Que se abran las grandes alamedas, ¡el cambio no está en la moneda, sino en las Grandes Alamedas!. Porque la historia la hace el Pueblo Chileno y el Pueblo Mapuche.
Juan
Pablo Cárdenas S. /escritor, periodista
y analista internacional.
El arrebato de la derecha fue mayúsculo. Inmediatamente sus
voceros acusaron airadamente al senador Daniel Núñez de incitar las protestas
y, con ello, poner en peligro el Estado de derecho que hoy tanto veneran. Para
ella, todo lo que sea postergar las reformas económico sociales, justifica
dilatar las decisiones, a objeto de que a Gabriel Boric le vaya mal, y el
incumplimiento de sus promesas les asegure el próximo retorno a La Moneda.
Terror les produce a estos demócratas impostados que la
población se vuelque a las calles para demandar justicia. Solo ellos pueden
instar al pueblo a movilizarse si se trata de apoyar un golpe de Estado y
asegurarse por 17 años que los derechos humanos se vulneren y la democracia
quede interdicta mediante la violencia y el fratricidio.
Pero lo más horrible de todo es comprobar a esa cantidad de
políticos, ayer allendistas o demócrata cristianos, que han salido impetuosos a
coincidir con la derecha pinochetista, hacer gala de su anticomunismo y abrigar
la idea de que el Jefe de Estado se libere de una vez por todas del lastre del Partido
Comunista y del Frente Amplio. Todo indica que con las reformas que sí
apura la oposición se logre reducir el tamaño de los ministerios y otras
dependencias fiscales, por lo que los cargos públicos por cuotear entre los
oficialistas se hagan insuficientes para satisfacer todos sus apetitos.
¡Qué frágil es la memoria política! De golpe y porrazo hay
quienes se olvidan de las históricas movilizaciones del salitre, del cobre y
del carbón para ganar los derechos laborales y sindicales pisoteados desde los
albores de nuestra república. Como si la Reforma Agraria, la Nacionalización
del Cobre y tantas otras realizaciones hubieran sido posibles sin los cientos
de miles de campesinos, obreros y estudiantes movilizados a lo largo de todo el
país. Ejerciendo su legítima presión para que el Poder Legislativo se
resolviera lograr mayoría y hasta la unanimidad de sus integrantes para aprobar
las reformas.
Nada de esto saben o recuerdan los señoritos de los partidos
carentes de ideología, idearios y vocación de servicio público. Nos referimos a
aquellas veinticinco colectividades cuyo común afán consiste en permanecer
pegados a las ubres del poder. Repetirse el plato en el Gobierno y reelegirse
incansablemente como diputados y senadores. Incluso, como alcaldes,
gobernadores y concejales, ahora que en el ámbito comunal y regional han
mejorado tanto las dietas, y trabajar en cualquier puesto del Estado puede ser más
lucrativo que en la actividad privada. Incluso percibir por meses 20 millones
de pesos mensuales como embajador de Chile en la República de Venezuela, aunque
con residencia en nuestro país.
¡El cobarde
llamado/ por la exigencia al status quo!
Qué cobardes nos parecen sus llamados a la inmovilidad, a
esperar que transcurran los años y una reforma previsional tan justa y urgente
para los pensionados pueda dar a luz en los meros pasilleos de los
legisladores, de los mediáticos dimes y diretes de gobernantes y congresistas.
Acicateados, siempre, por una prensa que, más que colaborar al bien del país,
parece tan interesada en las querellas cupulares y aspiraciones
presidencialistas. Como si la política
se agotara en las competencias electorales.
Claro; solo si el pueblo permanece quieto, la política y los
grandes empresarios podrán convenir una rebaja en los impuestos que pagan las
grandes empresas. Así como asaltarle el bolsillo una vez más a los
trabajadores, pequeños empresarios y profesionales. Calladitas, asimismo, las
organizaciones sociales podrán prosperar esos proyectos ecocidas como Dominga
que afectan tanto la naturaleza, la vida de las poblaciones más humildes donde
se instalan los despropósitos empresariales. O las inversiones extranjeras tan demandadas por un país que pierde día
a día su dignidad y soberanía.
“Que salgan a
protestar los jubilados”, dicen los más cínicos. Sabiendo que estos son los más
vulnerables y febles en razón de sus edades y miserable sobrevida. Cuando
lo que corresponde es que las organizaciones políticas y sociales manifiesten
solidaridad con la suerte de sus progenitores. Contrario a lo que se dice, la
violencia siempre ha sido consecuencia de la represión, tal como lo fueron,
entre otras, las matanzas del Seguro Obrero, de Santa María de Iquique, de La
Coruña, Ranquil y tantos otros luctuosos acontecimientos de manos de los
presidentes asesinos, soldados y policías serviles al “orden constituido”. Así
como lo fue, además, la masacre que siguió al 11 de septiembre de 1973.
Ojalá sea posible que el campanazo de un parlamentario anime
realmente una movilización social que por fin abra las “grandes alamedas”, según el deseo de extinto presidente Allende. De
otra forma habrá que aguardar por un nuevo y más severo rebelión social.
Lo subrayado/interpolado es nuestro.
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