Los que sobran en Chile, los marginados el 70 % de la población.
Nadie o muy
pocos en 1973, pudieron suponer que la dictadura cívico militar pinochetista
se prolongaría por largos 17 años. Muchos menos que su Constitución, ilegítima
en su origen y contenido, como se decía, mantuviera vigencia por más de treinta
años. Es evidente que el infausto/cruento Golpe de Estado abrió cauce a
un cambio de fondo en nuestra historia, consolidando hasta nuestros días
un orden político, económico y cultural que recién empieza a desmoronarse con
la Explosión del movimiento Social de octubre 18 del 2019, pero
que nos tiene a todos en ascuas respecto de lo que pueda venir.
La existencia de un régimen marcado por la desigualdad, la corrupción,
la impunidad, y los abusos de los sectores oligarcas empresariales
sofofos dominantes es la causa de una nueva revolución, pero surgida esta
vez desde el seno del pueblo y sus organizaciones y no desde el gran
empresariado, la clase política o la casta militar. Un furioso descontento que
se propone derribar todo el andamiaje institucional para construir no se sabe a
ciencia cierta qué, aunque la protesta tenga ideas fuerza que bien pudieran
llegar a plasmarse en un régimen que marque un después más promisorio que el
que ha condenado a la enorme mayoría de los chilenos a vivir con severas
carencias y el yugo de la opresión y desesperanza.
Algunos creen que el itinerario acordado por la clase política puede
llevarnos a una asamblea constituyente y a una nueva Carta Fundamental, lo que
podría ser posible. Pero ya se ve que lo que más le apura al pueblo son las
reformas sociales que deriven, por ejemplo, en un nuevo sistema previsional,
una nueva distribución del ingreso, una profunda reforma educacional y la
recuperación de la soberanía nacional en el control de la minería y las
riquezas fundamentales del país usurpadas por las transnacionales que pueblan
todo nuestro territorio.
Por ello es que este proceso no tolera que un Sebastián Piñera Echeñique
se proponga seguir en La Moneda, toda vez que lo que sigue haciendo es sortear
las demandas con propuestas cosméticas que verdaderamente no atacan el sistema
de AFP, de ISAPRES y ni siquiera se proponen una reforma tributaria que le
exija a los más ricos financiar las justas y tan postergadas exigencias de los
pobres y de la clase media. El actual mandatario es un empresario sofofo
y multimillonario, no es un líder popular e incluso carece de la más mínima
sensibilidad social.
Pero tampoco es posible que en el Parlamento haya quienes tengan la
capacidad de enrielar las manifestaciones y protestas, aunque sea a objeto de
salvarse o darle continuidad a sus revenidos partidos y agrupaciones. Cuando
todos sabemos que ellos han jurado acatar la Constitución y las leyes injustas,
al mismo tiempo que han hecho de comparsas de los gobiernos a la hora de fijar
los reajustes de remuneraciones, aprobar tratados de libre comercio indecorosos
para Chile e, incluso, soslayar por tantos años reformas que bien pudieron
haberse impuesto a pesar de la renuencia del Ejecutivo. No solo del actual régimen
si no de los que ellos mismos integraron.
Realmente sería hipócrita emprenderlas solo contra La Moneda si se asume
que toda la post dictadura cívico militar ha estado marcada por los
atropellos contra la nación de parte de los sucesivos regímenes,
administradores de la herencia de la dictadura cívico militar. O si
consideramos los episodios de corrupción que han involucrado transversalmente a
la clase política, permitiendo y hasta alentando con ello los desfalcos del
empresariado y de las Fuerzas Armadas, como ahora de las policías,
especialmente de Carabineros. Una institución que parece cebada, otra vez, con
la sangre de los mapuches, de los jóvenes y los pobres, a juzgar por los
horrores cometidos en los últimos meses y que han sido repudiados por el mundo
entero.
Cómo quisiéramos que en el plebiscito de abril se resolviera por una
enorme mayoría el término de la actual Constitución y luego se eligiera a los
más idóneos para convocarse y redactar una nueva Carta Magna. Lo que menos
deseamos es que el Estado de violencia siga prolongándose y lamentando la
pérdida de más vidas humanas, el descalabro de las ciudades y la destrucción de
nuestro patrimonio público y privado. Sin embargo, desde hace tiempo es que
sospechamos que algunos actos violentistas son acicateados por la oligarquía
empresarial sofofa, los servicios represivos y los infiltrados que siempre
llegan al movimiento social, incluso a la primera línea de las protestas.
El atentado al Museo de Violeta Parra y otros despropósitos nos hablan,
justamente, de la acción de estos desquiciados fascistas que bien pueden
servirle de excusa al conjunto de la clase política para cerrar filas e incluso
ausentarse del Senado para dejar sin efecto la acusación constitucional contra
el Intendente de Santiago, responsable directo de la horrorosa represión en la
Plaza de la Dignidad, como del "copamiento" de las calles para
impedir el derecho de reunión de los chilenos. La ausencia de algunos senadores
de "izquierda" a la sesión en que se debía condenar e inhabilitar a
la autoridad capitalina resultó un acto bochornoso que habla de la complicidad
de políticos y partidos en la mantención del orden establecido y represivo.
Extraña sobremanera que desde la explosión del 18 de octubre no haya
todavía un solo senador o diputado de la República que haya renunciado a su
cargo, como a sus imposturas y privilegios, aunque si consta que Piñera Echeñique
ha debido lamentar el retiro voluntario de varios de sus colaboradores. Por el
contrario, antes del inicio de su período de vacaciones, varios de éstos se
encontraban en los más distintos destinos del planeta, particularmente en los
Estados Unidos y Marruecos, un reino despótico que acostumbra todos los años
invitar a varios legisladores de nuestro país a conocer y disfrutar de los
encantos de sus balnearios.
En marzo, como lo suponemos, se reinicia con bríos la protesta social,
las tomas de establecimientos educacionales, los paros y las más audaces formas
de sabotaje a las industrias, bancos y empresas. También es muy posible que
vuelvan los bloqueos de caminos y carreteras, además de que se intensifique la
lucha del Pueblo Mapuche. Si ello ocurre, no hay duda que todo será de
responsabilidad de la contumacia política de quienes quieren permanecer contra
viento y marea en sus cargos, pese a su enorme descrédito y pérdida de adhesión
social y legitimidad. Lo que les corresponde al régimen y el
parlamento era aprovechar la época estival para convenir y programar su retiro
o, si estuviéramos todavía en posibilidad, proponerse con urgencia implementar
una agenda social de transformaciones realmente en serio.
Los culpables de las violaciones de Derechos Humanos, lo son también de
los abusos cometidos contra las víctimas de un Pueblo Indefenso, los
victimarios los violadores, los abusadores, hay que buscarlos en el régimen actual.
No serán los pobres, los jóvenes y marginados, sino los ricos empresarios
oligarcas sofofos que constituyen menos del 0.5 por ciento del país. Ni
siquiera son los saqueadores de farmacias, tiendas comerciales y otras, sino
las clases opresoras representadas por La Moneda, el Poder Legislativo, los
jueces abyectos y el conjunto de las instituciones del Estado que, como la
misma Contraloría General de la República son tan responsables de las
inequidades e iniquidades que explican y legitiman la Explosión Social.
Para inhibir la protesta, se especula que los chilenos tienen miedo y
las cámaras de televisión encienden sus luces para dar cuenta de quienes
parecen abrumados por la violencia. Pero de lo que tendrán que convencerse es
que los pueblos finalmente se sacuden del miedo y nada los detiene, en la
convicción que nada puede ser peor de lo que han padecido.
¡Que se vayan todos!.
"Que se vayan todos" dice uno de los carteles más reproducidos
en las calles y las redes sociales. Si de democracia se trata, una nueva
Constitución debiera contemplar entre sus cláusulas la revocación del mandato
de aquellas autoridades que incumplen lo cometido, se corrompen en el poder y
renuncian a ser verdaderamente mandatarios de lo que quiere el pueblo. Una
disposición así nos habría librado de un buen número de delincuentes de cuello
y corbata, asesinos y saqueadores que han alcanzado el poder y, para colmo, a
algunos ellos nuestra historia les rinde tributo.
Lo subrayado es nuestro.
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