jueves, 21 de noviembre de 2024

Ponencia en el Simposio Internacional “Descolonización y cooperación en el Sur global”

Ponencia en el Simposio Internacional “Descolonización y cooperación en el Sur global”

El colonialismo un cáncer que debe ser erradicado en el siglo XXI

Shanghái, 12 de noviembre de 2024.



Por Sergio Rodríguez Gelfenstein/escritor, historiados y analista internacional/ADDHEE.ONG

En su magnífica obra “El imperialismo fase superior del capitalismo” escrita en 1916 y publicada por primera vez al año siguiente, Vladimir I. Lenin delinea ya en los albores del siglo XX, los contornos de la situación colonial que permite ubicarla como característica fundamental de la etapa imperialista de la sociedad capitalista.

En el Capítulo VI denominado “El reparto del mundo entre las grandes potencias” aporta innumerables cifras y “datos generales irrefutables de la estadística burguesa y de las declaraciones de los hombres de ciencia burgueses de todos los países, un cuadro del conjunto de la economía mundial capitalista en sus relaciones internacionales, a comienzos del siglo XX, en vísperas de la primera guerra imperialista mundial”.

Lenin cita al geógrafo alemán A. Supan quien afirmó que “el rasgo característico de este período es, por consiguiente el reparto de África y Polinesia”, sin embargo advierte que “…hay que ampliar la conclusión de Supan y decir que el rasgo característico del período que nos ocupa es el reparto definitivo del planeta”, pero establece claramente a continuación que “…definitivo no en el sentido de que sea posible repartirlo de nuevo –al contrario, nuevos repartos del mundo son posibles e inevitables-, sino en el de que la política colonial de los países capitalistas ha terminado ya la conquista de todas las tierras no ocupadas que había en nuestro planeta. Por vez primera, el mundo se encuentra ya repartido, de modo que lo que en adelante puede efectuarse son únicamente nuevos repartos, es decir, el paso de territorios de un "amo" a otro, y no el paso de un territorio sin amo a un "dueño".

Precisamente, a ese nuevo reparto estamos asistiendo, al paso de territorios de un amo a otro y eso es patente en África, más que en ningún lugar del mundo. El líder africano, Ahmed Sékou Touré en su libro “África en marcha” escrito en 1967, confirmaba cincuenta años después que Lenin que tal situación era aún patente. Decía, cuando ya era el primer presidente de la Guinea independiente que: “Lejos de afirmar que el colonialismo está rebasado, debemos, al contrario, seguir con extrema vigilancia todas sus actividades en sus mutaciones nuevas, descubrir sus menores manifestaciones y combatirlas, a fin de poder destruir a tiempo, todas sus maniobras directas o indirectas”: palabras proféticas que –otra vez- casi sesenta años después cobran plena vigencia. Las potencias coloniales han mutado en sus prácticas imperiales y se expresan a través de nuevas maniobras de todo tipo encaminadas a mantener su control del mundo y el saqueo de sus recursos naturales.

En varios trabajos sobre este tema he hecho referencia a que este reparto del mundo se consagró durante el Congreso de Berlín de 1884 y 1885. Este hito señala el inicio de la dominación colonial directa de África y su inserción tardía en el sistema capitalista mundial. En un ensayo escrito por D.P. Ghai  citado por el economista cubano Silvio Baró, profesor del Centro de Investigaciones de la Economía Mundial (CIEM) de La Habana,  se señala que en 1965 cuando se desataba el vendaval independentista en África, este continente  “suministraba el  22% de la producción total de cobre, el 67% del oro, el 90% de los diamantes, el 8% del petróleo, el 76% del cobalto y el 25% o más de metales menores como antimonio, cromita, manganeso, y otros del grupo del platino; y su parte está creciendo rápidamente en lo tocante a petróleo, gas natural, mineral de hierro y bauxita”.

Otra arista del sistema configurado en el Congreso de Berlín tiene que ver con elementos que apuntaron a establecer la estructura política del continente. En la época colonial, en África no existían estados nacionales. Tal como señala el investigador cubano, ya fallecido Armando Entralgo sólo se podía hablar de “tres niveles de desarrollo de la comunidad humana, las que precisamente explican el alcance de la resistencia  que opondrían  esas comunidades a la agresión  extranjera”. Esos niveles son: estados multiétnicos como Etiopía, Egipto o Marruecos; pueblos con nexos temporales ocupando un territorio bajo dominio colonial de un país que le daba “identidad” en los marcos del sistema colonial e internacional y tribus con una fuerte identidad y raigambre en un territorio determinado. 

Esta estructura fue destruida por el colonialismo haciendo surgir -desde el ordenamiento colonial-, estados nacionales que nacieron desde la desarticulación y la atomización de las comunidades humanas y que no tenían nada que ver con la organización que ellas se habían dado en África.  Así, al igual que en el resto del mundo, el colonialismo plantó para siempre la semilla de la discordia que en África adquirió las características de “problemas intertribales, interclánicos, interétnicos y fronterizos” entre otros, como lo señalaba Entralgo acertadamente.

Los europeos no dejaron en África -como no lo hicieron en América Latina- el simientede un capitalismo desarrollado, el mismo que de manera revolucionaria comenzó a desplazar al feudalismo como modo económico imperante en el planeta. En África se estableció una forma de capitalismo desnaturalizado y disminuido. Esto es lo que explica la inestabilidad política permanente que se ha hecho inherente al sistema: conflictos eternos y profundización del subdesarrollo.

La hipocresía colonial quiere ahora “hacerse cargo del asunto” para “salvar” a África de los males que ellos mismos crearon. En lo que va de siglo, Francia ha intervenido en Costa de Marfil en 2002, 2004 y 2011, en la República Centroafricana en 2003, en Chad en 2006 y 2008, en Yibuti el mismo año, en Mali en 2013 y fueron artífices junto a sus socios de la OTAN de la invasión a Libia y la partición de Sudán.

Sin embargo, como lo dijo él mismo presidente Macron en marzo del año pasado durante una visita a Gabón "la era de la ´Francáfrica` ha terminado", lamentando que todavía se vea a su país como injerencista en los asuntos internos de las naciones africanas. Cuando hizo tal afirmación, había transcurrido poco más de un año desde el inicio de la operación militar especial (OME) de Rusia en Ucrania.

¿Podría decirse que la OME fue causante de la reciente debacle del poder francés en África? Es difícil dar una respuesta terminante en ese sentido, pero, de lo que no cabe ninguna duda es que tal hecho ha tenido una relevante influencia en la decisión de los Estados africanos de alejarse de Francia, lo cual no es más que otra expresión de la crisis estructural de la hegemonía occidental sobre el planeta, sobre todo cuando en sentido contrario, cada vez mayor cantidad de países de ese continente se acercan a China y también a Rusia. Vale recordar que con el ingreso de Etiopía y Egipto al BRICS, el continente africano sumó tres miembros en ese organismo, más que Europa y América que solo tienen uno y solo por debajo de Asia que cuenta con cinco. De manera tal que el protagonismo de África en el mundo nuevo que está naciendo es de indudable relevancia.

En ese contexto, Mali y Burkina Faso solicitaron a París que retirara las fuerzas militares de sus territorios, dada su total ineficacia en la lucha contra el terrorismo que había sido esgrimida como causa para su presencia en la región. En junio del año pasado, el canciller de Mali, Abdoulaye Diop declaró sin ambages que su país “no quiere que los derechos humanos sean instrumentalizados o politizados ya que no son prerrogativa de ningún país o civilización” y agregó: “Sorprende que algunos países que han practicado la esclavitud o la colonización hoy sean los que dan lecciones a otros de derechos humanos”.

Los cambios de gobierno protagonizados por jóvenes militares anticolonialistas y defensores de la soberanía de sus países que han desplazado a líderes asentados en el poder gracias al apoyo de las metrópolis han transformado la cara de la región y en alguna medida, de toda África. Las amenazas de París como respuesta a la decisión de los nuevos gobiernos de expulsar a los militares europeos han sido respondidas con el acuerdo de Mali, Burkina Faso y Níger de ir hacia mecanismos de integración avanzados que incluyan las áreas económicas, financieras y hasta las de seguridad y defensa.

Entre los antecedentes de estos países, además de un pasado colonial común, cabe destacar que en algún momento de su historia reciente contaron con gobiernos socialistas autóctonos que fueron brutalmente combatidos y destruidos por la injerencia de la metrópoli en alianza con Estados Unidos que ahora, de forma oportunista, busca achacar de todos los problemas de África a Francia, a fin de abrirse un espacio que le dé presencia y relevancia en la África del futuro.

Así mismo, los tres países se han visto atacados por fuerzas vinculadas al terrorismo encarnado en Al Qaeda e ISIS que se han filtrado a través de la frontera norte de Mali con Libia tras el asalto dirigido por la OTAN contra Muamar el Gadafi brutalmente asesinado. Por otra parte, la obligación de estos países de utilizar la moneda franco CFA es expresión del control colonial que aún ejerce Francia en la región. Esta moneda está controlada por el Tesoro francés, el 50% de las reservas monetarias deben colocarse en ese país al mismo tiempo que todas las monedas y billetes que siguen vinculadas al euro, se acuñan en la metrópoli.

CFA y el dólar monedas coloniales

Las protestas contra el CFA, llamada “la última moneda colonial” ha crecido durante los últimos años, como expresión del rechazo al control colonial francés sobre las finanzas de catorce países africanos. En consecuencia, los llamados al fin del CFA exponen tal vez como ningún otro hecho, el repudio al sistema colonial francés.

Por el contrario, los acuerdos de los países africanos con China y Rusia marchan a ritmos acelerados.  Los pueblos africanos no olvidan que en el último medio siglo contaron con el apoyo multilateral irrestricto de China y Rusia, incluso en el terreno militar, para sacudirse del colonialismo, dando continuidad a la cooperación en la difícil tarea de erigirse en países independientes.

Es algo que Francia ni Estados Unidos pueden hacer, sabiendo que han dado financiamiento, armas y entrenamiento a estos grupos terroristas que han crecido bajo su cobijo en Afganistán, Irak, Siria y otros países. Según lo afirman algunos líderes africanos: No puedes ser parte de la solución cuando eres parte del problema”.

En una lógica regional, es válido decir que la Comunidad Económica de Estados de África Occidental (CEDEAO) un instrumento bajo control colonial que cuenta con casi 400 millones de habitantes y 5.112.903 km², y que tenía 15 miembros, hoy se encuentra en franca crisis. 4 países están suspendidos y de ellos, tres se han ido definitivamente, Burkina Faso, Malí y Níger. El cuarto, Guinea, también es muy probable que se aleje de la organización. Podría decirse que, no obstante a eso, la mayoría permanece, pero debe saberse que los tres que se fueron y el cuarto suspendido, hacen 3.000.000 de km², de los 5.112.903 Km²totales, es decir, un 60%.

En el trasfondo, hay una intencionalidad de darle carácter único y universalizar la cultura occidental como si Occidente fuera todo el mundo. Lo dijo de otra manera el expresidente de Nigeria Olusegun Obasanjo: “La democracia occidental/ USA/Unión Europea/OTAN e Inglaterra no ha logrado funcionar de modo adecuado en África, ya que fue impuesta por los colonizadores”. El exmandatario nigeriano fue más explícito: “El ejercicio de la democracia de tipo occidental ha fracasado en el continente africano porque, con ese modelo político, se pasa por alto la opinión de la mayoría de la población”, resaltando que tal democracia constituye "un gobierno de pocas personas sobre toda la gente, y estas pocas personas son los representantes solamente de una parte de la gente, no los representantes de toda la gente de pleno derecho".

En este contexto, en vez de la democracia liberal occidental, Obasanjo opinó que en el continente debía aplicarse la "democracia afrocéntrica", diferente al sistema democrático occidental, ya que dicho sistema no tenía nada que ver con la historia y la cultura de los pueblos del continente. Finalizó afirmando que: "La fragilidad y la inconsistencia de la democracia liberal tal y como se practica, deriva de su historia, contenido, contexto y práctica", por lo cual, debería "cuestionar su desempeño en Occidente".

Será muy difícil que Europa -por su convicción de ser un jardín rodeado de selva como lo afirmó Josep Borrell, Alto representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad- pueda aceptar un mundo multicultural, multiétnico y multipolar. Mucho menos que su concepto de democracia sea cuestionado y puesto en entredicho.

Pero los nuevos líderes de Mali, Burkina Faso y Níger Assimi Goita, Ibrahim Traoré y Abdourahamane Tiani respectivamente, han comprendido la situación, han aprendido de su pasado y de los errores cometidos por algunos de sus predecesores como Kwame Nkrumah y Thomas Sankara y se dieron cuenta que el panafricanismo “debe ser algo más que una teoría contenida en libros superventas o escondida en discursos para agradar a las multitudes”.

Ahora, estos nuevos líderes están demostrando inteligencia estratégica y han comprendido que la principal alianza debe ser entre los militares y los pueblos para que estos se conviertan en activos sujetos de la gestión política del Estado. Pero han ido más allá, están construyendo mecanismos comunes de defensa y seguridad como estipula la Carta constitutiva de la Alianza de Estados del Sahel formada inicialmente por los tres países. Su capacidad y visión de futuro los ha llevado a producir radicales cambios incluso para elegir sus aliados y trazar un rumbo distinto en el escenario internacional. En esa medida, han expulsado a los franceses, al tiempo que establecen sólidas relaciones con China y con Rusia.

En el marco de la descolonización, el continente africano, acogió con satisfacción, la declaración conjunta firmada hace pocas semanas por Gran Bretaña y Mauricio reconociendo la soberanía de Mauricio sobre el archipiélago de Chagos y Diego García quedando el Sáhara Occidental el único y último país africano en espera del ejercicio por su pueblo de su derecho a la autodeterminación, reconocido por todas las organizaciones internacionales para cerrar el capítulo del colonialismo.

Son manifestaciones de la lucha anticolonial en el siglo XXI. Como se observa, el colonialismo sigue vivo y se manifiesta de distintas formas. En este momento, en África, se libran las batallas anticoloniales más importantes del planeta. Debemos conocerlas y apoyarlas.

Estimados colegas y amigos:   Hemos sido convocados a este trascendente evento sobre “Descolonización y cooperación global” en un momento en que el mundo se debate en una crisis que pareciera avizorar una transición hacia un mundo mejor.

Diversas manifestaciones señalan este rumbo que ya no será de hegemonía global occidental. Aquellos discursos triunfalistas provenientes de Estados Unidos y Europa que recorrieron el mundo señalando “el fin de la historia” y una próxima “guerra de civilizaciones” están siendo superados por el devenir de los acontecimientos en diversas latitudes y longitudes del planeta. Ello anuncia el declive del colonialismo como fenómeno consustancial al capitalismo. En el nuevo mundo que amanece ya ningún país podrá someter a otros de la misma manera que en el pasado lo hicieran las potencias europeas primero y Estados Unidos después. El mundo multipolar que está surgiendo solo tendrá viabilidad si la cooperación sustituye a la competencia, la paz a la guerra y la amistad al conflicto.

Tres eventos recientes de incidencia global: la pandemia de COVID19, la Operación Militar de Rusia en Ucrania y el genocidio sionista en Palestina, han producido sustanciales cambios en el planeta. La alianza de China y Rusia, la emergencia de otros centros de poder regional y global, la creación y fortalecimiento de los BRICS y otras instancias multilaterales también regionales y globales, son expresión diáfana de ese mundo que está naciendo. La economía mundial está mutando al tiempo que el eje de la geopolítica global se está trasladando del Atlántico norte hacia el gran espacio euroasiático donde se gesta cada vez más la conducción de la política mundial.

El proyecto estratégico de la Ruta de la Seda manifiesta la posibilidad cierta de construir relaciones económicas desde la perspectiva de ganar-ganar beneficiosa para todas las naciones del planeta. Ni Estados Unidos ni Europa pueden evitarlo ni económica, ni política ni militarmente. Sus últimos esfuerzos se manifiestan en el terreno financiero y en el cultural. Pero son los últimos estertores de una fiera que fenece cuando ya no tiene capacidad para seguir ejerciendo su dominio. La paradoja es que esto los hace más peligrosas: resistirán con todos los instrumentos a su alcance el declive y cese de su economía.

La crisis que vivimos es civilizatoria y sólo puede ser comprendida, en su verdadera magnitud, desde una perspectiva multidimensional. Los países occidentales y del norte global, parecieran no tener capacidad para superar la crisis. Al contrario, todos sus pasos recientes apuntan a involucrarse más en ella y profundizarla. El carácter multidimensional de la crisis viene dado porque se manifiesta en los terrenos de la alimentación, la energía, la ecología y el ambiente y la cultura, pero también en lo político, social, económico, financiero y lo que es peor, en lo ético y moral.  No tenemos tiempo ni espacio en esta ocasión para exponer en toda su dimensión como se manifiesta la crisis global en cada una de estas áreas.

Como dice el filósofo boliviano Rafael Bautista, el ascenso de las potencias emergentes no sólo reequilibra el poder global sino que hace posible descentralizar la economía y la política globales. La disposición centro-periferia es lo que ya no puede mantenerse; con el ascenso de los BRICS se reivindican culturas y civilizaciones que el mundo moderno las consideró arcaicas y superadas del todo. India y China vuelven a tener la importancia global anterior a la modernidad. Por eso no es raro que una buena parte de la literatura estadounidense hable del “choque de civilizaciones”. Occidente se siente amenazada por el despertar de las civilizaciones que supuso atrasadas, lo cual no hace sino desmentir su presunta superioridad civilizatoria.

En ese contexto, el primer mundo ya no es más un modelo civilizatorio. Y la economía que patrocinó por cinco siglos ya no es más sostenible. Energéticamente el mundo ya no puede seguir el modelo de consumo occidental. Estados Unidos con el 6% de la población mundial, consume el 25% de la energía. Como no la tiene, y sobre todo como no la tendrá, sale a buscarla donde existe en abundancia, en algunos países se la entregan sin remilgos, pero en otros, gobierno y pueblo dignos se resisten a ser maltratados, a ceder su soberanía y a renunciar al usufructo de bienes que le son propios.  Entonces se usa la fuerza pero cada vez mayor cantidad de pueblos y países en el planeta se resisten. En esa medida la imposición colonial se está haciendo más difícil. Como dice Bautista “La colonización ya no sería posible de reeditarse en el siglo XXI”.

Esta lucha entraña también un combate en los marcos ideológicos toda vez que aquellos intentos de sometimiento en este plano manifiestan la patente intencionalidad de establecer patrones universales de comportamiento, coaccionado también para que en términos conceptuales, las relaciones internacionales justifiquen esta práctica. La idea eurocéntrica y occidentalizada de las ciencias sociales y humanas tienen el objetivo de justificar la dependencia imponiendo una lógica que expone la unilateralidad de la civilización occidental, intentando ocultar que nuestro planeta es multicivilizacional y multi cultural.

De esta manera, si aceptamos que el mundo avanza hacia la multipolaridad, debemos aceptar también que tenemos la obligación de construir miradas distintas desde cada uno de los potenciales polos de poder (y debo decir que América Latina y el Caribe aspira a ser uno de ellos) para que podamos ver al mundo desde lo que fuimos, lo que somos y lo que queremos ser. En esa dimensión fuimos colonizados, nos liberamos parcialmente logrando la independencia política y no queremos que ninguna persona en el planeta tenga que sufrir por causa de esta calamidad. Así, debemos proponernos construir un cuerpo teórico y conceptual propio que nos dé una perspectiva propia conducente a asumir una posición que cuestione y combata la visión occidental en un ámbito holístico de la sociedad, el Estado y las relaciones internacionales.

Ya es evidente que la filosofía y la ciencia política occidental están en declive como instrumentos de control y sujeción global ante el empuje de civilizaciones hasta ahora marginadas y excluidas. Occidente no tiene capacidad para comprender al mundo y ofrecer respuestas acertadas que pongan al ser humano en el centro de todas las preocupaciones y las atenciones. La pandemia de COVIG19 y el genocidio en Palestina son evidencias irrefutables de esta afirmación.

Recurro nuevamente a Rafael Bautista quien citando al reconocido historiador de la Universidad de Yale, Paul Kennedy, recuerda que este sostiene que los asuntos internacionales no andan bien en el mundo político y social y que incluso estarían comenzando a desmoronarse, tanto institucional como discursivamente. Pero este desmoronamiento lo ve como un atentado al “mundo libre”, siendo incapaz, según Bautista de ver que se trata del desmoronamiento cultural-civilizatorio de la propia hegemonía occidental, es decir, del llamado “mundo libre”.

El mundo occidental y sus sustentos filosóficos y políticos emergidos en primera instancia de la democracia ateniense que tuvieron sus sustento en Aristóteles, Platón y Sócrates entre otros, y que se desarrollaron a lo largo del tiempo teniendo en la revolución francesa y la revolución industrial en Inglaterra de los siglos XVII, XVIII y XIX poderosos impulso institucional se vinieron a consolidar tras el fin de la segunda guerra mundial primero y la desaparición del mundo bipolar y la Unión Soviética después. Todo ello le ha permitido construir una “verdad” geopolítica acorde sus intereses y sus valores que tienen en la hegemonía y en una visión universal de la cultura sus principales pilares. El colonialismo es parte de esos valores, de esos principios como instrumento de dominio y control. En esa medida, luchar contra el colonialismo, es luchar por la construcción de un mundo más justo, equitativo y democrático que consagre la igualdad jurídica de todos los pueblos y países del planeta. Por eso, como dice Bautista “tiene sentido hablar de una descolonización de la geopolítica”.

Pero esta lucha y esta transición que entraña una transformación estructural del planeta en términos de las instituciones, de la cultura, de la democracia y e las relaciones internacionales debe hacerse desde la perspectiva de todos. No puede ser como la Carta de la ONU que fue elaborada solo por 51 países manteniendo a la amplia mayoría marginada y excluida del debate, incluida a casi toda África, Asia y el Caribe. Hoy el mundo está configurado por 194 países, no podemos seguir gobernador por una minoría que se asume como la “comunidad internacional”. Luchas contra el colonialismo en el siglo XXI es darle voz a aquellos pueblos y territorios que aun no lo tienen

Si, la mayoría del planeta logra imponerse y estar a la altura para de asumir la conducción de la transición civilizatoria, otro mundo es posible, pero debe hacerse sobre un nuevo trato, es decir, se debería fundar otra organización que ordene las relaciones internacionales en el planeta porque evidentemente la Organización de Naciones Unidas (ONU) no está capacitada para ello

Pero aceptando que hemos sido convocados a este evento bajo la lógica actual, no podemos olvidar que, como dice la convocatoria a esta reunión: “El 14 de diciembre de 1960, la Asamblea General de las Naciones Unidas (AGNU) adoptó la Resolución 1514 (XV), “Declaración sobre la concesión de la independencia a los países y pueblos coloniales”, en la que se declaraba inequívocamente la necesidad de poner fin al colonialismo en todas sus formas y manifestaciones de manera rápida e incondicional. Sin embargo, hasta el día de hoy, casi 2 millones de personas siguen viviendo a la sombra del colonialismo, y las secuelas del colonialismo siguen afectando a los antiguos países coloniales a través de la política de poder, la infiltración cultural y la construcción del discurso. Mientras tanto, la colonización en sus formas económicas, financieras, tecnológicas e ideológicas, así como otras formas de neocolonialismo, plantea desafíos para todos los países del Sur global”. Este es y debe ser nuestro norte.

No obstante, aunque el trabajo ONU ha conducido a la descolonización tal de más de 80 países desde su fundación, en este momento solo reconoce la existencia de sólo 17 colonias, pero según organizaciones especializadas en el asunto, en realidad la lista debería incluir a más de 60 colonias alrededor del mundo.

Lamentablemente, hoy nos reunimos porque, aunque parezca increíble, cuando ya estamos bastante adentrados en el siglo XXI este tema que debió ser parte de la historia y de un asunto recordado como algo nefasto que no debe seguir ocurriendo, se sigue extendiendo por nuestro planeta como una mancha negra en la historia de la humanidad. Es nuestro deber conocer, denunciar, y luchar contra este flagelo hasta exterminarlo definitivamente de la faz de la tierra.

Estimados colegas y amigos. Vengo de Venezuela, de América Latina y el Caribe. Una región que ha vivido y vive la afrenta colonial en su total expresión.  Realizamos este evento en un año en que nuestra región conmemora algunos eventos que marcaron la pauta de la lucha anticolonial, por la independencia y la autodeterminación de nuestros pueblos.  

Para los latinoamericanos y en particular para los sudamericanos, 2024 es el año del bicentenario de las batallas de Junín y Ayacucho, libradas por los ejércitos patriotas contra el colonialismo español en el territorio del Perú, extirpando para siempre el colonialismo de la América meridional antes española. Todavía hubo que seguir luchando casi 75 años más para que tras la derrota del ejército español en Cuba, este país hermano y Puerto Rico accedieran a su independencia, eso sí, mediatizada por la intervención militar de Estados Unidos que fue derrotada definitivamente en Cuba en 1959, mientras que aún mantiene a los boricuas en una situación de subordinación colonial.

Hoy, doscientos años después, el Reino Unido, Francia, los Países Bajos y Estados Unidos siguen poseyendo territorios en nuestra región, bajo administración colonial. El Reino Unidos controla Anguila, Bermudas, Montserrat y las islas Caimán, Malvinas, las Vírgenes Británicas, así como Turcas y Caicos. Francia, bajo subterfugios legales administra Cayena, Guadalupe y Martinica. Estados Unidos a las islas Vírgenes y a Puerto Rico y los Países Bajos a Curazao, Aruba, Bonaire, Saba, San Eustaquio y San Martín.

Puerto Rico es una colonia clásica de Estados Unidos desde 1898. Entre 1952 y 1953 Washington hizo ante la ONU un simulacro en el que aparentaba el inicio de un proceso descolonizador. Posteriormente sus poderes ejecutivo, legislativo y judicial desmintieron aquel teatro, especialmente a través de la ley promesa y la junta de control fiscal. El estado colonial ha sumido a Puerto Rico en una situación de pobreza, desigualdad social, deterioro de la economía y la calidad de vida. Tras 126 años de colonialismo, el pueblo de Puerto Rico sigue luchando. Es la hora de la descolonización de Puerto Rico.

Las islas Malvinas están situadas en el Mar Argentino a unos 600 km, aproximadamente, de la costa patagónica, poseen una superficie de 11.718 kilómetros cuadrados. Incluyen dos islas principales, Soledad y Gran Malvina, y aproximadamente 200 islotes más pequeños.

A partir del año 1765 fueron ocupadas por las autoridades españolas del Virreinato del Río de la Plata y en 1816 asumidas como territorio integrante de la soberanía argentina. En la década de 1820 las autoridades argentinas con asiento en Buenos Aires tomaron posesión de las islas el 10 de junio de 1829. El 3 de enero de 1833 las islas Malvinas fueron usurpadas por la fuerza por Gran Bretaña que expulsaron a los residentes argentinos e iniciaron una ocupación colonial sistemática que se extiende hasta el día de hoy.

Desde el siglo XIX se suman las resoluciones naciones e internacionales que exigen al Reino Unido la devolución de las islas. El 2 de abril de 1982 se inició la Operación Militar del Rosario, que recuperó las islas, situación que permitió que flameara el pabellón argentino hasta el 14 de junio de 1982.

La Constitución Nacional argentina, en su reforma vigente desde el año 1994, expresa en su Disposición Transitoria Primera que “la Nación Argentina ratifica su legítima e imprescriptible soberanía sobre las islas Malvinas, Georgias del Sur y Sándwich del Sur y los espacios marítimos e insulares correspondientes, por ser parte integrante del territorio nacional. La recuperación de dichos territorios y el ejercicio pleno de la soberanía, respetando el modo de vida de sus habitantes y conforme a los principios del Derecho Internacional, constituyen un objetivo permanente e irrenunciable del pueblo argentino.”

Algunas de estos territorios, mantienen su estatus colonial encubierto bajo distintas modalidades de engaño ante la mirada impertérrita de la ONU que, en el caso del colonialismo como en muchos otros, ha mostrado total inoperancia, incapacidad y falta de voluntad para decidir la desaparición total de este flagelo.

Para nosotros, los latinoamericanos, la victoria de Ayacucho el 9 de diciembre de 1824 y la capitulación firmada por el general español Canterac en representación de la corona española significaron –de hecho– el reconocimiento de la independencia del Perú y de toda la América del Sur en términos del derecho internacional. También fue el colofón para un largo período de casi 15 años de movilizaciones, pronunciamientos, declaraciones, batallas y victorias a favor de la libertad de las repúblicas americanas antes españolas. Ayacucho fue la consumación de un esfuerzo conjunto encaminado a derrotar a la monarquía, el absolutismo y el dominio extranjero en la América meridional.

La participación en Ayacucho de oficiales y soldados de un ejército compuesto por venezolanos, colombianos, ecuatorianos, peruanos, chilenos, rioplatenses y altoperuanos, reunidos en torno a los mismos ideales, mostraron la fuerza superior de una unidad que fue capaz de sobreponerse a la inferioridad numérica para imponerse en base a la calidad superior de sus combatientes, jefes, oficiales y generales.

Para nuestro Libertador Simón Bolívar significó el compromiso cumplido hecho en su juramento del Monte Sacro, Italia en 1803, la realización de ideales esbozados en la Carta de Jamaica en 1815 y la posibilidad cierta de concretar los preceptos institucionales delineados en su discurso en el Congreso de Angostura en 1819. El esfuerzo en pro de la independencia había concluido. Entonces, comenzó una batalla no menor para vencer intereses mezquinos de clase, sector o grupo y, en favor de la defensa de la soberanía nacional y la consolidación de la unidad de las naciones de Nuestra América. En eso estamos todavía.

La magnanimidad del hecho no puede ocultar que sabedor de la inminente victoria, dos días antes de la batalla, metido de lleno en la problemática del Perú, sabedor del acontecimiento decisivo que estaba a punto de ocurrir en la guerra, informado de las resistencias que algunos sectores conservadores de las repúblicas americanas estaban haciendo para impedir la unidad necesaria y después de constatar que en Bogotá (tras su destitución como jefe del ejército), se daban pasos sin su conocimiento y/o aprobación, Bolívar entendió que debía apresurar la marcha que condujera a la realización de la gran Asamblea que allanara el camino a la unidad de las repúblicas hispanoamericanas.

El 7 de diciembre de 1824, casi en la víspera de que se produjera el combate decisivo, desde Lima, Bolívar emitió una circular dirigida desde la más alta magistratura del Perú a los jefes de gobiernos de las repúblicas americanas antes españolas (Colombia, México, Río de la Plata, Chile y Guatemala) convocándolos a un magno evento continental a realizarse en Panamá. En Ayacucho se consolidó la independencia y en Panamá, dos años después se inició el camino de América Latina y el Caribe hacia su integración.

Estimados colegas y amigos, históricamente China ha sufrido mucho a causa del colonialismo y de los tratados desiguales. Desde su creación, la República Popular China ha mantenido una postura firme en apoyo de los esfuerzos de descolonización emprendidos por países y pueblos de Asia, África y América Latina, al tiempo que se opone vehementemente a todas las formas de colonialismo.

En fecha tan lejana como octubre de 1960, durante una visita a China de Ferhat Abbas, presidente del gobierno provisorio de la República Argelina (cuando todavía no era independiente y luchaba por su libertad que finalmente se concretó el 5 de julio de 1962), se reunió con el líder chino Mao Zedong y el presidente Lui Chao Chi. Al concluir la estadía de varios días, Abbas firmó una declaración conjunta suscrita por la parte china por el primer ministro Chou En Lai que en alguna de sus partes dice que: “…reconocen que la lucha de los movimientos de liberación nacional en los países colonizados y semi colonizados, la acción de los pueblos del mundo por la democracia y el progreso social, aportan una contribución importante. Las dos partes se felicitan de constatar que el movimiento de los pueblos del mundo contra el imperialismo se sigue desarrollando con amplitud y profundidad”.

Más adelante agrega que:” Ambas partes tienen la firme convicción de que mientras persistan en la lucha y formen un amplio frente unido antimperialista podrán golpear y derrotar al imperialismo y al colonialismo, conquistarán y salvaguardarán su independencia nacional, asegurando la paz mundial”

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Estimados colegas y amigos, como dice la convocatoria este evento: “En la nueva era, China también ha propuesto conceptos como “Una comunidad de futuro compartido para la humanidad”, “Tres iniciativas globales” y “Una nueva forma de civilización humana” que trascienden y superan los escollos e influencias del discurso colonial”.

Para eso estamos aquí, para debatir y definir nuevas alternativas y propuestas que por una parte denuncien las injusticias del colonialismo, y por la otra, insten al mundo a tomar medidas muchos más efectivas para eliminar este flagelo que afecta la decencia de la humanidad y perjudica la convivencia civilizacional en el planeta.

Espero que estos dos días sean de fructífera labor y que salgamos de aquí con nuevos bríos para hacer cumplir la resolución 1514 (XV) que señala inequívocamente la “necesidad de poner fin al colonialismo en todas sus formas y manifestaciones de manera rápida e incondicional”.

Lo subrayado/interpolado es nuestro.

 

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