Chile aliviado: ni fascismo ni comunismo, sino todo lo contrario: “más democracia, libertad y justicia en la medida de lo posible”…
Rafael Agacino
Seminario el sur andino/ Addhee.Ong
¿Quién dijo terror? Anoche
en medio de públicos parabienes entre Boric y el “presidente” Piñera, entre
Boric y “José- Antonio” Kast y entre los personajes de la elite – las dos derechas
y los señoritos del FA, el miedo se disipó de una vez, y en menos de media hora
no había ni espectro del fascismo ni fantasma del comunismo. La República en la
medida de lo posible, se había salvado, ¡todos felices¡.
Una gran operación
mediática que logró atraer a un 5% adicional de electores, sobre todo de
sectores populares que sin restricciones gritaron sus anhelos en las calles,
así como los sectores medios, aunque en un tono levemente más moderado, se
regocijaron, dando un aire de legitimidad al sistema político y su
institucionalidad electoral. Notable.
Si no fuera por las
franjas capturadas por el miedo, que votaron sin convicción e incluso con
nauseas – una buena parte de esos 5 puntos porcentuales adicionales – y un contingente
que explícitamente llamó a no votar, se diría que la potencialidad de la
Revuelta en la noche de ayer ya fue definitivamente anulada. Pero no; aunque
solo estemos en los prolegómenos de una obra restauradora mayor.
Viene ahora la
negociación, composición y duración del primer gabinete de Boric, sobre todo a
la luz del boicot del transporte del día de ayer, cual anticipo de las tácticas
amenazadoras que el capital puede ensayar para lograr un gabinete amable, pues
en caso contrario, ya sabemos: huelga de inversiones, de
transportistas/camioneros, especulación
con el dólar, fuga de capitales, apagones de redes digitales, paro del
comercio, etc. Éste, el capital, operará para conseguir no sólo que se acomode
el lenguaje si no también las intenciones un poco más allá de lo que, el ahora
presidente electo, ya hizo para la segunda vuelta. Y sabemos que Boric -por más
que lo remede – no tiene la estatura política de Allende para resistir las amenazas
del capital criollo ni menos las del imperialismo...
Capaz que de tumbo en
tumbo capitule, primero, en la política exterior – decepcionando al progresismo
latinoamericano que lo ha ensalzado – y luego en la política interior, y nos
comunique de súbito por cadena nacional que se equivocó y que las cadenas si
son necesarias para imponer el orden, y este Gabriel mute en ese otro Gabriel,
el González Videla, esta vez el del siglo XXI [1]. Tal vez la primera prueba de
fuego sea el Wallmapu – una guerra que le serviría de excusa- para asir la
espada, obtener reconocimiento de las FF.AA. y Policías, e inaugurar la nueva
temporada de reprimendas y castigos a los pueblos.
Es cierto: legitimar la
ley anti-barricada y negar el indulto general a los presos políticos de la rebelión
social, no es lo mismo que imponer una nueva “ley maldita” y desencadenar la represión
sobre el pueblo, pero ¿quién sabe? En otro registro paralelo, la derecha se
recuperó respecto de los resultados electorales del plebiscito: subió del 22%
al 44% de la votación con una tasa de participación al alza y lo hizo en torno
a la derecha más dura, a la vez que también, se recompuso la derecha concertacionista
al alero del señorito.
Y puesta la vista en marzo
próximo, la sustitución de Piñera por un gobierno legitimado, una Convención
Constituyente con nueva directiva y tareas, y con un pueblo otra vez ilusionado,
no es para nada arriesgado afirmar que se ha dado un nuevo aire, al menos
transitoriamente, al sistema político. Solo el parlamento será un campo de
batalla ruda.
Pero contamos con
condiciones más propicias para que ello no suceda: al menos desde octubre de
2019 las franjas populares tendencialmente se vienen politizando. Parte de ese
5% adicional que saltó de la abstención al voto forzado por la coyuntura, junto
a las fracciones de la abstención activa, constituyen una reserva mínima para
una primera línea capaz de sostener el espíritu rebelde de ese gran manotazo
popular que fue octubre. Hay ahí un nuevo activo de organizaciones y
colectivos, premunido de experiencia y memoria de luchas populares recientes,
un activo que problematiza aprende, ensaya, enuncia verbos y ofrece caminos.
Sabemos que estas fuerzas
son débiles, pero lo son más por dispersión y distanciamientos artificiales que
por su número. La tarea es bregar inteligente y generosamente por su
convergencia, su unidad, por superar el sectarismo y aunar voluntades. Y no
sólo para enfrentar la crisis política en curso y sus salidas por arriba, sino
además porque frenar la dinámica actual de un capitalismo que nos conduce al suicidio
colectivo, se ha asomado a nuestras vidas como un ineludible imperativo ético.
(1) Esta
figura la sugirió Sergio Rodríguez Gelfenstein:
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