Ponencia en el Simposio
Internacional “Descolonización
y cooperación en el Sur global”
El colonialismo un cáncer que debe ser erradicado en
el siglo XXI
Shanghái, 12 de noviembre de 2024.
Por Sergio
Rodríguez Gelfenstein/escritor, historiados y analista
internacional/ADDHEE.ONG
En su magnífica obra “El imperialismo fase superior
del capitalismo” escrita en 1916 y publicada por primera vez al año siguiente,
Vladimir I. Lenin delinea ya en los albores del siglo XX, los contornos de la
situación colonial que permite ubicarla como característica fundamental de la
etapa imperialista de la sociedad capitalista.
En el Capítulo VI denominado “El reparto del mundo
entre las grandes potencias” aporta innumerables cifras y “datos generales
irrefutables de la estadística burguesa y de las declaraciones de los hombres
de ciencia burgueses de todos los países, un cuadro del conjunto de la economía
mundial capitalista en sus relaciones internacionales, a comienzos del siglo
XX, en vísperas de la primera guerra imperialista mundial”.
Lenin cita al geógrafo alemán A. Supan quien afirmó
que “el rasgo característico de este período es, por consiguiente el reparto de
África y Polinesia”, sin embargo advierte que “…hay que ampliar la conclusión
de Supan y decir que el rasgo característico del período que nos ocupa es el
reparto definitivo del planeta”, pero establece claramente a continuación que “…definitivo no en el
sentido de que sea posible repartirlo de nuevo –al contrario, nuevos repartos
del mundo son posibles e inevitables-, sino en el de
que la política colonial de los países capitalistas ha terminado ya la conquista
de todas las tierras no ocupadas que había en nuestro planeta. Por vez primera,
el mundo se encuentra ya repartido, de modo que lo que en adelante puede
efectuarse son únicamente nuevos
repartos, es decir, el paso de territorios de un "amo" a otro, y no
el paso de un territorio sin amo a un "dueño".
Precisamente, a ese nuevo reparto estamos asistiendo,
al paso de territorios de un amo a otro y eso es patente en África, más que en
ningún lugar del mundo. El líder africano, Ahmed Sékou Touré en su libro
“África en marcha” escrito en 1967, confirmaba cincuenta años después que Lenin
que tal situación era aún patente. Decía, cuando ya era el primer presidente de
la Guinea independiente que: “Lejos de afirmar que el colonialismo está
rebasado, debemos, al contrario, seguir con extrema vigilancia todas sus
actividades en sus mutaciones nuevas, descubrir sus menores manifestaciones y
combatirlas, a fin de poder destruir a tiempo, todas sus maniobras directas o
indirectas”: palabras proféticas que –otra vez- casi sesenta años después
cobran plena vigencia. Las potencias coloniales han mutado en sus prácticas
imperiales y se expresan a través de nuevas maniobras de todo tipo encaminadas
a mantener su control del mundo y el saqueo de sus recursos naturales.
En varios trabajos sobre este tema he hecho referencia
a que este reparto del mundo se consagró durante el Congreso de Berlín de 1884
y 1885. Este hito señala el inicio de la dominación colonial directa de África
y su inserción tardía en el sistema capitalista mundial. En un ensayo escrito
por D.P. Ghai citado por el economista
cubano Silvio Baró, profesor del Centro de Investigaciones de la Economía
Mundial (CIEM) de La Habana, se señala
que en 1965 cuando se desataba el vendaval independentista en África, este
continente “suministraba el 22% de la producción total de cobre, el 67%
del oro, el 90% de los diamantes, el 8% del petróleo, el 76% del cobalto y el
25% o más de metales menores como antimonio, cromita, manganeso, y otros del
grupo del platino; y su parte está creciendo rápidamente en lo tocante a
petróleo, gas natural, mineral de hierro y bauxita”.
Otra arista del sistema configurado en el Congreso de
Berlín tiene que ver con elementos que apuntaron a establecer la estructura
política del continente. En la época colonial, en África no existían estados
nacionales. Tal como señala el investigador cubano, ya fallecido Armando
Entralgo sólo se podía hablar de “tres niveles de desarrollo de la comunidad
humana, las que precisamente explican el alcance de la resistencia que opondrían
esas comunidades a la agresión
extranjera”. Esos niveles son: estados multiétnicos como Etiopía, Egipto
o Marruecos; pueblos con nexos temporales ocupando un territorio bajo dominio colonial
de un país que le daba “identidad” en los marcos del sistema colonial e
internacional y tribus con una fuerte identidad y raigambre en un territorio
determinado.
Esta estructura fue destruida por el colonialismo
haciendo surgir -desde el ordenamiento colonial-, estados nacionales que
nacieron desde la desarticulación y la atomización de las comunidades humanas y
que no tenían nada que ver con la organización que ellas se habían dado en
África. Así, al igual que en el resto
del mundo, el colonialismo plantó para siempre la semilla de la discordia que
en África adquirió las características de “problemas intertribales,
interclánicos, interétnicos y fronterizos” entre otros, como lo señalaba
Entralgo acertadamente.
Los europeos no dejaron en África -como no lo hicieron
en América Latina- el simientede un capitalismo desarrollado, el mismo que de
manera revolucionaria comenzó a desplazar al feudalismo como modo económico
imperante en el planeta. En África se estableció una forma de capitalismo desnaturalizado
y disminuido. Esto es lo que explica la inestabilidad política permanente que
se ha hecho inherente al sistema: conflictos eternos y profundización del
subdesarrollo.
La hipocresía colonial quiere ahora “hacerse cargo del
asunto” para “salvar” a África de los males que ellos mismos crearon. En lo que
va de siglo, Francia ha intervenido en Costa de Marfil en 2002, 2004 y 2011, en
la República Centroafricana en 2003, en Chad en 2006 y 2008, en Yibuti el mismo
año, en Mali en 2013 y fueron artífices junto a sus socios de la OTAN de la
invasión a Libia y la partición de Sudán.
Sin embargo, como lo dijo él mismo presidente
Macron en marzo del año pasado durante una visita a Gabón "la era de la
´Francáfrica` ha terminado", lamentando que todavía se vea a su país como
injerencista en los asuntos internos de las naciones africanas. Cuando hizo tal
afirmación, había transcurrido poco más de un año desde el inicio de la
operación militar especial (OME) de Rusia en Ucrania.
¿Podría decirse que la OME
fue causante de la reciente debacle del poder francés en África? Es difícil dar
una respuesta terminante en ese sentido, pero, de lo que no cabe ninguna duda
es que tal hecho ha tenido una relevante influencia en la decisión de los
Estados africanos de alejarse de Francia, lo cual no es más que otra expresión
de la crisis estructural de la hegemonía occidental sobre el planeta, sobre
todo cuando en sentido contrario, cada vez mayor cantidad de países de ese
continente se acercan a China y también a Rusia. Vale recordar que con el
ingreso de Etiopía y Egipto al BRICS, el continente africano sumó tres miembros
en ese organismo, más que Europa y América que solo tienen uno y solo por
debajo de Asia que cuenta con cinco. De manera tal que el protagonismo de
África en el mundo nuevo que está naciendo es de indudable relevancia.
En ese contexto, Mali y
Burkina Faso solicitaron a París que retirara las fuerzas militares de sus
territorios, dada su total ineficacia en la lucha contra el terrorismo que
había sido esgrimida como causa para su presencia en la región. En junio del
año pasado, el canciller de Mali, Abdoulaye Diop declaró sin ambages que su país
“no
quiere que los derechos humanos sean instrumentalizados o politizados ya que no
son prerrogativa de ningún país o civilización” y agregó: “Sorprende que
algunos países que han practicado la esclavitud o la colonización hoy sean los
que dan lecciones a otros de derechos humanos”.
Los cambios de gobierno
protagonizados por jóvenes militares anticolonialistas y defensores de la
soberanía de sus países que han desplazado a líderes asentados en el poder
gracias al apoyo de las metrópolis han transformado la cara de la región y en
alguna medida, de toda África. Las amenazas de París como respuesta a la
decisión de los nuevos gobiernos de expulsar a los militares europeos han sido
respondidas con el acuerdo de Mali, Burkina Faso y Níger de ir hacia mecanismos
de integración avanzados que incluyan las áreas económicas, financieras y hasta
las de seguridad y defensa.
Entre los antecedentes de
estos países, además de un pasado colonial común, cabe destacar que en algún
momento de su historia reciente contaron con gobiernos socialistas autóctonos
que fueron brutalmente combatidos y destruidos por la injerencia de la
metrópoli en alianza con Estados Unidos que ahora, de forma oportunista, busca
achacar de todos los problemas de África a Francia, a fin de abrirse un espacio
que le dé presencia y relevancia en la África del futuro.
Así mismo, los tres países se
han visto atacados por fuerzas vinculadas al terrorismo encarnado en Al Qaeda e ISIS que se han filtrado a través de
la frontera norte de Mali con Libia tras el asalto dirigido por la OTAN contra
Muamar el Gadafi brutalmente asesinado. Por otra parte, la obligación de
estos países de utilizar la moneda franco CFA es expresión del control colonial
que aún ejerce Francia en la región. Esta moneda está controlada por el Tesoro
francés, el 50% de las reservas monetarias deben colocarse en ese país al mismo
tiempo que todas las monedas y billetes que siguen vinculadas al euro, se
acuñan en la metrópoli.
CFA y
el dólar monedas coloniales
Las
protestas contra el CFA, llamada “la última moneda colonial” ha crecido durante
los últimos años, como expresión del rechazo al control colonial francés sobre
las finanzas de catorce países africanos. En consecuencia, los llamados al fin
del CFA exponen tal vez como ningún otro hecho, el repudio al sistema colonial
francés.
Por
el contrario, los acuerdos de los países africanos con China y Rusia marchan a
ritmos acelerados. Los pueblos africanos no olvidan que en el
último medio siglo contaron con el apoyo multilateral irrestricto de China y
Rusia, incluso en el terreno militar, para sacudirse del colonialismo, dando
continuidad a la cooperación en la difícil tarea de erigirse en países
independientes.
Es algo que Francia ni Estados Unidos pueden
hacer, sabiendo que han dado financiamiento, armas y entrenamiento a estos
grupos terroristas que han crecido bajo su cobijo en Afganistán, Irak, Siria y
otros países. Según lo afirman algunos líderes africanos: “No
puedes ser parte de la solución cuando eres parte del problema”.
En una lógica regional, es válido decir que la
Comunidad Económica de Estados de África
Occidental (CEDEAO) un instrumento bajo control colonial que cuenta con casi
400 millones de habitantes y 5.112.903 km², y que tenía 15 miembros, hoy se encuentra
en franca crisis. 4 países están suspendidos y de ellos, tres se han ido
definitivamente, Burkina Faso, Malí y Níger. El cuarto, Guinea, también es muy
probable que se aleje de la organización. Podría decirse que, no obstante a
eso, la mayoría permanece, pero debe saberse que los tres que se fueron y el
cuarto suspendido, hacen 3.000.000 de km², de los 5.112.903 Km²totales, es
decir, un 60%.
En el trasfondo, hay una
intencionalidad de darle carácter único y universalizar la cultura occidental
como si Occidente fuera todo el mundo. Lo dijo de otra manera el expresidente
de Nigeria Olusegun Obasanjo: “La democracia occidental/ USA/Unión Europea/OTAN e
Inglaterra no ha logrado funcionar de modo adecuado en África, ya que
fue impuesta por los colonizadores”. El exmandatario nigeriano fue más
explícito: “El
ejercicio de la democracia de tipo occidental ha fracasado en el continente
africano porque, con ese modelo político, se pasa por alto la opinión de la
mayoría de la población”, resaltando que tal democracia constituye "un gobierno de pocas personas sobre toda la gente, y estas pocas personas son los representantes
solamente de una parte de la gente, no los representantes de toda la gente de
pleno derecho".
En este contexto, en vez de la democracia liberal
occidental, Obasanjo opinó que en el continente debía aplicarse la "democracia afrocéntrica", diferente al sistema democrático
occidental, ya que dicho sistema no tenía nada que ver con la historia y la cultura
de los pueblos del continente. Finalizó afirmando que: "La fragilidad y la
inconsistencia de la democracia liberal tal y como se practica, deriva de su historia, contenido, contexto
y práctica", por lo cual, debería "cuestionar su desempeño en Occidente".
Será muy difícil que Europa -por su convicción de
ser un jardín rodeado de selva como lo afirmó Josep Borrell, Alto representante de la Unión Europea para
Asuntos Exteriores y Política de Seguridad- pueda aceptar un mundo
multicultural, multiétnico y multipolar. Mucho menos que su concepto de
democracia sea cuestionado y puesto en entredicho.
Pero los
nuevos líderes de Mali, Burkina Faso y Níger Assimi
Goita, Ibrahim Traoré y Abdourahamane Tiani respectivamente,
han comprendido la situación, han aprendido de su pasado y de los errores
cometidos por algunos de sus predecesores como Kwame Nkrumah y Thomas Sankara y se dieron cuenta
que el panafricanismo “debe ser algo más que una teoría contenida en libros
superventas o escondida en discursos para agradar a las multitudes”.
Ahora,
estos nuevos líderes están demostrando inteligencia estratégica y han
comprendido que la principal alianza debe ser entre los militares y los pueblos
para que estos se conviertan en activos sujetos de la gestión política del
Estado. Pero han ido más allá, están construyendo mecanismos comunes de defensa
y seguridad como estipula la Carta
constitutiva de la Alianza de Estados del Sahel formada inicialmente por los
tres países. Su capacidad y visión de futuro los ha llevado a producir
radicales cambios incluso para elegir sus aliados y trazar un rumbo distinto en
el escenario internacional. En esa medida, han expulsado a los franceses, al
tiempo que establecen sólidas relaciones con China y con Rusia.
En el marco de la descolonización, el continente
africano, acogió con satisfacción, la declaración conjunta firmada hace pocas
semanas por Gran Bretaña y Mauricio reconociendo la soberanía de Mauricio sobre
el archipiélago de Chagos y Diego García quedando el Sáhara Occidental el único
y último país africano en espera del ejercicio por su pueblo de su derecho a la
autodeterminación, reconocido por todas las organizaciones internacionales para
cerrar el capítulo del colonialismo.
Son
manifestaciones de la lucha anticolonial en el siglo XXI. Como se observa, el
colonialismo sigue vivo y se manifiesta de distintas formas. En este momento,
en África, se libran las batallas anticoloniales más importantes del planeta.
Debemos conocerlas y apoyarlas.
Estimados colegas y amigos: Hemos sido
convocados a este trascendente evento sobre “Descolonización y cooperación
global” en un momento en que el mundo se debate en una crisis que pareciera
avizorar una transición hacia un mundo mejor.
Diversas
manifestaciones señalan este rumbo que ya no será de hegemonía global
occidental. Aquellos discursos triunfalistas provenientes de Estados Unidos y
Europa que recorrieron el mundo señalando “el fin de la historia” y una próxima
“guerra de civilizaciones” están siendo superados por el devenir de los
acontecimientos en diversas latitudes y longitudes del planeta. Ello anuncia el
declive del colonialismo como fenómeno consustancial al capitalismo. En el
nuevo mundo que amanece ya ningún país podrá someter a otros de la misma manera
que en el pasado lo hicieran las potencias europeas primero y Estados Unidos
después. El mundo multipolar que está surgiendo solo tendrá viabilidad si la
cooperación sustituye a la competencia, la paz a la guerra y la amistad al
conflicto.
Tres
eventos recientes de incidencia global: la pandemia de COVID19, la Operación
Militar de Rusia en Ucrania y el genocidio sionista en Palestina, han producido
sustanciales cambios en el planeta. La alianza de China y Rusia, la emergencia
de otros centros de poder regional y global, la creación y fortalecimiento de
los BRICS y otras instancias multilaterales también regionales y globales, son
expresión diáfana de ese mundo que está naciendo. La economía mundial está
mutando al tiempo que el eje de la geopolítica global se está trasladando del
Atlántico norte hacia el gran espacio euroasiático donde se gesta cada vez más
la conducción de la política mundial.
El
proyecto estratégico de la Ruta de la Seda manifiesta la posibilidad cierta de
construir relaciones económicas desde la perspectiva de ganar-ganar beneficiosa
para todas las naciones del planeta. Ni Estados Unidos ni Europa pueden
evitarlo ni económica, ni política ni militarmente. Sus últimos esfuerzos se
manifiestan en el terreno financiero y en el cultural. Pero son los últimos
estertores de una fiera que fenece cuando ya no tiene capacidad para seguir
ejerciendo su dominio. La paradoja es que esto los hace más peligrosas:
resistirán con todos los instrumentos a su alcance el declive y cese de su
economía.
La
crisis que vivimos es civilizatoria y sólo puede ser comprendida, en su
verdadera magnitud, desde una perspectiva multidimensional. Los países
occidentales y del norte global, parecieran no tener capacidad para superar la
crisis. Al contrario, todos sus pasos recientes apuntan a involucrarse más en
ella y profundizarla. El carácter multidimensional de la crisis viene dado
porque se manifiesta en los terrenos de la alimentación, la energía, la
ecología y el ambiente y la cultura, pero también en lo político, social, económico,
financiero y lo que es peor, en lo ético y moral. No tenemos tiempo ni espacio en esta ocasión
para exponer en toda su dimensión como se manifiesta la crisis global en cada
una de estas áreas.
Como
dice el filósofo boliviano Rafael Bautista, el ascenso de las potencias
emergentes no sólo reequilibra el poder global sino que hace posible descentralizar
la economía y la política globales. La disposición centro-periferia es lo que
ya no puede mantenerse; con el ascenso de los BRICS se reivindican culturas y
civilizaciones que el mundo moderno las consideró arcaicas y superadas del
todo. India y China vuelven a tener la importancia global anterior a la
modernidad. Por eso no es raro que una buena parte de la literatura estadounidense
hable del “choque de civilizaciones”. Occidente se siente amenazada por el
despertar de las civilizaciones que supuso atrasadas, lo cual no hace sino
desmentir su presunta superioridad civilizatoria.
En
ese contexto, el primer mundo ya no es más un modelo civilizatorio. Y la
economía que patrocinó por cinco siglos ya no es más sostenible.
Energéticamente el mundo ya no puede seguir el modelo de consumo occidental.
Estados Unidos con el 6% de la población mundial, consume el 25% de la energía.
Como no la tiene, y sobre todo como no la tendrá, sale a buscarla donde existe en
abundancia, en algunos países se la entregan sin remilgos, pero en otros,
gobierno y pueblo dignos se resisten a ser maltratados, a ceder su soberanía y
a renunciar al usufructo de bienes que le son propios. Entonces se usa la fuerza pero cada vez mayor
cantidad de pueblos y países en el planeta se resisten. En esa medida la
imposición colonial se está haciendo más difícil. Como dice Bautista “La
colonización ya no sería posible de reeditarse en el siglo XXI”.
Esta
lucha entraña también un combate en los marcos ideológicos toda vez que aquellos
intentos de sometimiento en este plano manifiestan la patente intencionalidad
de establecer patrones universales de comportamiento, coaccionado también para
que en términos conceptuales, las relaciones internacionales justifiquen esta
práctica. La idea eurocéntrica y occidentalizada de las ciencias sociales y
humanas tienen el objetivo de justificar la dependencia imponiendo una lógica
que expone la unilateralidad de la civilización occidental, intentando ocultar
que nuestro planeta es multicivilizacional y multi cultural.
De
esta manera, si aceptamos que el mundo avanza hacia la multipolaridad, debemos
aceptar también que tenemos la obligación de construir miradas distintas desde
cada uno de los potenciales polos de poder (y debo decir que América Latina y
el Caribe aspira a ser uno de ellos) para que podamos ver al mundo desde lo que
fuimos, lo que somos y lo que queremos ser. En esa dimensión fuimos colonizados,
nos liberamos parcialmente logrando la independencia política y no queremos que
ninguna persona en el planeta tenga que sufrir por causa de esta calamidad.
Así, debemos proponernos construir un cuerpo teórico y conceptual propio que
nos dé una perspectiva propia conducente a asumir una posición que cuestione y
combata la visión occidental en un ámbito holístico de la sociedad, el Estado y
las relaciones internacionales.
Ya
es evidente que la filosofía y la ciencia política occidental están en declive
como instrumentos de control y sujeción global ante el empuje de civilizaciones
hasta ahora marginadas y excluidas. Occidente no tiene capacidad para
comprender al mundo y ofrecer respuestas acertadas que pongan al ser humano en
el centro de todas las preocupaciones y las atenciones. La pandemia de COVIG19
y el genocidio en Palestina son evidencias irrefutables de esta afirmación.
Recurro
nuevamente a Rafael Bautista quien citando al reconocido historiador de la
Universidad de Yale, Paul Kennedy, recuerda que este sostiene que los asuntos
internacionales no andan bien en el mundo político y social y que incluso
estarían comenzando a desmoronarse, tanto institucional como discursivamente.
Pero este desmoronamiento lo ve como un atentado al “mundo libre”, siendo
incapaz, según Bautista de ver que se trata del desmoronamiento
cultural-civilizatorio de la propia hegemonía occidental, es decir, del llamado
“mundo libre”.
El
mundo occidental y sus sustentos filosóficos y políticos emergidos en primera
instancia de la democracia ateniense que tuvieron sus sustento en Aristóteles,
Platón y Sócrates entre otros, y que se desarrollaron a lo largo del tiempo
teniendo en la revolución francesa y la revolución industrial en Inglaterra de
los siglos XVII, XVIII y XIX poderosos impulso institucional se vinieron a
consolidar tras el fin de la segunda guerra mundial primero y la desaparición
del mundo bipolar y la Unión Soviética después. Todo ello le ha permitido
construir una “verdad” geopolítica acorde sus intereses y sus valores que tienen
en la hegemonía y en una visión universal de la cultura sus principales
pilares. El colonialismo es parte de esos valores, de esos principios como
instrumento de dominio y control. En esa medida, luchar contra el colonialismo,
es luchar por la construcción de un mundo más justo, equitativo y democrático
que consagre la igualdad jurídica de todos los pueblos y países del planeta. Por
eso, como dice Bautista “tiene sentido hablar de una descolonización de la
geopolítica”.
Pero
esta lucha y esta transición que entraña una transformación estructural del
planeta en términos de las instituciones, de la cultura, de la democracia y e
las relaciones internacionales debe hacerse desde la perspectiva de todos. No
puede ser como la Carta de la ONU que fue elaborada solo por 51 países
manteniendo a la amplia mayoría marginada y excluida del debate, incluida a
casi toda África, Asia y el Caribe. Hoy el mundo está configurado por 194
países, no podemos seguir gobernador por una minoría que se asume como la “comunidad
internacional”. Luchas contra el colonialismo en el siglo XXI es darle voz a
aquellos pueblos y territorios que aun no lo tienen
Si,
la mayoría del planeta logra imponerse y estar a la altura para de asumir la
conducción de la transición civilizatoria, otro mundo es posible, pero debe
hacerse sobre un nuevo trato, es decir, se debería fundar otra organización que
ordene las relaciones internacionales en el planeta porque evidentemente la
Organización de Naciones Unidas (ONU) no está capacitada para ello
Pero
aceptando que hemos sido convocados a este evento bajo la lógica actual, no
podemos olvidar que, como dice la convocatoria a esta reunión: “El 14 de
diciembre de 1960, la Asamblea General de las Naciones Unidas (AGNU) adoptó la
Resolución 1514 (XV), “Declaración sobre la concesión de la independencia a los
países y pueblos coloniales”, en la que se declaraba inequívocamente la
necesidad de poner fin al colonialismo en todas sus formas y manifestaciones de
manera rápida e incondicional. Sin embargo, hasta el día de hoy, casi 2
millones de personas siguen viviendo a la sombra del colonialismo, y las
secuelas del colonialismo siguen afectando a los antiguos países coloniales a
través de la política de poder, la infiltración cultural y la construcción del
discurso. Mientras tanto, la colonización en sus formas económicas,
financieras, tecnológicas e ideológicas, así como otras formas de
neocolonialismo, plantea desafíos para todos los países del Sur global”. Este
es y debe ser nuestro norte.
No
obstante, aunque el trabajo ONU ha conducido a la descolonización tal de más de 80 países desde su
fundación, en este momento solo reconoce la existencia de sólo 17 colonias, pero según
organizaciones especializadas en el asunto, en realidad la lista debería
incluir a más de 60 colonias alrededor del mundo.
Lamentablemente, hoy nos reunimos porque, aunque
parezca increíble, cuando ya estamos bastante adentrados en el siglo XXI este
tema que debió ser parte de la historia y de un asunto recordado como algo
nefasto que no debe seguir ocurriendo, se sigue extendiendo por nuestro planeta
como una mancha negra en la historia de la humanidad. Es nuestro deber conocer,
denunciar, y luchar contra este flagelo hasta exterminarlo definitivamente de
la faz de la tierra.
Estimados colegas y amigos. Vengo de Venezuela, de
América Latina y el Caribe. Una región que ha vivido y vive la afrenta colonial
en su total expresión. Realizamos este
evento en un año en que nuestra región conmemora algunos eventos que marcaron
la pauta de la lucha anticolonial, por la independencia y la autodeterminación
de nuestros pueblos.
Para los latinoamericanos y en particular para los
sudamericanos, 2024 es el año del bicentenario de las batallas de Junín y
Ayacucho, libradas por los ejércitos patriotas contra el colonialismo español
en el territorio del Perú, extirpando para siempre el colonialismo de la
América meridional antes española. Todavía hubo que seguir luchando casi 75
años más para que tras la derrota del ejército español en Cuba, este país
hermano y Puerto Rico accedieran a su independencia, eso sí, mediatizada por la
intervención militar de Estados Unidos que fue derrotada definitivamente en
Cuba en 1959, mientras que aún mantiene a los boricuas en una situación de
subordinación colonial.
Hoy, doscientos años después, el Reino Unido, Francia,
los Países Bajos y Estados Unidos siguen poseyendo territorios en nuestra
región, bajo administración colonial. El Reino Unidos controla Anguila,
Bermudas, Montserrat y las islas Caimán, Malvinas, las Vírgenes Británicas, así
como Turcas y Caicos. Francia, bajo subterfugios legales administra Cayena,
Guadalupe y Martinica. Estados Unidos a las islas Vírgenes y a Puerto Rico y
los Países Bajos a Curazao, Aruba, Bonaire, Saba, San Eustaquio y San Martín.
Puerto Rico es una colonia clásica de Estados Unidos
desde 1898. Entre 1952 y 1953 Washington hizo ante la ONU un simulacro en el
que aparentaba el inicio de un proceso descolonizador. Posteriormente sus
poderes ejecutivo, legislativo y judicial desmintieron aquel teatro,
especialmente a través de la ley promesa y la junta de control fiscal. El
estado colonial ha sumido a Puerto Rico en una situación de pobreza, desigualdad
social, deterioro de la economía y la calidad de vida. Tras 126 años de
colonialismo, el pueblo de Puerto Rico sigue luchando. Es la hora de la
descolonización de Puerto Rico.
Las islas Malvinas están situadas en el Mar Argentino
a unos 600 km, aproximadamente, de la costa patagónica, poseen una superficie
de 11.718 kilómetros cuadrados. Incluyen dos islas principales, Soledad y Gran
Malvina, y aproximadamente 200 islotes más pequeños.
A partir del año 1765 fueron ocupadas por las
autoridades españolas del Virreinato del Río de la Plata y en 1816 asumidas
como territorio integrante de la soberanía argentina. En la década de 1820 las
autoridades argentinas con asiento en Buenos Aires tomaron posesión de las
islas el 10 de junio de 1829. El 3 de enero de 1833 las islas Malvinas fueron
usurpadas por la fuerza por Gran Bretaña que expulsaron a los residentes
argentinos e iniciaron una ocupación colonial sistemática que se extiende hasta
el día de hoy.
Desde el siglo XIX se suman las resoluciones naciones
e internacionales que exigen al Reino Unido la devolución de las islas. El 2 de
abril de 1982 se inició la Operación Militar del Rosario, que recuperó las
islas, situación que permitió que flameara el pabellón argentino hasta el 14 de
junio de 1982.
La Constitución Nacional argentina, en su reforma
vigente desde el año 1994, expresa en su Disposición Transitoria Primera que
“la Nación Argentina ratifica su legítima e imprescriptible soberanía sobre las
islas Malvinas, Georgias del Sur y Sándwich del Sur y los espacios marítimos e
insulares correspondientes, por ser parte integrante del territorio nacional.
La recuperación de dichos territorios y el ejercicio pleno de la soberanía,
respetando el modo de vida de sus habitantes y conforme a los principios del
Derecho Internacional, constituyen un objetivo permanente e irrenunciable del
pueblo argentino.”
Algunas
de estos territorios, mantienen su estatus colonial encubierto bajo distintas
modalidades de engaño ante la mirada impertérrita de la ONU que, en el caso del
colonialismo como en muchos otros, ha mostrado total inoperancia, incapacidad y
falta de voluntad para decidir la desaparición total de este flagelo.
Para nosotros, los latinoamericanos, la victoria de
Ayacucho el 9 de diciembre de 1824 y la capitulación firmada por el general
español Canterac en representación de la corona española significaron –de
hecho– el reconocimiento de la independencia del Perú y de toda la América del
Sur en términos del derecho internacional. También fue el colofón para un largo
período de casi 15 años de movilizaciones, pronunciamientos, declaraciones,
batallas y victorias a favor de la libertad de las repúblicas americanas antes
españolas. Ayacucho fue la consumación de un esfuerzo conjunto encaminado a
derrotar a la monarquía, el absolutismo y el dominio extranjero en la América
meridional.
La participación en Ayacucho de oficiales y soldados de
un ejército compuesto por venezolanos, colombianos, ecuatorianos, peruanos,
chilenos, rioplatenses y altoperuanos, reunidos en torno a los mismos ideales,
mostraron la fuerza superior de una unidad que fue capaz de sobreponerse a la
inferioridad numérica para imponerse en base a la calidad superior de sus
combatientes, jefes, oficiales y generales.
Para nuestro Libertador Simón Bolívar significó el
compromiso cumplido hecho en su juramento del Monte Sacro, Italia en 1803, la
realización de ideales esbozados en la Carta de Jamaica en 1815 y la
posibilidad cierta de concretar los preceptos institucionales delineados en su
discurso en el Congreso de Angostura en 1819. El esfuerzo en pro de la
independencia había concluido. Entonces, comenzó una batalla no menor para
vencer intereses mezquinos de clase, sector o grupo y, en favor de la defensa
de la soberanía nacional y la consolidación de la unidad de las naciones de
Nuestra América. En eso estamos todavía.
La magnanimidad del hecho no puede ocultar que sabedor de
la inminente victoria, dos días antes de la batalla, metido de lleno en la
problemática del Perú, sabedor del acontecimiento decisivo que estaba a punto
de ocurrir en la guerra, informado de las resistencias que algunos sectores
conservadores de las repúblicas americanas estaban haciendo para impedir la
unidad necesaria y después de constatar que en Bogotá (tras su destitución como
jefe del ejército), se daban pasos sin su conocimiento y/o aprobación, Bolívar
entendió que debía apresurar la marcha que condujera a la realización de la
gran Asamblea que allanara el camino a la unidad de las repúblicas
hispanoamericanas.
El 7 de diciembre de 1824, casi en la víspera de que se
produjera el combate decisivo, desde Lima, Bolívar emitió una circular dirigida
desde la más alta magistratura del Perú a los jefes de gobiernos de las
repúblicas americanas antes españolas (Colombia, México, Río de la Plata, Chile
y Guatemala) convocándolos a un magno evento continental a realizarse en Panamá.
En Ayacucho se consolidó la independencia y en Panamá, dos años después se
inició el camino de América Latina y el Caribe hacia su integración.
Estimados
colegas y amigos, históricamente China ha sufrido mucho a causa del
colonialismo y de los tratados desiguales. Desde su creación, la República
Popular China ha mantenido una postura firme en apoyo de los esfuerzos de
descolonización emprendidos por países y pueblos de Asia, África y América Latina,
al tiempo que se opone vehementemente a todas las formas de colonialismo.
En
fecha tan lejana como octubre de 1960, durante una visita a China de Ferhat
Abbas, presidente del gobierno provisorio de la República Argelina (cuando
todavía no era independiente y luchaba por su libertad que finalmente se
concretó el 5 de julio de 1962), se reunió con el líder chino Mao Zedong y el
presidente Lui Chao Chi. Al concluir la estadía de varios días, Abbas firmó una
declaración conjunta suscrita por la parte china por el primer ministro Chou En
Lai que en alguna de sus partes dice que: “…reconocen que la lucha de los
movimientos de liberación nacional en los países colonizados y semi
colonizados, la acción de los pueblos del mundo por la democracia y el progreso
social, aportan una contribución importante. Las dos partes se felicitan de
constatar que el movimiento de los pueblos del mundo contra el imperialismo se
sigue desarrollando con amplitud y profundidad”.
Más
adelante agrega que:” Ambas partes tienen la firme convicción de que mientras
persistan en la lucha y formen un amplio frente unido antimperialista podrán
golpear y derrotar al imperialismo y al colonialismo, conquistarán y
salvaguardarán su independencia nacional, asegurando la paz mundial”
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Estimados
colegas y amigos, como dice la convocatoria este evento: “En la nueva era,
China también ha propuesto conceptos como “Una comunidad de futuro compartido
para la humanidad”, “Tres iniciativas globales” y “Una nueva forma de
civilización humana” que trascienden y superan los escollos e influencias del
discurso colonial”.
Para
eso estamos aquí, para debatir y definir nuevas alternativas y propuestas que
por una parte denuncien las injusticias del colonialismo, y por la otra, insten
al mundo a tomar medidas muchos más efectivas para eliminar este flagelo que
afecta la decencia de la humanidad y perjudica la convivencia civilizacional en
el planeta.
Espero
que estos dos días sean de fructífera labor y que salgamos de aquí con nuevos
bríos para hacer cumplir la resolución 1514 (XV) que señala inequívocamente la
“necesidad de poner fin al colonialismo en todas sus formas y manifestaciones
de manera rápida e incondicional”.
Lo subrayado/interpolado es nuestro.
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