Piñera debe renunciar.
“A los valerosos jóvenes que se niegan a sobrevivir de rodillas en el Chile virtual de la sofofa, luchan – “luchar es vivir” – por darle sentido a sus vidas, cambiando el terrorista y perverso sistema capitalista salvaje”…
Por Eduardo Contreras Mella/ Abogado, escritor,
comunicador social, analista internacional/ Barómetro Latinoamericano/ADDHEE.ONG:
El justo clamor nacional para que el inepto
mandatario deje la Presidencia de la República de Chile crece día a día y el
reciente y lapidario Informe de Amnistía Internacional respalda y justifica
ampliamente ese clamor. Consta allí el enorme saldo de asesinados, torturados,
prisioneros, resultado de la represión ordenada por el empresario sofofo.
Si a ello sumamos la ausencia total de respuestas serias a las justas demandas
del pueblo se explica sobradamente la justeza del reclamo nacional.
Piñera debe irse, ahora ya, y luego deberá
aplicarse los mecanismos previstos respecto de su reemplazo y, finalmente,
convocarse a nuevas elecciones presidenciales.
En rigor la “crisis” chilena es extremadamente
seria e importa una derrota no sólo para el régimen sino para todas las
fuerzas políticas reaccionarias del país. Así lo demuestra el acelerado rechazo
nacional a un espurio acuerdo de los partidos más derechistas con otros de
centro derecha y más de algún despistado “progresista” que, reunidos el 15 de
noviembre en el Parlamento, lograron un “acuerdo de cambio constitucional”
para, supuestamente, superar la “crisis”.
Los grandes titulares y la foto a colores a todo lo
ancho de la portada de El Mercurio del 16 de noviembre anunciando el acuerdo de
madrugada logrado por la centroderecha en relación al tema constitucional
bastaban para que cualesquier chilena o chileno pudiera darse cuenta de qué se
trataba en realidad y a quién favorecía el dichoso acuerdo. El diario de los
Edwards y otros de su calaña no se equivocan cuando están en juego sus
intereses de clase. Y el acuerdo constitucional de los sectores reaccionarios
era de todo gusto de la oligarquía empresarial farisea sofofa que ese
periódico representa
Por cierto, lo que decimos no puede entenderse en
absoluto como que se sugiere la no participación en el debate que se dará
institucionalmente y en la calle. Todo lo contrario, se trata de participar con
fuerza para aclarar las cosas y darle su sentido político correcto en favor del
pueblo trabajador, como ha señalado el Partido Comunista de Chile. Pero de lo
que se trata es de evitar que se traicione el clamor popular expresado en las
calles del país durante más de un mes en una movilización sin precedentes y
que, entre otros efectos, precipitó ese acuerdo político parlamentario de los
propios sectores que son precisamente los que no interpretan con justeza dicho
clamor popular.
El asunto entonces ahora es darle su real sentido a
ese debate de modo que no se deje de lado las exigencias del pueblo y, al
contrario, atenderlas debidamente. No olvidar jamás que fue precisamente la
exigencia de las gentes en la calle, de trabajadores, estudiantes,
profesionales, pobladores, campesinos, pueblos originarios, dueñas de casa,
sindicatos, federaciones y asociaciones, la que puso en el centro la cuestión
de una nueva matriz constitucional que abra paso a un nuevo modelo de sociedad, a una nueva construcción socio
económica que garantice los derechos de los trabajadores, que devuelva la
fuerza que la dictadura cívico militar le robó al Estado de modo que
éste pueda cumplir con sus obligaciones en materia de Salud, Educación,
Previsión Social, Trabajo, Transporte público, Desarrollo económico, entre
otras tareas propias que desde 1973 no ha podido ejercer.
Asunto esencial es no olvidar quiénes fueron los
que llegaron a ese acuerdo que tanto deleita al periódico El Mercurio. Y esos
fueron por una parte los representantes públicos del pinochetismo, militantes
hoy de UDI, RN y otros grupos; es decir los partidarios del sangriento golpe
del 73, los que apoyaron los crímenes de la DINA y la CNI, con miles de
detenidos desaparecidos, ejecutados y torturados de modo brutal. Y fueron, por
otra parte, los representantes de aquellas fuerzas políticas centroderechistas
que transaron con el pinochetismo de modo de no tocar la Constitución del 80 y
de mantener fielmente el mismo modelo económico social instaurado a sangre y
fuego tras el 11 de septiembre de 1973.
Es decir, aquellos partidos políticos que nombraron
a Pinochet “Senador Vitalicio” luego de traerlo libre tras su detención en
Londres salvándolo así de una segura condena judicial penal en España por el
juez Baltasar Garzón. Son los mismos entusiastas admiradores de la OEA y del
llamado “Grupo/taifa de Lima”. Es decir, todo a gusto del régimen
de los Estados Unidos de Norteamérica.
A esas fuerzas políticas de centro derecha - que
son las mismas que apoyaron el modelo impuesto en dictadura y legitimado en la
así llamada “transición” - se sumaron aquella noche del 15 de noviembre algunos
miembros del Frente Amplio que recibieron rápidamente el rechazo de sus pares.
Quede claro entonces que una cosa es el hecho
trascendental que puede provocar que, por primera vez en su Historia, Chile
tenga una Constitución de origen democrático y otra muy distinta es el
contenido de la propuesta de ese trasnoche, tanto en lo procedimental como en
el fondo. Se trata pues de una disputa política y social presente hoy con
fuerza en el escenario nacional. Y los que transaron hasta la madrugada de
aquel día en el Congreso no las tienen todas consigo; desde luego es un hecho
público las diversas contradicciones que afloraron poco después de firmar el
papel y que aumentan con el paso de los días.
Para muestra el botón de las recientes
declaraciones del senador Andrés Allamand acerca de la inamovilidad de los dos
tercios para aprobar todo de todo y la inviabilidad del traspaso a proyecto de
ley de aquellas materias en que no se alcance dicho porcentaje, como algunos de
los conjurados había creído entender. Quien fuera ministro de Defensa de triste
recuerdo en el primer régimen de Piñera les ha dejado las cosas claras.
Así las cosas, resulta obviamente mucho más
democrática la Consulta ciudadana que un buen número de alcaldes comunales ha
decidido impulsar. Un hecho que puede marcar caminos.
Pero sea lo que fuere, han sido las multitudinarias
movilizaciones sociales las que han abierto en serio la posibilidad de un
camino a una nueva Carta Magna. El asunto es cómo garantizar que ese trayecto
sea realmente democrático.
De las respuestas y actitudes del régimen ya
todo mundo está enterado. Un Piñera incapaz y confundido, inexistente en lo
concreto. No ha encontrado mejor respuesta que la brutal represión. Crece la
cantidad de asesinados y heridos por los uniformados, así como aquellos jóvenes
y adultos que han perdido sus ojos, los torturados, los prisioneros. Mientras
los ministros del régimen siguen divagando con exceso, hasta el punto
que por ejemplo Mañalich, ministro de Salud y copropietario de clínicas
privadas, acaba de afirmar suelto de cuerpo que “.el sistema de salud pública
de Chile es uno de los mejores del mundo”
¿En qué mundo viven, a quién creen poder engañar si
precisamente los gravísimos problemas de Salud Pública son parte de la crisis?
En estricto rigor cuanto sucede deja al descubierto por una parte que la
situación que se vive en Chile es insoportable, insostenible y, por otra parte,
surgen claros síntomas de ausencia de gobernabilidad por parte del actual régimen.
Lo cual además trae a la memoria la posibilidad que el infausto “Acuerdo por la
Paz” haya sido, como circuló entonces, el producto de la presión ante una
supuesta amenaza de golpe de Estado.
En cuanto al contenido concreto de una propuesta
constitucional seria, entre otras varias exigencias, desde luego ella debe
establecer el voto obligatorio para el plebiscito de entrada, para la elección
de una Asamblea Constituyente y para el plebiscito de salida. Debe suprimirse
la exigencia de los dos tercios y debe asegurarse la paridad de género respecto
de los constituyentes, así como los derechos y participación de los pueblos
originarios y de los chilenos y chilenas en el exterior.
En fin, dar seguridad plena del carácter
democrático de un proceso que cuente con la más amplia participación ciudadana
y cuyo resultado final sea una Ley Fundamental que ponga fin a la estructura capitalista
salvaje como se ha llamado el funesto modelo de sociedad impuesto en 1973 a
sangre y fuego por la oligarquía empresarial farisea sofofa chilena y
los institutos armados de la época con el apoyo de los grandes medios de
comunicación privados, todo ello bajo la conducción del régimen de la
época de los Estados Unidos de Norteamérica.
Una Nueva Constitución para Chile que nos ayude a
recuperar lo perdido y abra paso a un Estado que nos devuelva una Educación
Pública gratuita y de calidad, la Salud Pública, la Vivienda Social, la
Previsión Estatal y no el negocio de un pequeño grupo como son las AFP,
Recuperación del Agua, de los caminos, de los medios de locomoción pública, de
las riquezas naturales, el Cobre para Chile, el Litio para Chile, Soquimich del
Estado. Lo que tuvimos hasta el 73 y que nos robaron por la fuerza, más todo lo
que la época actual debe poner a disposición del conjunto de la sociedad y no
sólo de unos pocos.
De esto debe hablarse cuando se habla de una Nueva
Constitución y asumir que sólo de este modo habrá garantía de que los urgentes
problemas sociales de nuestro pueblo se solucionen de veras, no sólo con medidas
parciales, sino que vayamos de una vez al fondo del problema.
Lo subrayado es
nuestro.
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