¿NO HEMOS APRENDIDO NADA?
“Quien no aprende las lecciones que le da la “historia oficial”, está condenado a repetirlas. La “historia oficia” se repite, primero como falacia, y después como tragedia”.
Los que en los ochenta llamaron a
votar por el NO en el Plebiscito, ahora se preparan a votar por el SÍ…y
viceversa.
Lo concreto es que solo después de 30 años quedó en evidencia que el triunfo del NO en
el Plebiscito de año 88 significó en los hechos el triunfo del SI, ya que se
mantuvo y perfeccionó el modelo neoliberal instaurado por la dictadura cívico
militar, forma de regir en los países paniaguados sometidos por el capitalismo
salvaje, que los regímenes civiles de la post dictadura
entusiastamente respaldaron y llevaron adelante.
Con el inicio de multicolores campañas audiovisuales,
emulando el arcoíris de la alegría que nunca llegó, todos los sectores
políticos que participan de la institucionalidad heredada de la dictadura han
aceptado participar en la cancha y con las reglas creadas por quienes han sido
enérgicamente cuestionados por los millones de chilenas y chilenas en las
múltiples y constantes movilizaciones iniciadas el 18 de octubre pasado.
“Acuerdo por la Paz y la Nueva
Constitución”, en el marco de una convención constitucional, y el
voto obligado para que nada cambie: ¡Más de lo mismo!.
La última encuesta del Centro de
Estudios Públicos (CEP) dada a conocer el 16 de enero del 2020 dice que Sebastián Piñera cuenta con
un 6% de aprobación, su régimen el 5%, el Parlamento el 3% y los
partidos políticos el 2%. Y son precisamente estos sectores institucionales los
que mayoritariamente, al ver peligrar sus intereses, no dudaron en ponerse de
acuerdo y aceptar el “Acuerdo por la Paz y la Nueva Constitución” y el voto
obligado para que nada cambie, instrumento fría, inteligente y meticulosamente ideado por el gobierno de
derecha encabezado por Sebastián Piñera para sortear la crisis política en
curso.
La “calle”, es decir el pueblo rebelde
movilizado, rechazó este acuerdo elaborado entre cuatro paredes que solo busca
salvaguardar la institucionalidad vigente, rechazando con sus acciones de
protesta el modelo neoliberal imperante, pidiendo la renuncia de Piñera y
exigiendo la realización de una Asamblea Constituyente elaborada a partir de
los sectores movilizados y con participación popular soberana.
Estas demandas poco a poco se fueron
diluyendo, en la medida que algunos sectores políticos que en un primer momento
rechazaron el acuerdo por la paz, comenzaron a vacilar y buscar los argumentos
que le permitieran exponer su disposición a participar, su posición de aceptar
la cancha y las reglas del juego impuestas desde el poder y las elites.
Cuando la movilización popular alcanzó
niveles potentes de rebeldía y los poderosos cimientos de la institucionalidad
comenzaron a debilitarse, haciendo tambalear a Sebastián Piñera Echeñique
y su régimen, estos comenzaron a
ser reforzados por moros y cristianos, temerosos de perder las prebendas que
obtienen al participar de la torta del poder.
Por lo tanto, antes de que se firmara
el Acuerdo por la Paz y la Nueva Constitución hubo un momento determinante para
que el camino iniciado por el pueblo rebelde en las calles siguiera una u otra
dirección.
¿Qué hubiera pasado si todos aquellos
sectores de la oposición institucional que decían respaldar completamente las
demandas exigidas por las chilenas y chilenos movilizados, y enérgicamente
denunciaban como responsables políticos al régimen y sus autoridades de
las reiteradas violaciones a los derechos humanos que estaban ocurriendo, como
también de la brutal represión que agentes del Estado ejercían en contra de un
pueblo desarmado, hubieran tomado la determinación de seguir relacionándose
solo con los millones de mujeres y hombres movilizados que decían representar -
pueblo que con sus acciones había deslegitimado tanto al régimen, a sus
autoridades, al modelo neoliberal e incluso al poder legislativo y la clase
política en general – y al mismo tiempo hubieran congelado o suspendida sus
relaciones con el régimen, entorpeciendo las labores legislativas que
este llevaba adelante?Es una pregunta que legítimamente se
puede plantear, más aún teniendo presente que dentro de esos parlamentarios
había una gran cantidad de jóvenes y muchachas que formaron parte de los
estudiantes rebeldes que también se movilizaron en las calles por sus derechos.
Sabemos que la respuesta a esta
interrogante significó que dichos sectores políticos tomaran una opción que le
dio las espaldas al pueblo en rebeldía, legitimando y respaldando las acciones
que estaba impulsando el régimen derechista encabezado por Sebastián
Piñera, aceptando y apoyando la propuesta de salida a la crisis elaborada por
las elites, propuesta que se concretó en el denominado acuerdo por la paz.
Los
pocos políticos institucionalizados que no apoyaron dicho acuerdo, al poco
andar comenzaron a tejer las redes de la lógica y la retórica para, con
hermosas palabras y argumentos rebeldes, justificar su participación y
aceptación de este acuerdo que fue creado precisamente con el objetivo de
desarticular al pueblo movilizado, dividirlo y, una vez más, derrotarlo en una
cancha y con un mecanismo creado meticulosamente con ese objetivo, que se
presenta con una careta democrática de participación ciudadana en el Plebiscito
de abril próximo. Los vendedores de ilusiones han comenzado a utilizar toda su
creatividad y profesionalismo para respaldar el camino que han adoptado.
No está de más recordar las alarmantes
cifras entregadas por el Instituto Nacional de Derechos Humanos (INDH) respecto
a la represión, que según el último informe dado a conocer con fecha 30 de
diciembre del 2019 denuncia que hay 5 querellas por homicidio; 137 querellas
por violencia sexual; 777 querellas por torturas y tratos crueles; 359 personas
han resultado con daños oculares, 24 de ellas con estallido y pérdida ocular.
Por otra parte, han sido miles los presos políticos detenidos a lo largo del
territorio nacional, desconociéndose la cifra oficial del número de ellos que
actualmente están en las cárceles y en recintos del SENAME, los cuales están
siendo castigados con exageradas medidas cautelares de prisión preventiva,
mientras los agentes del Estado que han
sido querellados o sometidos a proceso por violaciones a los derechos humanos
se les ha aplicado medidas cautelares diferentes, insignificantes y
desproporcionadas en relación con el daño que han ocasionado. Si tenemos en
cuenta que estas son solo las cifras oficiales, podemos deducir que las cifras
reales de la represión a lo largo de todo el país son mucho mayores.
Ante este nuevo panorama político, la
rebeldía popular sigue expresándose y oponiéndose con sus protestas en las
calles y la organización de asambleas y cabildos sectoriales y territoriales,
pero los ingenieros de la “normalidad” continúan cementando con paciencia y
decisión los ladrillos y soportes del modelo capitalista salvaje,
blindando el aparato institucional y respaldando al régimen encabezado
por Sebastián Piñera.
Dentro de la coordinadora de
organizaciones sociales y populares que conforman la Unidad Social en Santiago,
el Bloque Sindical fue el primero que entregó señales de “buena conducta”
aceptando un diálogo con el régimen que manifestaban rechazar. Estas
organizaciones, aún cuando aparentan obedecer las directrices emanadas desde
sus propias bases, en la práctica, con estas actitudes, demuestran que sus
acciones obedecen más bien a las directrices emanadas desde los propios
partidos con los que se identifican o de los cuales son militantes. Esta debe
ser la causa por la que dieron el paso -
sin plantear ni acordarlo en la Asamblea de la Unidad Social – de reunirse con
el régimen de Sebastián Piñera Echeñique, legitimando con su
actuar, por mucho que se diga lo contrario, el acuerdo por la paz elaborado e
impulsado por el régimen de derecha que busca impedir por todos los
medios que el pueblo movilizado logre conquistar sus derechos conculcados por
décadas, que busca terminar con los abusos, la opresión y las desigualdades
sociales. Precisamente por esta razón fue que la Coordinadora Feminista 8 de
Marzo decidió abandonar la Unidad Social. En el documento de renuncia las
compañeras expresaron claramente lo anteriormente expuesto al manifestar que “Este Bloque, que no
reúne por cierto a todas las organizaciones sindicales de Unidad Social, se
arrogó tempranamente la potestad de hablar a nombre de todxs nosotrxs y,
haciendo esto, tomó una serie de decisiones políticas de carácter estratégico.”
La trampa para que nada cambie: El Quórum de 2/3.
Como planteaba anteriormente, mientras
el pueblo rebelde continúa en las calles, los poderes fácticos, las elites y la
clase política institucional ha ido consolidando la salida a la crisis diseñada
por ellos mismos, delimitando la propia cancha en donde se jugará el partido
del Plebiscito y la Convención Constituyente, con las tramposas reglas e
instrumentos creados, como el quórum de los 2/3 que permite a las minoría, aunque pierda, ganarle a la mayoría.
Esto ha quedado demostrado en la votación en el Senado el 7 de enero del 2020, que buscaba transformar el agua en
un bien de uso público, que contó con la aprobación de 24 Senadores y el rechazo de 12 pero, debido al quórum de los 2/3,
ganó el rechazo sustentado en los votos de minoría. Esto mismo ocurrió el miércoles 22 de enero, cuando el Senado
rechazo la paridad de género para quienes sean nominados a la Convención
Constituyente, donde nuevamente 12 votos le ganaron a 24, ya que el quórum de
los 2/3 significaba, al igual que en el caso anterior, 29 votos.
Al mismo tiempo, como un complemento
de lo anterior, han estado legislando y aprobando en forma acelerada y
“diligente” una serie de leyes que criminalizan la protesta social, reforzando
e incrementando los instrumentos represivos del Estado, llegando incluso al
absurdo de definir como delito expresiones de ate popular que interfieran con
el tránsito vehicular, pues representarían actos compatibles con “barricadas”.
La participación ciudadana democrática
en este proceso ideado por y para los defensores del modelo neoliberal
imperante, será solo un espejismo de cambio, que se traducirá, en el mejor de
los casos, en un maquillaje más a la Constitución del 80, como ocurrió con las
reformas firmadas por Ricardo Lagos Escobar.
La máscara del oasis de bienestar y
justicia social que fue destruida por la rebeldía popular que comenzó del 18 de
octubre del año pasado, está siendo reemplazada por una careta de normalidad y
democracia que se materializó en el “Acuerdo por la Paz y la Nueva
Constitución”, en donde el Plebiscito de abril está ofreciéndose como un
producto de mercado más, con una imagen de colores llamativos, como si se
tratara de una nueva alegría que se encuentra a la vuelta de la esquina.
La alegría de la oligarquía empresarial sofofa ya viene.
Debieron pasar 30 años para que aquel
arcoíris de esperanza del año 88
mostrara su verdadero rostro desteñido, transformándose en una nube
negra de injusticias y abusos que se transformó en un temporal de rebeldía que
hizo estallar la rabia acumulada por años con la fuerza de un volcán. El 18 de
octubre del 2019.
Los sectores políticos institucionales
y las organizaciones sociales en donde sus militantes tienen una presencia
importante, lenta, pero decididamente, se han colocado el equipo del
nacionalismo tricolor para entrar a jugar en la ornamentada cancha meticulosamente
construida para la ocasión por las clases dominantes.
Dichos sectores argumentan que
participar en el Plebiscito de abril representa un punto fundamental en la
conquista de una Nueva Constitución, pero omiten explicitar que el Acuerdo por
la Paz fue rechazado tajantemente por los millones de chilenos y chilenas que
se han estado manifestando enérgicamente en las calles; omiten, además,
resaltar que el apoyo de Sebastián Piñera Echeñique, según la encuesta
CEP dada a conocer recientemente, solo
alcanza al 6%, su régimen el 5%, el Parlamento el 3%% y los
partidos políticos solo el 2%; olvidan resaltar que precisamente esta
institucionalidad deslegitimada es la que diseño la cancha y las reglas en
donde se jugará el futuro de una “nueva” Constitución.
Dentro de los argumentos esgrimidos,
además de las cientos de palabras llenas de retórica rebelde expresadas en
manifiestos y proclamas para aceptar la propuesta del régimen, está el
de demostrar, con una masiva
participación en el Plebiscito, votando y haciendo ganar a la opción Si,
“Apruebo”, que se quiere una nueva Constitución, como si esto no haya quedado
claramente demostrado en las movilizaciones multitudinarias que han estado
desarrollando a lo largo de todo el territorio nacional los millones de chilenas
y chilenos rebeldes.
Como he expresado anteriormente, el régimen
tiene en sus manos la iniciativa política, el sartén por el mango como se dice
en buen chileno. Si participara poca gente en el Plebiscito de abril Sebastián
Piñera Echeñique y su régimen podría argumentar que las chilenas
y chilenos no quieren cambiar la Constitución y, por otro lado, si participa
muchísima gente en esta consulta ciudadana, puede lisa y llanamente decir que
lo propuesto por el régimen en el Acuerdo por la Paz y la Nueva Constitución
es ampliamente apoyado por la mayoría ciudadana al participar en el camino
institucional diseñado por ellos mismos.
El tango “Cambalache” sigue así más vigente que nunca.
Quienes hoy están nuevamente
embarcados en esta mascarada, debieran tener, por lo menos, la dignidad de
denunciar esta maniobra ideada por el régimen y los poderes fácticos,
denunciando enérgica y claramente que este no es el camino que llevará a lograr
las demandas levantadas por el pueblo rebelde, dejando de utilizar argumentos y
campañas publicitarias que faltan a la verdad, prometiendo oropeles, espejitos
y regalos multicolores, “quemando etapas o utilizando todos los espacios” que
solo sirven para dividir al pueblo movilizado, aprobar la gestión del régimen
de Piñera Echeñique y aislar a los y las rebeldes encapuchadas que
continúan en la primera línea, junto a las chilenas y chilenas que no creen en
promesas de alegrías y tiempos mejores, manteniendo viva la llama de la
rebeldía.
Una vez más, como hace treinta años,
el triunfo del SÍ en el Plebiscito de abril significará el triunfo del NO y
viceversa, como lo he planteado al iniciar esta reflexión.
Tal vez, el título de esta crónica
“¿No hemos aprendido nada?” sería más adecuado cambiarlo, irónicamente, por “No hay que pedirle peras al olmo”.
Pero todo este sombrío panorama tiene
una contraparte luminosa, representada por los millones de chilenas y chilenos
rebeldes que sin permiso de nadie abrieron las grandes alamedas, para sembrar
las semillas de la rebeldía y comenzar a construir un camino de liberación por
donde, parafraseando al Presidente Salvador Allende Gossens, más
temprano que tarde caminaran los hombres y las mujeres libres y dignas.
Y esta otra historia ya la están
escribiendo las organizaciones y colectivos políticos extraparlamentarios junto
a los diferentes sectores sociales y
territoriales que, consciente o inconscientemente, han adoptado con su práctica
concreta una posición anticapitalista y antipatriarcal.
Las
movilizaciones populares, en sus múltiples expresiones de lucha, se han
trasformado en una escuela de educación popular que en un período muy corto de
tiempo, pero muy intenso en acciones de resistencia y lucha por la
liberación, ha logrado instruir
políticamente a muchísimos chilenos y chilenas, quienes se han transformado en
protagonistas y constructores de su
propia historia, desde la primera a la última línea de la rebelión popular.
Con esperanza y memoria, el presente
es de lucha, por una Nueva constitución y respeto a la dignidad del ser humano: Guillermo Correa Camiroaga,
Valparaíso 25 enero 2019.
Lo subrayado es nuestro.
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