jueves, 4 de julio de 2019

¿Hacia dónde va China?



¿Hacia dónde va China?



Por Sergio Rodríguez Gelfenstein/escritor, analista internacional/Barómetro latinoamericano/ ADDHEE.ONG:

Hace aproximadamente un mes publiqué en este mismo espacio dos artículos titulados “Mucho más que una guerra comercial. El conflicto de Estados Unidos contra China” en los que daba datos para argumentar las razones por las que considero que existe un trasfondo mucho más profundo y de carácter estructural en este conflicto. Creo que darle denominación de “guerra comercial” da sustento a una parte de la contienda: su condición de guerra, pero no la otra, la de ser estrictamente comercial.

En ese sentido apuntaba a entregar información que permitía razonar sobre este ámbito, afirmaba que había una base política y filosófica en esta contienda que, si bien no retrotrae a la guerra fría, coloca otra vez sobre el tapete del debate internacional elementos de carácter ideológico que parecían haber desaparecido de las discusiones sobre la estructura y el contenido del sistema internacional.

A este respecto, algunos lectores de estas líneas me escribieron para preguntarme que quería decir al hacer tal afirmación. Este trabajo pretende, sino dar respuesta total a la pregunta, al menos entregar algunos elementos de análisis para que cada quien se forme su propia idea al respecto.
Aunque es imposible agotar este tema en uno o dos artículos, daremos algunos elementos, que asocian la discusión a la diatriba que emana de la controversia respecto de si China volvió al capitalismo o si se encuentra en la primera fase del socialismo y lo que es aún más importante, si su devenir apunta a un definitivo retorno al capitalismo o si el desarrollo de la sociedad y los planes gubernamentales orientan al país hacia el socialismo.

En una larga carta -inédita hasta ahora en su totalidad- que el comandante Dr. Ernesto Guevara de la Serna escribiera al comandante Fidel Castro Ruz el 26 de marzo de 1965, poco antes de su partida al Congo y que fue publicada en La Habana el pasado 14 de junio en conmemoración del 91 aniversario de su natalicio, como parte del libro “Epistolario de un tiempo. Cartas 1947-1967”, el comandante Guevara de la Serna hace un extenso análisis en el que profundiza en 4 temas específicos: errores en la política económica, sistema de financiamiento presupuestario, función del partido y recomendaciones generales.

En el primero de ellos, rememorando a Marx, se refiere a los períodos necesarios para la construcción de la nueva sociedad socialista. Después de hacer una profunda critica a la Unión Soviética y a los países socialistas de Europa con los que Cuba sostenía especiales relaciones y “hacer una crítica constructiva, por si puede servir para mejorar algunos problemas que continúan siendo graves”, afirma que: “China tardará centenares de años en tener el ingreso per cápita de los Estados Unidos. Aún si consideramos que el ingreso per cápita es una abstracción, midiendo el salario medio de los obreros norteamericanos, cargándole los desocupados, cargándole los afroamericanos, todavía ese nivel de vida es tan alto que a la mayoría de nuestros países le costará mucho llegar a él. Sin embargo, vamos caminando hacia el comunismo”: la sociedad sin clase, según la ciencia marxista.

Aunque China, no había comenzado a desarrollar la política de reforma y apertura y se encontraba en medio de la debacle por la “revolución cultural”, el Che fue capaz de proyectar sus ideas sobre el futuro. En ese contexto, estableció que un aspecto básico es el de la “técnica” la cual, según él, junto a la toma de conciencia conducen al comunismo en una fase ulterior.

Para explicarlo se hace unas preguntas y las responde de la siguiente forma: “…qué es la producción si no el aprovechamiento cada vez mayor de la técnica; y qué es el aprovechamiento cada vez mayor de la técnica si no el producto de una concentración cada vez más fabulosa de capitales, es decir, una concentración cada vez más grande de capital fijo o trabajo congelado con relación al capital variable o trabajo vivo. Este fenómeno se está produciendo en el capitalismo desarrollado, en el imperialismo. El imperialismo no ha sucumbido gracias a su capacidad de extraer ganancias, recursos, de los países dependientes y exportarles conflictos, contradicciones, gracias a la alianza con la clase trabajadora de sus propios países desarrollados contra el conjunto de los países dependientes. En ese capitalismo desarrollado están los gérmenes técnicos del socialismo mucho más que en el viejo sistema del llamado Cálculo Económico que es, a su vez, heredero de un capitalismo que ya está superado en sí mismo y que, sin embargo, ha sido tomado como modelo del desarrollo socialista”.

La velada crítica al modelo soviético, no esconde sin embargo su aceptación de la necesidad del desarrollo de la tecnología y la obtención de capitales, que en ese momento eran cotos exclusivos del capitalismo incluso en su fase imperialista, pero intuye que en él se encuentran “los gérmenes técnicos del socialismo”.
No ha inventado nada nuevo, solo ha encontrado en la teoría marxista los instrumentos económicos para construir el socialismo. Es coincidente con una frase emitida por Deng Xiaoping en 1962: “No importa si el gato es blanco o es negro, lo que importa es que cace ratones”, exponiendo de esa manera la contradicción principal de la época. Pero, sobre todo, entendiendo una elemental aseveración de Lenin: “El problema fundamental de la revolución, es el problema del poder”. La posibilidad de avanzar hacia la construcción del socialismo y la aceptación táctica de expresiones económicas capitalistas durante la primera fase son posibles en la medida de no existencia de dudas respecto de la orientación estratégica socialista del proceso. Eso se garantiza cuando el poder real emana de los trabajadores y se manifiesta con la posesión de las armas necesarias para la defensa de la revolución.

Al respecto, en 1994, Deng expuso que: “En lo teórico debemos llegar a comprender que la diferencia entre capitalismo y socialismo no reside en problemas como la disyuntiva planificación o mercado. En el socialismo también hay economía de mercado, igual que existe control planificado en el capitalismo. ¿Acaso en las condiciones del capitalismo ya no hay control alguno y uno puede portarse a su libre voluntad? ¡El trato de nación más favorecida no es otra cosa que control! No se crea que practicar cierta economía de mercado es seguir el camino capitalista. ¡Nada de eso! Tanto la planificación como el mercado son necesarios. Sin desarrollar el mercado, uno no tiene acceso ni siquiera a la información mundial, lo que significa resignarse a quedarse a la zaga”.

Al referirse al mismo tema, Dr. Guevara de la Serna , intentando descubrir las causas que ocasionaban algunos frenos visibles en la estructura de la economía cubana enunció en la carta antes mencionada que: “Se nos puede decir que todas esas pretensiones nuestras [se refiere a eliminar categorías capitalistas como mercancía entre empresas, interés bancario y otras y tomar los últimos adelantos administrativos y tecnológicos del capitalismo] equivaldrían también a pretender tener aquí, porque los Estados Unidos lo tienen, un Empire State y es lógico que nosotros no podemos tener un Empire State, sin embargo, sí podemos tener muchos de los adelantos que tienen los rascacielos norteamericanos y técnicas de fabricación de esos rascacielos aunque los hagamos más chiquitos. No podemos tener una General Motors que tiene más empleados que todos los trabajadores del ministerio de Industrias en su conjunto, pero sí podemos tener una organización, y, de hecho, la tenemos, similar a la General Motors. En este problema de la técnica de administración va jugando la tecnología; tecnología y técnica de administración han ido variando constantemente, unidas íntimamente a lo largo del proceso del desarrollo del capitalismo, sin embargo, en el socialismo se han dividido como dos aspectos diferentes del problema y uno de ellos se ha quedado totalmente estático. Cuando se han dado cuenta de las groseras fallas técnicas en la administración, buscan en las cercanías y descubren el capitalismo”.

En China, la política de reforma y apertura iniciada en 1978, encaró estos dos aspectos como uno solo, dando respuesta -de alguna manera- para China a las inquietudes que el Che esbozaba para Cuba.

Deng Xiaoping fue reiterativo en asegurar que el camino de China era el camino del socialismo. En mayo de 1985 durante una reunión con un académico taiwanés insistió en que en China iban a persistir en el socialismo “…y de ningún modo emprenderemos el decadente camino capitalista” estableciendo que la distinción entre socialismo y capitalismo es que el primero persigue “la prosperidad común de todo el mundo, en lugar de desembocar en la polarización entre ricos y pobres”, reiterando que se debe tratar con severidad a los que pugnan por la liberalización burguesa e infringen la ley. El problema del poder nunca ha estado al margen del pensamiento chino, sobre todo cuando se le relaciona con la idea confuciana de que lo más importante es garantizar la estabilidad del país.

En diciembre de 1986, en una reunión con dirigentes del Comité Central del Partido Comunista, fue enfático en decir que: “Al aplicar la política de apertura al exterior, captar la tecnología extranjera y utilizar fondos del exterior, lo hacemos tan solo como algo suplementario de la construcción socialista, sin permitir que esto nos aparte del camino socialista”.

En abril de 1987, durante una reunión con Lubomir Strougal, primer ministro de Checoslovaquia, reiteró que: “El primer punto que hemos deducido de nuestra reflexión [respecto al desarrollo de la economía] es la necesidad de persistir en el socialismo y, para tal efecto, librarse de la pobreza y el atraso educacional/cultural, desarrollar en sumo grado las fuerzas productivas y, de este modo, hacer valer las características del socialismo como sistema superior al capitalismo”.

Al mes siguiente, Deng recibió a Alfonso Guerra, alto dirigente del Partido Socialista Obrero Español. Le explicó que el PNB per cápita de China en 1980 era de 250 dólares anuales y que se habían propuesto duplicarlo para 1990 y llevarlo a 1.000 dólares para fines del siglo XX. Expuso que, aunque seguiría siendo bajo por habitante, el poderío del Estado habrá crecido considerablemente. En ese momento, Deng le dijo a Guerra que esperaban llevarlo a 4.000 dólares en los primeros 30 años del siglo actual. Vale decir que 2018 cerró con un PIB per cápita de 16.000 dólares. Proyectando esa cifra, Oscar Ugarteche, Investigador titular del Instituto de Investigaciones Económicas de la UNAM de México aseguró que, en 2045, el PIB per cápita de China superará al de Estados Unidos.

Después de la larga explicación que le hizo a Guerra en la que amplió la información con muchos detalles probablemente desconocidos por el dirigente español, Deng aseguró que eso era sólo el primer paso, pero admitió que el segundo no sería fácil y el tercero mucho más difícil que los anteriores, pero precisó con absoluta convicción que “…al construir el socialismo, China se propone demostrar con hechos la superioridad de este sistema”.

En 1991 durante una visita a China, la primera ministra británica Margaret Thatcher  le dijo al presidente Jiang Zemin que era imposible establecer un sistema con las características que se proponía China, es decir que combinara la sociedad socialista con algunas reglas del mercado. Según Thatcher, el socialismo era incompatible con la economía de mercado. Los dirigentes chinos, por el contrario, preconizaban que tal propósito si era posible en los marcos de la teoría marxista del materialismo histórico y dialéctico y la idea de “buscar la verdad en los hechos” que propugnaba Mao Zedong.

En este sentido, Deng Xiaoping expuso que un país como China que había vivido tantas adversidades a través de su historia, solo había podido levantarse tras hacer suyo el marxismo como instrumento de liberación, que le permitió construir un nuevo país de orientación socialista, lo cual habría sido imposible si hubiera elegido el camino capitalista, según él, la prueba fueron los más de treinta años de gobierno del Kuomintang tras proclamar la república.

Deng pensaba que la integración del marxismo con la realidad china para crear un camino propio, permitió la liberación del país en 1949, esto no sólo proporcionó la independencia, también la unidad del país que es el bien más preciado tras milenios de separación, conflicto y guerras intestinas. El marxismo contribuyó no sólo como teoría necesaria para vencer en la guerra de liberación, también después de la victoria aportó elementos valiosos para terminar con el caos, controlar la inflación, comenzar a combatir la miseria y el atraso secular y empezar la transformación de la industria y la base material necesaria para la evolución del país, todo esto obligaba a persistir en el marxismo y el socialismo de forma creadora.

Para ello, se hacía imprescindible desarrollar las fuerzas productivas a fin de forjar una abundancia de bienes materiales, lo que hizo deducir que ésta sería la tarea fundamental que debía emprender el sistema político socialista a fin de lograr una superioridad sin la cual era imposible construir la nueva sociedad. El no haber entendido esto desde el principio fue el mayor error de la dirección del país tras el año 1949. Sin el desarrollo superior de las fuerzas productivas, no hay mejoramiento de las condiciones materiales y culturales de vida del pueblo, y sin esto, no hay socialismo. ¿Cómo hacerlo?, fue la pregunta más importante que tuvieron que formularse los dirigentes chinos tras superar la Revolución Cultural y las desviaciones propugnadas por la “Banda de los Cuatro”. Nuevamente, la respuesta estaba en permanecer en la ruta del socialismo, como única manera de resolver el problema del desarrollo en un país tan extenso, tan poblado y tan complejo culturalmente como China. La aplicación del principio socialista de distribución “a cada cual según su trabajo”, permitiría superar las diferencias en un período de entre 20 y 30 años. Tales aseveraciones obligaban a un gran debate contra aquellos que defendían ideas liberalizadoras, por un lado, y la copia del modelo soviético, cuando éste comenzaba a “hacer aguas”, por el otro.

La liberalización que proponía tomar un camino capitalista después de la derrota de la “Banda de los Cuatro” en 1980, llevó a la dirección del Partido Comunista de China (PCCh) a luchar contra tal corriente, incluso en el seno de la Asamblea Nacional a fin de combatir tal propuesta considerada una idea burguesa. A ello, el PCCh opuso las “cuatro modernizaciones socialistas” en la agricultura, la industria, la defensa y educación, ciencia y tecnología.. Así mismo, los dirigentes chinos dejaron claro que a pesar que la estructura política del país después de 1949, se había edificado a partir del modelo soviético, éste no pudo ajustarse a las condiciones de China porque su realidad era distinta, además en ese momento estaba en una crisis, que posteriormente la llevó a su colapso. 


En estas condiciones, en el XIII Congreso Nacional del PCCh,  celebrado en octubre de 1987, se propuso que la economía china sería planificada y establecida como pública para los productos básicos, mientras se definía que el Estado debería guiar al mercado y el mercado a las empresas, combinando de esa manera las funciones de planificación y de mercado en la sociedad. Ante las crecientes críticas internas e internacionales sobre tal supuesto, Deng volvió a insisitir en la necesidad de “buscar la verdad en los hechos” como forma de comprobar la factibilidad de llevar adelante la política de reforma y apertura, y a  ello se abocaron.

Los procesos de reforma en la Unión Soviética y en China se produjeron casi al mismo tiempo, con menos de diez años de distancia, pero la diferencia fundamental para el fracaso de uno y el éxito del otro, es que mientras los soviéticos desarrollaron simultáneamente los aspectos económicos y políticos del proceso, en China comenzaron con la transformación de la  economía, desatando una fase de mejoramiento de la situación social, mientras que la agenda política se desarrollaba paulatinamente pero a un ritmo mucho más pausado a fin de ir midiendo los impactos que iban causando las medidas tomadas y prestando especial atención a que se mantuviera una dialéctica adecuada entre reforma, desarrollo y estabilidad. El PCCh y el gobierno la llamaron una estrategia de “avance paso a paso de manera ordenada”.  Es decir, la estabilidad política interna era condición sine qua non y una garantía para la reforma y la apertura, por ello, los dirigentes chinos plantearon que los dos puntos más importantes eran, desarrollar la democracia en lo político y la reforma en lo económico.

La historia china y la experiencia del último siglo mostraban con creces cuán dolorosa era la pérdida de la estabilidad política y la unidad, las cuales son las dos condiciones de mayor interés para el desarrollo de los procesos vividos en el país en los últimos 2200 años. En esas condiciones, la aplicación de la política de reforma y apertura, no tuvo el correlato en la situación política que mostró en la Unión Soviética como Occidente esperaba. Las consideraciones acerca de la necesidad de la estabilidad política como soporte de la metamorfosis de la sociedad y el Estado en China, pronto tuvieron su prueba de fuego cuando en 1989 estallaron disturbios políticos que tuvieron su epicentro en la Plaza Tiananmen en Beijing y otras ciudades, buscando una inserción en el país de reformas de corte occidental, las que pusieron en juego la posibilidad de desarrollo y avance de las medidas tomadas a partir de 1978.

La respuesta contundente del gobierno chino hizo alusión a la necesidad de mantener la estabilidad interna so riesgo de quiebre de la unidad política del país. Así lo hizo saber Deng Xiaoping en dos ocasiones, tanto al presidente de Estados Unidos George H.W. Bush en febrero de 1989 y en octubre del mismo año, cuando conversó con el ex presidente Richard Nixon, a ambos le dijo lo mismo “La estabilidad es más importante que cualquier otra cosa”. De esta manera, se desestimaba de forma definitiva la posibilidad de mutaciones políticas similares a las que estaban ocurriendo en la Unión Soviética y Europa Oriental que fueron consideradas el preludio del fin de la guerra fría.

Este contexto fue el que permitió el avance económico de China. Al llegar al XVIII Congreso del PCCh en 2012, las mayores aspiraciones eran conservar los fundamentos que dieron origen a ese partido y no olvidar su misión principal que era la construcción del socialismo con peculiaridades chinas, luchando “incansablemente por materializar el sueño chino de la gran revitalización de la nación”, que culminaría con la creación integral de una sociedad modestamente acomodada.

Desde que el marxismo fue introducido en China, los primeros militantes y fundadores del PCCh se propusieron utilizar su teoría científica para buscar soluciones a los problemas del país. A partir de entonces y a través de los casi 100 últimos años, han hecho denodados esfuerzos para encontrar respuestas a cada reto que se ha planteado.

Hoy, el PCCh entiende que la construcción socialista pasa por lo que han denominado el “gran sueño chino”. En esa medida, todo el Partido se ha volcado a fortalecer más conscientemente su convicción en el camino, la teoría, el sistema y la cultura lo que han llamado las cuatro convicciones y no seguir ni el viejo camino del enclaustramiento y el anquilosamiento, ni el mal camino de cambiar su bandera por otra, sino mantener su firmeza en lo político, perseverar en un trabajo sólido para vigorizar el país, persistir y desarrollar el socialismo con peculiaridades chinas.

En torno a este importante tema, empeñándose en la guía del marxismo-leninismo, el pensamiento de Mao Zedong, la teoría de Deng Xiaoping, el importante pensamiento de la triple representatividad y la concepción científica del desarrollo, manteniendo la idea de buscar la verdad en los hechos, adoptando una actitud realista y práctica, y perseverando en el materialismo dialéctico y el materialismo histórico, el PCCh con una visión completamente nueva en estrecha combinación con las condiciones del tiempo actual y las nuevas exigencias de la práctica, ha profundizado en la comprensión de la ley del ejercicio del gobierno por parte de los partidos comunistas, la ley de la construcción socialista y la ley del desarrollo de la sociedad humana, y ha llevado adelante una ardua exploración teórica al respecto, obteniendo importantes logros en la innovación teórica, creando así el pensamiento sobre el socialismo con peculiaridades chinas de la nueva época que es la forma como entienden su sociedad y la manera de transformarla a corto, mediano y largo plazo.

El pensamiento sobre el socialismo con peculiaridades chinas da continuidad y hace un aporte en el desarrollo de ciencia marxista a través de las contribuciones que se han ido haciendo a lo largo de la historia, no sin cometer errores, algunos de ellos, generadores de graves consecuencias.

En la actualidad, ese proceso ha cobrado renovada fuerza y se expresa como la “chinización” del marxismo, que es expresión de la cristalización de las experiencias prácticas y de la sabiduría colectiva del pueblo, constituyéndose en un importante componente del sistema teórico del socialismo con peculiaridades chinas, por lo que no hay dudas que mantendrán este pensamiento durante largo tiempo y lo seguirán desarrollando sin cesar, no obstante las incomprensiones y el menosprecio de Occidente.

La práctica no tiene límites, como tampoco los tiene la innovación teórica. El mundo está cambiando a cada instante, como también lo hace China. En este marco, el PCCh se ha propuesto seguir los pasos de este tiempo en lo referente a las teorías, dominar progresivamente las leyes objetivas e impulsar constantemente la innovación teórica, práctica, institucional y cultural.

En este marco, el presidente Xi Jinping ha insistido en la necesidad de lograr el firme desarrollo de la labor ideológica entendiendo que ésta determina el rumbo de avance y el camino de desarrollo de la educación/cultura, en esto le da prioritaria importancia a continuar haciendo una adaptación coherente y creativa del marxismo a las condiciones de China, construyendo una ideología socialista dotada de una poderosa fuerza conductora para incorporar y cohesionar estrechamente al pueblo en torno  a los ideales y las convicciones, a su propia concepción de valores y conceptos morales.

En la etapa que ha seguido al XIX Congreso del Partido Comunista Chino realizado en octubre de 2017, Xi ha insistido en la necesidad del apertrechamiento teórico para hacer que el pensamiento sobre el socialismo con peculiaridades chinas eche hondas raíces en el pueblo, para lo cual se han planteado profundizar en la investigación y la construcción teórica del marxismo, acelerando la creación de unas ciencias sociales y una filosofía con peculiaridades chinas y fortaleciendo la construcción de laboratorios de ideas que deben ser dotados de dichos conocimientos.

En su informe a este Congreso, Xi hizo un llamado  a:  “Que todo el Partido y el pueblo de todas las etnias del país se unan estrechamente en torno al Comité Central del Partido, enarbolen la gran bandera del socialismo con peculiaridades chinas, avancen con un espíritu pujante y se entreguen completamente a su cometido, continúen luchando por cumplir las tres tareas históricas: el impulso de la modernización, la culminación de la reunificación de la patria y la salvaguardia de la paz mundial y la promoción del desarrollo conjunto, hasta lograr el triunfo definitivo en la culminación de la construcción integral de una sociedad modestamente acomodada, conquistar la gran victoria del socialismo con peculiaridades chinas de la nueva época, materializar el sueño chino de la gran revitalización de la nación china y hacer realidad la aspiración del pueblo a una vida mejor”.

He ahí el proyecto chino para la construcción del socialismo, que como se observa ha tenido continuidad en el tiempo, lo cual hace prever que China perseverará en la lucha por su consecución. Nuestro problema es entender esta tarea estratégica en términos de la temporalidad del mismo. Sus tiempos no son los nuestros, he ahí -desde mi perspectiva- la principal dificultad para comprenderlo. La finitud del tiempo occidental –hablando en términos filosóficos- no tiene correspondencia en China donde el carácter infinito del tiempo permite pensar en la realización de obras materiales y sociales en muy largos plazos. He ahí la explicación de la construcción de todos los tramos de la gran muralla china durante 22 siglos de labor continua.

Si la perspectiva socialista en China no fuera realidad, sería difícil comprender que Donald Trump dedicara parte de sus últimos dos discursos en las más recientes asambleas generales de la ONU a desprestigiar su ejecutoria. El 20 de septiembre de 2017 expuso que: “…el socialismo ha sido implementado fielmente. Desde la Unión Soviética hasta Cuba y Venezuela, donde quiera que se haya adoptado el verdadero socialismo o comunismo, se ha generado angustia, devastación y fracaso. Aquellos que predican los principios de estas ideologías desacreditadas solo contribuyen al sufrimiento continuo de las personas que viven bajo estos crueles sistemas”.

Y el 25 de septiembre de 2018: “Prácticamente en todas partes donde se ha intentado el socialismo o el comunismo, ha producido sufrimiento, corrupción y decadencia. La sed de poder del socialismo conduce a la expansión, la incursión y la opresión. Todas las naciones del mundo deberían resistir el socialismo y la miseria que trae a todos”.

¿Por qué preocuparse tanto por una ideología “desacreditada” y “fracasada”?. ¿Sigue creyendo usted amigo lector o lectora que la confrontación que desató Estados Unidos contra China es solo comercial? Saque sus propias conclusiones.


Lo subrayado es nuestro.

No hay comentarios:

Publicar un comentario