Informe Bachelet
Cándidos y oportunistas
“¿Qué has dicho, viejo imbécil, que la canalla te aplaude?”(AUGUST BEBEL)
Manuel Cabieses Donoso. Escritor ,
comunicador social, director Revista
Punto Final:
Ya no cabe duda que el Informe Bachelet forma parte de la
tramoya del imperio para derrocar al gobierno de Venezuela. El documento
-parcializado y cargado de mentiras y medias verdades- se ha convertido en
piedra angular de la ofensiva estadounidense. Ha inyectado ínfulas al
moribundo Grupo de Lima que ahora enarbola el Informe Bachelet para acudir a la
Corte Penal Internacional. Y sobre todo ha permitido resucitar al “presidente
encargado” Juan Guaidó, que cumplió seis meses gobernando las galaxias. Al
fantoche venezolano lo reconocen 50 de los 194 países de la ONU. Sin embargo,
apoyándose en el Informe Bachelet y bajo la sombra protectora del Führer
Trump, ha proclamado la reincorporación de Venezuela al Tratado
Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR). Esta “movida” tiene el declarado
propósito de dar un barniz de “legalidad” a la intervención militar en
Venezuela. El TIAR, firmado en 1947 en Río de Janeiro, es parte de la
estrategia anticomunista de EE.UU. en América Latina y el Caribe. Desde su
creación ha servido de pieza instrumental de numerosas intervenciones militares
y ha pertrechado de material bélico a los ejércitos de la región.
Los titiriteros que manejan la
oposición venezolana tienen prisa pues el año próximo termina el periodo de la
Asamblea Nacional que preside Guaidó. Esto explica los ultimátums cada vez más
explícitos que la Casa Blanca hace llegar al presidente Maduro prometiéndole un
exilio dorado si acepta renunciar al cargo. El propósito de Estados Unidos.,
como sabemos, es apoderarse del petróleo y descabezar el proceso de cambio
social que comenzó hace 20 años en Venezuela. El Führer Trump -más
paranoico que nunca el pobrecito- ha jurado “terminar” con el socialismo en
América Latina y el Caribe. Dicho con todas sus letras: después de Venezuela bolivariana
viene Cuba y con ello la represión de los movimientos populares y partidos
obreros en el continente.
La trama imperial está más clara que
el agua. La conocimos en Chile en los 70. Por lo mismo resulta increíble que
sectores de “centro izquierda” de nuestro país, se sumen orondos a la defensa
del Informe Bachelet.
Entendemos la postura de algunos
“demócratas” de la hora undécima que en la Concertación de Partidos por la
Democracia y en la Nueva Mayoría encontraron el regazo que les permitió
disfrutar a concho del Presupuesto Nacional. Padecen una indigencia política
que les hace ver a Bachelet -por tercera vez- como carta presidencial para el
2022. No les interesan los derechos humanos, les preocupa acomodarse en la
repartija burocrática del próximo gobierno.
Pero lo que no logramos
entender -salvo que estemos en presencia de un bache ideológico irreparable- es
que sectores de Izquierda defiendan a Bachelet y su Informe sin cuestionar el
trasfondo del documento, su evidente parcialidad y los fines perversos con que
fue fraguado. Hacen caso omiso de la instrumentalización internacional del
Informe y se suman al coro que entona el De profundis de la soberanía de una
nación hermana.
Olvidan que Bachelet no es una patena
en materia de respeto a los derechos humanos. Durante sus regímenes
cuatro mapuches fueron asesinados (y nueve en el del otro “socialista”, Ricardo
Lagos). Decenas de manifestaciones públicas fueron disueltas con gases,
perdigones, perros y cañones de agua. Bachelet y su canciller, Heraldo Muñoz,
fueron artífices en 2017 del Grupo de Lima, punta de lanza en la ofensiva
regional contra Venezuela. La guinda de la torta fue la Operación Huracán,
montaje de inteligencia prohijada por el Ministerio del Interior y Seguridad
Pública para acusar a los líderes mapuches de internar armas desde Argentina
para desencadenar la lucha armada en La Araucanía. Y no queremos reseñar aquí los
centenares de muertes de niños bajo “protección” del Servicio Nacional de
Menores que la ONU calificó como grave violación de los derechos humanos.
Resulta conmovedora, sin embargo, la
lealtad que profesan a Bachelet algunos militantes de nuestra desvaída
Izquierda. Su defensa pudiera explicarse porque fueron sus colaboradores y
callaron cuando Bachelet se alineó con el imperio, cuando dio luz verde a la
Operación Huracán o cuando mantuvo vigente el modelo capitalista salvaje
globalizado y su nuevo orden mundial: “Amerika First”. Sin embargo esa
circunstancia -que bien merecería una autocrítica- no los releva al menos de su
extrema candidez ante las patrañas del imperialismo yanqui. Una cosa es
defender los derechos humanos y otra aceptar que su oráculo sea alguien con los
antecedentes de la ex presidenta. Peor aún es pretextar que esa defensa
constituye un aspecto en la actualización doctrinaria y orgánica del Partido
Comunista. La deriva al centrismo ha concluido con la extinción de los partidos
obreros. El centro político es un agujero negro que los traga y envía a la eternidad.
Lo que Chile necesita es una Izquierda bien definida y protagonista de la lucha
anticapitalista. El centrismo es el padre de la indiferencia política y la
abstención electoral. Renovar métodos de trabajo y de lucha no significa
acomodarse al orden existente. El rescate de principios y compromisos
permitirán a la Izquierda de esta época reconstruir sus fuerzas y convocar
mayorías a través de una línea independiente con lenguaje y formas orgánicas
adecuadas a estos tiempos.
MANUEL CABIESES DONOSO.
Julio 2019.
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