viernes, 13 de diciembre de 2019

Colombia. ¡Nos Quitaron Hasta El Miedo!.


Colombia. ¡Nos Quitaron Hasta El Miedo!.

El Pueblo del Dr. Eliécer Gaitán Ayala y del sacerdote Camilo Torres Restrepo, ha dicho basta. El 21N triunfó la dignidad, ni la lluvia, ni la represión criminal policial, ni los gases, ni la manipulación psicológica, detuvo la fuerza del descontento social.

Por Violeta Guetnamoa/Escritora, comunicadora social/Barómetro Latinoamericano/ ADDHEE.ONG,:
El Pueblo Colombiano se ha puesto de pie muchas veces, ha visto varias generaciones desaparecer bajo la bala criminal del régimen/Estado. Tal como se escucha en las calles por estos días, “somos el pueblo al que le han quitado todo, incluso el miedo”.
Los colombianos están removiendo las barreras del silencio. Desde el pasado 21 de noviembre, millones de ciudadanos, se volcaron a las calles y plazas de todo el país, convirtiéndolas en trincheras de inconformidad y rechazo a las actuales políticas del régimen capitalista salvaje de Duque. Un rotundo grito se escucha hoy en Colombia: ¡Ya no tenemos miedo!:¡Que se vayan todos!.
Semanas antes del 21N el régimen Duque, emprendió una política de zozobra mediática y pánico social. Miles de uniformados patrullaron las calles, allanaron viviendas y detuvieron artistas, docentes y estudiantes, con el fin de mantener la mordaza en la boca de los inconformes. Pero la realidad estaba cargada: el asesinato de líderes sociales, el bombardeo militar a 18 niños, el regreso de los falsos positivos, la imposición de políticas antipopulares, etc., sobrepasó el límite de la inercia; llegó la hora cero y el pueblo se lanzó multitudinariamente a las calles de Colombia; Bogotá, Cali, Medellín, Cartagena, Bucaramanga, Villavicencio, Tunja, Pasto, Barranquilla, Cúcuta, Riohacha, Manizales, Ibagué, e incluso municipios tan olvidados por el Estado como Uribía en La Guajira.
El 21N triunfó la dignidad, ni la lluvia, ni la represión policial criminal, ni los gases, ni la manipulación psicológica, detuvo la fuerza del descontento social. Millones marcharon, y sólo fue el comienzo, ya que el Paro Nacional se mantiene. Como dijera Estela Hernández, indígena de Mexquititlan, en México: “En pie de lucha por nuestra patria, por la vida y por la Humanidad. Hasta que la dignidad se haga costumbre” «.
El Paro Nacional continúa, y se fortalece con cada hecho de violencia, perpetrado contra los colombianos. Mientras la sociedad marcha y protesta pacíficamente, el Estado reprime: las Fuerzas Militares intimidan – ultrajan, y el Escuadrón Móvil Antidisturbios (ESMAD) asesina.
Los hechos en los que el joven Dylan Cruz, víctima reciente del régimen policial y el Estado terrorista, que el día 23N quedó en estado de muerte cerebral, a causa del ataque de un agente del ESMAD, quien le disparó una bomba recalzada directo a la cabeza; han enardecido aún más al pueblo en las calles, convirtiéndose en una nueva y punzante razón para continuar.
Ante el país y el mundo ha quedado evidenciado, el tratamiento de guerra que el régimen/Estado colombiano le da la protesta social; abundante material audiovisual, testifica como son las fuerzas policiales quienes organizan y desatan el vandalismo, a través de sus agentes infiltrados en las manifestaciones, o con provocadores pagos por la misma fuerza pública, con el fin de generar caos y así justificar la criminal represión. Es curioso que en los departamentos donde el ESMAD no hizo presencia, no se hayan producido disturbios; aun así, el presidente Duque le aseguró este 23 de noviembre a la BBC que: “Rechazamos contundentemente las versiones que tratan de insinuar que es la Fuerza Pública la que promueve el vandalismo» - igual que en Chile -, nadie lo insinúa Señor Duque, presidente de la oligarquía empresarial farisea agrícola citadina, está demostrado.
Los colombianos ya no tienen miedo. Colombianas y colombianos de todas las edades, exigen hoy, un cambio inmediato, se oponen a las políticas económicas del capitalismo salvaje, a la Doctrina de la Seguridad Nacional, la cual ha generado miles de crímenes de régimen/Estado, millones de desplazados, millares de desaparecidos y torturados, más de 3 mil masacres…
El Paro Nacional que inició el 21N, y que hoy se extiende a su quinto día, es la expresión de la furia de un pueblo que lleva muchos años silenciada y amenazada. Este Paro Nacional, ha generado nuevas formas de protesta y lucha, construyendo y fortaleciendo significativos lazos de solidaridad y apoyo entre el pueblo. Este se ha reconocido, se ha escuchado y ya no olvidará que ha luchado unido.
La unidad e integración de los pueblos también debe darse al interior de la patria, una que necesita ser reinventada por las mismas comunidades, expulsando a quienes han usurpado la soberanía y la dignidad por más de 200 años.
El Pueblo Colombiano se reconoce en las luchas de Nuestra América: Chile, Ecuador, Bolivia (contra la dictadura de Añez), Haití, y del mundo entero: Palestina, Yemen, Grecia, etc.… que están en pie de lucha contra el imperialismo yanqui.
El Pueblo Colombiano se ha puesto de pie muchas veces, ha visto varias generaciones desaparecer bajo la bala criminal del régimen/Estado. Tal como se escucha en las calles por estos días, “somos el pueblo al que le han quitado todo, incluso el miedo”. Este pueblo es consciente que no tiene nada que perder, pues ya casi todo le ha sido arrebatado, menos el ímpetu para construir la Nueva Colombia digna, libre, culta, soberana, democrática y solidaria.
rioliverr@gmail.com

La revuelta juvenil no para y avanza sin pausa.


Por Prof. Dr. Manuel Humberto Restrepo Domínguez/Escritor, analista internacional/Barómetro Latinoamericano/ADDHEE.ONG:

Que la muerte de Dylan Cruz no quede en el olvido, que pare el asesinato de líderes, defensores, excombatientes y gentes comunes que movilizadas reclaman garantías a sus derechos pactados entre sociedad y el estado. Que el horror no caiga en el reino de la impunidad y los partidos cesen su afán de controlar la vida del mismo pueblo ultrajado y que el planeta no sea destruido. Que la riqueza no sirva de excusa para vivir en la miseria. Es lo que anuncian otros actores, que ya no son los mismos de la sociedad industrial, ni encarnan las disputas liberales-conservadoras, ni capitalismo-socialdemocracia. Son en esencia una generación de jóvenes, de la que la anterior que bordea y supera el medio siglo, espera entre las nostalgias de la revolución que no fue y las marcas de la maldita guerra vivida, que los cambios se aceleren.
La esperanza, que el papa Francisco pidió no dejarse robar, parece estar en manos de esa generación de jóvenes, internautas, milenios, estudiantes y espectadores de un futuro incierto, muchos de ellos hijos de viudas del conflicto, huérfanos de padres asesinados y familias en destierro, que difícilmente van a ser convencidos de irse de las calles con leyes que prohíben o tanquetas que disparan. Hay una apuesta de cambio en la generación nacida en el siglo XXI o después del muro de Berlín, que desde hace una década está escribiendo su historia de este tiempo, de otra manera. En pocos minutos convoca una asamblea, un mitin, un plantón, como lo hacen las mujeres del “si el estado no me cuida, que me cuiden mis amigas”, porque se mueve en un mundo conectado en línea.
Les afecta el planeta, la crueldad contra humanos y no humanos, mezclan feminismos y ecologismos con agendas sociales, económicas, obreras, afro y campesinas. Se movilizan con canticos, abrazos y besos y buscan garantías a derechos en retroceso, que seguramente no podrán disfrutar como la jubilación. En el fondo se apela a defensa de derechos universales y marcan una ruptura con la idea del poder hegemónico y los caducos valores de la sociedad tradicional aferrados a la disciplina, los jefes, la obediencia, la resignación y otras formas de relación humana.  Fomentan la salida de males políticos como la corrupción, el clientelismo y la arrogancia de poder de las elites.
Desde las grandes movilizaciones de los años 60, los jóvenes no aparecían con tanta contundencia, como ahora, para cuestionar la acumulación desmedida de capital que está en el centro de todas las desgracias, mientras para pocos es la fuente de todos sus placeres. Empresarios oligarcas fariseos y banqueros especuladores usureros desde hace doscientos años, que siempre salen abantes de todas las “crisis”, empiezan a preocuparse porque los análisis conducen a cuestionar el modelo, el sistema, cuya fortaleza empezó cuando para garantizarle empréstitos al régimen le pidieron una constitución y el régimen cedió y luego pidieron garantías jurídicas para “saquear legalmente” las riquezas y las obtuvieron y después el control de las rentas y de la democracia repitiendo elecciones, pero hoy están preocupados.
Las gentes que hace doscientos años se propusieron cambiar el rumbo de sus sociedades y se hicieron responsables de su destino, son parte de la memoria de los nuevos movimientos en las calles, que entienden que la tarea inmensa que tienen “no puede cumplirse esta vez mediante una revolución, ya que todas las revoluciones destruyen las reivindicaciones sociales a favor de una lógica implacable, inscrita en las cosas, en el funcionamiento del capitalismo salvaje o en el poder de las armas” (Touraine). Los jóvenes, se movilizan sin acudir a los esquemas de organización vertical propio de sindicatos y partidos, sus fórmulas son más horizontales, también para impedir que se construya un nuevo poder tan autoritario como el vigente.  Reclaman el apoyo generalizado para seguir haciendo movilizados y esperan sentarse en los espacios de construcción democrática y de conversaciones y concertación, en calidad de líderes y protagonistas de este capítulo de la historia, que combina saberes y experiencias y llama a que las cabezas pensantes del país se liguen al cuerpo del pueblo para no dejar escapar el momento de transformación acelerada de lo que hace tiempo no cambia.
P.S. El régimen está tratando equívocamente a los actores sociales como a actores morales que vienen a disputarle privilegios y en ese trance comete errores tan graves como pretender hacer creer que el Estado/régimen puede asesinar si cumple protocolos. No existe norma, ni regla, ni en el DIH, ni la legislación nacional, que le conceda Derechos al Estado y menos aún el derecho a matar, sea con armas y balas convencionales o aplicando protocolos. Asesinar con armas del Estado no es una simple falta personal, contravención o violación de una ley. Asesinar es un crimen y el que asesina es un asesino. En el caso de Dylan se nota que hubo intención de destruir con un método ilegítimo, se produjo pánico, miedo y terror en el cuerpo social movilizado, y se empujó a las gentes hacia un comportamiento colectivo violento. El Estado/régimen ha usado un discurso justificante, en clara muestra de que detrás del autor, que adelantó un proceso de aprendizaje para salir a controlar las calles, hay instigadores, cómplices y encubridores.

mrestrepo33@hotmail.com
Lo subrayado es nuestro.

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