La venganza de la naturaleza…
Escritor, Periodista, analista internacional/ADDHEE.ONG
Observar
cada uno de los siniestros lleva a la conclusión que los bosques arrasados por
las llamas son fundamentalmente aquellos que fueron plantados por especies que
no son autóctonas y cuya condición se hace muy propicia para los incendios.
Todos los lugareños saben que donde hay flora ancestral es más difícil que ocurran
desastres como los que estamos observando.
Al
abrigo de nuestros sucesivos gobiernos, las forestales privadas y extranjeras
se hicieron de inmensos territorios para explotar bosques de crecimiento más rápido
y fácil comercialización. Emprendimientos que fueron favorecidos con
asignaciones fiscales y exenciones tributarias, incluso en pertenencias de las
comunidades mapuches, apoderándose de sus tierras ancestrales, destruyendo sus viviendas
y sustentos agrícola que hoy se desbaratan al paso de las llamas.
Lo
más lógico habría sido proteger la flora y fauna nativa, así como aplicarles a
los inversionistas al menos un royalty por el aprovechamiento de la tierra, su abundante
agua y ese clima que tanto han favorecido sus ingentes utilidades. Por lo
visto, ni siquiera a estas nuevas plantaciones se les exigieron medidas para
prevenir y hacer frente a las catástrofes, debiendo el Cuerpo de Bomberos de Chile,
además de otros miles de abnegados voluntarios, arriesgar su vida en el combate
de los incendios que todos los años se producen, aunque nunca en tal severo
grado como hoy. Cuando los damnificados, sus fuentes de trabajo y viviendas se suman
por miles de habitantes que, en general, se trata especialmente de personas y
familias pobres.
Aunque
en esta oportunidad se sospecha que hay siniestros intencionales, la verdad es
que la responsabilidad primordial es la de quienes profitan de territorios que
merecían el cuidado de su enorme acervo natural y cultural, ahora víctimas de
la codicia empresarial e indolencia de las autoridades.
Aunque en esta oportunidad se
sospecha que hay siniestros intencionales, la verdad es que la responsabilidad
primordial es la de quienes profitan de territorios que merecían el cuidado de
su enorme acervo natural y cultural, ahora víctimas de la codicia empresarial e
indolencia de las autoridades.
El despojo que ha sufrido nuestra principal etnia
durante varios siglos debiera tener también por consecuencia toda la atención
nacional, para que se imponga la justicia en contra de los transgresores
ecocidas, y la política acabe con esta suerte de privilegios que se le otorgan
siempre a los inversionistas extranjeros, los que hoy tienen la desfachatez de
asumirse como damnificados. Tal cual lo hacen las poderosas compañías cupríferas,
las administradoras de fondos de pensiones y de la salud privada. Por cierto,
se impone un castigo ejemplar para los pirómanos que sean descubiertos por las
policías y los tribunales, pero sin soslayar la criminal culpabilidad de las empresas
forestales y sus descarados propietarios.
Es
la oportunidad para un gobierno que se declara de izquierda adoptar lo antes
posible las medidas pertinentes, de tal forma de pasarle la cuenta a los
principales autores intelectuales y materiales del gran despropósito de torcer
la sabiduría de la naturaleza y sus ecosistemas. En este sentido, el país se merece
recibir un balance de las millonarias sumas gastadas para combatir los
incendios, además del costo de operación de cientos de aviones, helicópteros y
carros de agua contratados para deleite, también, de las empresas extranjeras y
nacionales que proveen estos servicios. Algunos de los que perfectamente
podrían formar parte de los sospechosos de provocar estos siniestros.
Asimismo,
se debiera hacer un recuento de todas las viviendas, establecimientos
educacionales y otras construcciones abatidas, de tal forma de recuperarles a todas
las auténticas víctimas los bienes y enseres perdidos, tanto como tributarles
una justa reparación por el daño moral ocasionado y hasta por la pérdida de sus
seres queridos. Recursos que el Estado debiera imputarle, por supuesto, a los
principales culpables de tanta inclemencia. Ojalá que allí donde el fuego ha
arrasado con todo se imponga un plan para recuperar la flora y la fauna
natural, aplicando las expropiaciones del caso e implementando una inversión
nacional alejada del lucro económico. Antes que los incendios alcancen nuestra
hermosa Patagonia e ingresen a la Región Metropolitana y provincias adyacentes.
La
naturaleza una vez más ha demostrado su sabiduría y representado el afán
depredador de inversionistas que, para colmo hoy se asumen como víctimas o
creen que dedicando algunos centavos de su riqueza pueden lograr salvar su
imagen.
Santiago,
jueves 16 de febrero de 2023.
juanpablo.cardenas.s@gmail.com
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