Pobre Europa, tan lejos de Dios… y también de Estados Unidos:
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“Quien no aprende las lecciones que le da la historia,
está condenado a repetirlas”...
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Nuestra
experiencia nos indica que “No es sabio, no es inteligente, no es honorable
negociar con Washington, cuando se alcanza un acuerdo, Estados Unidos no cumplió
lo establecido”... Ayatola Jamenei, Autoridad Suprema de Liderazgo de la
República Islámica de Irán.
Si la conquista y colonización forzada fue una
desgracia para los pueblos del sur, el que a vastas regiones de América hayan
llegado los españoles primero que otras potencias coloniales fue una doble
desgracia. A finales del siglo XV, España se
encontraba en un proceso de transición hacia la Edad Moderna, marchando a la
zaga de buena parte de Europa en este sentido.
La
culminación de la Reconquista a fines del siglo XV tuvo como resultado la
expulsión violenta de los musulmanes de la península ibérica y la convergencia
política y territorial de las principales coronas españolas, las de Castilla y
Aragón. A esa unión monárquica se incorporaron poco después otros reinos
lográndose así la completa unión peninsular hispánica, o ibérica, en el marco
de una monarquía común.
El
título de Católicos concedido a los reyes de España por el
papa Alejandro VI en 1496, hizo
referencia en su momento a la concreta adscripción religiosa de la monarquía y
a su defensa de la fe católica. Con
ello, los procesos de conquista y colonización se realizaron no solo en nombre
de un poder político, también de un poder divino. Ambos fueron usados para
desatar el peor genocidio cometido jamás en la historia de la humanidad.
Así,
la historia nos enseña con lujo de detalles, lo que hizo esa raza maldita
venida de allende los mares. Tal vez no sería correcto culpar a los españoles
de hoy de los desmanes que cometieron sus antepasados, salvo porque lo siguen
reivindicando como si fuera un pretérito glorioso que además niega la consumación
del asesinato de alrededor de 56
millones de seres humanos, el 90% de la población del Abya Yala de entonces.
Después
de 332 años de ocupación salvaje fueron derrotados y se tuvieron que ir. Pero
aun se quedaron en Cuba y Puerto Rico por 74 años más. Todo esto vino a mi
mente cuando leí que el actual presidente del gobierno español Pedro Sánchez,
intentando rechazar las recientes medidas tomadas contra Europa por la
administración del presidente Donald Trump, dijera palabras más, palabras menos, que buena
parte de la riqueza de Estados Unidos había sido obtenida gracias a Europa… y
vaya que España ha jugado un papel relevante en ese sentido. Lo que extraña es
que sus líderes lo reivindiquen como algo positivo.
Ya en febrero de 1819, España cedió gustosamente
a Estados Unidos los territorios de Florida y Oregón y la navegación por el río
Misisipi a cambio de que Washington la apoyara en su lucha contra los
independentistas del Sur. A través del Tratado Adams-Onis o Tratado
Transcontinental, España aceptó algunas migajas, entre otras que Estados Unidos
“respetara” su posesión de Texas y los límites de California. Sabemos lo que ocurrió
después con estos territorios, que incrementaron la “riqueza” de Estados
Unidos. Pero el secretario de Estado John Quincy Adams, posteriormente
presidente de Estados Unidos ni siquiera aceptó hacer una promesa formal, se limitó solo a una declaración verbal sobre estos asuntos.
Mucho
antes, por lo menos desde 1801, Estados Unidos había mostrado su interés en
apoderarse de Cuba. Algunas décadas después, una vez más, España acudió gustosa
a incrementar la riqueza de Estados Unidos. En diciembre de 1898, una España
acostumbrada a que se le impusieran acuerdos ignominiosos, firmó con Estados
Unidos el Tratado de París mediante el cual renunció a la “soberanía y propiedad
de Cuba” al tiempo que cedía -en favor de la riqueza de Estados Unidos- Puerto Rico, las islas Guam y el archipiélago
de las Filipinas. Claro, España permitió que Estados Unidos se introdujera en
la guerra de independencia de Cuba cuando los irredentos mambises tenían
prácticamente ganada la contienda.
En
el artículo 7 del tratado, España renunciaba a todo reclamo de indemnización de
“cualquier género” y en el artículo 8 entregaba todas sus haciendas y
patrimonios en estos territorios. Es tan grande la estulticia y la cobardía de
las élites españolas a lo largo de la historia que el Tratado de París en su
artículo 16 dice textualmente: “Queda entendido que cualquier obligación
aceptada en este Tratado por los Estados Unidos con respecto a Cuba está limitada al tiempo que dure su ocupación en esta isla;
pero al terminar dicha ocupación aconsejarán al gobierno que se establezca en
la isla que acepte las mismas obligaciones”.
Así,
en 1901 se estableció la Enmienda Platt que fue incorporada a la Constitución
de Cuba limitando su independencia y entronizando un sistema neocolonial para
el control y dominio de la isla. Este engendro tuvo “validez” hasta 1934, pero
desapreció en realidad del horizonte
político de Cuba, con el triunfo de la revolución en 1959. El Tratado de París
fue una gran contribución de España -una
vez más- para aumentar la riqueza de Estados Unidos, tan necesitado de ello.
Siguiendo
su práctica entreguista, años después, en 1975, España ya ni siquiera sin
firmar un tratado, entregó su posesión en el Sahara Occidental a la putrefacta
monarquía marroquí. Parecía que su absoluta carencia de dignidad manifestada en
favor de Estados Unidos, también se expresaría en África en apoyo a otros entes
que también “necesitaban” la ayuda de Europa para incrementar su riqueza. En
noviembre de ese año a través de la Operación Golondrina prepararon la
evacuación urgente del territorio saharaui de las fuerzas armadas hasta
entonces ocupantes y sus propiedades.
A
través de un oscuro personaje llamado José Solís, España le manifestó al
monarca alauita de Marruecos, Hassan II, su disposición de abandonar el Sahara
de inmediato, solo a cambio de que Marruecos “cubriera las formas y salvara los
compromisos de España” y que la monarquía borbónica estaba de acuerdo en que el
Sahara pasara a estar bajo soberanía marroquí. Fue una actuación tan deshonrosa
que hasta las propias fuerzas armadas españolas ocupantes la rechazaron.
Después
de eso, Hassan II y su hijo, el actual monarca, han tenido el dinero suficiente
para comprar a las élites españolas, esta vez para contribuir a elevar su
propia riqueza y la de otros líderes europeos necesitados de alimentar su
pecunio personal. No se ha podido hacer nada, para cambiar la situación. La
ignominia y la desvergüenza está presente en el ADN de las élites españolas
sean estas monárquicas o políticas. Es una condición natural para su repulsiva
existencia.
A
mediados del siglo pasado, cuando finalizó la segunda guerra mundial, Estados
Unidos ideó el Plan Marshall que fue “vendido” como el esfuerzo de Washington
para la reconstrucción de la Europa devastada por la guerra. En realidad, el
Plan Marshall fue el instrumento mediante el cual – en medio de la guerra fría-
Estados Unidos se compró Europa para confrontar a la Unión Soviética.
Pero
una vez desaparecida ésta y finalizada la contienda ideológica del siglo XX,
Europa dejó de ser necesaria para Washington. Sin embargo las élites
atlantistas que han gobernado en ambos lados del océano durante los últimos 35
años, siguieron construyendo la ficción de que seguían siendo aliados, socios y
amigos.
Hoy,
cuando el presidente Trump está poniendo las cosas en su sitio, Europa está
tomando nota de un carácter parásito y dependiente que la llevó a nutrir el
poder de Estados Unidos en detrimento de sus propios pueblos. Ahora,
constata que, como ciertos adminículos que se usan y se botan, Estados Unidos la
está lanzando al estercolero de la historia de donde nunca más podrá salir.
Europa
habida cuenta de la decisión de sus élites, es nadie, entre otras cosas porque
no tiene ninguna riqueza material: dependía de Rusia para tener energía barata
que le servía para garantizar su
desarrollo industrial y tecnológico y renunció a ello para -contribuyendo a la
riqueza de Estados Unidos- comprarla tres veces más cara. Ahora, están sumidos
en una profunda crisis económica de la que no saben cómo salir.
Depende
de China para su intercambio económico, sobre todo desde 2021 cuando Beijing se
transformó en su principal socio comercial y aún cuando en 2023 cedió ese
sitial nuevamente a Estados Unidos, hoy, en medio de su crisis, se han visto
obligados a recurrir al gigante asiático para no profundizar su dependencia de Washington.
Depende
de Estados Unidos para su defensa. Ese sometimiento le salía muy barato
mientras enarbolaban el fantasma de una probable invasión rusa que nunca ha
ocurrido pero que las élites atlantistas de Washington “compraban” porque les
interesaba. No obstante, cuando a partir de las más elementales normas del
capitalismo, Trump se ha propuesto cobrar por el servicio prestado, se han
desmoronado y no tienen respuesta por lo que han optado por exhibir su
mediocridad con total desfachatez.
Además,
como no tienen una robusta industria militar propia, en el momento en que se
han propuesto reforzar su potencial militar, tendrán que comprar armas en Estados
Unidos -por lo menos en la primera etapa- contribuyendo de esa manera con la
ampliación de la riqueza de Estados Unidos.
Si
Pedro Sánchez cree que decirle esto a Trump, va a cambiar el estado de las
cosas, solo expone su pequeñez mental, su carencia de comprensión de lo que
está ocurriendo en el mundo y su insignificancia como político y estadista.
No
se podría esperar otra cosa de él habida cuenta de la sangre que corre por sus
venas y el ADN de su estirpe… si lo sabremos nosotros aquí, en Nuestra América.
Lo
subrayado/interpolado es nuestro.
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