Viejos de
mierda, uníos:¡Jubilados unidos exigen
una jubilación digna ya!
La experiencia nos dice que desde muy temprano somos
tratados de viejos y, demasiadas veces, con el calificativo “de mierda”.
Alguien dijo que había que sentirse viejo cuando te ofrezcan su asiento en un
bus, aunque ahora es más corriente que un viejo le deje su sitio a una
embarazada o a una mujer cargando un niño. Ya sabemos cómo muchos jóvenes, en
su precaria educación, miran para el lado haciéndose los distraídos en estas
cotidianas circunstancias.
El país ha cambiado mucho desde que una generación de
jóvenes y presumidos llegaron al poder, sin duda en andas de los propios viejos
que engrosan nuestro padrón electoral. Pero muy poco les duró la autonomía de
vuelo, puesto que muy luego tuvieron que recurrir a varias figuras de la
repudiada Concertación, especialmente de aquel socialismo “renovado” que tanto
habían vituperado como dirigentes estudiantiles y jóvenes diputados. Gente ya
entrada en años o bien mayorcitas como el ex octogenario dirigente del MAPU,
convertido ahora en inamovible ministro de Vivienda y Urbanismo.
En el ministerio de Hacienda, además, el Gobierno destaca un
socialista maduro de esos que en aras del realismo asumieron las prácticas
neoliberales que se nos venían imponiendo desde la Dictadura. Cuántas promesas
jóvenes se han visto, para colmo, sometidos a prisión efectiva o domiciliaria a
causa de los escándalos de corrupción que desbarataron muchas esperanzas del
electorado en las nuevas generaciones. Cuando también se aseguraba que estos
vendrían a desterrar los “malos hábitos” de la política.
Suma y sigue: en política exterior, después de varios
chascarros, el Primer Mandatario tuvo que recurrir a un añoso, pero
experimentado ministro, que en las fotografías podría pasar como el abuelo del
Primer Mandatario, más que su Canciller. Convirtiéndose, paradojalmente, en el
rostro de un gobierno que para el mundo puede ser visto, todavía, como un
experimento juvenil.
También en el ministerio del Interior, como en la Secretaría
General de la Presidencia, debieron asumir una mujer y un ex presidente del
Senado reputados por su experticia respecto de los jóvenes que reemplazaron,
aunque esta última ha sido objeto de varios y abortados intentos por
destituirla del cargo. Especialmente por las vacilaciones y equívocos en
relación a los presuntos delitos de violación y abuso sexual de quien era
estimado, por muchos, como el mejor funcionario del Ejecutivo, cuya carrera
política se veía muy promisoria después de su desempeño en la lucha contra el
crimen organizado. Un funcionario de mediana edad, pero que demostrara un vigor
sexual más propio de un adolescente que de un adulto. Siendo reemplazado, ahora,
por un abogado de más edad y, esperamos, mayor control sobre sus instintos.
Estos últimos episodios no solo han puesto en duda la
capacidad de los jóvenes gobernantes sino, también, su tan proclamada vocación
feminista, lo que también ha tenido en la cuerda floja a la joven ministra de
la Mujer y de la Igualdad de Género. Cuestionada, sin duda, por el feminismo
radical del país y de la denominada izquierda que quisiera que muchas mujeres
más integraran un gobierno que ya tampoco cumple con la paridad de género que
prometió.
Al cumplir tres años de administración, nada todavía ha
conseguido el Gobierno para aliviar la situación de los jubilados. Es
reconocido por oficialistas y opositores que las pensiones que recibe la amplia
mayoría de estos son miserables y condenan a la extrema pobreza a miles de
chilenos de la tercera edad. Sin embargo, La Moneda y el Parlamento no
concuerdan en una solución en más de 20 años de postergaciones y en que muchos
de estos viejos han pasado, esperamos, a mejor vida.
El cálculo que muchos hacen es que, de nuevo, quienes nos
gobiernan no corregirán un sistema previsional que constituye una vergüenza
mundial. Pareciera ser que para la política es mejor seguir postergando una
solución que, por supuesto, sería gravosa y difícil de implementar por el
estancamiento actual del crecimiento y la satisfacción de otras tantas otras
demandas sociales, en el campo de la vivienda, la salud y la educación. Mal que
mal, los viejos jubilados seguirán muriendo y sería muy difícil que se
organicen y protesten como los trabajadores activos. Además, la derecha teme
que un logro oficialista en tal sentido ponga el riesgo su objetivo de arribar
nuevamente a La Moneda el próximo año.
El resultado de todo esto es que los viejos se ven obligados
a reducir drásticamente su nivel de vida después de jubilarse, con el agravante
que la delincuencia donde más cruelmente ataca, ahora, es en los hogares más
vulnerables. Sumado al hecho que son los más añosos y los más pobres los que
primero fallecen a causa de las largas listas de espera de los hospitales para
consultas médicas e intervenciones quirúrgicas.
La irreverencia y la soberbia juvenil victimizan
principalmente a los adultos mayores, por lo seguramente sus sufragios van a
castigar a los candidatos jóvenes en favor de aquellos postulantes de solvencia
probada y que no lleguen al Gobierno a continuar su “aprendizaje”, como algunos
lo han reconocido descaradamente. Al país le resulta muy cara esta beca para
instruirse con sus reiterados desaciertos.
Quizás por ello hay quienes quieren volver al sufragio
voluntario, para que los más decepcionados de la política y de los jóvenes en
el poder puedan liberarse de este trámite cívico y dejar de castigar la
arrogancia de los gobernantes. Es triste reconocerlo, pero, según varios
sondeos, somos hoy en el mundo el tercer país que tiene más miedo de sufrir un
asalto al caminar por las calles. Y es cosa de pensar a quiénes afecta
mayormente esta lacra de la inseguridad.
Lo subrayado/interpolado
es nuestro.
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