La estrepitosa derrota de
Piñera y CIA : el Pueblo Chileno en la lucha exige una Nueva Constitución
soberanamente sancionada por éste. Rechaza otro lavado reformista a la constitución/artilugio
de 1980.
Por Juan Pablo Cárdenas S./escritor, comunicador social, analista
internacional/Barómetro Latinoamericano/
ADDHEE.ONG:
En más de una semana de masivas protestas sociales lo más relevante
hasta aquí es que éstas ya han abarcado todo el territorio nacional y, pese a
la represión y el Estado de Sitio, se aprecian cada vez más masivas y
resueltas. Ya no se trata, por cierto, de oponerse a las tarifas del Metro: son
todas las demandas sociales las que han despertado en Chile con la desvergüenza
del alza de la locomoción colectiva. Y los impugnados, además de los
gobernantes, son las administradoras de los fondos de pensiones, las entidades
de la salud, los bancos especuladores/usureros, las cadenas de
farmacias, los propietarios de las eléctricas y otros servicios básicos, los
hipermercados y grandes tiendas, como en general todas aquellas empresas que
han lucrado y abusado gracias el régimen capitalista salvaje impuesto
por la Dictadura cívico militar pinochetista y refrendado por los regímenes
democráticos en la “medida de lo posible” que la siguieron.
Varias décadas en que la opinión de los ciudadanos no ha sido escuchada,
ni la sensibilidad de la clase política ha sido capaz de darse cuenta de las
profundas inequidades existentes en la población. De la colosal concentración
de la riqueza, las múltiples carencias de la gran mayoría de los chilenos y la
complicidad, como la corrupción, de la clase política. La que hoy es igualmente
impugnada, insistimos, como los actuales moradores de La Moneda.
Se hace evidente que la forma de encarar la explosión social de parte de
las autoridades fue, como siempre, darle curso al pillaje, los disturbios
callejeros y saqueos, imágenes que los canales de televisión, de consuno, han
privilegiado. La idea es que el pueblo se aterre, se encierre en sus hogares,
despeje las calles e, incluso, justifique la iniquidad y vergüenza de recurrir
a las Fuerzas Armadas y de Orden para hacer frente al descontento.
Avala lo que decimos algunas imágenes que se han visto más fuera que
dentro del país, en que los propios militares alientan a los manifestantes a
saquear algunas tiendas, o esos extraños incendios de buses de la locomoción
colectiva que estaban en desuso como, de nuevo, la pobrísima capacidad de los carabineros
para detener a los llamados delincuentes que, como en otros históricos eventos
de la protesta social chilena, finalmente se comprueban como miembros de las
propias policías y servicios secretos. Por el contrario, muy poca cobertura
mediática mercurial, sin embargo, para denunciar las violaciones a la
dignidad humana reconocidos por la propia vocera de la Fiscalía Nacional y la
Comisión Chilena de Derechos Humanos.
Pero han
sido tan contundentes las movilizaciones que el propio Piñera tuvo que hacer un
giro en sus intervenciones y pasar de una actitud desafiante a una impostura
conciliadora, sin que, por ahora, contemple renunciar a su cargo La Moneda,
como crecientemente se le demanda en las calles de todo el país. Dando cuenta
de una crisis de la que por lo menos la Primera Dama está consciente, según esa
grabación en que confidencia ante un grupo de amigas que las autoridades y las
fuerzas represivas han sido sobrepasadas por las movilizaciones y que deben prepararse para acumular víveres y otras
especies en prevención a lo que puede venir… Convocándolas a realizar el mismo
acaparamiento de alimentos que la derecha y el empresariado chilenos
propiciaron para favorecer el derrocamiento y magnicidio del presidente Allende
en 1973.
Es indudable que la situación chilena es muy grave y angustiante si se
considera especialmente su incierto porvenir. La ocupación militar de nuestras
calles ciertamente inquieta a toda la población. A las poblaciones más pobres
en que siempre la violencia castrense se ensaña, pero también esta vez preocupa
al boyante mundo empresarial, tan acostumbrado a derivar sus groseros
dividendos de la inicua explotación de los trabajadores y de todas nuestras
riquezas minerales, forestales, pesqueras y, sobre todo, de la administración
de las reservas del ahorro previsional (más de 20 mil millones de dólares).
Además de la propiedad de las generadoras de luz, gas y agua potable que en
Chile son privadas o extranjeras. Como también las concesiones viales y las
plazas de peaje.
La opinión pública mundial se pregunta por qué no han salido a las
calles el oficialismo, los partidarios de Piñera y de su gobierno como ocurre
en todos los países en que existe convulsión social. Pero la explicación a ello
no es otra que la altísima masividad del descontento, el despertar de casi todo
un pueblo que se siente vulnerado por las injusticias. Fenómeno que en las
últimas horas ha tenido el reconocimiento incluso de los más ricos, al
instalarse la protesta, también, en los barrios más pudientes de la Capital,
donde los manifestantes han llegado a reconocer y avergonzarse en estos días
públicamente de sus privilegios. Dispuestos a que se obre rápidamente en favor
de los pobres y marginados. Incluso de los mapuches según se descubren en
algunas banderas y pancartas enarboladas.
Por lo
demás, ya están hablando las encuestas de la estrepitosa caída en la
popularidad de este gobernante acostumbrado a ufanarse de su régimen, a
minusvalorar a nuestros países vecinos y, lo más penoso de todo, a liderar
conciliábulos con Trump, Bolsonaro y otros impresentables jefes de Estado para
impulsar el derrocamiento de Nicolás Maduro, burlarse de la transparencia
electoral boliviana, además de otros despropósitos en contra de la libre
determinación de los pueblos. Un enano presidente que tuvo, incluso, algún
éxito para codearse con presidentes europeos obnubilados por la falsa
prosperidad de nuestra economía o deseosos de hacer inversiones en nuestro país
donde la impunidad de las transnacionales parecía consolidada.
No podemos sino compadecernos de lo que ahora debe sentir este
megalómano personaje que con su ilegítimo enriquecimiento compró un cupo en la
política.
El riesgo, sin embargo, es que a Piñera le resulte una solución cupular
convocando a los jefes de partido, por ejemplo, que están tan desacreditados
como él para pactar un paquete de medidas que calmen a la población, la
ilusionen con un cambio que nunca van a producir. Porque no olvidemos que los
verdaderos gobernantes del país no son los Piñera y CIA. Para lo que basta
recordar los parlamentarios que, cooptados por las grandes empresas, como Penta
y Soquimich, que hasta les financian sus campañas electorales para después
dictarles algunas iniciativas legales, como ocurrió con la Ley de Pesca.
No podemos dejar de rememorar como después del Triunfo del NO en el
plebiscito, salieron a las calles una buena cantidad de políticos para disuadir
a los millones de manifestantes que no avanzaran hasta La Moneda, “que no
asumieran riesgos innecesarios…” De lo cual se sucedieron los acuerdos cívicos
militares posteriores, la consolidación hasta hoy de la Constitución/artilugio
de 1980, las impunidades más bochornosas y la llamada transición interminable.
Llegaremos a pensar que La Moneda se propone algo serio cuando sean las
organizaciones vivas de la sociedad las que ingresen al palacio presidencial a
pactar con él las reformas demandadas. Cuando sean NO+AFP, algunos referentes
laborales, estudiantiles, de los consumidores, de los gremios profesionales,
las organizaciones medioambientales los convocados a un diálogo.
Sería una verdadera chacota darles legitimidad a voceros del Parlamento
y de las patronales empresariales y hasta sindicales involucradas en la crisis
actual tanto como Piñera y los mandatarios que lo precedieron. Actores que, al
demandar ahora la salida de Piñera, debieran hacer lo propio con sus renuncias
y alejamiento de la vida pública. Acabando por
fin con el cinismo de reconocerse interpelados por el pueblo, pero aferrándose
con sus colmillos y garras a sus cargos, estipendios y otros privilegios.
Lo subrayado es nuestro.
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