Es la hija del general Bachelet. Nada más...
Por Sergio Rodríguez Gelfenstein/escritor, analista internacional/Barómetro
Latinoamericano:
Prudente silencio hice ante el anuncio de la visita a Venezuela de
Michelle Bachelet en su condición de Alta Comisionada de Naciones Unidas para
Derechos Humanos. A pesar que tuve el natural impulso de escribir sobre el tema
dado los antecedentes políticos de la funcionaria internacional, me abstuve por
respeto a muchos amigos en el país y el exterior que forjaron expectativas a
partir de la supuesta honorabilidad y respetabilidad de la susodicha, lo cual
auguraba neutralidad e imparcialidad en el informe que habría de elaborar.
Es menester decir que como hijo de un hombre que fue preso y torturado
en democracia en Venezuela y en dictadura en Chile, que además tengo decenas de
amigos y amigas que pasaron por la prisión, la tortura y la desaparición
forzada en varios países de la región, repudio y rechazo la práctica de
violación de los derechos humanos venga de donde venga, y la Alta Comisionada
que es la autoridad superior en esta materia en el mundo debería también
observar esta compostura en el cumplimiento de sus responsabilidades.
De esta manera, no me voy a referir al informe que hizo, el cual ni
siquiera voy a leer, pero, como le dije a todos los que quisieron escucharlo,
ese informe estaba hecho antes que Bachelet llegara a Caracas, agregando el
hecho que –dada la trayectoria de la mencionada funcionaria- muy probablemente
el mismo había sido elaborado en Washington. Hoy, eso ha quedado demostrado
cuando el gobierno de Venezuela ha dicho que el 82% de los datos del informe
provienen de fuera del país. Tengo serias dudas que ese trabajo haya podido
hacerse después del viaje de la Comisionada a Caracas. No, ya estaba elaborado.
Es decir, no se trata de si el informe dice o no dice la verdad, sino de
cuánta veracidad pueda tener un reporte de una oficina que tiene una pésima
reputación y de una funcionaria que carece de credibilidad en materia de
derechos humanos dadas las continuas violaciones de los mismos mientras fue
presidenta de Chile, sobre todo en la brutal represión al Pueblo Mapuche.
Otros, argumentaban que nada podría ser peor en materia de lealtades
imperiales que las del antecesor de Bachelet en tal responsabilidad, el príncipe
jordano Zeid Ra´ad al Hussein de conocida subordinación a Washington donde hizo
una larga pasantía como embajador de Jordania primero y representante de su
país en la ONU posteriormente.
Pero, como dice un sabio dicho popular en Venezuela “deseos no
empreñan”, me impresionó la inocencia de tantas personas que todavía tienen a
Bachelet como un adalid de los derechos humanos cuando su impronta muestra todo
lo contrario. Parece increíble que alguien pueda pensar que Bachelet pueda ser
imparcial respecto de Venezuela cuando ella fue activa y entusiasta fundadora
del grupo de Lima, un anexo de la OEA creado para propiciar el derrocamiento
del gobierno venezolano. En el colmo de la desfachatez, en algún momento,
cuando se le inquirió sobre tal asunto, echó toda la culpa de sus actuaciones
en esta materia a su canciller Heraldo Muñoz, a quien según dijo “no puedo
controlar”.
Fiel a esa forma de actuar y pensar, una vez más Bachelet le ha hecho
asumir la responsabilidad sobre el actuar de su oficina a los funcionarios
colocados en sus puestos “por mi antecesor” a los que supuestamente tampoco
puede controlar.
Bachelet, es de esos extraños personajes que en política podrían
caracterizarse de “extremo centro”, es decir no opinar, no comprometerse, dejar
hacer, echar la culpa a otros y no asumir responsabilidades, al parecer
características afines a la política chilena si nos atenemos a que dos veces
fue elegida presidenta de la nación austral, pero tal identidad en ella no es
natural, es asumida concientemente por instrucciones superiores que estudiaron
su perfil y entendieron que era esa la forma más adecuada para colocarla en las más altas instancias de
gobierno.
En junio de 2014 cuando Zeid Ra´ad al Hussein fue elegido para el cargo,
los abogados especialistas en derechos humanos Javier El-Hage y Roberto
González escribieron un artículo en el periódico madrileño El País en el que al
describir esa responsabilidad dentro de la estructura de la ONU decían que:
“…hasta ahora las acciones del alto comisionado han sido en el mejor de los
casos tímidas, por lo general carentes de norte democrático y a veces incluso
reñidas con los ideales que persigue. Esto se debe a que la OACDH sufre, aunque
en menor medida, del mismo problema estructural que padecen otros órganos de la
ONU como el Consejo de Seguridad y el Consejo de Derechos Humanos, cuyos
pronunciamientos y acciones concretas están altamente influenciados por
dictaduras con poder de veto y membrecía mayoritaria”. Si nos atenemos al
historial de los dos últimos altos comisionados, estas opiniones resultan
ampliamente atinadas.
En el caso de Michelle Bachelet, después de ser una insignificante
militante política en el partido socialista de Chile -según un artículo
publicado en el desaparecido periódico santiaguino La Nación, el 16 de enero de
2006- se marchó a Estados Unidos a cursar “…un diplomado sobre estrategia
militar en la Academia Nacional de Estudios Políticos y Estratégicos (ANEPE)
—al que asistieron doce alumnos: seis oficiales de las Fuerzas Armadas y de
Orden y Seguridad, y seis civiles donde -por su buen rendimiento—obtuvo el
primer lugar de la promoción, y gracias al patrocinio de la Beca Presidente de
la República continuó en 1997 un curso superior sobre defensa continental en el
Colegio Interamericano de Defensa, ubicado en Washington D. C., Estados Unidos.
A su regreso en 1998, Bachelet trabajó un año como asesora del Ministerio de
Defensa Nacional” Curiosamente, a partir de ese momento inició su fulgurante
despegue político que la llevó -en tan solo 8 años- a ser elegida presidenta de
Chile. Todo indica que difícilmente ha podido desprenderse de la tutoría que el
Pentágono ha ejercido en ella.
Según la organización Mapuche Meli Wixan Mapu, en octubre de 2018 había
en Chile 20 presos políticos mapuche injustamente condenados por la Ley Anti
Terrorista aprobada en ese país el 16 de mayo de 1984 cuando no había
parlamento durante la dictadura de Pinochet. Bachelet no hizo nada por
eliminarla en sus dos gobiernos, al contrario, profundizó la represión contra
el pueblo mapuche durante sus dos gestiones.
Hay que decir que desde 2001 durante los gobiernos de la pos dictadura,
en la mayoría de los cuales participaba el partido de Michelle Bachelet, fueron
asesinados 19 mapuche, de ellos dos, Johnny Cariqueo Yáñez en 2008 y Jaime
Facundo Mendoza Collío en 2009 fueron exterminados durante el primer gobierno
de Bachelet y dos más, José Mauricio Quintriqueo Huaiquimil
en 2014 y Víctor Manuel Mendoza Collío en 2014 lo fueron en el segundo gobierno
de la ahora funcionaria internacional, sin que ella hiciera
absolutamente nada por aclarar los homicidios.
Estos hechos hacen que Michelle Bachelet sea considerada como una feroz
represora por parte del pueblo mapuche. Desde su llegada al gobierno en 2006
ordenó la represión a comuneros y comuneras mapuche de la localidad de Quepe de
la Comuna de Freire en la región de la Araucanía, que protestaban por la
instalación de un aeropuerto en ancestrales territorios mapuche usurpados por
la fuerza a sus legítimos propietarios. En agosto de ese año fue asesinado Juan
Lorenzo Collihuin Catril, de 71 años, su asesino un sargento de Carabineros fue
absuelto del caso por la Fiscalía Militar.
El 30 de octubre de 2007, Patricio Queipul Millanao de solo 13 años de
edad, fue herido en el tórax por 6 disparos hechos por Carabineros con sus
escopetas antimotines
El 3 de enero de 2008 fue asesinado por la espalda Matías Catrileo
Quezada, de 22 años, por el cabo 2° de Carabineros, Walter Ramírez, sin que las
autoridades realizaran investigación alguna para hacer justicia. El día 30 de
ese mes de enero, Patricia Troncoso quien se encontraba en huelga de hambre por
112 días tras ser condenada junto a otros comuneros mapuche a 10 años y 1 día
bajo la ley anti terrorista de Pinochet que sigue imperando en Chile, concluyó
su ayuno. La noticia habría pasado inadvertida sino hubiera sido porque
acompañada por la madre de Matías Catrileo, le escribió una carta a Bachelet en
la que le decía: “Yo quiero preguntarle(...) Usted que fue prisionera política,
que fue torturada, siente hoy el placer de torturarnos a nosotros. ¿Qué siente
usted señora presidenta? (...) ¡Qué lástima que usted se haya olvidado de todo
lo que significa la prisión política y la muerte de tantos seres! Usted, con la
actitud soberbia de su gobierno, de sus representantes, hoy en día nos torturan
condenándonos a una muerte silenciosa”.
En otro ámbito, durante la realización en agosto de 2007 en protestas
convocadas por organizaciones sindicales descontentas con la política
neoliberal de Bachelet, la represión ordenada por ésta dejó unos 50 heridos y
372 detenidos, Los actos estuvieron acompañados de incidentes debido a la
fuerte acción de la policía. El presidente de la Central Unitaria de
Trabajadores (CUT), Arturo Martínez llamó al Gobierno a analizar la violencia,
a su juicio "inusitada", con que actuó la policía. La jornada comenzó
cuando miles de manifestantes que salieron pacíficamente a las calles fueron
reprimidos con fuerza por carabineros, que detuvo en pocas horas a un centenar
de personas.
Continuando con su política de represión al movimiento popular, durante los
primeros meses del año 2008 en las ciudades más importantes del país, los
estudiantes secundarios y universitarios desarrollaron movilizaciones exigiendo
la derogación definitiva del marco legal de educación creado por la dictadura.
La respuesta del gobierno de Bachelet fue ponerse de
acuerdo con los partidos pinochetistas para aprobar una nueva ley que en los
sustancial dejaba todo igual, toda vez que no modificaba su carácter neoliberal
y perpetuaba el beneficio de los que lucran con la educación en Chile Para ello, Bachelet jugó el papel de
articuladora entre las partidos de derecha que estaban dentro y fuera del
gobierno: Democracia Cristiana y los pinochetistas Renovación Nacional (RN) y
Unión Democrática Independiente (UDI) en la oposición, así como con la
desprestigiada y mafiosa iglesia católica, el Opus Dei y otros actores que se
han enriquecido con la educación en el país. Mientras tanto, la presidenta
ordenó reprimir con dureza las movilizaciones estudiantiles a fin de ablandar a
los líderes, para cooptarlos y desarticular el movimiento, lo cual fue de
alguna manera logrado. En el camino, las fuerzas represivas bacheletistas
agredieron brutalmente a un periodista que reportaba los hechos
Vale la pena recordar también que a finales de diciembre de 2010, un
cable de Wikileaks hizo público que un documento obtenido de la embajada de
Estados Unidos en Chile fechado el 7 de febrero de 2008, hizo patente que la
entonces ex presidenta Bachelet había pedido apoyo de inteligencia a Estados
Unidos para dar seguimiento a la “radicalización” del conflicto mapuche y sus
posibles contactos con “otros grupos terroristas extranjeros”. Con ello,
Bachelet mostraba ya no solo su talante represivo, también permitió constatar
su verdadera identificación nacional al estar dispuesta a ceder la soberanía de
Chile autorizando al gobierno de una potencia extranjera a inmiscuirse en los
asuntos internos del país, a fin de reprimir al pueblo lucha por sus legítimas
demandas.
En fechas más cercanas, ya durante su segundo gobierno la organización
pro estadounidense Amnistía Internacional, ante la desfachatez por el
desconocimiento del Estado chileno de los derechos humanos se vio obligada a
recomendar al Estado de Chile una serie de políticas en favor del respeto de
los derechos humanos. Precisamente, hicieron mención a la aplicación de la Ley
Antiterrorista. En este sentido, la Secretaría General de esa organización
Irene Khan, afirmó en 2008 que: “Los pueblos indígenas son muy discriminados y
marginados en Chile, y se ven a sí mismos como víctimas de una estrategia
económica que está destruyendo su vida y su sustento”. A este respecto,
Hernando Silva, coordinador jurídico del Observatorio Ciudadano, al referirse a
la aplicación de esta ley en los gobiernos de la pos dictadura dijo que : “La
criminalización de la protesta social indígena, que ha sido un fenómeno que
surgió principalmente durante el gobierno de Ricardo Lagos, fue una tónica que
se repitió durante el gobierno de Michelle Bachelet, por cuanto se utilizaron
figuras penales excepcionales para desvirtuar los procesos de reivindicación de
derechos de las comunidades mapuche“.
El tiempo transcurrió y el olvido se hizo eco del pueblo chileno que re
eligió a Bachelet en 2014 para un nuevo período presidencial de cuatro años.
Uno de sus planes emblemáticos fue una vez más la represión del pueblo mapuche.
Para esto diseñó la denominada “Operación Huracán” que configuró acciones nunca
antes vistas, ni siquiera en tiempos de la dictadura. La disposición de
montajes de operaciones de falsa bandera al más puro estilo del gobierno
colombiano de Álvaro Uribe que condujo a acusaciones de líderes mapuche para
justificar la más brutal represión contra ellos, fue el sello más importante de
este segundo gobierno de Bachelet. El funcionario que dirigió las operaciones,
alto dirigente del partido socialista de Chile realizó reuniones con autoridades judiciales, policiales, con
fiscales y abogados para construir una trama a objeto de criminalizar a los
líderes mapuche. En lo más alto de la cúpula de este criminal entramado se
encontraba el ministro del interior y la propia presidenta Bachelet, tal como
lo denunció Rodrigo Román, abogado de la Defensoría Popular en declaraciones a
la Radio de la Universidad de Chile. Román afirmó que sin embargo Bachelet no
había sido afectada porque estaba protegida por “los ricos, los poderosos y los
medios”, recordando además que “una de las ofertas de campaña de Bachelet para
llegar al ejecutivo fue la no aplicación de la Ley Antiterrorista”, pero “ lejos de no aplicarla, ha invertido
cuantiosos recursos para condenar a los peñis [hermanos en mapudungun, la
lengua mapuche] sobre conductas terroristas”.
Continuando con su estela de represión, en septiembre de 2016, la
lideresa mapuche Juana Calfunao fue condenada a 5 años de cárcel por negarse a
aceptar la construcción de un camino que pasaba por su propiedad. Desde hace
más de 20 años la comunidad Juan Paillalef a la que pertenece la lonko [jefe/a
de una comunidad mapuche] mantiene un conflicto con el Estado debido a que se
opone a la ruta trazada para tal vía que “dividiría a su comunidad y destruiría
espacios sagrados donde se realizan ceremonias y rogativas, y además, su
construcción no ha sido consultada de forma previa, libre e informada como lo
determina el Convenio 169 de la OIT” según un reporte del portal digital
chileno eldesconcierto.cl. En marzo de 2011, Calfunao encaró a la ex presidenta
Michelle Bachelet en el Parlamento Europeo en Bruselas por la aplicación de la
Ley Antiterrorista.
Bachelet siempre guardó silencio como presidenta y lo sigue haciendo en
su nueva función de proteger a los amigos de Estados Unidos desde la ONU
mientras utiliza su cargo para atacar a los que lo adversan, actuando de la
manera servil y rastrera que la caracteriza. Incluso, inmersa en una patología
conocida como Síndrome de Estocolmo, se ha encargado de proteger a los
militares incursos en la violación de derechos humano durante la dictadura no
moviendo un dedo para que fueran eliminados las cárceles cinco estrellas donde
asesinos, violadores y torturadores pasan su maravillosa existencia en
condiciones materiales óptimas. Es de suponer que esto también sea parte del
acuerdo con el Pentágono, toda vez que hasta Sebastián Piñera, sin haber
cambiado mucho, ha tomado medidas en este ámbito.
Así, en el desempeño de su más reciente
responsabilidad, Bachelet guarda absoluto silencio frente a las brutales
violaciones de derechos humanos de las monarquías árabes aliadas de Estados
Unidos, no opina sobre los ataques de Israel al pueblo palestino, no se inmuta
ante el desastre humanitario que Arabia Saudita está produciendo en su guerra
contra Yemen, tampoco se ha enterado que en Colombia todos los días asesinan
activistas sociales, de derechos humanos y desmovilizados de las FARC, ha
asumido mudez absoluta ante los crímenes del gobierno de Honduras, no se ha
dado cuenta que todos los meses la policía de Estados Unidos asesina a
ciudadanos negros solo por esa condición, ni ha hecho mención a la brutal
represión y exterminio de migrantes en Estados Unidos y ha emitido una débil
voz en la imprescindible condena a la ilegal detención de Lula.
Ella sabe que la sola evocación de cualquiera de esas flagrantes
violaciones a los derechos humanos le haría perder su cargo, por eso prefiero
asegurarlo aceptando entregar el informe que Washington hizo sobre Venezuela.
Resulta curioso darse cuenta que a diferencia de los otros tres
presidentes de su alianza política que le precedieron, los que entregaron el
poder a otro miembro de esa coalición, Bachelet en dos ocasiones traspasara el
bastón de mando al pinochetismo en nombre de Sebastián Piñera y que en ambos
casos, Estados Unidos le consiguiera un puesto en un organismo internacional
para asegurarle una huida económicamente provechosa. Uno inocentemente podría
preguntarse ¿Para quién trabaja?
Ella ha cumplido su parte y con Venezuela lo ha hecho con creces, con el
mismo ímpetu, dedicación y esfuerzo con los que participó en la fundación del
Grupo de Lima, creando condiciones nuevamente para justificar una intervención
militar en Venezuela. Debe saber que, si ello ocurriera, deberá ser acusada
como una criminal de guerra, cómplice del genocidio que sobrevendrá.
Quiero repetirlo, no me interesa el informe que haya hecho Bachelet, no
tiene ninguna validez, toda vez que fue elaborado antes de su visita al país,
además según dicen los que lo leyeron, no incorporó ninguna de los datos que
aportó el Estado venezolano, es decir fue un juicio sin derecho a defensa.
No se trata del informe, incluso si todo lo que ahí se dijera fuera
verdad, el problema es si esa oficina posee real autonomía e imparcialidad para
hacerlo y si la persona que lo conduce tiene la autoridad ética y moral para
dirigirla. Evidentemente no. En esa medida es que carece de valor el informe
que ha hecho. La impronta de su vida política anula la validez del informe.
Ella actuó como lo que es, una persona sin opinión que funciona a favor
de quien le paga, nunca ha tenido criterio propio para nada, alejada de
cualquier ética o compromiso con la humanidad. Hasta cuando su hijo, funcionario
en La Moneda bajo su mandato presidencial, realizó actividades fraudulentas que
la justicia está investigando, dijo que no sabía nada. Nunca sabe nada, otros
saben por ella, otros piensan por ella.
Estimados lectores y lectoras, cree usted que con semejantes
antecedentes, una persona puede hacer un informe de manera imparcial y objetivo
sobre algo, sobre cualquier cosa, no sólo sobre derechos humanos. Imposible, la
deleznable naturaleza de las acciones que ha realizado a lo largo de su vida
política la retrata y la desnuda.
Recuerdo, cuando en Viena en el año 2006, en el marco de la Cumbre Unión
Europea-América Latina, el presidente Chávez se reunió con ella por primera
vez, al preguntarle si tras la reunión emergía alguna instrucción para el
gobierno, el comandante solo dijo: “Ella es la hija de mi General Bachelet”.
Solo eso es. No le da para nada más.
sergioro07@hotmail.com
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