¿Quiénes son mayoría en Chile?: El Movimiento
Social Popular Rebelde.
Escritor, periodista y analista internacional/ADDHEE.ONG:
Es inobjetable también que el conjunto de expresiones de centro izquierda y centro derecha tuvieron un desempeño lamentable. El único partido o movimiento que logró poco más de un cinco por ciento, de entre la veintena que participó de este proceso, fue el Partido Comunista. Pero su porcentaje se calcula en relación a los votos válidamente emitidos, porque si se tomara en cuenta todo el universo electoral su apoyo no excedería el dos o tres por ciento.
Tal
como lo indica el destacado analista político Luis Casado, de los comicios del
7 de mayo último se deduce que hubo más de un 34 por ciento de abstención y
votos nulos y blancos, lo que desmerece mucho la representatividad democrática
de los que resultaron elegidos. En un país, para colmo, en que el sufragio es
obligatorio.
Lo
más impresionante, sin embargo, es que hasta aquí no hay colectividades que
decreten su extinción o castiguen el pésimo desempeño de sus dirigentes. En la
mesa de colectividades oficialistas convocada por Gabriel Boric para analizar
los comicios volvieron a sentarse representantes que no marcaron ni siquiera un
uno por ciento, sin que se sepa que el Mandatario les haya hecho un reproche o
les adelantara un consecuente reajuste de gabinete. Aunque sí trascendió que el
Jefe de estado podría convocar a formar parte de su gobierno a una colectividad
como la Democracia Cristiana, partido que obtuvo también uno de los magros
resultados y que se sabe cruzada por profundas desavenencias internas. La cosa
es sumar apoyos a cuenta de lo que sea cuando siempre es posible brindarles una
cuota de poder dentro de la abultada administración pública.
En
menos de un año las expresiones vanguardistas que llevaron a Boric a La Moneda
ya no se atreven a proclamar su pureza ideológica ni “superioridad moral”
respecto de los que gobernaron antes con la Concertación Democrática y la Nueva
Mayoría. Prácticamente todos forman parte ya del oficialismo y se constituyen
en una fuerte traba a la posibilidad de que el joven Jefe de Estado pueda
cumplir con sus promesas electorales. Mientras que el Partido Republicano, que
resultó victorioso, se encargará de perpetuar las principales directrices de la
Constitución autoritaria y poco democrática todavía vigente. Al mismo tiempo de
bloquear en el parlamento la reforma previsional, tributaria, de la salud y
otras.
Pero
no todo está perdido, en realidad. El voto de los últimos comicios fue en
contra de Gabriel Boric, porque se estima ha realizado una administración errante
que no resuelve los problemas de seguridad, cuestión que las encuestas señalan
como la principal preocupación nacional. No hay duda que ello puede obedecer
más a la pobre madurez cívica del electorado que a su regresión ideológica o
programática. Las demandas sociales, no hay duda, siguen vigentes y bien
instaladas en la opinión pública, además que los votantes en realidad no asumen
que el triunfo de la ultra derecha puede menoscabarlos, toda vez que en
discurso populista de los ganadores se habla hasta de justicia social y se
prometen mejores salarios, más hospitales y viviendas.
Ciertamente
existe un treinta y cuatro por ciento de ciudadanos que hay que encantar
electoralmente, sobre todo cuando se sabe que esta cifra ha sido muy
incrementada por el voto de izquierda duro y desilusionado de la gestión
gubernamental como del rendimiento de partidos que están sumidos en su oficio
de repartirse los cargos de la administración pública, así como deslizarse por
el tobogán de la corrupción. Por todos lados se habla de “refundación”, pero
hasta aquí nadie promete su necesaria disolución, más allá de la posibilidad
que algunos partidos del oficialismo y de la centroderecha acuerden fundirse
para lograr un mejor desempeño electoral.
Muchos
se extrañan de que Chile, que parecía ser el primer país en sepultar el
neoliberalismo, muestre ahora victorioso a un partido como el Republicano
señalado como neofascista y ultracapitalista. La balanza, se dice, se ha
inclinado ahora hacia el otro extremo, pero lo cierto es que lo más gravitante
es aquel porcentaje de 34 por ciento que está muy por encima de todas las
preferencias marcadas en estos comicios. Por algo ya se han manifestado voces
en favor de una política insurreccional y popular que vuelva a
desahuciar como antaño a las elecciones y a la llamada “democracia
representativa”. Por lo que muchos auguran que no avanzar en las reformas
primordiales solo alimentará una “nueva rebelión social”. Un temor que
mantienen también los grandes empresarios e inversionistas extranjeros.
Lo
subrayado/interpolado es nuestro.
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