¡La impunidad del nacionalsionismo debe terminar ya!
Ante el silencio de
la comunidad internacional, el régimen nacionalsionista de Israel lleva
más de siete décadas cometiendo crímenes contra los palestinos.
Día a día, el apoyo de Estados Unidos, el silencio
obsequioso de países aliados occidentales como Francia y el Reino Unido y la
traición de monarquías y regímenes árabes como Arabia Saudí y Egipto,
por ejemplo, permiten que el nacionalsionismo cometa los más execrables
crímenes contra el pueblo palestino, bajo la más absoluta impunidad.
Una arbitrariedad
que se expresa cotidianamente en la violación de los derechos humanos del
Pueblo Palestino, la ocupación y colonización de su territorio, la construcción
de un muro -que segrega el territorio de Cisjordania y que ha concretado en
Gaza- y la conformación del campo de concentración más grande del mundo. Allí,
dos millones de palestinos sobreviven hacinados bajo la bota fascista de
un régimen que se asemeja, en muchos aspectos, a los peores regímenes
totalitarios que ha tenido el mundo, y que permite signar con el nombre de
nacionalsionismo a una entidad como la israelí, que considera a millones de
seres humanos, simplemente como “animales que caminan sobre dos piernas”, como
los definió en alguna oportunidad el ex primer ministro Menahem Begin. O lo
señalado por Chaim Weizmann, el primer presidente del régimen de Israel, quien
declaró que “los británicos nos han dicho que hay allí (en Palestina) algunos
centenares de miles de negros sin ningún valor”. Palabras provenientes de los
mismos que condenaban las acciones, palabras y los crímenes del
nacionalsocialismo contra europeos de creencia judía y que después, como
expertos alumnos, los llevan a cabo contra el Pueblo Palestino.
Resoluciones condenatorias ¿Para qué?
El día 23 de
diciembre del año 2016, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas aprobó
la Resolución N.º 2334 contra los asentamientos que el régimen nacionalsionista,
en contravención contra las leyes internacionales y como evidente crimen de
guerra, ha construido en tierras cisjordanas. Una resolución que salió a la luz
a pesar de las presiones de la recién electa Administración del Führer
Trump y el régimen de Benjamín Netanyahu, que hicieron denodados esfuerzos,
junto al chantaje de organizaciones nacionalsionistas ligadas al lobby
del régimen y empresas estadounidenses -como es el Comité de Asuntos
Público Estadounidense-Israelí (AIPAC)-, para impedir que la mencionada
resolución saliera a la luz. La misma contó con la coautoría de Nueva Zelanda,
Malasia, Venezuela y Senegal, destinada a condenar los asentamientos de colonos
nacionalsionistas.
La Resolución
N°2334 señaló que la presencia de Israel y sus fuerzas ocupantes en la Ribera
Occidental y en la ocupada parte de Jerusalén Este (Al-Quds) supone una
“violación del derecho internacional y un grave obstáculo para solucionar el
conflicto, a través de la creación de dos estados”. Y además de signar esta
presencia israelí como ilegal y un freno a los intentos por hacer cumplir las
exigencias internacionales (que se prolongan ya por 72 años desde la creación
de Israel), la resolución consignó, por primera vez, la abstención de Estados
Unidos, que con la agonizante Administración de Barack Obama dio este paso, que
aunque estéril, permitió indignar a republicanos y nacionalsionistas a
ambos lados del atlántico.
Hoy, tres años
después, nada de lo establecido en aquella resolución se ha cumplido. Y más
aún, se ha incrementado la construcción de más y más asentamientos, que elevan
año tras año el número de colonos extranjeros en tierras palestinas,
sobrepasando hoy los 650 mil hombres y mujeres -considerados los más
extremistas de la sociedad israelí-, dotados de enormes beneficios económicos,
viviendas subsidiadas, estipendios destinados a solventar su estudios
talmúdicos y regalías, que no poseen otros habitantes de la entidad israelí,
afincados en la Palestina histórica. No es casual que el 10 % de esos colonos
sean de origen estadounidense, catalizados por el apoyo de los fondos de
inversión del lobby nacionalsionista en aquel país, que alienta la
inmigración ilegal y que se constituyen en un claro freno a cualquier intento
de permitir el avance hacia la autodeterminación de Palestina.
A inicios de este
año, la situación palestina en materia de violación a los derechos humanos de
su población, refleja el azote nacionalsionista, la impunidad de sus
acciones, el silencio cómplice de los organismos internacionales y sobre todo
la falta de voluntad política, valentía y decisión para aplicar contra Israel
lo que la propia comunidad internacional se ha dotado en materia de gobiernos,
organismos o entidades que amenazan la paz, la quebrantan o representan un
peligro para la humanidad, como es el caso de lo establecido en el capítulo VII
de la Carta de las Naciones Unidas.
No hay sanciones
contra Israel, no hay embargos, no hay declaración de zonas de exclusión aérea,
para impedir que siga bombardeando la Franja de Gaza, Siria, El Líbano o
cualquier país que sea considerado enemigo de este régimen. Esto, a pesar de
que en la Asamblea General de la ONU, celebrada el 10 de noviembre de 1975, el nacionalsionismo
-como ideología- fue equiparado (por 72 votos a favor, 35 en contra y 32
abstenciones) con el racismo en general y con el apartheid sudafricano en
particular; y la Resolución 3379 llamó a su eliminación, entendiéndola como una
forma de discriminación racial. Y habla de su eliminación para aquellos que
interesadamente pretenden acallar las voces que denuncian esta ideología
acusándolos de antisemitas, como una manera de presionar y castigar,
aprovechando la cobardía de gobiernos como el alemán, que aún no supera su
crisis de conciencia frente a los crímenes del nacionalsocialismo y que le ha
permitido ser chantajeado, hasta el día de hoy, por lo que el autor estadounidense
(de creencia judía) Norman Finkelstein llama “la industria del holocausto”.
Imposición es el nombre verdadero
Una ideología cuya
expresión práctica se expresa contra el Pueblo Palestino y que en estos últimos
días ha significado, por sólo dar unos cuantos ejemplos: rociar con substancias
tóxicas las tierras de cultivo de la Franja de Gaza; ultimar detalles para
anexar, en Cisjordania, el Valle del Jordán; bombardear la Franja de Gaza y en
forma paralela asesinar a tres palestinos acusados de querer cruzar la valla
artificial, que separa el enclave de los territorios con asentamientos
sionistas en la Palestina histórica. Ha continuado la demolición de viviendas
palestinas, que sólo este primer mes del año ha significado 20 hogares
destruidos hasta sus cimientos. La respuesta, débil pero simbólica, ha venido
del lado palestino donde la Autoridad Nacional Palestina (ANP) ha solicitado a
la Corte Penal Internacional (CPI) que
“considere a los tribunales israelíes como armas de ocupación y herramientas
terroristas utilizadas contra los ciudadanos palestinos”, según informa un
comunicado publicado por el Ministerio de Asuntos Exteriores de Palestina.
ANP: autoridad nacional Palestina.
Una decisión que se da en momentos, que la propia ANP ha
reiterado su rechazo al que Estados Unidos e Israel denominan “el Acuerdo del
Siglo” y que es simplemente una herramienta de presión, de imposición y de
chantaje contra el Pueblo Palestino. “Advertimos contra cualquier proyecto
estadounidense que viole el derecho internacional”, señaló el Gobierno palestino
en Cisjordania al conocer que Washington estaba cursando invitaciones al
premier israelí, el procesado Benjamín Netanyahu, al líder opositor del partido
israelí Azul Blanco, Benny Gantz, para discutir la puesta en práctica de una
iniciativa, impresentable, creada en los despachos de Washington, Tel Aviv y
Riad, para evitar la conformación de un Estado Palestino.
Una iniciativa que
ya ha comenzado a implementarse, a partir de la luz verde dada al régimen
israelí para avanzar en la anexión del territorio palestino, donde se ubican
los asentamientos con colonos extremistas, es decir, anexionar el 60% de la
actual Cisjordania, signada como área C dentro de los llamados Acuerdos de
Oslo. Pensar en un “acuerdo del siglo” sin la salida de los cientos de miles de
colonos, el fin de las leyes de ocupación, el retorno de los refugiados, la
destrucción del muro, la libertad para los siete mil presos palestinos – entre
ellos 350 niños – y la proclamación del Estado Palestino, con todos sus
derechos y su asiento en el seno de las Naciones Unidas, es simplemente
ilusorio.
Ha trascendido que
la ejecución de esta imposición del siglo tendrá su fecha de proclamación, el
próximo 28 de enero cuando se reúnan, posiblemente en Washington, Donald Trump,
Benjamín Netanyahu y Benny Gantz (líder opositor a Netnayahu), seguramente con algunos
invitados especiales de Arabia Saudí y Egipto. Estos dos últimos países están
involucrados, ya sea en el financiamiento o en la posible entrega de terrenos
para llevar adelante esta idea, que no tiene ningún futuro y que sólo puede
significar una explosión de proporciones en la región. El procesado y aún
primer ministro israelí -con su habitual verborrea al dar a conocer el fondo
real de lo que se pretende-, sostuvo, ante la próxima reunión con Trump, que
“con esta invitación el presidente (de EE.UU.) está buscando darle a Israel la
paz y seguridad que merece, por lo que acepto con gusto la invitación, para
discutir con él sus ideas y cómo avanzar la paz, y para trabajar de cerca con
él para promover esa meta”.
En un artículo
anterior sostuve, cuando se anunció la idea de implementar una iniciativa de
paz, llamada Acuerdo del Siglo, por parte de Estados Unidos e Israel, que era
necesario ser precisos en el uso de los conceptos cuando se habla del plan que
EE.UU. e Israel tienen para Palestina. No se trata de un “acuerdo del siglo”
como dice el consorcio estadounidense-nacionalsionista, ni una “bofetada
del siglo” como sostiene la Autoridad Nacional Palestina (ANP): es lisa y llanamente una imposición, un
crimen, una violación del derecho internacional y sobre todo a los derechos
humanos del Pueblo Palestino.
La manipulación y la desinformación van de la mano y si
ellas están manejadas por poderes económicos y políticos, con una aún presente
hegemonía, resulta evidente que el denominar como “acuerdo del siglo” aquello
que a todas luces es una imposición brutal y violatoria de los derechos de
millones de personas, nos obliga entonces a denunciar estas maniobras. Lo que
se está tratando de llevar a cabo ahora, de la mano de dos políticos
procesados, como son Trump y Netanyahu, junto a regímenes incapaces de
oponerse al chantaje -que suele ser el arma política utilizada con frecuencia a
la hora de llevar adelante sus planes internacionales- es un objetivo
absolutamente atentatorio al derecho internacional, que viola los derechos
humanos de la población palestina y su derecho a la autodeterminación. Esto no
puede ser aceptado.
Sumemos a lo
mencionado, las posturas reaccionarias de regímenes títeres de Estados Unidos:
la monarquía jordana, la Casa al Saud, la pseudo democracia egipcia y el
silencio cómplice de todos aquellos países que suelen alzar la voz de condena y
establecer sanciones cuando se trata de Venezuela, Siria, Rusia, Irán, pero que
callan vilmente cuando los violadores de las leyes internacionales, los que
dotan de impunidad al régimen nacionalsionista israelí por sus crímenes
de lesa humanidad contra el Pueblo Palestino, son los Estados Unidos y sus
incondicionales en el seno del Consejo de Seguridad de la ONU -como es el caso
de Francia y el Reino Unido-, que permiten que Washington e Israel actúen como juez y parte en relación a Palestina.
Desde la Resolución
N.º 2334 de diciembre del año 2016 hasta esta idea de reunirse para favorecer
los intereses nacionalessionistas en Asia occidental, mucha agua ha
pasado bajo el puente, a la par de la sangre de cientos de palestinos, hombres,
mujeres y niños asesinados a manos del nacionalsionismo y la connivencia
de aquellos que se niegan a condenar, denunciar y luchar contra una ideología
que representa una amenaza para los pueblos del mundo. No hay posibilidad de
paz para la región de oeste de Asia sin la completa eliminación del nacionalsionismo.
Lo subrayado es
nuestro.
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