viernes, 13 de diciembre de 2024

La órbita del narcotráfico, en el sistema capitalista determinista globalizado/hegemónico.

La órbita del narcotráfico,  en el sistema capitalista determinista globalizado/hegemónico.





Por Dr. Adalberto Santana/académico y analista internacional, Universidad Autónoma de México/UNAM

El grueso de ellas (las ganancias) más del 90 por ciento generado por las drogas ilícitas introducidas al mercado estadounidense queda en los mismos centros financieros de los Estados Unidos

En la presente tercera década del siglo XXI el fenómeno del narcotráfico es uno de mayores problemas de México y de algunos países latinoamericanos. Sin embargo, ese problema es más complejo en su desarrollo y funcionamiento en la sociedad y en la economía de los Estados Unidos (EU). Las detenciones y condenas a los llamados narco-empresarios de las drogas ilícitas, como son los casos de Joaquín “el Chapo” Guzmán, Ismael “el Mayo” Zambada ambos del llamado cartel de Sinaloa y del “super policía” Gerardo García Luna, ex Secretario de Seguridad en el narco-gobierno del expresidente mexicano, Felipe Calderón Hinojosa. Es una situación que ha puesto en clara evidencia los nexos entre narcotraficantes y los políticos de claro corte conservador/fascista ligados al Partido Acción Nacional.

Gerardo García Luna como alto funcionario en los gobiernos de los expresidentes neoconservadores mexicanos, Vicente Fox Quezada y Felipe Calderón Hinojosa, puso de relieve la doble moral que ha predominado en la administración de esos mandatarios mexicanos. Situación que también es muy recurrente en la política gubernamental estadounidense. Ya sea en la Casa Blanca, la Administración para el Control de Drogas (DEA) y la Agencia Central de Inteligencia (CIA). Formalmente la DEA tiene como misión:  “hacer cumplir las leyes y reglamentos sobre sustancias controladas de los Estados Unidos y llevar ante el sistema de justicia penal y civil de los Estados Unidos, o de cualquier otra jurisdicción competente, a aquellas organizaciones y miembros principales de organizaciones, implicados en el cultivo, fabricación o distribución de sustancias controladas que aparezcan o estén destinadas al tráfico ilícito en los Estados Unidos; y recomendar y apoyar programas no relacionados con la aplicación de la ley con meta de reducir la disponibilidad de sustancias controladas ilícitas en los mercados nacionales e internacionales” (https://www.dea.gov/es/quienes-somos/sobre-la-DEA). Por ejemplo, en los años ochenta la CIA enviaba en sus aviones armas a la contrarrevolución nicaragüense para combatir al gobierno sandinista y retornaban a los EU cargados de drogas.

Señalábamos que en la vida real, diversos son los efectivos de esas corporaciones estadounidenses que han colaborado con los narcopolíticos, como es el caso con García Luna o con los hijos del “el Chapo” Guzmán. Otro ejemplo, en esa llamada actividad del tráfico ilícito de drogas, también figura el expresidente Juan Orlando Hernández (JOH) de Honduras. Hoy en día también extraditado a EU y condenado en Nueva York, junto con su hermano “Tony” Hernández y los capos mexicanos. Recordemos que el narcogobierno catracho de JOH estuvo fuertemente vinculado con organizaciones y actividades empresariales del narcotráfico hondureño y mexicano, pero también de la DEA.  En Honduras se apoyó al cartel de los “Cachiros” (https://insightcrime.org/es/noticias-crimen-organizado-honduras/cachiros-perfil/). Haciendo memoria histórica sobre la producción y tráfico de drogas, pensemos que no es exclusivamente una actividad criminal. Es esencialmente una industria transnacional que incluye procesos de producción y distribución de drogas ilícitas (marihuana, cocaína, heroína, morfina, drogas de diseño, fentanilo, etc). Así, cuando esa variedad de productos llega a su fase de consumo, el valor de esas mercancías se eleva en la misma medida en que el centro de consunción se encuentra lo más alejado del centro de producción. De tal manera que la dinámica del mercado de drogas ilícitas, se inserta en una relación económica estructural: centro – periferia. Véase mi libro: El narcotráfico en América Latina (México, Editorial Siglo XXI).

Puede interpretarse que esa relación de un centro de producción periférico (latinoamericano) y un centro de consumo (en los países y economías centrales como los Estados Unidos), expresa que por un lado se desarrolla la producción clandestina de ese tipo específico y por el otro se desarrolla el consumo. Así, en las naciones centrales, donde la consunción adquiere su máxima expresión y por tanto es mayor el valor de la acumulación de ganancias. Mercancías que circulan necesariamente en una economía subterránea.  Así, la ganancia de esos productos genera un gran valor agregado. Dado que la adquisición de esos productos opera en un mercado clandestino, que no se encuentra regulado formalmente (por ejemplo, no paga impuestos) y esto hace que su valor se eleve y genere mayores ganancias. Claro que esto se da en aquellos productos que por su proceso de producción es más complejo, y su valor en el mercado adquiere un mayor costo. Tales son los casos de los productos más sofisticados como la cocaína, heroína y morfina. Sustancias que adquieren un mayor valor en los centros de consumo (Estados Unidos y Europa). En tanto que las drogas ilícitas que por su enorme volumen de producción industrial y su bajo valor en el mercado, como la marihuana, el fentanilo, etc. adquieren una gran tasa de ganancia en virtud de detentar un mayor número de consumidores. Sin embargo, esos mismos consumidores de estos productos, por lo regular se ubican en los sectores más pobres y marginados de la economía estadounidense.

Así, los narcotraficantes latinoamericanos (Joaquín “el Chapo” Guzmán, Ismael “el Mayo” Zambada, Juan Orlando Hernández, entre otros), y el “super policía” Gerardo García Luna, obtenían y lograron marginalmente con sus socios de la narcopolítica, acumular un máximo del 10 por ciento de las ganancias. El grueso de ellas más del 90 por ciento generado por las drogas ilícitas introducidas al mercado estadounidense queda en los mismos centros financieros de los Estados Unidos. Por ejemplo, se reconoce que en el condado de Dade, en el estado de la Florida, ahí se ubica el mayor centro de lavado del dinero procedente del mercado de drogas. En los grandes y medianos bancos del sistema financiero estadounidense, es donde se depositan las enormes ganancias del mercado de drogas ilícitas. Esa es la doble moral de la economía del narcotráfico. En ese espacio de poder de los Estados Unidos, es donde opera desde Miami, la llamada mafia estadounidense.

Colombia: EEUU financió la compra del software espía israelí Pegasus

Por Prof. Camilo Rengifo Marín/escritor y analista internacional:

El software espía israelí Pegasus fue adquirido por el anterior gobierno colombiano para espionaje político, con financiación de Estados Unidos como parte de su colaboración en la supuesta lucha contra el narcotráfico, denunció el presidente colombiano Gustavo Petro.

Funcionarios del gobierno de Estados Unidos confirmaron que fue este país el que financió la compra, La transacción, que se realizó en 2021, fue parte de un acuerdo de cooperación y los fondos utilizados fueron de origen lícito.

La compra del software, desarrollado por NSO Group, ha sido objeto de escrutinio en Colombia, especialmente después de que el presidente Petro solicitara una investigación al respecto. La operación involucró un pago en efectivo de 11 millones de dólares a Israel, coincidiendo con la llegada de dos vuelos desde Tel-Aviv a la base Antinarcóticos de la Policía en Bogotá en junio y setiembre de 2021.

Petro alertó que «no es lo mismo tener un software para cazar mafiosos que hacerlo sin orden judicial, a menos que la Constitución del 91 no sirva para nada«. «No es lo mismo ciberdefensa que espionaje», insistió el mandatario colombiano, para agregar: «Nuestra soberanía no es solamente alzar una bandera, sino que las principales decisiones que se toman en Colombia las toman las y los colombianos. Si las toman otro tipo de personas, cualesquiera que sean sus móviles, entonces hemos perdido soberanía».

El software Pegasus, conocido por sus capacidades de espionaje y vigilancia, habría sido adquirido con fondos del gobierno de Joe Biden para ser utilizado en operaciones críticas contra el narcotráfico en Colombia. Durante una reunión, los funcionarios estadounidenses habrían detallado a Petro las operaciones llevadas a cabo con esta herramienta, mostrando la importancia de su uso en el marco de la colaboración bilateral.

Pegasus puede facilitar escuchas telefónicas, el espionaje de correos electrónicos y de comunicaciones de texto mediante aplicaciones como WhatsApp y el escaneo de documentos contenidos en la memoria de los teléfonos móviles, razones por las cuales su compra en otros países fue motivo de controversias.

El canciller colombiano Luis Gilberto Murillo solicitó una reunión urgente con la embajada de Estados Unidos para abordar las implicaciones de estas revelaciones. La Cancillería de Colombia considera “muy grave” la posible influencia estadounidense en este asunto. El interés del Congreso y la sociedad colombiana radica en la necesidad de garantizar los derechos fundamentales de los ciudadanos, especialmente el derecho a la privacidad y la libertad política, sin riesgos de intromisión indebida. De allí la importancia de abordar estos temas prioritarios con el embajador estadounidense Francisco Palmieri.

Un aspecto destacado de esta revelación es que el entonces presidente ultraderechista Iván Duque no fue informado sobre la supuesta adquisición y uso de Pegasus, lo que indica que la operación se mantuvo en estricta reserva.

Ese dato ha sido cuestionado por expertos que consideran muy difícil de creer su desconocimiento, dada la cantidad de dinero vinculada, lo que implica autorizaciones de parte del Ejecutivo, y por la relación tan cercana que mantenía Duque con las Fuerzas Militares, situación que hace difícil de creer que el presidente en pleno 2021 no supiera del regalo que Estados Unidos le hizo a Colombia.

Los pagos se realizaron en dos partes: el primero de 5,5 millones de dólares el 27 de junio de 2021, y el segundo por la misma cantidad el 22 de septiembre del mismo año. Las bitácoras de vuelo muestran que uno de los aviones aterrizó en la noche del 25 de junio de 2021 en Bogotá, mientras que la otra aeronave tipo jet de matrícula T7-CPX lo hizo el 18 de septiembre del mismo año en la noche, poco antes de cada pago, con ejecutivos de la israelí NSO Group.

El diario El Tiempo cita a dos fuentes del gobierno estadounidense en Washington y otra más en Bogotá, no identificadas, para señalar que «el gobierno de EEUU no solo estuvo al tanto de la compra del software Pegasus en Colombia sino que, además, fue ese país el que financió su adquisición».

Funcionarios de la administración de Joe Biden indicaron que los planes para adquirir Pegasus se concretaron en 2020, sin informar al entonces presidente colombiano Iván Duque. Aseguraron que el uso del software se detuvo en 2022, antes de que Petro asumiera la presidencia.

“Como parte de esta cooperación, el Gobierno de Estados Unidos se comprometió a proporcionar fondos a nuestros socios colombianos para adquirir el software Pegasus con el fin de impulsar esta misión antinarcóticos crítica”, indicó la fuente al medio citado, agregando que: “Este esfuerzo, que implicó una estricta supervisión operativa, se llevó a cabo en el curso de nuestros compromisos normales y continuos con el gobierno colombiano en materia de lucha contra los estupefacientes”.

La versión de los funcionarios supone un vuelco en la investigación exigida por Petro, quien el mes pasado pidió a la Fiscalía y a la Procuraduría (Ministerio Público) avanzar en ese asunto. En un discurso con motivo del aniversario 105 de la Fuerza Aérea Colombiana,

El embajador de Colombia en Washington, Daniel García-Peña, dijo a periodistas, tras reunirse con funcionarios estadounidenses, que le aseguraron «que efectivamente fueron recursos estadounidense s utilizados para la adquisición del software Pegasus», que fue para «una utilización en la lucha contra el narcotráfico y que su utilización estaba dirigida exclusivamente a los carteles de la droga de Colombia y México».

El mes pasado Petro acusó de lavado de activos a Ran Gonen, director de seguridad global de NSO Technologies, por supuestamente recibir cinco millones de dólares en efectivo como parte de pago del software, una cantidad que debería haber sido declarada.

Respecto a las acusaciones de que los fondos para la compra provinieron de incautaciones de narcotráfico, fuentes del gobierno estadounidense reiteraron que el financiamiento fue completamente legal. La decisión de no informar al presidente Duque se enmarcó en la rutina de cooperación bilateral en la lucha contra el crimen transnacional, señalaron.

Según El Tiempo, los funcionarios gubernamentales de Estados Unidos negaron cualquier información que sugiera que Pegasus fue utilizado indebidamente para vigilar a figuras políticas colombianas y que para la compra se haya hecho algún pago ilícito.

Francisco Santos, que se desempeñó como embajador de Colombia en Estados Unidos durante el gobierno de Iván Duque, afirmó que no tuvo conocimiento de la adquisición del software espía Pegasus mientras estuvo en su cargo. Santos declaró que “eso no pasó por la embajada”, refiriéndose a las conversaciones sobre la compra de esta herramienta de vigilancia.

Durante el tiempo en que Santos ocupó el cargo, desde el 6 de septiembre de 2018 hasta el 31 de julio de 2021, no tuvo conocimiento de ninguna negociación relacionada con Pegasus. Posteriormente, fue reemplazado por Juan Carlos Pinzón, quien continuó como embajador hasta el 6 de agosto de 2022.

*Economista y docente universitario colombiano, analista asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)

Lo subrayado interpolado es nuestro

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