La historia, poderosa fuerza que nos permite resistir
Sergio Rodríguez Gelfenstein/ escritor, historiador, analista internacional/ADDHEE.ONG:
”No haremos el
futuro grande que estamos buscando,
si no conocemos el
pasado grande que tuvimos.”
Comandante Hugo
Chávez Frías
15 de enero 2006
Hace unas semanas escuché una
rueda de prensa y una entrevista a Jorge Rodríguez. En ambos hechos noticiosos,
el presidente de la Asamblea Nacional de Venezuela explicó los acontecimientos
vividos en el país tras la huida del ex candidato de la derecha terrorista en las
elecciones presidenciales, Edmundo González Urrutia. En relación a ello y en
particular en lo referido a la actuación del Estado español, me di a la
reflexión para recordar que a lo largo de la historia, la familia Borbón y sus
subordinados han utilizado un patrón de conducta similar recurriendo a la
mentira y la instrumentalización de la información para defender sus oscuros
intereses.
Por su parte, el gobierno de
Venezuela, recogiendo el testigo de las enseñanzas de nuestra historia y en
primer lugar de las lecciones que legara el Libertador y Padre de la Patria en
el manejo de los altos intereses del Estado ha asumido – desde 1999- la responsabilidad de rescatar los valores y
los principios que configuran nuestra nacionalidad. Para ello ha sido
imperativo entender la historia como continuidad, no como quiebre.
A comienzos del año 1818, estando
en Angostura, entre sus múltiples tareas y responsabilidades, Bolívar se
preocupaba de revelar las maniobras que realizaban los españoles para
desinformar sobre el curso de la guerra, minimizando los éxitos de los
patriotas venezolanos. Con ese objetivo, en un bando publicado en Angostura por
el Gobernador Civil de Guayana Juan Vicente Cardoso el 6 de febrero de 1818, se
hizo constar que el enemigo estaba haciendo esfuerzos por destruir el sistema
político de la República y que para ello se valía de todos los medios a su
alcance.
En consideración a esta
situación, se le comunicó a la población
que debía informar al gobierno aquellas noticias falsas que se propagaban sobre
“sucesos favorables a las armas enemigas”, así mismo se debía dar cuenta de
documentos de autores conocidos o anónimos que perseguían el mismo objetivo
además de denunciar espías que circularan en la provincia, entendiendo que
quienes contravinieran estas medidas, serían tratados como adversos a la
república.
En el mismo sentido, el
Libertador envió una misiva a los gobernadores y capitanes generales de las
Antillas el 1° de septiembre de 1818 con el fin de refutar las falsas
informaciones que transmitían los realistas. En particular, le escribió una misiva al capitán general de Barbados a fin de desmentir
un informe que el general español Pablo Morillo le había dirigido al
funcionario británico en el que notificaba de supuestas victorias de sus
fuerzas.
Bolívar, con lenguaje duro para
referirse a la falta de ética del español cuando se atrevía a falsear
cantidades y datos sobre los hechos de la guerra y las bajas en los combates,
pero manteniendo tono respetuoso de las normas protocolares, da a conocer con
cifras los verdaderos resultados de las acciones bélicas que se desarrollaban,
asegurando que el ejército venezolano había infligido aplastantes derrotas a
los españoles en varias batallas entre las que destaca Calabozo, el Sombrero,
San Fernando, la Puerta, Ortiz y Cojedes, en las cuales los españoles perdieron
cinco mil hombres entre muertos, heridos y prisioneros, incluyendo a los
coroneles López, González, Villa, Navas, Aragón y Quero y otros jefes entre los
primeros y al propio Morillo y su segundo Latorre entre los lesionados. Expone
con detalles las contradicciones de las cifras que informa Morillo, lo cual era
clara expresión de falsas noticias sobre el curso de la guerra.
Concluye diciendo que, dada la
marcha de los acontecimientos, no pasaría mucho tiempo antes del momento en que
Morillo ya no podría fechar desde Venezuela “sus mentirosos despachos”. Finaliza
expresando al Capitán General que, entendiendo que había molestado su atención
con estos detalles, había creído necesario ponerlo en conocimiento de los datos
que le aportaba a fin de no ser inducido
a error por las falsas informaciones del
enemigo, considerando que de ser ciertos los datos proporcionados por Morillo,
ya habría ocupado todo el territorio de Venezuela que en realidad ha perdido en
la última campaña reduciendo al ejército español a la más triste defensiva en
zonas montañosas y en Caracas.
Doscientos seis años después,
el Estado español, en particular su gobierno, siguiendo su tradición, sigue
mintiendo. En el marco de los hechos
recientes, primero, su canciller “informó” que no había habido negociación con
el gobierno de Venezuela para enviar un avión militar a buscar a González
Urrutia. Cualquier persona podría preguntarse si la aeronave entró a territorio
venezolano subrepticiamente y en una operación clandestina se llevó al ex
candidato. No fue así, se negoció la entrada del avión, su reabastecimiento en
los hangares del gobierno venezolano y la llegada del pasajero para realizar su
viaje. Digámoslo sin ambages: el canciller español es un mentiroso
consuetudinario y obsesivo. Entre otras cosas, por ello, la política exterior
de España no tiene credibilidad.
Por otra parte, el ex candidato
“informó” que fue coaccionado a firmar la carta en la que solicitó su
salvoconducto para salir del país. Una misiva en la que además de reconocer la
institucionalidad venezolana y al presidente Nicolás Maduro como único jefe de
Estado del país, le fue entregada a Jorge Rodríguez al interior de la embajada
de España a donde entraron las autoridades venezolanas con autorización del
representante de la monarquía en el país. En este caso, valdría preguntarse:
¿hubo contubernio entre el gobierno del reino y el de Venezuela para coaccionar
en territorio español, a González? Esta vez, el candidato derrotado, ya en
territorio del reino y protegido por la monarquía borbónica falseó la información.
Ellos mismos, en voz de su canciller, lo desmintieron.
Suponer que la subordinación
perruna a Washington concede la posibilidad de mentir sin impudicia y que la
gente es pendeja y lo va a creer, no es más que expresión de la soberbia
imperial de un país desprestigiado que desde hace más de 200 años usa la
falsedad, la comedia y el disimulo como política.
A los españoles le pueden decir
cualquier cosa, no importa la veracidad de lo que se “informa”: El País y RTVE
se encargan de transformar cualquier opinión en instrumento de engaño. Pero
nosotros aprendimos de la impronta de Bolívar y de la pedagogía de Chávez que
nuestra verdad es más poderosa que cualquier arma que pretenda usar el
colonialismo borbónico. Así fue en el siglo XIX y así es ahora, en pleno siglo
XXI en esta patria recuperada.
En Venezuela existe una
herencia y un patrimonio que se había extraviado y desatendido en el pasado
neocolonial de la historia del país. Pero ahora es parte de nuestro acervo. Se
lo debemos al comandante Hugo Chávez que lo recuperó para todos los venezolanos
y venezolanas.
En
el marco de la 5ª Cumbre de las Américas realizada en Trinidad y Tobago en
abril de 2009, el presidente de Estados Unidos Barak Obama le propuso a los
latinoamericanos que olvidáramos la historia y miráramos hacia adelante. Dijo
que no podíamos “permitir ser prisioneros de desacuerdos del pasado” y agregó
que no había venido al evento a “discutir sobre el pasado sino para pensar en
el futuro”.
Para
que conociera ese pasado y entendiera porque los latinoamericanos nos apegamos
a él y no lo olvidamos, el presidente Chávez le regaló a su homólogo
estadounidense un ejemplar de la extraordinaria obra del escritor uruguayo
Eduardo Galeano “Las venas abiertas de América Latina”. Nadie sabe si Obama
leyó el libro de Galeano pero queriendo que “olvidemos el pasado” y “pensemos
en el futuro”, seis años después, en 2015, decretó que Venezuela era una
“amenaza inusual y extraordinaria a la seguridad de Estados Unidos”. Menos mal
que no olvidamos a Bolívar y a nuestra historia: “Estados Unidos parece
destinado por la providencia a plagar la América de miserias, en nombre de la
libertad”. Así, apegados a nuestra historia, podemos resistir y podremos vencer.
Ese
mismo año 2015, en la Cumbre de las Américas de Panamá, Obama reiteró su
propuesta hecha seis años antes: “Olvidémonos del pasado y construyamos juntos
el futuro". Llama la atención la continuidad y la perseverancia en el
asunto. Pareciera evidente que existe algo en nuestra historia que los
presidentes de Estados Unidos rechazan y temen.
Lo subrayado/interpolado es nuestro.
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