Chile las cosas como son
Por Eduardo Contreras Mella/
escritor, abogado de los Derechos Humanos, comunicador social/ Barómetro Latinoamericano/
ADDHEE.ONG :
Hace sólo unos días se ha conmemorado
el Día Internacional de los Derechos Humanos y pronto se cumple otro
aniversario del advenimiento de aquellos regímenes de la llamada
“Concertación” que fueron posibles tras el acuerdo entre la dictadura cívico
militar y ese sector de la política nacional. Son fechas y algún modo
relacionadas y aptas para que, desde nuestro particular punto de vista,
señalemos hechos y evoquemos acontecimientos.
En relación a la vigencia y respeto
de los Derechos Humanos, no hay duda alguna que vivimos tiempos difíciles y no
sólo por las dificultades y tardanzas innecesarias que se suceden en los procesos
judiciales por los crímenes de lesa humanidad cometidos por la dictadura cívico
militar de la oligarquía empresarial sofofa, sino, sobre todo y fundamentalmente, porque vivimos,
hoy en el presente, tiempos de claros atropellos, de violación de derechos
fundamentales del Pueblo Chileno, perpetrados por los agentes policiales del régimen
de un reconocido pinochetista como es Sebastián
Piñera Echeñique.
Una primera referencia entonces será
para el actual y fracasado presidente de la república de Chile, aquel de no más
de un 10% de aprobación nacional, incapaz absoluto de enfrentar la situación
que se vive y que, sin embargo, por esas rarezas de la conducta social, ha sido
elegido en dos oportunidades como primer mandatario. Nadie en este país ignora
que se trata de un individuo de escasa preparación intelectual y de un conocido
pasado procesal penal por su estafa al Banco de Talca en los años ochenta del
siglo pasado, su fuga, su salvación gracias a la gestión de su hermano José
(padre de las AFP y las Isapres) ante el propio dictador y gracias además a la
vinculación familiar de los Piñera Echeñique con la
embajada de los Estados Unidos en Santiago. Conocido es también su conflicto
con el empresario fascista/asesor de la dictadura cívico militar,
Ricardo “Mega” Claro a propósito del negocio de las tarjetas de crédito.
Nadie olvida tampoco su ardoroso
discurso en defensa de Pinochet como principal orador en el acto público conque
el fascismo criollo exigía la libertad del dictador de marras cuando estaba preso en Londres y
a punto de ser enviado a España donde habría de ser condenado por el juez
Baltasar Garzón.
No debe entonces sorprender a nadie
su infinita incapacidad demostrada desde el comienzo de la movilización social
nacional en octubre de este año para exigir el fin de un modelo de explotación
económica y social impuesto tras el golpe militar del 73, y consagrado en la
funesta Constitución/artilugio de 1980, de la dictadura cívico militar
que nos sigue rigiendo hasta hoy.
En rigor, con un mínimo de pudor –
que no es el caso – Piñera Echeñique debió haber renunciado hace ya un
buen tiempo.
Pero el modelo económico, social y político establecido en
la actual Constitución y cuya repulsa nacional es la causa de la movilización
de las gentes que vivimos, no es sólo producto de la ultra reaccionaria
derecha chilena, sino también de aquellos partidos, supuestamente democráticos
y progresistas que conformaron la llamada Concertación de partidos por la
democracia y que llegaron a acuerdo con la tiranía cívico militar.
¿Cómo entonces celebrar por estas
fechas ese “retorno a la democracia”? Sí, en efecto Pinochet dejó el mando
oficial y dejaron de operar los asesinos de la Dina, la CNI y otros aparatos.
Pero esos partidos, supuestamente progresistas y democráticos, salvaron al
dictador de su condena internacional y, es más, lo ungieron ¡senador vitalicio!
Y a no ser por la querella criminal del 12 de enero de 1998 presentada por el
Partido Comunista de Chile con Gladys Marín al frente, no habrían tenido lugar
los miles de procesos judiciales que todavía continúan por causas de detenidos
desaparecidos, ejecutados, torturados.
Pero lo peor: mantuvieron la
organización política y económica de la sociedad chilena impuesta a sangre y
fuego por Pinochet y consagrada en la Constitución ¡¡que todavía soportamos!!
Liquidaron el papel del Estado en la Economía, se puso fin en el país a un
trabajo digno y a una vejez segura, abolieron derechos sindicales, y terminaron
con derechos tan esenciales como el derecho al Agua, a los recursos naturales,
a la Salud, a la Educación, a la Vivienda, al Uso del suelo, a la libre Pesca,
o el de los pueblos originarios o de igualdad de género.
Es más, el primer mandatario electo
tras el retiro pactado del dictador fue Patricio Aylwin y quien quiera que lea
y estudie con seriedad lo ocurrido en Chile a propósito del golpe contra el
gobierno Popular del presidente Salvador Allende Gossens y
de la Unidad Popular no puede sino concluir que ese personaje fue uno de los
principales articuladores de la maniobra golpista, Empezando por la
manipulación a nivel de la dirigencia Demócrata Cristiana para quitar de
la presidencia de ese partido al Senador Renan Fuentealba Moena un
demócrata consecuente que, más allá de sus diferencias con la Unidad Popular,
siempre se opuso a un golpe de Estado. Basta con leer las declaraciones de
Patricio Aylwin, en los días posteriores al 11 de septiembre de 1973, apoyando
a Pinochet para tener claro quien fue este personaje y otros de su sector. ¡Qué
distinto a su hermano Andrés que fuera un demócrata leal además de gran
defensor de los derechos humanos!
No hay mucho pues que celebrar a
propósito del advenimiento de los regímenes de la Concertación. Todos
sin excepción mantuvieron el mismo tipo de sociedad impuesto tras el golpe y,
naturalmente, la misma Constitución. Resulta increíble, por ejemplo, releer a
estas alturas la tésis de grado del entonces estudiante de Derecho Ricardo
Lagos Escobar.
Su obra, denominada “La Concentración
del poder económico”, editada en 3 ocasiones el año 1961 por Editorial del
Pacífico, fue de gran impacto. Resulta
sorprendente leer en la página 172 de su libro que Lagos sostenga que “La única
y verdadera solución es, entonces, la abolición de la propiedad privada sobre
los medios de producción, los cuales deben pasar al Estado”.
Lo probable es que hayan sido los
años que más tarde Ricardo Lagos vivió en Estados Unidos la causa de
que, mucho después y ya como presidente de Chile, este personaje renegara de su
propio pensamiento y hubiera gobernado precisamente en favor de los
propietarios individuales de los medios de producción.
En este comentario no ha de escaparse lo que sucede en el
poder judicial. Un botón de muestra: por estos mismos días debe designarse un
nuevo presidente de la Corte Suprema al concluir el mandato legal del ministro
Haroldo Brito. Y bien, entre los candidatos al cargo figura don Lamberto
Cisternas quien ha hecho ruido publicitariamente en las últimas semanas. No más
que no recuerda que, tras el golpe del 73, él fue viceministro del Trabajo de
la dictadura de Pinochet. Esperemos no sea elegido.
Concluyo recordando las palabras del
comienzo en cuanto a la violación de los derechos humanos en el presente. Los
asesinados por Carabineros, las niñas y niños violados en sus cuarteles, la
cantidad de jóvenes compatriotas que han dejado ciegos para toda la vida, los
torturados, los prisioneros, todo nos muestra lo que es un gobierno anti
democrático y antipopular como el actual. Si hasta organismos como Human Rigth
Watch o la Comisionada de la ONU, han debido reconocer las graves violaciones a
los derechos humanos cometidas en nuestro tiempo bajo el régimen de
Piñera Echeñique, por más que los grandes medios de comunicación de
nuestro país – todos al servicio del gran empresariado nacional e internacional
– traten de ocultar buena parte de lo que sucede.
Desgraciadamente, la derecha chilena
sigue contando con el indisimulado apoyo de los grupos políticos
autodenominados progresistas o sociales demócratas. Con sus votos se han
aprobado actuales leyes represivas como sucedió el pasado 4 de diciembre.
Por suerte para el pueblo que es el
principal protagonista de la historia, para las gentes, los
trabajadores, las mujeres, los jóvenes, que siguen luchando en las calles,
todavía hay organizaciones políticas leales, que combaten contra el modelo y
luchan por cambios verdaderos, por mejoramiento de las condiciones de vida de
la población, por la recuperación de sus derechos esenciales y, obviamente, por
una Nueva Constitución de verdad que ponga fin al modelo expoliador. ¡A sumarse
a esas tareas!
Lo subrayado es nuestro.
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