Erdogan, un barco que podría seguir navegando en un mar de contradicciones.
Sergio Rodríguez Gelfenstein
Escritor, analista internacional/ADDHEE.ONG:
La coalición que apoyó al presidente Recep Tayyip
Erdogan obtuvo la victoria en las elecciones presidenciales de Türkiye
(Turquía) realizadas el pasado domingo 28 de mayo. Aunque en esta segunda
vuelta el triunfo de Erdogan era esperado, resultó una sorpresa el amplio apoyo
que recibió su coalición en las elecciones parlamentarias que acompañaron la
primera vuelta el 14 de mayo.
El sistema presidencialista establecido en la
Constitución del país tras el referéndum celebrado en abril de 2017, garantiza
que el jefe de Estado posea una recia fuerza para la conducción y el control
del país, no obstante un parlamento de mayoría opositora podría jugar un papel
de contrapeso a la autoridad presidencial. Sin embargo, eso no ocurrió.
En política exterior, Erdogan continuará su manejo del
“balance” entre Occidente y sus instituciones por un lado y Rusia, China y las
suyas, por el otro. Su objetivo es obtener beneficios de las contradicciones.
En cualquier caso, un análisis sensato deberá
considerar que en su nuevo mandato el presidente turco enfrentará una situación
económica crítica signada por un abultado déficit en la balanza comercial y una
deuda que sin ser muy alta se verá afectada por las gigantescas necesidades de
la población. La tasa de riesgo del país es muy elevada, lo cual unido al ya
mencionado déficit en el intercambio comercial producen un efecto que podría
generar un tsunami en la economía. Habría que sumar a esto que, cálculos
realizados por expertos han determinado que se necesitan 108 mil millones de
dólares para restablecer el desastre producido por el terremoto del 6 de
febrero de este año.
Así mismo, durante la campaña electoral, Erdogan y su
coalición gastaron elevadas sumas de dinero que deberán reponer a la brevedad. Todo esto coloca bajo presión al reelegido
presidente turco porque necesariamente tendrá que recurrir a buscar apoyo en el
extranjero. Esta situación va a ser aprovechada por Estados Unidos y Europa
para forzarlo a hacer concesiones en varios asuntos, pero sobre todo en lo
relacionado al conflicto en Ucrania en el que Erdogan ha mantenido una aparente
neutralidad.
De igual forma, es posible que la OTAN ejerza presión
para que Turquía asuma una posición más firme en cuanto al uso por parte de
Rusia del paso por los estrechos de los Dardanelos y el Bósforo que comunican
al mar Negro con el Mediterráneo y sobre el cual Turquía posee una total
soberanía. Occidente tratará incluso que Ankara transgreda la convención de
Montreux de 1936 que también concede derechos plenos a Rusia para el tránsito
de sus buques civiles por ser país ribereño del mar Negro. De esa manera, se
intentará afectar y/o impedir el comercio de Rusia a través de esa importante
ruta marítima.
Por otro lado, es probable que se incrementen las
acciones de funcionarios del gobierno de Erdogan para dar apoyo a los
musulmanes tártaros de Crimea, una de cuyas organizaciones, el batallón Noman Çelebicihan ha sido declarada como terrorista por Rusia. A Estados
Unidos le interesa que Erdogan juegue un papel más relevante en este ámbito
porque cumple simultáneamente dos objetivos: generar conflicto al interior de
Crimea y debilitar la relación de Rusia con Turquía.
Otro tema que Erdogan deberá resolver si se quiere
ganar el favor de Occidente es tomar una decisión definitiva respecto de su
veto al ingreso de Suecia a la OTAN. Lo más probable es que termine aceptándolo
a cambio de alguna contraprestación que está por determinarse.
En el plano del conflicto en Siria, Turquía ha
mantenido su participación en el mecanismo cuatripartito auspiciado por Rusia y
del que también forma parte Irán. Estados Unidos no ha manifestado total
objeción a esta negociación, aspiraría a participar aunque sea de forma
indirecta para manejarlo de acuerdo a sus intereses. A Washington le
interesaría que Ankara ejerciera presión sobre Damasco a favor de una reforma
constitucional que conduzca a un gobierno de transición y a nuevas
elecciones. En este sentido, Estados
Unidos pretende que Turquía le haga el trabajo. Esta por verse si Erdogan
acepta este papel o se limita a buscar sus propios objetivos en esta
negociación que dicen relación al enfrentamiento del “problema kurdo”
considerado de importancia trascendente en sus objetivos políticos.
Para el presidente turco, el manejo de las
contradicciones está presente en el día a día de su gestión. Su ideología se
orienta a reconstruir la Gran Turquía, es decir un poder que ejerza gran
influencia regional y que obligue a las potencias a considerarlo un actor de
primer orden en la toma de decisiones en Asia y en el mundo. Esto lo podría
llevar a discordancias con China dado su apoyo al Movimiento Islámico del
Turquestán Oriental (MITO), organización uigur que opera en la provincia china
de Xinjiang y que es considerada como terrorista por Beijing. Los uigures son
una etnia túrquica musulmana que tiene grandes vínculos con Turquía.
Es un verdadero dilema saber cómo se manejará a futuro
el presidente Erdogan en este marco de contradicciones que configura la
identidad política internacional de Turquía pero es probable que se oriente a
perseverar en lo que ha sido hasta ahora la práctica de su quehacer. Por una
parte miembro de la OTAN junto a Estados Unidos y el Reino Unido y por otra
“asociado en el diálogo” de la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS)
junto a China y Rusia. En fecha reciente ha solicitado su ingreso al grupo
BRICS contraviniendo el deseo de Washington de mantenerla bajo su control. Así
mismo, es el único país de la OTAN que tiene relaciones con Afganistán y una
embajada en Kabul.
Hasta ahora Erdogan ha podido sortear todo este
entresijo de incompatibilidades incluso llegando a actuar exitosamente como
mediador junto a la ONU para lograr el acuerdo de los granos entre Rusia y
Ucrania que permitió la exportación de cereales, vitales productos alimenticios
cuya carencia podría incrementar los niveles de pobreza y hambruna en varias
lugares del planeta, en particular en África. De otro lado, es un exportador
seguro de armas a Ucrania, teniendo un protagonismo en el envío de drones a
Kiev. Habrá que observar si su capacidad de “equilibrio milagroso” puede
sostenerse en el tiempo. Dadas las grandes implicaciones que ello tiene, el
mundo estará muy pendiente de su “performance”.
Lo subrayado/interpolado es nuestro.
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