jueves, 14 de agosto de 2025

Hiroshima, Nagasaki y el genocidio en Gaza: Semiótica del Horror


Hiroshima, Nagasaki y el genocidio en Gaza:

Cuando ya sea seguro, cuando no haya inconvenientes personales en llamar a las cosas por su nombre, cuando sea demasiado tarde para pedir cuentas a nadie, todo el mundo dirá que siempre estuvo en contra de esto”


Por Rebecca Martin Goldschmidt* y Seiji Yamada* – Voces del Mundo*

Mientras el proyecto sionista colonialista israelí pasa del apartheid y la limpieza étnica a la solución final de su genocidio de décadas, también conmemoramos los 80 años desde los bombardeos nucleares del 6 y el 9 de agosto sobre Hiroshima y Nagasaki. Consideremos cuáles son las implicaciones de recordar el genocidio nuclear en este momento actual de tecnogenocidio en Gaza.

El 24 de octubre de 2023, Omar El Akkad, periodista y novelista egipcio-estadounidense, publicó en X: «Un día, cuando ya sea seguro, cuando no haya inconvenientes personales en llamar a las cosas por su nombre, cuando sea demasiado tarde para pedir cuentas a nadie, todo el mundo dirá que siempre estuvo en contra de esto». El tuit, visto más de diez millones de veces, se convirtió en un libro, One Day, Everyone Will Have Always Been Against This, publicado a principios de este año. Entre las reflexiones sobre el genocidio de los palestinos en Gaza se intercalan reflexiones sobre su propia historia y la de su familia. Como árabe y musulmán, El Akkad reflexiona sobre cómo respondería si le dijeran: «Vuelve al lugar de donde viniste». Piensa para sí mismo: «Si te gustan tanto los gobiernos autoritarios, ¿por qué no vas tú al lugar de donde yo vengo?».

¿Hasta qué punto se puede estar en contra de los bombardeos atómicos? ¿Y cómo ha evolucionado la actitud hacia los bombardeos desde entonces? En 1945, la opinión pública estadounidense estaba a favor de vengar Pearl Harbor y destruir el Imperio japonés. Las representaciones de los japoneses como alimañas o monos suscitaron el apoyo al bombardeo de la población civil de todas las principales ciudades de Japón (excepto Kioto). El bombardeo de Tokio del 9 y 10 de marzo de 1945 dejó unos 100.000 muertos. En conjunto, los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki dejaron entre 150.000 y 246.000 muertos a finales de 1945. Dado el secretismo que rodeaba al Proyecto Manhattan para desarrollar las bombas atómicas, fueron muy pocas las personas que se opusieron a su uso antes de que se lanzaran. Entre ellos se encontraba Leó Szilárd, un físico húngaro que hizo circular una petición durante el verano de 1945, principalmente entre los científicos del Laboratorio Metalúrgico de Chicago, en la que se oponía al uso de esas armas sin dar a Japón la oportunidad de rendirse.

Holocausto etimológicamente es quemarlo todo, Hiroshima y Nagasaki, fueron eso: ¡HOY EN GAZA Y CISJORDANIA EL GENOCIDIO SE REPITE: la historia se repite como farsa y después como tragedia

En 1942, en el territorio continental de Estados Unidos, en virtud de una orden ejecutiva firmada por Franklin D. Roosevelt, los japoneses-estadounidenses fueron despojados de sus tierras y propiedades y encarcelados en campos de prisioneros. Nada parecido se perpetró contra los descendientes de alemanes o italianos. ¿No deberíamos llamar a esto limpieza étnica? ¿Es complicado interpretar la historia a través de categorías modernas? Aunque Harry Truman sugirió que, al evitar la necesidad de invadir el territorio japonés, los bombardeos atómicos salvaron la vida de quizás medio millón de soldados estadounidenses, la mayoría de los historiadores afirman que el Imperio japonés sabía que estaba acabado y la rendición se firmaría en la primera semana de Agosto. El objetivo declarado de los bombardeos atómicos era poner fin a la guerra. Otras razones no declaradas incluían demostrar la nueva arma al que pronto sería el enemigo de la Guerra Fría, la Unión Soviética, y justificar el coste del desarrollo de esa arma ante los contribuyentes estadounidenses. Aunque el resultado final fue la muerte de muchos japoneses, el objetivo declarado no era genocida, por lo que oficialmente no lo llamamos genocidio. (Cabe señalar, sin embargo, que la etimología de «holocausto» es «quemarlo todo», e Hiroshima y Nagasaki fueron sin duda eso).

“Intrínsecamente perversos guerreristas en una guerra nuclear no habrá un ganador, sólo un perdedor, el Género Humano, la Humanidad”... ADDHEE.ONG

En 2025, toda persona racional se opone a la guerra nuclear, ya que incluso una guerra nuclear «limitada» puede provocar un invierno nuclear, lo que puede conducir a la extinción de la especie humana. Sin embargo, el Boletín de Científicos Atómicos acerca cada vez más su Reloj del Juicio Final a la medianoche.

Actualmente, se encuentra a 89 segundos de la medianoche. Los hibakusha (supervivientes de la bomba atómica), ahora en su mayoría octogenarios, claman: «¡No más Hiroshimas! ¡No más Nagasakis! ¡No a las armas nucleares! ¡NO A LA GUERRA!». A medida que se acerca el 80º aniversario, los activistas por Palestina en Hiroshima intentan centrarse este momento no sólo en los miles de japoneses, coreanos y otras personas que murieron y resultaron heridas en el genocidio nuclear, sino también significarlo como un día de protesta contra el genocidio actual en Gaza y la limpieza étnica en toda Palestina.

A los 80 años del genocidio de Hiroshima y Nagasaki, y los 80 años de la acción ilegal de las Naciones Unidas. Su resolución sobre la partición del territorio de la Nación Palestina, del 29 de noviembre de 1947, número 18 de la Asamblea de Naciones Unidas, le concede al sionismo el 52%, y a los Palestinos el 46% de su propia tierra. La falsificación de la historia que nadie se responsabiliza... ADDHEE.ONG

Al conmemorar los 80 años desde la bomba, también debemos incluir la historia del imperialismo japonés, que ha sido borrada de la Ceremonia Conmemorativa de la Paz sancionada por el Estado en Hiroshima. La derrota del Imperio japonés debe considerarse como la liberación de los pueblos de Asia y el Pacífico del brutal dominio colonial de Japón. El eco del imperialismo japonés continúa de diversas formas neocoloniales en toda Asia a través de la explotación económica, territorial y laboral, el turismo y la industria del sexo, por no mencionar la ocupación continuada de las tierras ainu en Hokkaido y las tierras ryukyu en Okinawa. De hecho, consideramos que la propia ceremonia es un ritual de refuerzo de la mitología nacional japonesa y del sistema nacionalista del emperador que «necesita» armas nucleares. Incluso la forma en que se impone la «paz» en Hiroshima a través de la «oración silenciosa» es una manipulación fascista de las expresiones de dolor y rabia de la gente. La ciudad de Hiroshima ha convencido al público de que doblar grullas de papel y llevar a los niños a visitar el Parque de la Paz es suficiente para lograr la «paz».

“Hiroshima, la ciudad internacional de la paz”: hipócritas, mentes canijas, intrínsecamente perversos, ADDHEE.ONG

En 2024, con el genocidio de los palestinos en pleno apogeo, la ciudad de Hiroshima invitó vergonzosamente a un delegado israelí a asistir a la Ceremonia Conmemorativa de la Paz de Hiroshima, sin invitar a ningún representante de Palestina. Por su parte, las autoridades de la ciudad de Nagasaki retiraron la invitación al delegado israelí. Este año, Hiroshima envió «notificaciones» en lugar de «invitaciones» para tratar de evitar la controversia sobre qué países están invitados y cuáles no. Esta actitud de «lavado de paz» es compartida por la mayoría de la sociedad japonesa, que en general tampoco está informada de las atrocidades cometidas por sus antepasados en nombre del emperador.

En The World After Gaza, Pankaj Mishra nos ofrece una visión general de la forma en que el Holocausto, el genocidio de los judíos europeos por los nazis, llegó a servir de justificación ideológica para el proyecto sionista de apartheid, limpieza étnica y, ahora, la solución final del genocidio. Del mismo modo, Hiroshima y Nagasaki son las historias de victimismo definitivas que los nacionalistas japoneses utilizan para justificar la militarización, el desarrollo tecnológico y armamentístico, y la colaboración continua con el Gobierno israelí. El programa Aichi-Israel Matching, que conecta a las empresas emergentes israelíes de tecnología armamentística con el corazón industrial de Japón, es el ejemplo perfecto. El fondo de pensiones japonés (¡el más grande del mundo!) tiene una fuerte inversión en bonos israelíes, así como en fabricantes de armas como Elbit Systems (Israel), Lockheed Martin (EE. UU.) y BAE Systems (Reino Unido). Empresas japonesas como Kawasaki están comprando drones a Israel, mientras que Mitsubishi Heavy Industries fabrica piezas para la cadena de suministro del F-35.

Mientras tanto, en las últimas elecciones, el partido trumpista Sanseito ganó 14 escaños en el Gobierno gracias a su retórica xenófoba difundida en YouTube, que aprovecha los temores japoneses a la contaminación extranjera y la pérdida de la cultura japonesa «pura». Este renovado interés por el racismo manifiesto, junto con el rápido desarrollo de la industria armamentística de inteligencia artificial en colaboración con un Estado genocida, es lo que en japonés consideraríamos «abunai»: ¡peligroso!

Estados Unidos tiene un depósito de 90 armas nucleares en Israel/Asia Occidental. ¡Bajo la custodia del sionismo genocida israelí! ...

Nuestro punto más urgente desde la zona cero de Hiroshima es este: Palestina es una cuestión nuclear. Israel posee unas 90 armas nucleares y es, en la práctica, un depósito de armas nucleares de Estados Unidos en Asia Occidental. Varios de sus representantes gubernamentales han pedido el uso de armas nucleares en Gaza. La reciente guerra semi-nuclear con Irán destruyó instalaciones de producción de combustible nuclear, lo que sin duda provocó una contaminación química y radiactiva que nadie está dispuesto a reconocer, y demostró lo preparado que está Israel, con el apoyo de Estados Unidos, a arrastrar a la región hacia una guerra nuclear. Las afirmaciones de Hiroshima de ser una «ciudad internacional de la paz» comprometida con la abolición de las armas nucleares suenan egoístas y huecas, ya que permanece completamente silenciosa sobre la realidad nuclear de Palestina y sigue ocultando los propios crímenes de guerra de Japón. Como lucha de liberación indígena, Palestina también está conectada con el movimiento #LandBack, que se cruza con la lucha contra el colonialismo nuclear, desde las Islas Marshall hasta Semipalatinsk, Kazajistán, la Nación Navajo, Shinkolobwe en el Congo, los aborígenes australianos y muchos más.

El dolor de Hiroshima, Nagasaki y todas las matanzas y atrocidades de los últimos 80 años son reales y aún hoy nos persiguen. Tanto el movimiento antinuclear como los movimientos de liberación de Palestina también surgieron y se desarrollaron durante estos mismos 80 años. Para los activistas por Palestina en Japón ven más allá de la fachada del 80º aniversario de Hiroshima y se dan cuenta de que el sistema imperial japonés, al igual que el británico, el estadounidense, el alemán, etc., no ha cambiado realmente, se ha limitado simplemente a variar de forma. Desde hace casi dos años, estamos siendo testigos de un genocidio en Gaza, en el que los perpetradores han jurado eliminar a los amalecitas o «animales humanos». Como si Israel estuviera experimentando con una mezcla de asesinar, hemos visto a niños y mujeres destrozados por bombas, tiroteados por francotiradores y ahora muertos de hambre. Los contribuyentes estadounidenses y de la Unión Europea/OTAN  financiamos esto. Los participantes en el plan de pensiones japonés financian esto. Nuestros gobiernos y sus amigos corporativos suministran las armas y proporcionan cobertura diplomática. No debemos permitir que nuestros gobiernos se apropien de nuestras historias de dolor y sufrimiento para justificar más dolor y sufrimiento. No debemos esperar hasta que sea seguro, hasta que no haya inconvenientes personales en llamar a las cosas por su nombre, hasta que sea demasiado tarde para pedir cuentas a nadie. Debemos hacer todo lo posible para oponernos al apartheid, la limpieza étnica y el genocidio. Debemos luchar por la liberación de Palestina y la liberación de todos los pueblos de la dominación, la militarización y las economías de las malditas guerras imperialistas.

*Rebecca Maria Goldschmidt es una artista y trabajadora cultural dedicada a proyectos artísticos y de investigación basados en el lugar. Su obra reciente refleja estudios sobre las prácticas culturales y territoriales de sus antepasados judíos y filipinos. Es cofundadora de LAING Hawai’i, una organización dedicada a la preservación de lenguas patrimoniales, y directora de programas del Queer Mikveh Project. Obtuvo su máster en Bellas Artes por la Universidad de Hawái en Mānoa, Honolulu, en 2020, y actualmente cursa estudios de doctorado como becaria MEXT en Escultura en la Universidad de la Ciudad de Hiroshima, en Japón. Es copresentadora de CounterPunch Radio.

*Seiji Yamada es natural de Hiroshima. Es un médico de familia que ejerce y enseña en Hawái. 

*Originalmente publicado en CounterPunch.

 

Hiroshima y Nagasaki: Semiótica del Horror

Sus hongos nucleares no sólo se alzaron como fenómenos físicos: se convirtieron en íconos propagandísticos. La imagen del hongo atómico fue rápidamente integrada a la cultura visual de la posguerra. En lugar de ser símbolo de horror, fue estetizada, vaciada de su carga crítica, convertida en arte pop, en ironía, en advertencia aséptica.


Por Prof. Fernando Buen Abad/catedrático, escritor y analista internacional/Addhee.ong

Toda la historia del siglo XX está marcada por heridas que no cicatrizan. Dos de ellas, Hiroshima y Nagasaki, no son simples episodios del pasado: son signos ardientes, nódulos semióticos de una violencia capitalista imperialista que se perpetúa y se renueva. Han pasado décadas desde que Estados Unidos lanzó las primeras bombas atómicas sobre población civil, pero el horror no ha sido desmontado, no ha sido juzgado, no ha sido reparado. La “era nuclear” no se cerró: se institucionalizó como una nueva forma de chantaje político y dominación ideológica. Un mensaje asesino contra todo proyecto socialista usando a Japón como caja de resonancia mundial.

Desde nuestra Filosofía de la Semiosis, y con los principios del Humanismo de Nuevo Género, urge una crítica profunda que no se quede en la condena moral superficial ni en el revisionismo inocuo. Lo que sucedió en Japón en agosto de 1945 fue una operación completa de semiosis macabra capitalista determinista: el capital, en su fase imperialista, habló con el lenguaje más brutal posible. No sólo destruyó ciudades; instauró un régimen de signos cuyo objetivo era disciplinar a la humanidad entera mediante el miedo tecnológicamente gestionado.

La era del chantaje nuclear del imperialismo estadounidense/yanqui

Este texto no pretende conmemorar. Pretende desactivar la bomba semiótica que sigue explotando cada día. Un poder que no actúa sólo con bombas, sino con signos de extorsión oligarca empresarial plutocrática a través de los medios mediáticos globalizados, de la telebasura/internet. La operación atómica de Hiroshima y Nagasaki no fue sólo odio de clase bélico: fue una comunicación de muerte dirigida al planeta entero. El mensaje siniestro, perverso era claro: quien no se someta al orden capitalista determinista, globalizado, hegemónico será destruido sin contemplación, sin ética, sin responsabilidad histórica. Su bomba fue diseñada no sólo para matar, sino para significar. En un escenario donde Japón ya estaba militarmente derrotado y buscaba la rendición, el ataque atómico fue innecesario desde el punto de vista militar. Pero fue absolutamente necesario desde el punto de vista semiótico imperialista. Era el nacimiento de un nuevo orden de signos: la era del chantaje nuclear, la era del control simbólico mediante la destrucción ejemplar.

Sus hongos nucleares no sólo se alzaron como fenómenos físicos: se convirtieron en íconos propagandísticos. La imagen del hongo atómico fue rápidamente integrada a la cultura visual de la posguerra. En lugar de ser símbolo de horror, fue estetizada, vaciada de su carga crítica, convertida en arte pop, en ironía, en advertencia aséptica. Así, el poder imperial logró un objetivo doble: destruir materialmente y neutralizar simbólicamente la resistencia. Uno de los escándalos más elocuentes de Hiroshima y Nagasaki es el silencio cómplice de muchas corrientes intelectuales liberales. Mientras miles de cuerpos eran calcinados, el humanismo burgués se replegaba en retóricas ambiguas. Se refugiaba en categorías abstractas como “el fin justifica los medios” o “la lógica de la guerra”.

Pero el Humanismo de Nuevo Género no acepta esa cobardía ética. Comprende que cada estructura semiótica está atravesada por relaciones de clase, y que el humanismo tradicional ha servido históricamente para legitimar la barbarie  capitalista cuando esta beneficia a las élites empresariales oligarcas plutocraticas. No basta con proclamar amor al ser humano en general. Hay que asumir que ese “ser humano” está dividido por clases, por razas, por géneros, por geografías. Y que hay un tipo específico de humanidad –la humanidad proletarizada, racializada, colonizada– que fue la víctima de Hiroshima y Nagasaki. La neutralidad ante este crimen es, en sí misma, una forma de participación en el crimen. El silencio es una forma de autorización. El eufemismo es una forma de complicidad. Y la estetización del horror es una forma de legitimación simbólica.

Desde nuestra postura como Filosofía de la Semiosis, Hiroshima no puede interpretarse simplemente como un acontecimiento “físico” o “militar”. Es un relato con sentido condensado, una unidad semiótica de altísima densidad histórico-criminal. La bomba atómica fue el producto final de una larga cadena de mediaciones simbólicas, ideológicas, técnicas y económicas. Fue el resultado de una semiosis planificada por el capitalismo salvaje, que convirtió la ciencia en tecnología de exterminio. Las ciencias físicas, al servicio del capitalismo determinista globalizado/hegemónico, no producen neutralidad, producen devastación con cálculo humano y material. El conocimiento científico, si no está atravesado por una ética revolucionaria, puede ser instrumentalizado como herramienta de opresión, represión y de muerte.

Su bomba es, entonces, el epítome de la semiosis capitalista: toma la materia, la convierte en poder destructivo, y le agrega un sentido liberal burgués. No basta con asesinar: hay que hacerlo de tal forma que la muerte funcione como mensaje disciplinador y como un negocio histórico. Cada ciudad bombardeada se volvió un signo. Cada cuerpo carbonizado fue un texto tatuado en la memoria de los pueblos. Cada fotografía de los efectos de la radiación es parte de una pedagogía del horror que el capitalismo  imperialista sigue administrando para imponer su hegemonía. Lo más perturbador es cómo Hiroshima fue absorbido por la cultura de masas y convertido en entretenimiento de los medios mediáticos globalizados de la telebasura/internet. La memoria del crimen fue desplazada por su representación espectacular. Películas, cómics, videojuegos y hasta publicidades han utilizado el imaginario nuclear como atractivo visual.

Este fenómeno no es accidental: es parte del dispositivo semiótico de normalización del terror. La estetización del hongo atómico es una estrategia de neutralización de su carga política. Se trata de vaciar el signo de su contenido histórico para que pueda ser consumido sin culpa. El capitalismo  determinista imperialista se apropia del horror y lo convierte en mercancía simbólica. La cultura hegemónica no distorsiona Hiroshima para evitar que se repita, sino para consolidar su relato de poder: “Miren lo que somos capaces de hacer”. Su bomba dejó de ser una advertencia para convertirse en un ícono de supremacía tecnológica. Así se produce una semiótica invertida: lo que debió ser el símbolo del límite moral de la humanidad se convirtió en el símbolo de la omnipotencia del imperio  capitalista estadounidense.

Desde nuestra visión con Humanismo de Nuevo Género, crimen masivo se impone como sujeto político. No debe ser diluido con compasión pasiva, sino con compromiso activo. Creer que Hiroshima fue una excepción histórica es un error, fue el inicio de una nueva forma de guerra. Desde entonces, la lógica del exterminio como forma de comunicación política se ha globalizado. Las intervenciones de la OTAN, los drones asesinos, las sanciones económicas que asesinan poblaciones enteras, son formas derivadas de Hiroshima. Cambian los medios, pero se mantiene la semiosis: el uso de la muerte como mensaje. Hiroshima fue el laboratorio semiótico perfecto. La expansión de ese modelo se ve hoy en Palestina, en Yemen, en Libia, en Siria, en Haití, en Venezuela, en Irán. El capitalismo imperialista ya no necesita sólo bombas atómicas para disciplinar, usa también sus medios de comunicación, algoritmos, bloqueos y desinformación como máquinas de guerra cognitiva.

Frente a este dispositivo de dominación simbólica, el Humanismo de Nuevo Género propone una contra-semiosis. No se trata sólo de protestar, sino de generar nuevos sentidos, nuevas formas de narrar la historia, nuevas prácticas de memoria activa. La crítica no debe limitarse al análisis. Debe organizarse como intervención. Hay que crear espacios donde la memoria de Hiroshima sea politizada, no museificada. Hay que devolverle a ese signo su potencia transformadora. Nuestra Filosofía de la Semiosis debe ponerse al servicio de la emancipación. No puede ser neutra ni “académica” en el sentido burocrático burgués. Debe articular teoría con práctica, lenguaje con organización, crítica con acción colectiva.

No se trata sólo de construir “otro relato”, hay que desmontar el sistema de signos del capital. No se trata de contar mejor la historia, sino de transformar su curso. Hiroshima y Nagasaki no son pasado. Son presente permanente. La bomba sigue cayendo, no con uranio enriquecido, sino con significados empobrecidos, con imágenes manipuladas, con discursos legitimadores. Nuestro Humanismo de Nuevo Género no olvida. No perdona. No neutraliza ni naturaliza. Asume el dolor de Hiroshima y Nagasaki como punto de partida para una ética revolucionaria. Asume la responsabilidad de interrumpir la cadena de signos que perpetúan la barbarie capitalista salvaje. Mientras el crimen siga impune, la crítica no puede detenerse. Mientras los responsables sigan gobernando el mundo, la semiosis emancipadora debe profundizarse. Nuestra tarea no es sólo recordar o lloriquear Hiroshima, sino impedir que se repita en cada esquina del planeta. Y para eso, se necesita más que memoria: se necesita organización, lenguaje, filosofía, lucha. Plan de lucha semiótica.

“Luchar es vivir, sólo merecen la libertad y la vida quienes cada día las conquistan, ¡Sapere Aude!

Lo subrayado/interpolado es nuestro.

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