los ODS, la Agenda 2063 de la UA y la reforma de las
instituciones de gobernanza económica mundial», afirmó Sidiropoulos.
Señaló que ahora que la UA es miembro del G20,
existe una mayor oportunidad de amplificar las prioridades africanas, y sugirió
que Sudáfrica debería centrarse en profundizar en la defensa del continente
dentro del G20, seleccionando cuestiones clave en las que pueda tener un
impacto significativo.
Recomendó a Sudáfrica que utilizara su presidencia
para abordar los obstáculos a los que se enfrenta desde hace tiempo la
integración regional en África.
La presidencia sudafricana del G20 en 2025 es un
momento crucial para la nación y el continente. Con la reciente inclusión de la
UA en el G20, se presenta una oportunidad histórica para remodelar la
gobernanza mundial de forma que refleje las aspiraciones y los retos del Sur
global.
De hecho, Sudáfrica sigue a la cabeza por un año
del G20 a Brasil, lo que coloca las prioridades y enfoque del Sur global en el
grupo de grandes economías industriales y emergentes por un bienio.
El profesor Bradlow afirma que el éxito de
Sudáfrica dependerá de su capacidad para equilibrar las prioridades inmediatas
con los objetivos globales a largo plazo y de garantizar que el G20 siga siendo
una plataforma para el crecimiento integrador y equitativo.
G-20,
Saludos a la bandera: bla, bla, bla...
A fin de evitar que muchas manos pongan morado el caldo de
la hegemonía, se reservan la administración de todo el planeta clubes de los
países más ricos, como el G-7 o el G-20.
Por: Luis Britto García
1
Se supone que todos
los seres humanos son iguales en derechos: todos los países también
deberían serlo. Pero algunos se consideran más
iguales que otros, y rehúyen el voto democrático de las grandes organizaciones
internacionales, como el de los 191 países que en la ONU condenan el bloqueo a
Cuba o el de los 15 miembros del Consejo de Seguridad que exigen el alto al
fuego en Gaza.
2
A fin de evitar que muchas manos pongan morado el caldo de
la hegemonía, se reservan la administración de todo el planeta clubes de los
países más ricos, como el G-7 o el G-20. Los miembros originarios de
este último fueron elegidos arbitrariamente por un comité de funcionarios, y se
oponen enérgicamente a la inclusión de nuevos integrantes. Para equilibrar estas camarillas exclusivas y excluyentes,
el mundo multipolar crea el BRICS+, pero cada uno de sus
fundadores puede a su vez ejercer el veto unilateral contra posibles nuevos
miembros. Como reza la Ley de Hierro de las oligarquías de Robert Michels, el
poder tiende a concentrarse en un número cada vez menor de manos.
3
Afirmó Groucho Marx que
no le interesaba ingresar a un club que lo aceptara como miembro. Basta hojear
los integrantes del G-20 para calificarlo. Alemania, Canadá, Estados
Unidos, Francia, Italia, Japón, y el Reino Unido son además miembros del G-7,
el excluyente bloque de los que fueran países más ricos. Sólo
cinco afiliados (Arabia Saudita, Argentina, Brasil, México e Indonesia) están
en vías de desarrollo, pero poseen inmensos recursos naturales. Apenas dos
(China y la Federación Rusa) se desarrollaron revolucionariamente en
pugna con el capitalismo. Cinco (Brasil, China, Rusia, India y Suráfrica) son
también promotores de la alianza competidora del BRICS+, lo cual supone una
incómoda doble personalidad o contradicción de intereses,
que se intensificará progresivamente.
4
Las entidades políticas integradas en este cenáculo de
Presidentes representan un 56 % de la población mundial, ocupan el 60% del
territorio del planeta, producen 85 % del PBI global y el 75% del comercio
internacional. La distribución no es uniforme: la mayor parte del PIB es
apropiada por los minoritarios países que también son miembros del G7; la
mayoría de la población corresponde al depauperado Sur Global. Esa
contradicción es el centro del G-20, o más bien la del planeta.
5
La presidencia de este club de Presidentes es rotativa,
ejercida anualmente por el primer mandatario del país huésped. La agenda para
la Cumbre de 2024 comprende debates sobre 1) Inclusión social y lucha contra el
hambre, 2) Transición energética y desarrollo sostenible en sus aspectos
sociales, económicos y ambientales, 3) Reforma de las instituciones de
gobernanza global: Banco Mundial, Fondo Monetario Internacional, Organización
Mundial del Comercio, Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.
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No necesita el lector que le explique por qué tantos debates
concluyeron en saludos a la bandera. La “Alianza Global contra el
Hambre y la Pobreza” no puede ser gerenciada justamente por el grupo
de países que más han contribuido a que –según Oxfam- el 1% de la población
mundial acapare cerca del 50% de la propiedad global, y sólo el 10% posea el
80% de dicha riqueza. Programas como el “Cero Fome” alivian a las mayoriaS
de la depauperación que podría conducir la rebelión social, pero no les
procuran trabajo estable ni control de los medios de producción. Difícil es una
“transición energética” o una “movilización mundial contra el cambio climático”
dirigída por países responsables del 83,9% de las emisiones de CO2 provenientes
de energía fósil (https://en.wikipedia.org/wiki/G20)
o de la destrucción de la Amazonia. Dudamos de que reformen institucionalmente
Banco Mundial, Fondo Monetario Internacional, Organización Mundial del Comercio
y Consejo de Seguridad de la ONU quienes los usan como
pilares de su poder. Si lo quisieran, los monopolios del agronegocio podrían
suprimir el hambre, los países desarrollados clausurar las fábricas que
supuestamente envenenan la atmósfera, disolver las instituciones que perpetúan
la especulación financiera y acumulan una deuda que supera el 333% del PIB
global. No lo hacen porque estropearía sus negociados. El G-20 no es la solución, sino el
problema.
7
No se sabe que el selecto grupo haya adoptado resoluciones
viables y obligatorias para frenar el excesivo gasto armamentista, las
continuas injerencias militares en países del Sur Global, la obscena
inmunidad tributaria de los grandes capitales transnacionales, las medidas
coercitivas unilaterales que destruyen a los países independientes, la
necesaria anulación de la impagable Deuda Pública, la persecución
racista contra grupos discriminados internos o migrantes, la falta de derechos
sociales y laborales de quienes trabajan en esos agujeros negros de los
derechos humanos llamados maquilas o Zonas Económicas Especiales. La juiciosa
actitud de los integrantes del G-20 ha sido debatir los problemas propios como
si se tratara de los del mundo, y nunca tratar los problemas del mundo como
propios.
8
El G-20 ha aceptado implícitamente sacrificar el
planeta en aras de las potencias hegemónicas. Esta marcha
hacia el precipicio resulta agravada por la contraorden sobre la estrategia y
la táctica del enfrentamiento. Durante
medio siglo impuso Estados Unidos a sangre y fuego el catecismo determinista/neoliberal
globalizado/hegemónico resumido en dos mandamientos: cero
proteccionismo estatal, absoluta libertad de empresa. Este suicidio
económico fue forzado por golpes de Estado como los de Indonesia, Chile.
Honduras y Panamá, por invasiones como la de Nicaragua, Cuba,
República Dominicana, Libia, Irak, y ocupaciones militares como las
de Colombia, Ecuador y Perú. Estados Unidos lleva más de un siglo
obligando a los demás países a adoptar las políticas neoliberales
que los llevaron a la ruina y que ahora lo arruinan a él.
9
Pues al desechar todo proteccionismo permitió a los grandes
capitales mudar sus industrias al exterior, dejar sin empleos a los
estadounidenses, sustituir la producción de bienes materiales por la de
dividendos especulativos e inmunizarse contra los impuestos mediante rebaja de
las tasas tributarias y colocación de beneficios en Paraísos
Fiscales. Donald Trump ganó la presidencia ofreciendo revertir estas
políticas fatales, pero en el mejor de los casos su táctica será dual:
reimpondrá el proteccionismo a favor de Estados Unidos, a costa de
la desprotección económica, social y estratégica del resto del
planeta. Es lo que se debatió a puerta cerrada en la cumbre del
G-20. Suelen las organizaciones internacionales ser estructuras para
barnizar de consenso los intereses del minoritario grupo de las potencias
hegemónicas. Es hora de que participe en el debate toda la humanidad.
Lo subrayado/interpolado
es nuestro.
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