Alternancia en el poder y
cambalache ideológico,
En el Chile Virtual, conforme a lo que ordena la constitución/artilugio de 1980 .
Por Juan Pablo
Cárdenas S./escritor, comunicador social/Barómetro
Latinoamericano/ADDHEE.ONG:
Se dice que una de
las características de la democracia es la alternancia en el poder, esto es que
las distintas expresiones políticas puedan acceder al Ejecutivo y en otros
períodos solo se conformen con ejercer una oposición, ojalá constructiva, al
gobierno de sus adversarios. Sin duda que esta alternancia no basta para
considerar a un régimen como “democrático”, si es que no existen también
diversidad informativa, la plena independencia de los poderes del Estado y un voto
ciudadano verdaderamente libre e informado, entre otras varias exigencias.
Ciertamente, en
Chile esta alternancia está plenamente vigente. Además de las administraciones
de la Concertación y la Nueva Mayoría, la derecha propiamente tal ha accedido
en estos últimos años a La Moneda en dos oportunidades, lo que le permite a
muchos asegurar que nuestra transición a la democracia es un fenómeno ya
culminado, aunque todavía rija la Constitución/artilugio 1980, de
Pinochet, un régimen autoritario, así como se mantenga una profunda desigualdad
económica y social en la población.
Pero que unos y
otros se alternen en el gobierno lo cierto es que ocasiona muchas paradojas y
hasta miserias. Se puede apreciar en estos meses cómo los que tuvieron la
oportunidad de gobernar por varias décadas, una vez en la oposición se ponen a
golpear la mesa exigiendo reformas que nunca emprendieron cuando tuvieron la
mejor posibilidad de implementarlas. Tal como han
surgido expresiones de ultraderecha o del pinochetismo que, en su desfachatez,
acusan a la administración actual de estar cediendo muy dócilmente a las
demandas de la autodenominada centro izquierda/socialdemócrata.
El impulso, por
ejemplo, que La Moneda le está dando a la reforma tributaria o a la
previsional, en su empeño de “igualar la cancha” a favor del acceso a la salud,
la educación y otros derechos universalmente reconocidos posiblemente le
asegure a la derecha instalar a un sucesor de Piñera en el Ejecutivo y, por qué
no, mejorar su representación en el Congreso Nacional, donde por ahora la
derecha continúa en minoría.
De esta forma es
que a cada rato, y hasta con repugnancia, observamos en la oposición exigencias
verdaderamente escandalosas si se considera la total negativa de estos sectores
a concretarlas cuando fueron gobierno.
Una de ellas es el pago a la deuda histórica de los profesores, demanda que
viene desde la Dictadura fascista cívico militar y la cual fuera
desestimada por todos los regímenes que le sucedieron. Los
pensionados, igualmente, son testigos de cómo se les hizo un verdadero desaire
a las reformas impulsadas por NO+AFP, frustración que se repite en los
estudiantes y las múltiples organizaciones de trabajadores que hoy van a la
huelga, incluso, en la esperanza que sea un régimen de derecha el que
paradojalmente pueda satisfacer sus aspiraciones.
El populismo
podríamos decir campea en los planteamientos de varios partidos y bancadas
parlamentarias, aunque la posibilidad de que sus promesas sean confiadas por el
pueblo es algo todavía muy difícil, habida los reiterados desengaños y la
posibilidad de que quienes gobiernan actualmente sean los que implementen
algunos cambios, aunque sin alterar el régimen capitalista salvaje que
todavía campea en nuestra economía. Hasta en materia de
DDHH hay quienes aseguran que la sensibilidad de la derecha se ha demostrado
algo mejor que la de quienes desde La Moneda les dieron constantes portazos a
los familiares de los detenidos desaparecidos y las organizaciones de presos
políticos. Y solo se acotaron a esa “justicia en la medida de lo posible”
advertida por el presidente Patricio Aylwin Azocar.
La política bajuna en el Chile virtual de la sofofa.
A ratos parece que
el tango Cambalache se ha instalado como himno oficial de la política bajuna.
Muchas veces apreciamos que no hay diferencia entre las promesas del centro
derecha y la centro izquierda/socialdemócrata, en lo que a menudo se
podría también incluir a dirigentes de los sectores más vanguardistas. Este
tiempo ha sido, como sabemos, el de la drástica mutación ideológica de algunos
furibundos izquierdistas de antaño, lo que seguramente se expresa en el quiebre
interno de los socialistas y demócrata cristianos, fenómeno que tiene muy a
maltraer la posibilidad de un amplio pacto para enfrentar los próximos desafíos
electorales. A la vez que los “republicanos” de José Antonio Kast (que todavía
alaba el régimen militar) podrían desertar del apoyo que a regañadientes le
dieron a Piñera para ser reelegido.
Esta alternancia
política tiene efectos, también, en la conducta de las organizaciones
sindicales y gremiales. Para la CUT, el Colegio de Profesores y otras entidades
es distinta la actitud que asumen si los partidos en que militan sus dirigentes
están o no en La Moneda. Ya observamos en el pasado cómo se atenuaron las
demandas salariales y los reajustes de sueldos concedidos por el bacheletismo,
cuando comunistas, socialistas, penedés, radicales y demócratas cristianos
estaban gobernando. Así como existen dirigentes empresariales que en público o
privado aseguran preferible para sus intereses que no gobierne la Derecha. Lo
que nos hace recordar esta sentencia del recién fallecido senador Carlos
Altamirano Orrego, cuando proclamó que Ricardo Lagos Escobar
había hecho “el mejor régimen de derecha de la historia de
Chile”.
Pero más allá de lo
que se dice y cumple desde el gobierno o la oposición, lo cierto es que lo más
característico de la política chilena ha sido la metamorfosis de sus
protagonistas, lo que ha tenido como consecuencia –nos guste o no- la verdadera
fusión ideológica de los partidos organizaciones sociales. Salvo algunas
expresiones de ultra izquierda o ultraderecha, casi todos los actores han ido
confluyendo hacia el centro, acotándose a la moda del nuevo orden mundial/la
globalización del capital salvaje y una casi idéntica visión de las cosas.
Ya no hay quienes postulen una revolución, por moderada que se proponga ser; ya
nadie, tampoco, se atreve a defender desembozadamente al dictador
Pinochet Ugarte y su infausta herencia.
Así como en materia
internacional lo que predomina es la facilidad en que unos y otros se tragan
las campañas de desinformación propiciadas por Trump, sus aliados y voceros
comunicacionales nacionales y extranjeros. Aunque, por supuesto, existan
todavía analistas y activistas informados y perseverantes a los cuales la
televisión y los grandes medios mediáticos globalizados no les dan
cobertura. Una lacra cultural que mucho se explica, ciertamente, en los pobres
recursos y la alta ignorancia de muchos comunicadores, para los cuales resulta
más barato en su quehacer importar las mentiras o fake news fabricados desde la
OEA/La taifa de Lima, el Departamento de Estado/USA y los países
ansiosos de petróleo.
LA CORRUPCIÓN POLÍTICA, LA IMPUNIDAD Y LA APATÍA CIUDADANA: ¡ES LO QUE HAY!... MAL
DE MUCHOS.
Se dice que el oportunismo y el transformismo son
fenómenos universales, un “mal de muchos”, así como la corrupción política y la
apatía ciudadana. De todas maneras, en Chile debemos lamentarnos mucho más
todavía del escandaloso derrumbe ideológico cuando miramos a nuestro pasado, a
los grandes arquetipos propiciados por servidores públicos de alta solvencia
moral como el mismo Allende Gossens, Frei Moltalva y tantos otros
líderes políticos, morales y religiosos que el país tuvo la suerte de tener. O
si consideramos el infausto/horroroso quiebre institucional de 1973, y
su grave costo en vidas y esperanzas. Si recordamos, así mismo, la lúcida
heroica lucha que por generaciones acometieron las organizaciones laborales, de
los estudiantes y las víctimas de la discriminación social.
Cuando claramente
existen tantas necesidades urgentes y aplazadas en uno de los países más
desiguales de la Tierra. Pese a lo que dicen nuestros presuntuosos políticos.
Lo subrayado es nuestro.
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