El exitismo y la autocomplacencia de los epígonos del sistema capitalista determinista globalizado/hegemónico: “Chile arquetipo de país en el patio trasero latinoamericano estadounidense: la alegría ya viene”..
Juan Pablo
Cárdenas S. / escritor, periodista, analista internacional/ADDHEE.ONG:
Observo en la televisión chilena la entrevista que se le
hace a un reputado político que durante su juventud militara en uno 9de los
partidos más radicalizados del allendismo. El mismo que volviera al país
después de su exilio, pero abrazando ahora las ideas de la “renovación
socialista”, por lo cual fuera acusado de traidor por los sectores más
ortodoxos de la izquierda. Sin embargo, ello le facilitó ocupar un importante
cargo en la administración de Patricio Aylwin, desde el cual proclamó que “la
mejor política de comunicaciones de un gobierno era no tenerla”. Con lo cual La
Moneda prefirió poner en juego una práctica de “encantamiento” hacia los medios
que habían sido pinochetistas, antes que promover lo que en todas partes
constituye una condición fundamental de la democracia: el pluralismo o la
diversidad informativa. En todo un proceso que fue vital el otorgamiento
de millonaria publicidad estatal a los principales consorcios periodísticos
afines a la Dictadura cívico militar.
Contrario a lo que se esperaba, hasta hoy se impone la
uniformidad ideológica en la televisión, los diarios y el conjunto de los
medios de comunicación, con la salvedad de algunas pocas radios y medios
digitales independientes. Como prueba de ello, basta con sintonizar los
noticiarios de la televisión abierta y comprobar siempre los mismos contenidos,
imágenes e interpretaciones de la realidad nacional e internacional.
Con el desparpajo que caracteriza a los oportunistas, este
ex militante del MAPU declara ahora que se ha convertido en un capitalista, lo
que fundamenta en el éxito que ha tenido como emprendedor privado, en las
oportunidades de negocio que ha consolidado, como en la atracción que despierta
su involución política en la derecha, los círculos empresariales y los medios
funcionales al sistema económico y social que se ha arraigado en nuestro país.
A pesar de las promesas de los gobernantes actuales en cuanto a pasarle la
retroexcavadora al modelo neoliberal. Ya se ve que la consecuencia moral o
ideológica de algunos depende del éxito propio que puedan obtener.
Más de treinta años de lo que se llamaba el capitalismo en
su expresión mundial más salvaje, y a los que muy pocos de oponen hoy desde los
partidos considerados vanguardistas. Convencidos, finalmente, de que el “fin de
la historia” de Fukuyama nos lleva a perpetuar la sociedad de consumo, las
privatizaciones y la dependencia del exterior. En resguardo, como se dice, de
la iniciativa privada, el libre mercado y la mantención de un orden injusto en
que los pobres son asumidos como “obra de mano barata”. Así como los ricos se
hacen cada vez más ricos y poderosos.
Expresiones como las de este entrevistado repiten que el
socialismo ya fracasó en el mundo y que los países deben rendirse a las
desigualdades, a la escandalosa concentración de la riqueza y a la expoliación
de nuestros recursos naturales de manos de las grandes inversionistas privados
y extranjeros. La “condición humana”, nos dicen, debe llevarnos a aceptar, por
ejemplo, que, en mérito de la libre empresa, las universidades privadas puedan
pagar sueldos escandalosos a algunos docentes adictos, así sea que sus
presupuestos en más de un cincuenta por ciento sean aportados por el Estado,
además del endeudamiento leonino de quienes quieren obtener un título
profesional.
Voces como los de este analista se atreven a asegurar que la
economía capitalista es la que produce riqueza, más que el esfuerzo de los
trabajadores. Se hacen portadores de un exitismo que no tiene base ni en el
crecimiento (1.6 %), ni el mejoramiento del empleo de los salarios, ni de la
previsión ni de la atención medica/ISAPRE. Emborrachados todos por una
ideología que, en Argentina, un país que era próspero, hoy más del 52 por
ciento de sus habitantes vive en la pobreza y la miseria. Y en nuestro propio
país se exhiben tasas de más de un 9 por ciento de desocupados, mientras que
solo el sesenta por ciento de los nuevos trabajadores alcanza un empleo
informal. ¡Cómo no recordar que hasta solo unos años se decía que Chile debía
crecer en un 7 por ciento de manera sostenida para alcanzar el desarrollo!
Cuando la clase política (parlamentarios, gobernantes y
otros) alcanza ingresos 40 veces por encima del salario mínimo. Y en que la
propia confianza empresarial, según El Mercurio, acumula treinta meses con
expectativas pesimistas. Tanto así que empresas chilenas, como la Papelera, que
fueron fuertes en el pasado, ahora prefieren trasladar sus inversiones al
Brasil de Lula Da Silva. Ni qué hablar de la deserción escolar que hoy deja en
sus casas a más del 20 por ciento de los niños. Para qué insistir en el
crecimiento explosivo de la delincuencia y de la acción del crimen organizado,
sin que los cientos de carabineros que se agregan a la vigilancia de nuestras
poblaciones y barrios logren frenar en lo más mínimo la violencia, la muerte
cotidiana de personas especialmente jóvenes.
Patético resulta comprobar asimismo las enormes listas de
espera de los hospitales, cómo sus pabellones se clausuran y sus cirugías se
posponen por falta de medios. Así como centenares de miles de familias viven en
campamentos amenazadas de ser arrojadas violentamente de sus legítimas y
desesperadas tomas de terrenos.
Sin embargo, el Presidente se llena de elogios desde
la Casa Blanca, las grandes instituciones financieras y los observadores
internacionales que nos miran como el arquetipo de la democracia en el
Continente. Pese a la corrupción desatada que está llevando a la cárcel a
empresarios, políticos y jueces inescrupulosos, que ya no tienen cabida en los
penales sobrepoblados por delincuentes comunes y emigrantes.
Los otrora líderes estudiantiles y diputados de la
República, hoy se asumen en los campeones de los esfuerzos mundiales por
desestabilizar al gobierno de Nicolás Maduro, al tiempo de alargarle la vida
policial a los oficiales que violan los Derechos Humanos, lavándose las manos
respecto de la violencia que provocó el la rebelión Social. Y como “negocios son negocios”, muy
difícil es que hagan algo para protestar por la falta de democracia en China y
el grave deterioro de la soberanía popular en los Estados Unidos, donde los
votos se cohechan y cosechan con millones de dólares.
Aquí les basta con alcanzar un 25 a un 30 por ciento de
popularidad en las encuestas para atreverse a asistir a la transmisión del
mando en México, donde un presidente de izquierda deja el gobierno con un
ochenta por ciento de popularidad, con su programa de realizaciones cumplido y
con una sucesora que arrasa en las últimas elecciones presidenciales.
Claro; solo un tercio de apoyo popular le basta a los
actuales gobernantes, tanto como a la derecha, para acceder y regresar a La
Moneda. Un porcentaje que los obliga a negociar siempre con la oposición y, con
ello, postergar de consuno las reformas comprometidas con el pueblo en cada
campaña electoral. Todo para perpetuar al capitalismo como canon político y
económico.
La izquierda y la derecha unidas jamás serán vencidas, como
nos decía el poeta Nicanor Parra.
Votaciones que en los próximos escrutinios de la elección
municipal se van a disimular con la elección de ese sinnúmero de
“independientes” que se declara ahora como tal en la vergüenza que debe
provocarles representar a los partidos políticos. Cuando se intuye con
fundamento que, si el voto volviera a ser voluntario, los que sufraguen
constituirían una flagrante minoría.
Lo subrayado
interpolado es nuestro.
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