Por
Sergio Rodríguez Gelfenstein,
Consultor y Analista Internacional Venezolano
En el marco de la guerra civil en
Nicaragua, en enero de 1927, las tropas estadounidenses desembarcan en el país
y en una rápida campaña militar ocuparon Managua en el mes de abril. El día 17
de ese mes arribó a la capital nicaragüense Henry Stimson, enviado especial del presidente
estadounidense Calvin Coolidge- quien el 4 de mayo, firmó con el general
liberal José María Moncada, el pacto del Espino Negro, a través del cual se
consagró la rendición del ejército liberal y la aceptación del mandato del presidente
conservador Adolfo Díaz. El 25 de agosto, en clara intromisión en los asuntos
internos del país centroamericano, Estados Unidos entregó al gobierno de Díaz
un documento mediante el cual le informaba que el Embajador Charles C. Eberhard
y otro enviado especial del presidente Coolidge, el General Frank Ross McCoy,
elaborarían las cláusulas que habrían de establecer las pautas para la
celebración de los comicios presidenciales de noviembre de 1928.
De manera inmediata, al día
siguiente 26 de agosto, el general Augusto C. Sandino, que se ubicaba en el
campo liberal, a través de una carta de su autoría rechazó la componenda
diseñada por la Casa Blanca, señalando que permanecería en armas mientras
hubiera un gobierno conservador en el país y sólo las entregaría a uno de corte
liberal, aún sin estar de acuerdo con él. Así mismo, informó a sus soldados que
de en adelante estarían solos en esa lucha y que el tirano presidente Adolfo
Díaz ya no era el enemigo principal, sino que ahora deberían enfrentarse a “los
marinos del imperio más poderoso que la historia ha conocido”. Sandino entendió
perfectamente que el conflicto dejaba de tener un carácter interno, para
transformarse en una guerra en defensa de la soberanía y la integridad
territorial de su país.
Como recuerda el historiador
Gregorio Selser, con Sandino había veintinueve combatientes, que conformaron el
germen que dio nacimiento el 2 de septiembre de 1927 al Ejército Defensor de la
Soberanía Nacional (EDSN). El General de Seres Humanos Libres no ocultó a sus soldados
la magnitud de la contienda que se avecinaba: “Seremos asesinados villanamente
por las bombas que desde el aire nos envíen truculentos aviones; acuchillados
con bayonetas extranjeras; tiroteados por ametralladoras modernísimas”, pero no
hubo dudas respecto de la misión que debía emprenderse por amor a “nuestra
afligida madre Nicaragua”. Ante la traición que significó el Pacto del Espino
Negro, Sandino afirmó contundente “No me vendo, ni me rindo. Yo quiero Patria Soberana,
Libre o Morir”.
Ese día, en el cuartel general de
El Chipote, ubicado en las cercanías de Quilalí en el Departamento de Nueva
Segovia, al norte del país, todos los combatientes firmaron el documento de 14
puntos que marcaba el modelo de organización que seguiría el EDSN. Entre ellos
se establecía que podían unirse a él quienes estaban dispuestos a “defender con
su sangre la soberanía y la libertad de
Nicaragua” y que se reconocía como Jefe Supremo “al patriota general Augusto
César Sandino, leal y sincero, quien ha sabido defender con toda abnegación el
decoro nacional como legítimo nicaragüense”. Así mismo, se desconocía todo acto
del régimen traidor de Nicaragua y de los invasores extranjeros, pues se
entiende “que la política de nuestro país no debe emanar de una nación extraña,
sino que debe estar basada en el más alto espíritu nacional”. El documento
fijaba certeramente la prohibición de cualquier jefe del EDSN de celebrar
pactos secretos con el enemigo ni convenios de ninguna clase so pena de ser
juzgado marcialmente en Consejo de Guerra.
El combate sin cuartel del EDSN
contra los invasores llegó a su fin en 1933 cuando el ejército estadounidense
derrotado, se vio obligado a abandonar Nicaragua. La paz con el gobierno se
firmó en febrero de 1933 y un año después, Anastasio Somoza quien había sido
designado por Estados Unidos como Jefe de la Guardia Nacional creada cuando era
inminente su salida del país, asesinó a Sandino, cuando éste abandonaba el
palacio presidencial tras reunirse con el nuevo presidente liberal Juan
Bautista Sacasa.
Largos años de
lucha sobrevinieron al asesinato de Sandino y en 1961, un grupo de patriotas
liderados por Carlos Fonseca Amador y Tomás Borge fundaron el Frente Sandinista
de Liberación nacional (FSLN) que se propuso dar continuidad a la lucha de
Sandino y del EDSN.
En 1978, el FSLN había avanzado
de forma considerable en la conjunción de las acciones de sus fuerzas
políticas, militares y diplomáticas de manera que logró colocar a la dictadura,
-que se había entronizado en el poder por 44 años- en una situación de
verdadera debacle. En esas condiciones,
la idea de reconfigurar las fuerzas guerrilleras, de forma tal, que una vez
derrotado el tirano, pudiera fundarse un nuevo ejército que tomando el ideario
sandinista, se transformara en defensor de la soberanía y salvaguarda de la paz
y la estabilidad del país, volvió a estar en el tapete de las decisiones a
tomar por los dirigentes del movimiento libertario nicaragüense. El 23 de
octubre de 1978, la Dirección Nacional del FSLN anunció el renacimiento de
dicho ejército.
El desarrollo de la insurrección
tuvo un primer momento en agosto y septiembre de ese año, pero, fue después de
algunos ajustes, -sobre todo una vez que se logró la unidad interna del FSLN-
que se retomó la lucha insurreccional con fuerza superior en abril de 1979
tanto en las montañas como en las ciudades, y ya no se detuvo hasta la derrota
final de la dictadura el 19 de julio de 1979.
Un día después, el 20 de julio la
Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional (JGRN) disolvió la Guardia
Nacional Somocista y dio formal vida al nuevo Ejército Nacional. El 22 de
agosto de ese año a través del Decreto
N° 53 de la JGRN se creó el Ejército
Popular Sandinista (EPS) que como reconocimiento y homenaje al General Sandino
adoptó el 2 de septiembre como Día del Ejército. De esta manera, este año y en
esta fecha estamos conmemorando el 90° aniversario de tan gloriosa institución,
heredera de las mejores tradiciones de lucha del pueblo nicaragüense.
De inmediato, el ejército
guerrillero comenzó su proceso de profesionalización y transformación en la
poderosa fuerza armada de Nicaragua que es hoy, no tanto por la cantidad de su
armamento como por el alto espíritu de combate, el pundonor de sus generales,
oficiales y tropa y la gran experiencia adquirida en la guerra de diez años en
contra de la agresión extranjera que armó, financió y entrenó a fuerzas
contrarrevolucionarias que pretendieron, bajo asesoría directa de la CIA y el
Pentágono, retrotraer el curso de la historia.
Ya a finales de 1979, menos de
seis meses después del triunfo revolucionario, se produjeron desde Honduras las
primeras manifestaciones de acciones armadas contra el naciente gobierno
sandinista, El EPS se fue formando y estructurando en el propio combate,
resistiendo la invasión mercenaria a un costo muy alto en vidas de soldados y
del propio pueblo que lo alimentaba con sus mejores hijos. Una a una las
operaciones diseñadas por el Pentágono y la CIA fueron derrotadas: “Navidad
Roja” en diciembre de 1981, “Plan C” a finales
de 1982 e inicios de 1983, “Pino Grande 1” en territorio hondureño para
facilitar a las fuerzas contrarrevolucionarias su inserción operativa en el
país en febrero de 1983, “Plan Sierra” a finales de 1983, “Ofensiva
Generalizada” en 1984, “Operación Rebelión 85” durante ese año, “Operación
Limpieza Fronteriza” en 1986, “Plan Ofensiva de Primavera”, “Operativo Salvador
Pérez”, “Operación David” y “Operación Olivero” en 1987, hasta que en 1988 con
las operaciones ofensivas “Unidad Indestructible”, “Soberanía”, “Unidad
Interarmas” y “Danto 88”, el Ejército Popular Sandinista mostró una calidad
superior para golpear al enemigo y producir la neutralización de sus unidades
operativas más importantes, creando condiciones para la derrota política y
militar definitiva de la contrarrevolución, propiciando además una solución
definitiva del conflicto a través del diálogo y la negociación.
Como dijo el Comandante Daniel
Ortega, presidente de Nicaragua en 2009, hoy, “…la guerra quedó atrás y
enterrada para siempre…”. En su 90° aniversario, el Ejército de Nicaragua
cumple con eficiencia la misión de garantizar la paz en su país,
salvaguardándola de las complicaciones que afectan a los vecinos, en el combate
contra la delincuencia organizada, el narcotráfico y los intentos de
desestabilización interna del Estado,
elevando al pedestal más alto los ideales y el legado del General de Seres
Humanos Libres, Augusto C. Sandino, jefe del primer ejército que en América
Latina derrotara militarmente al imperialismo estadounidense, señalando con su
ejemplo y con su gesta el camino a emprender por los militares patriotas y los
pueblos dignos, que no aceptan amenazas imperiales y se yerguen por sobre la
superioridad económica y tecnológica para luchar y vencer, con las armas del
decoro y el amor a la patria.
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