La España profunda monárquica franquista y Latinoamérica en el mes del “descubrimiento”
En la España profunda, la monarquía franquista,
“La madre patria”, el gobierno socialdemócrata y la oposición de
derecha, mantienen un rechazo unánime a los gobiernos progresistas de
Latinoamérica y siempre se han aliado a Washington. Tal como se planteó hace un
tiempo en estas páginas, los países atlantistas tienen adjudicada la labor de conectar
Europa con sus antiguas colonias y, en tal sentido, desde Madrid se opera con gran
intensidad aprovechando, según sus análisis, ciertas ventajas que tendrían debido
a una “hermandad” que se disfrutaría entre los antiguos colonialistas y quienes
hoy habitan los antiguos territorios entonces dominados a sangre y fuego. De
esta manera, ejerciendo un derecho que
no tienen, quienes constituyen la clase en el poder en España, intervienen en
Latinoamérica de acuerdo con los intereses de los conglomerados financieros,
así como de pujantes grupos económicos que financian la política ibérica, los
que hoy adhieren a la corriente globalista.
La monarquía franquista de la España profunda
y sus aliados socialdemócratas que hoy gobiernan, creen ingenuamente
que se puede obviar o enmascarar el genocidio provocado por el “progreso” que
vino a civilizar salvajes sin alma, que se negaban a ser salvados del infierno
y rechazaban ser dominados.
Una colonización con varias etapas, ya que luego llegó la
“buena nueva” que traía la Ilustración y la democracia como régimen, proveniente
del esclavismo griego, una propuesta de sistema que partía considerando a los
seres humanos como desiguales. Esa fue la matriz de ideas que los
conquistadores españoles trajeron al Abya Yala y que impusieron por la vía
armada. Hoy, el reyecito y sus aliados socialistas, desean que se conviva en la
diversidad aceptando varias verdades, una fórmula ladina de encubrir el genocidio
a nuestros abuelos que no se quiere reconocer. Por ello, nadie con un mínimo de
sentido común puede aceptar tales argumentaciones, no es solo un problema
político, es también civilizatorio.
Felipe VI llama a la unidad iberoamericana pero no reconoce el genocidio
“Lo esencial es tomar impulso en tanto que nos une, en nuestras
afinidades, para a fin de cuentas alcanzar respuestas pragmáticas, útiles y
equilibradas”. Estas fueron las palabras de respuesta del Rey de España, Felipe
VI, a la controversia que se generó con el gobierno mexicano a raíz de la no
invitación al monarca para la asunción de la Dra. Claudia Sheinbaum Pardo
a la presidencia del país.
Sin embargo, la alocución del soberano español no alude al
tema principal discordante, la ausencia de respuesta a la planteado por el entonces
presidente Andrés López Obrador, pidiéndole “una disculpa por los agravios producidos
a las pueblos indígenas durante la conquista”.
Con la rigidez de quien es solo instrumento de la clase dominante
europea para conectar el viejo continente con Latinoamérica, Felipe VI expresa
huecas palabras que solo pueden tener recepción en sectores del moderno yanaconaje
empresarial, que muy fácilmente se obnubila con lo “europeo”, pero no llegan
como mensaje creíble a la gran mayoría de la población que habita el subcontinente.
Pero, sobre todo, es difícil la anuencia con una posición que insiste en tergiversar
la historia bajo una pretendida noción de que existe una diversidad de opiniones
y que todas son válidas. Una muy buena excusa del victimario que pretende
convencer a las víctimas con una situación de relatividad que en definitiva
justifica la impunidad. Nadie puede negar que el negacionismo fue impuesto
primeramente por los españoles que se niegan a reconocer los masivos crímenes
que cometieron, los que sucedieron en el marco de una conquista que arrasó con
las civilizaciones originarias y de la cual también es responsable en gran medida
la Iglesia Católica, la que justifica su perversa acción como una feliz etapa
destinada a convencer a salvajes. En tal contexto, mucho más ingenuas son las
expresiones de Josep Borrell, quien señaló la “absoluta disposición a superar
la polémica” que existiría con las autoridades mexicanas. Una de tantas tonteras
que acostumbra a expresar, ya que un tremendo suceso, que no podrá superarse,
como fue el genocidio, lo reduce a una polémica. Es la concepción de quienes constituyen
el poder español, los crímenes de lesa humanidad son casi una discusión
semántica que se debería dejar atrás, una especie de malentendido. Respuesta
que linda con la frescura, risible si no fuera por los muertos.
Lo subrayado
interpolado es nuestro.
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