No volver atrás: la desmemoria
“Un pueblo sin memoria histórica nada vale ni nada
significa” Dr. Salvador Allende Gossens, presidente de Chile.
Por Baltasar Garzón Real y Guido
Leonardo Croxatto
La reciente visita de legisladores argentinos a genocidas
condenados por crímenes atroces, no puede pasarse por alto. Tampoco la
liviandad o el desconocimiento que han exhibido frente a este hecho muchos
legisladores y dirigentes. Ningún legislador puede alegar desconocimiento sobre
los crímenes o sobre las personas que fueron condenadas, sin reconocer, en ese
acto mismo, que no reúne las condiciones mínimas para el cargo. La memoria
es la base de idoneidad de todo servidor público.
Esos legisladores y quienes auspician, desde las más altas
esferas del Estado, deberían reflexionar y acordarse de las victimas que aún
siguen buscando los desaparecidos o exigiendo justicia. Tendrían que reunirse
con ellos, escuchar sus historias, sentir su dolor y quizás entonces,
comprenderían la dimensión de su error.
La búsqueda de la verdad y de la identidad han sido y son un
estandarte en la Argentina. No suponen patrimonio de ningún partido: de allí su
importancia y perdurabilidad. La justicia argentina ha dado muestras y lo sigue
haciendo, de que la impunidad se puede vencer y que esta horadó lo más profundo
de las entrañas del Pueblo Argentino. Resucitar
las teorías de los dos demonios o afirmar que los asesinados o desaparecidos
eran terroristas o “que algo habrían hecho,” es una revictimización tan grave
como los propios crímenes contra la humanidad cometidos por aquellos e incluso
más peligrosa, porque ahora no se pueden excusar en que no sabían o no conocían
lo que estaba sucediendo.
Lo primero, las víctimas
En España, la extrema derecha/fascista intenta
degradar la Ley de Memoria Democrática de 2022 que tanto ha costado conseguir y
que consagra el derecho de las víctimas a la investigación de los hechos
cometidos, sin que pueda oponérsele la prescripción. Hay que señalar que el
principal partido ultraderechista, Vox, es un aliado de Milei y
Bolsonaro, amigo del ex juez Moro, que en lugar de actuar con
imparcialidad se dedicó a perseguir opositores a Bolsonaro, de quien
terminó siendo ministro de Justicia, luego de encarcelar sin pruebas a Lula.
Primero es necesario fijar los hechos y sus circunstancias,
lo demás vendrá después. La justicia tiene un rol imprescindible que jugar en
estos procesos. Es un gravísimo error afirmar, como hace el filósofo e
historiador Tzvetan Todorov, que el juicio a los crímenes de los dictadores
debe dejarse a los historiadores no a los jueces, porque esto es confundir la
memoria con la impunidad y favorecer la deformación de la propia historia. No
se trata de juzgar la historia o desfigurarla, sino de que los culpables rindan
cuentas ante la justicia y que las victimas sean resarcidas, al menos, con el
conocimiento y fijación de los hechos ante un juez. Es evidente que este
académico no ha ejercido como magistrado ni ha estado frente a una víctima que
solicita justicia.
Desmemoria y
ultraderecha
Todas las leyes contra la impunidad, constituyen un avance
necesario en la consolidación de la lucha por los derechos humanos y las
libertades públicas y por ende de la democracia, en la que la memoria es,
asímismo, un elemento esencial. Por
tanto, esta lucha no se puede abandonar, ya que lo contrario sería tanto
como dejar el campo abierto al avance, de nuevo, del fascismo en las diferentes
formas en las que ahora se expande.
Hoy vemos que muchos dirigentes, en España o en Argentina
(donde el Ministerio de Justicia y Derechos humanos pasó a llamarse Ministerio
de Justicia, a secas, ya sin “derechos humanos“), buscan reivindicar, en foros
conservadores, políticas que creíamos desterradas. Crecen en Europa la xenofobia y el culto a la extrema derecha, a la par
que se denuestan los derechos humanos, calificados como un “negocio “, un
“curro”, o una “ideología extrema”. Crecen a la vez los campos de concentración
y las deportaciones masivas. Las garantías básicas parecen una quimera.
Pero en realidad, como decía Eduardo Duhalde (el
Bueno) los derechos humanos son un piso sin el cual no puede funcionar bien una
democracia. La desmemoria y el avance de las ideologías extremistas de derecha
no suceden juntas a la vez por accidente. Se necesitan y retroalimentan para
crecer a la vez. Y uno de los ingredientes imprescindibles es el olvido, que
permite redefinir la historia, modularla y construir una apariencia de
libertades que solo existen para aquellos que someten al pueblo a la perdida de
derechos consolidados, los que nos conforman como sociedad.
Los ataques a las víctimas, la edulcoración de los
victimarios, la eliminación de las garantías sociales, de la educación pública
son elementos de ese “nuevo mundo” que sencillamente es el que ya se puso en
práctica con nefastas consecuencias y un dolor inabarcable.
Consolidar la
impunidad
Amigos y amigas, allí donde la memoria ejerce como
resguardo reflexivo, el extremismo difícilmente se producirá. No crece. No
tiene lugar. Pero si los legisladores visitan a los genocidas, reivindicando su
“martirio “, cuando están cumpliendo su pena por haber cometido crímenes
gravísimos, se envía a las nuevas generaciones, desde el Congreso, un mensaje
tan equivocado como peligroso: los criminales contra la humanidad no son presos
políticos.
No olviden que fueron condenados en procesos ordinarios por
crímenes atroces, con todas las garantías, las mismas que ellos negaron a sus
víctimas, que la sociedad no debe omitir esos crímenes atroces y a quienes los
cometieron. Mantener la memoria de lo sucedido, es la única forma de que tales
hechos terribles no se vuelvan a repetir.
No son, como en Alemania no fueron tampoco, viejitos
simpáticos, sino militares y civíles que secuestraron, torturaron, robaron
bebes, a los que mantienen, aún hoy, secuestrados con una identidad falsa.
La historia solo será “completa”, como le gusta decir a
Todorov, cuando todos los que aún están secuestrados con un nombre que no es
real, recuperen su historia verdadera, que hoy, tanto tiempo después, todavía
no conocen. Esta cita sobre Todorov viene a cuento porque visitó la ESMA y
luego publicó una nota sin dimensionar la gravedad del terrorismo de Estado
argentino, lo cual repitió un año más tarde, en el Museo de la Memoria chileno,
donde no dijo tampoco una sola palabra sobre los crímenes del pinochetismo,
pero si cuestiono con insistencia los “excesos de la memoria” de las víctimas.
Con tales argumentos, se les está negando el acceso a la
verdad y a su identidad “completa”. Se trata, como decía el juez Guzmán
Tapia, de delitos de acción permanente. Estos chicos y chicas, adultos
jóvenes, con una identidad robada no son el “pasado“. Están vivos en estos
momentos. Y no saben al día de hoy cómo se llaman. El deber de la sociedad,
como bien hacen las Abuelas de Plaza de Mayo, que merecerían el Premio Nobel de
la Paz, es encontrar a los nietos que todavía faltan, no reivindicar su
secuestro, esto es: no ensalzar los crímenes de la dictadura. Los nietos y
nietas robados no han recuperado su identidad y por ello no tienen su historia
ni su vida completas. Quienes defienden lo contrario no buscan una memoria
“mejor”, simplemente quieren consolidar la impunidad.
*Dr. Baltasar Garzón, Jurista español y magistrado del
Juzgado Central de Instrucción N.º 5 de la Audiencia Nacional de España
1988-2012 donde ha intervenido en la investigación sobre graves violaciones a
los derechos humanos en el marco de la jurisdicción universal.
*Prof. Dr. Guido Croxatto, Abogado Internacional
experto en Derechos Humanos. Profesor UBA y UNLa. Lidera la defensa de víctimas
de lawfare en América Latina.
Lo subrayado/interpolado es nuestro.
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