lunes, 4 de agosto de 2025

Estados Unidos amenaza con abandonar la Organización de Estados Americanos si no sigue sus órdenes: ¿es el Emperador, o no?

Estados Unidos amenaza con abandonar la Organización de Estados Americanos si no sigue sus órdenes: ¿es el Emperador, o no?

Por Álvaro Verzi Rangel/escritor y analista internacional/CLAE

El gobierno Estados Unidos sacudió  la Asamblea General de la Organización de los Estados Americanos (OEA) al amenazar con abandonar el organismo, alegando su «incapacidad» para abordar las crisis en Venezuela y Haití. Más allá de la importancia política del único foro panamericano, Estados Unidos es el principal donante económico de la OEA y sus aportes representan la mitad del presupuesto del organismo.

El argumento de Landau se basa en que EEUU financia el cincuenta por ciento del presupuesto anual de la organización  y no influye en su agenda geopolítica.

La amenaza cobra mayor dramatismo habiendo cuenta que la Administración de Trump no ha pagado todavía su cuota correspondiente a 2025. Pese a sus críticas al multilateralismo y sus recortes presupuestarios a Naciones Unidas y otros organismos mundiales, el gobierno de Trump no había sido hasta ahora tan abiertamente crítico con la OEA. Ni siquiera lo fue en marzo pasado, cuando una alianza entre países caribeños y gobiernos progresistas  logró  nombrar como nuevo secretario general al surinamés Albert Ramdin, quien apuesta por el «diálogo» con Venezuela.

El número dos de la diplomacia estadounidense, Christopher Landau, quien participó en el foro celebrado en Antigua y Barbuda con un duro discurso ante los cancilleres y representantes de los Estados miembros en representación del secretario de Estado, Marco Rubio, fue quien expresó la amenaza. Criticó duramente a la OEA por no haber hecho «nada sustancial» ante lo que calificó como un «descarado fraude electoral» cometido por Nicolás Maduro, quien asumió un nuevo mandato pese a las denuncias por parte de la oposición, aupada y financiada por su gobierno.

Landau advirtió que el Departamento de Estado está evaluando, por orden del propio Trump, la permanencia de Estados Unidos en diversos organismos internacionales, incluida la OEA. «Para ser sincero, no tengo claro cómo terminará esta revisión», avisó el subsecretario de Estado.

 “Si somos incapaces de responder o remediar una situación en la que un régimen ignora abiertamente las normas internacionales y amenaza la integridad territorial de su vecino (Guyana), entonces debemos preguntarnos: ¿Qué sentido tiene esta organización?», cuestionó Landau al acusar a Venezuela. También se refirió a la crisis en Haití, sumido en la violencia de las bandas criminales y con un gobierno de transición paralizado por disputas internas y acusaciones de corrupción.

«Si la OEA no está dispuesta o no puede desempeñar un papel constructivo en Haití, nos preguntamos seriamente ¿Por qué existe?», insistió, en un discurso pleno de amenazas, donde dejó el mensaje de que la Casa Blanca no financiará un organismo multilateral que no respeta su agenda geopolítica regional

“Como ustedes sabrán, el presidente Trump emitió una orden ejecutiva en los primeros días de esta Administración indicando al Secretario de Estado que, en seis meses, revisará todas las organizaciones internacionales de las que EEUU  es miembro para determinar si dicha membresía está en los intereses del país y si dichas organizaciones pueden ser reformadas. Al concluir esa revisión, el Secretario debe informar sus conclusiones al Presidente y recomendar si Estados Unidos debe retirarse de alguna de esas organizaciones. Esa revisión sigue en curso, y obviamente la OEA es una de las organizaciones que estamos revisando», recordó Landau.

«El secretario Rubio y yo debemos poder decirle a nuestro Presidente y a nuestro pueblo que nuestra inversión sustancial en esta organización beneficia a nuestro país», añadió. El secretario General de la OEA, Albert Ramdin, quien ya recibió presiones puntuales por parte de Marcos Rubio, se niega a caracterizar al gobierno de Nicolás Maduro como una dictadura.

Ramdin sucedió a Luis Almagro, que tenía una posición sin fisuras acorde a las política estadounidenses y sobre Maduro, pese a los cuestionamientos constantes de los presidentes Lula da Silva, Claudia Sheinbaum y Gustavo Petro. Desde su llegada a la cúpula de la organización, en 2015, el  uruguayo Almagro se esforzó en restablecer la hegemonía estadounidense en la región.

Las palabras de presión de Landau no llegaron solas: estuvieron acompañadas de una solicitud concreta: instó a los Estados miembros a respaldar a la candidata de Estados Unidos para integrar la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), la disidente cubana Rosa María Payá, ferviente crítica del gobierno cubano, hija del también disidente Oswaldo Payá, quien murió en 2012 en un accidente de tráfico.

El progresismo y a izquierda latinoamericana y caribeña perciben a la OEA como el “Ministerio de las Colonias de Estados Unidos”. lL sede del Consejo Permanente de la OEA es un imponente edificio de mármol –donado por Andrew Carnegie, el gran barón de la siderurgia, a la Unión Panamericana (antecesora de la OEA)– situado a menos de un kilómetro de la Casa Blanca.

Tras el discurso de Landau, la canciller colombiana Laura Sarabia respondió al posicionamiento de Estados Unidos afirmando que la OEA es el espacio adecuado para debatir los desafíos de la región, y subrayó que tanto Venezuela como Haití «deben participar» en la búsqueda de soluciones a las crisis que atraviesan. “Necesitamos fortalecer la organización, necesitamos fortalecer la unidad de la región, y estamos de acuerdo en que este es el escenario donde debemos discutir los desafíos que tenemos como región”, apuntó. ¿y tomar decisiones?

En pocas ocasiones los países de América Latina y el Caribe han logrado constituir una mayoría en el Consejo Permanente con el objeto de sublevarse contra las posiciones de Washington, como sucedió con los conflictos marítimos que enfrentaron a Estados Unidos con Perú y Ecuador a finales de los años 1960, durante la Guerra de las Malvinas, en 1982, o en el momento de la invasión estadounidense de Panamá, en 1989-1990. Pero incluso en estas situaciones, Washington ha ignorado las resoluciones de los Estados miembro y ha actuado de manera unilateral.

Ahora, el Consejo Permanente aprobó por consenso mantener para 2026 las cuotas de recaudación de los Estados miembros en 93 millones de dólares, la misma cifra que el año anterior. Asimismo, se aprobó la elaboración de un plan para atender la “crisis de salud mental” en la región, se elogió el legado del fallecido papa Francisco, y se acordó conmemorar los 250 años de la independencia de Estados Unidos, así como el bicentenario de Bolivia y Uruguay.

*Sociólogo  y analista internacional, Codirector del Observatorio en Comunicación y Democracia y analista senior del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)

Trump desprecia una América Latina balcanizada

Editorial – Observatorio en Comunicación y Democracia (Comunican)

Desprecio y castigo, son las bases de la política punitiva del gobierno de Donald Trump hacia América Latina y el Caribe, profundizando una lógica de hostigamiento, basada en sanciones, deportaciones masivas, amenazas de anexión territorial, aplicación de aranceles y recortes de ayuda a quienes no se alineen directamente a su gestión.

Y el trabajo se le facilita: no existe una posición regional ante EEUU porque vivimos la mayor fragmentación y fractura política de América Latina desde la década de 1960. América Latina está totalmente balcanizada. Nuestros mecanismos asociativos no funcionan: el Mercosur vive empantanado, la Alianza del Pacífico dejó de existir y la Celac no llega a consensos. EEUU, con Trump, siempre va a combinar incentivos y sanciones, no solo coerción.

Mike Hammer, principal diplomático de Estados Unidos en La Habana, anunció que Washington tiene previsto endurecer su política de aniquilación de la economía cubana, en continuidad a las medidas tomadas por el presidente Donald Trump desde su regreso a la Casa Blanca, como la reinclusión de la isla en la lista estadounidense de Estados Patrocinadores del Terrorismo, el endurecimiento de las normas sobre remesas y la cancelación de programas migratorios de la era Biden.

El régimen de Donald Trump quiere que las naciones de América Latina y el Caribe aporten las tropas para intervenir en Haití, mientras que Estados Unidos se encargaría del financiamiento. El objetivo es acallar la violencia que se vive en Haití, el país más pobre del hemisferio y, eventualmente, sustentar el poder de Washington en el cada vez más convulso Mar Caribe.

Inició conversaciones informales con miembros de la Organización de los Estados Americanos (OEA) para que en su nombre su haga la operación, en la suposición de que, al tratarse de una problemática regional, debería ser desde este organismo internacional que se ensaye una respuesta armada responsable de combatir al crimen organizado y armado desde EEUU, que se ha adueñado de la nación caribeña.

Más allá del objetivo declarado de combatir a la inseguridad, Estados Unidos obtendría otro tipo de ganancia: volver a situar bajo su control a la OEA luego de la elección de sus recientes autoridades (el surinamés Albert Ramdin como Secretario General y la colombiana Laura Gil como su adjunta). Y EEUU recuperaría su dominio sobre el Mar Caribe, su tradicional “Mare Nostrum”, en el que conviven diversas expresiones críticas al poder hegemónico.

Controlar el patio trasero

El segundo régimen de Donald Trump ha convertido América Latina y el Caribe en un «laboratorio de control» de la política internacional MAGA (Make America Great Again). Es importante tener en cuenta la particularidad de América Latina y el Caribe como una amalgama de 33 países que geopolíticamente constituye la zona de proyección inmediata de Estados Unidos.

Se trata de una fórmula singular ya que la región es su zona de influencia histórica, donde Washington busca poner a prueba su capacidad de mando, subordinación y extorsión a partir de agendas específicas como migración, seguridad, control fronterizo, defensa, comercio e inversión, suprimiendo temáticas vinculadas a medio ambiente, transición energética, cooperación internacional y tecnología.

América Latina y el Caribe adquirieron una importancia indiscutible por el rápido y sostenido avance comercial, financiero, tecnológico y de infraestructura de China en la región. En 2024, las transacciones comerciales entre ambas partes alcanzaron los 518.465 millones de dólares, con la expectativa de que podrán llegar a 700 mil millones en 2035.

Hay analistas que advierten que Trump llega frustrado con América Latina por lo que no logró en su primer mandato. y ya ha dejado a la intemperie esa mezcla de desinterés y furia. Estados Unidos atraviesa un estado calamitoso, una suerte de impotencia, que él resuelve con una prepotencia total.

Dice que va a recuperar a Estados Unidos, pero lo hace desde la debilidad que él mismo plantea. Para Trump –el de 2016 y el ahora- todo lo referido a América Latina era parte de una agenda negativa: criminalidad, narcotráfico, migración. América Latina no tenía ningún valor positivo.

Considera que la región es irrelevante para Estados Unidos y, a su vez, le dice que debe comportarse de una manera determinada para ser merecedora de algo positivo. La imagen de América Latina como dependiente cruza a muchas administraciones, más allá de Trump, pero con él se vuelve algo recargado, que tiene además un componente de revancha.

El libro de su último secretario de Defensa, Mark Espert, A Sacred Oath: Memoirs of a Secretary of Defense During Extraordinary Times, cuenta que lo que Trump quería era incrementar el bloqueo total a Cuba, iniciar una política de ataque en laboratorios de fentanilo en México y derrocar a Nicolás Maduro en Venezuela. Trump sigue teniendo, en parte, esa agenda, además de apoderarse del Canal de Panamá. Pero llega frustrado con América Latina por lo que no logró en su primer mandato.

Estados Unidos controló el canal hasta 1977, cuando por un acuerdo entre Jimmy Carter y Omar Torrijos ordenó la devolución de su jurisdicción, de manera gradual, hasta completarla en 1999. Este acuerdo incluyó una cláusula de neutralidad en su operación. Trump se basó en ello para denunciar el manejo chino del canal e intentar apoderarse de él.

Cabe recordar que su nivel de desinterés en la región en su primer régimen fue total. Fue el primer presidente, en más de 60 años, en no hacer ninguna visita oficial a un país latinoamericano, ya que solo asistió a la cumbre del G20 en Argentina, en 2018.

Amerika para los amerikanos/yanquis”

Trump retoma la Doctrina Monroe, pero con un matiz. Ahora, en el caso de la influencia de China, no hay ninguna expansión militar china sino que, lo que vemos, es que hay un actor que ingresa y se proyecta en América Latina con recursos, inversión, asistencia, presencia.

Estados Unidos exige compromisos sin recursos. Es decir, quiere que los países de América Latina lo sigan sin poner un dólar, lo que es absolutamente equívoco y puede hacer mucho daño. En la medida en que la brecha entre menos recursos y más compromisos sea más grande, Washington se va a volver más retaliatoria, va a recurrir más a la amenaza de la fuerza y va a jugar en el límite del chantaje.

¿Le importa América Latina?

En su primer régimen no realizó ni una visita oficial a algún país de la región. Ni siquiera estuvo presente en la Cumbre de las Américas de Perú ese mismo 2018. Pero en este período Trump parece decidido a patear el tablero. Cortar la inercia del siglo XXI que evidencia un crecimiento de la importancia de China en la región y volver a poner a Estados Unidos en el centro de la escena, son puntos fundamentales de su mirada hemisférica.

Tal como lo esbozó en su campaña presidencial, Trump viene aplicando su cruzada contra los millones de inmigrantes ilegales del país. Prometió llevar adelante la mayor operación de deportación masiva en la historia del país, con un millón de personas deportadas por año, y, lamentablemente, lo va cumpliendo.

Trump “vuelve” a la región con un propósito básico: intenta recuperar y afianzar la condición distintiva de América Latina como esfera de influencia excluyente. Joe Biden había puesto atención a Latinoamérica sin hacerla su prioridad y había designado a su vicepresidenta, Kamala Harris, como la encargada de gestionar las causas de la migración desde el llamado Triángulo Norte (conformado por Guatemala, Honduras y El Salvador), aunque sin mayores logros.

De todas maneras, durante su mandato logró el récord de más de cuatro millones de deportados, aunque sin hacer mucho alarde de ello, como sí lo pretende Trump.

Trump ha cerrado, con intención de eliminarla, la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID, por sus siglas en inglés). Esta entidad contaba con un presupuesto de miles de millones de dólares, destinados al financiamiento para programas sociales y sanitarios a lo largo y ancho de todo el planeta (y por ende también en América Latina).

Además de dejar de involucrarse en esos programas, otra acción subyacente de la USAID era promover los valores estadounidenses en terceros países, por ejemplo, mediante su accionar con medios de comunicación, organizaciones de derechos humanos y otras que luchaban contra la corrupción. Es decir, ejercía como un canalizador de los intereses de Estados Unidos en otras latitudes, desplegando presión principalmente sobre algunos régimens que no comulgaban con Estados Unidos.

Esta situación abre un nuevo interrogante sobre la capacidad de influir de Estados Unidos en América Latina ¿El corte de fondos para USAID y otros programas del estilo facilitará la penetración de China ocupando esos lugares? No es menor considerar que China ha aumentado su presencia en temas culturales en países latinoamericanos (por ejemplo, difundiendo Institutos donde se expresa la cultura china, generando acuerdos con universidades, entre otras medidas).

¿Qué estrategia tendrá el régimen de Trump para frenar el avance chino y volver a apuntalar a Estados Unidos como la potencia hegemónica por excelencia en América Latina? ¿Buscando profundizar vínculos, inversiones y ofertas comerciales o mediante la imposición por la fuerza y amenazas, mediante subordinación?

La aplicación de aranceles al resto de los países del mundo, incluyendo los latinoamericanos, abre un nuevo escenario de las relaciones entre ambas partes. Parece difícil vislumbrar un mayor acercamiento entre los Estados de la región con una potencia que decide refugiarse en su producción interna, poniendo trabas a vínculos comerciales que llevan alrededor de dos siglos de existencia, y amenazando con sanciones a quien ose cuestionar estas medidas.

Trump insinuó que puede dejar de comprar petróleo a Venezuela porque «no lo necesita». Falso: Venezuela es el cuarto exportador de petróleo de Estados Unidos. Decir que su petróleo es irrelevante es relativo. Ya en su primer régimen intentó un bloqueo que desfinanció a Venezuela.

Otro aspecto relevante es el acercamiento a presidentes ultraderechistas que adulan su figura y su construcción política. A Nayib Bukele, presidente de El Salvador, la gira del secretario de Estados Marco Rubio le sirvió para acercar posiciones con el presidente estadounidense, a quien le ofreció la famosa “megacárcel” de su país para recibir deportados.

Mientras, el ultraconservador presidente argentino Javier Milei, se esfuerza por ser el de mayor seguidismo a las posturas de Trump hacia la región, participando activamente los encuentros de la CPAC (Conferencia de Acción Política Conservadora). A sus votos en las resoluciones de Naciones Unidas, se le sumó la propuesta para buscar un Tratado de Libre Comercio de Argentina con Estados Unidos (lo que podría significar romper vínculos con sus socios del Mercosur).

Daniel Noboa, reelecto presidente de Ecuador, es otro seguidor de Trump, e incluso ha propuesto reabrir la base militar que Estados Unidos operaba en la ciudad de Manta (cerrada en 2009 por el entonces mandatario Rafael Correa), así como también acercar vínculos con grupos estadounidenses con el pretexto de la necesidad de colaboración para enfrentar el aumento de la violencia criminal en el país en los últimos años (incluso contratando a los mercenarios de Blackwater).

Su libreto exige enfrentarse a los díscolos gobernantes de América latina, la que él, como muchos de sus antecesores, considera el patio trasero de Estados Unidos .En la primera semana de régimen Trump se enfrentó a su homólogo de Colombia, Gustavo Petro, por las deportaciones de migrantes y ahora, a través de su Secretario de Estado, Marco Rubio, trata de desestabilizar el régimen.

En la segunda semana, atacó la presidenta de México, Claudia Sheinbaum, por el control de la frontera y hasta hoy mantiene tensiones. Le cuesta asumir que se tratan de países independientes. La tensión con México comenzó cuando Trump dijo que iba a imponer aranceles del 25% a los productos mexicanos a partir del primero de febrero. Pero, luego de dialogar con Sheinbaum, esa suba arancelaria fue pausada durante treinta días, a cambio de que México desplegara diez mil efectivos en la frontera para controlar la migración y el tráfico de fentanilo.

En su gira centroamericana el secretario de Estado Marco Rubio, logró acuerdos con El Salvador y Guatemala para acelerar deportaciones desde el norte. Mientras para consumo periodístico interno y externo Trump sigue con sus peroratas contra los países latinoamericanos, y marca un cambio en el posicionamiento estadounidense y del propio Trump para con Venezuela.

En su anterior régimen había reconocido al títere Juan Guaidó como “Presidente encargado”. Ahora pareciera esgrimir una postura más pragmática, ya que sin reconocer oficialmente al régimen de Nicolás Maduro, entabló algunas negociaciones a través de su enviado especial, Richard Grenell, quien negoció la liberación de ocho ciudadanos estadounidenses detenidos en Venezuela a cambio de recibir deportados en su país.

Trump juega en este mandato con una ventaja: los organismo de integración y coordinación regionales no funcionan: Estados Unidos y la ultraderecha gobernante en algunos de nuestros países han logrado desarticularlos.

Colectivo del Observatorio en Comunicación y Democracia (Comunican), Fundación para la Integración Latinoaamericana (FILA)

Lo subrayado/interpolado es nuestro

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