Por Carlos Iaquinandi Castro/ Escritor,
comunicador social, analista internacional/Barómetro Latinoamericano/
ADDHEE.ONG:
“Algo tendrá que cambiar para que nada
cambie” El Gatopardo, de Lampedusa
Primero recurrieron a la represión, hablaron de
“guerra”, y sacaron a la calle a Carabineros y equipos antimotines. Pero era
mucho pueblo en la calle y además muchos jóvenes, muchos. Después especularon
con el previsible cansancio de los manifestantes. Volvieron a equivocarse,
éstos sumaron música, ingenio, arte y más ganas de cambio y siguieron en las
calles. Entonces esgrimieron el caos, los saqueos. Aquellos sucesos puntuales
se convirtieron en el argumento que le permitía al gobierno hablar de paz y
seguridad.
Aunque los detenidos en su mayoría
tenían antecedentes delictivos, ellos eligieron confundir y atribuir los saqueos
a los manifestantes. Pero también les fracasó cuando más de un millón de
personas recorrieron pacíficamente Santiago e insistieron en sus demandas.
Había que hacer algo para detener las protestas que ponían en riesgo el propio
sistema de poder. No eran suficientes los más de 20 muertos, 2.500 heridos,
miles de detenidos o las decenas de privados parcial o totalmente de la vista
por los balines policiales.
Fue entonces cuando según sus propias palabras el
presidente Piñera dudó entre declarar el estado de excepción y recurrir al
ejército para reprimir o bien crear las condiciones para un “diálogo nacional”
en el Congreso. Admitió que las demandas en las calles “eran justas y
legítimas”. Y así preparó el escenario donde – en los salones parlamentarios -
se gestó el “Acuerdo por la paz social y una nueva constitución”. Los posibles
náufragos del sistema, escogieron lo que deben haber considerado “el mal
menor”. Ofrecer una puerta falsa.
“Algo tendrá que cambiar para que nada cambie”.
Entonces utilizaron el último recurso: simular que
cedían; preparar el engaño, envolverlo en palabras solemnes, como “Convención
Constitucional” y activar dos o tres reaseguros “técnicos” para evitar un
resultado no deseado. Y lo consiguieron. No fueron solamente los integrantes de
Chile Vamos, (los del presidente Piñera) los que aprobaron la propuesta;
también los de la ex Concertación/Nueva Mayoría, y lo que ya es
“completar el cartón”, los partidos del Frente Amplio. Todos, conservadores,
liberales, socialistas/renovados socialdemócratas, democristianos,
radicales, acordaron que lo mejor era conceder algo que no implique “retroceso
o pérdidas” al sistema que integran. Y en los confortables salones
parlamentarios (y en algunos otros más discretos), “cocinaron” el mecanismo
para intentar terminar con el movimiento popular en las calles. Y con ello,
desmontar los pedidos de renuncia del presidente, y establecer un desvío para
que la fuerza de las protestas “se canalice por vías institucionales y
democráticas”, eso sí, con final controlado.
No hay peor sordo…
Convocan a un “plebiscito” para que, ante todo, la
gente diga si quiere o no cambiar la Constitución heredada de la
dictadura. ¿Es que no han escuchado este clamor de cientos de miles de chilenos
por las calles desde hace casi un mes pidiendo Asamblea Constituyente? La verdadera intención que tienen es terminar
con las manifestaciones y “patear hacia adelante” la solución a los justos
reclamos. Los parlamentarios cocinaron este acuerdo a puertas cerradas y además
tomaron varios reaseguros para desviar a vía muerta las demandas y las luchas
populares.
Se han inventado que una de las opciones sea la de
una “convención constitucional” que pueda ser “mixta”. O sea, con un 50% de
parlamentarios y un 50% de electos por la gente. Pero, además, se aplicará el
actual sistema electoral, diseñado para servir a los grandes partidos pro
empresariales y de la casta de políticos millonarios. Pero en el caso de que el
pueblo se las ingeniara para superar esta carrera de obstáculos, se reservan
una “llave” decisiva: para ser aprobadas las propuestas tienen que tener más de
2/3 de los votos de esa “convención”. Supongamos que, si
son 100 miembros, 34 pueden bloquear al resto. El actual sistema quedaría
intacto. Y, además, “democráticamente”. Una última “válvula de seguridad” por
si falla todo lo anterior.
De lo histérico a lo histórico.
Por eso al concretar el acuerdo se abrazaban y
repetían como loros que “era un día histórico para Chile”. Sí, para ellos,
porque suponen que será el día que salvaron su chollo, y la continuidad
de un sistema injusto, basado en privilegios y desigualdad. Es ingenuo pensar
que ellos harían algo diferente. Ellos son
precisamente quienes aceptaron la herencia de la dictadura cívico militar
y profundizaron sus injusticias, que privatizaron la educación y la sanidad,
que no recuperaron los recursos naturales privatizados y saqueados, que
destruyeron el sistema de pensiones entregándolo a privadas, que fijan sueldos
miserables a los trabajadores y que han violentado y militarizado a las
Comunidades del Pueblo Mapuches. Lo lamentable es que partidos como el
histórico socialismo del presidente Salvador Allende Gossens sea
uno de los firmantes del acuerdo, al igual que el Frente Amplio. En este último
caso, hay una fuerte oposición interna, entre quienes se incluye el actual
alcalde de Valparaíso Jorge Sharp. El “día histórico” para ellos, los
parlamentarios, fue el dia en el que lograron acordar una salida tramposa a la
justa indignación de las mayorías. Para el pueblo lo será el 18 de octubre,
cuando estalló la gran movilización ciudadana que hoy se mantiene.
Acusan a Piñera en el Congreso por violar los
Derechos Humanos.
Once diputados en representación de ocho partidos
de la oposición, redactaron unas acusaciones constitucionales contra el
presidente Piñera. Lo consideran un deber ético y democrático ineludible.
Argumentan su presunta responsabilidad en la violación de los derechos humanos
cometidas por agentes del Estado en la represión de la protesta social que ha
provocado decenas de muertos y centenares de heridos. La acusación es una
figura reconocida por ley y deberá ser tratada en el Congreso, pero
difícilmente prospere porque los partidos gubernamentales tienen mayoría.
El pueblo sigue su lucha, porque “luchar es
vivir”.
En las calles, en las plazas, siguen las
movilizaciones, continúan los cabildos abiertos y las reuniones en barrios y
sindicatos para debatir propuestas y aportes para una nueva constitución. Un
texto que incorpore las reivindicaciones políticas, sociales y económicas que
reclama una mayoría social. La frase del presidente Salvador Allende Gossens “La historia es nuestra y la hacen los
pueblos”, cobra plena vigencia en esta gigantesca movilización popular
encabezada por los jóvenes chilenos.
Redacción de SERPAL
serpal@nodo50.org
Lo subrayado
es nuestro.
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