El fracaso de la
Izquierda en el Chile virtual de
la sofofa.
¡Basta ya de eufemismos!: ¿Eres
o no eres?, ¿O quien carajo eres?.
Por Juan Pablo
Cárdenas S./ escritor, comunicador social/Barómetro
latinoamericano/ADDHEE.ONG:
La historia de la
evolución de la humanidad se vincula inexorablemente a la existencia de líderes
extraordinarios que impulsan las transformaciones. Estos conductores han sido
reconocidos de diversas maneras, pero se trata de los libertadores,
revolucionarios, progresistas y, desde luego, de los izquierdistas. En los
últimos cien o doscientos años es la Izquierda, precisamente, la que ha
impulsado la independencia de las naciones, la justicia social, el
reconocimiento de la igualdad y los Derechos Humanos, de la misma forma en que
se asume que las derechas son retardatarias, amigas de que la historia no se
mueva y persistan lacras tan horribles como las de la esclavitud, la
discriminación racial y la concentración económica en muy pocas manos.
Gobernantes y activistas de izquierda
han pagado muchos costos por promover la dignidad humana y de los pueblos. De
ello habla el heroísmo de nuestros padres fundadores, de un Nelson Mandela,
Fidel Castro, Martin Luther King, Salvador Allende, Ghandi y tantos otros.
También los que se alzaron contra las monarquías, el apartheid y tantos otros
héroes y mártires. Desde el mismo fundador del cristianismo, hasta un Martín
Lutero y Carlos Marx, como tantos otros reformadores religiosos, filósofos y
sindicalistas. Y hasta santos como nuestro Clotario Blest y Alberto Hurtado.
En la lucha contra
la opresión de las dictaduras militares, nuestro país reconoce a centenares y
mites de combatientes de izquierda que desgraciadamente compartirán su buen
nombre y sacrificio con la mala fama de sus verdugos; es decir de Pinochet y
los más espeluznantes criminales que lo secundaron. Hasta un Donald Trump y
otros gobernantes desquiciados todavía vivos.
Que la izquierda ha
fracasado muchas veces es indudable, pero en la mayoría de los casos ha sido acribillada por las
armas de la conspiración y represión conservadora de lo cual tan certeramente
habla el bombardeo de nuestro Palacio Presidencial en 1973. Proyectos que
seguramente quedaron truncos, pero que en todo caso fueron capaces de sembrar
semillas y esperanzas como aquel Sueño de Bolívar vigente hasta nuestros días,
así como los innegables avances plasmados en la Carta de los DDHH de las
Naciones Unidas, la legislación Internacional y hasta los mismos avances en
materia laboral forjados en Chile por los gobiernos liberales. Como ayer
la propia nacionalización del cobre y la Reforma Agraria que forzaron hasta a
las propias bancadas reaccionarias a votarla a favor para no quedarse en la
vereda de nuestra historia.
La Izquierda no
necesita necesariamente estar en el gobierno o el poder para forjar los
cambios. Muchas veces su contribución ha sido más determinante en la calle y en
las movilizaciones sociales e, incluso, en las guerras y guerrillas de
liberación. No hay duda que el pensamiento que prospera es el que encanta a los
jóvenes y los pueblos, el de los grandes transformadores y no el de los
burócratas y administradores pragmáticos contemporizadores que pululan
en la política competitiva, los parlamentos y las entidades financieras
internacionales.
Al capitalismo salvaje
globalizado tuvieron que bautizarlo – la social democracia y la democracia
cristiana balones de oxígeno del agónico capitalismo salvaje - de
neoliberalismo – el neoliberalismo y la crisis son dos estereotipos, del
gusto de los dueños de la Celestina Universal para seguir enajenando a las
gentes-, para embaucar a nuestras naciones. Pero hoy, asumirse como tal
constituye un completo desprestigio después de que éste vino a profundizar las
desigualdades, burlar los derechos del pueblo y rematar a precio vil nuestros
recursos naturales y medio ambiente a las empresas transnacionales. Porque este
es sin duda su legado, además de sus conocidos los crímenes contra los
disidentes y ahora contra los cientos de miles de chilenos que mueren, por
ejemplo, en las listas de espera de los hospitales o a la espera de un salario
o jubilación digna.
Las ideas de izquierda no fracasan,
sino, siembran nuevas esperanzas.
Las ideas de
izquierda no fracasan, sino siembran nuevas esperanzas. Son las de la derecha cavernaria las que son arreciadas por los
torbellinos sociales. Es cosa de mirar a Chile, a nuestro continente y al
mundo en general; incluso a los Estados Unidos y a las ricas naciones europeas
que ya no haya qué hacer para mantener su hegemonía mundial y continuar
desbaratándose en la política. Allí es donde se puede comprobar ahora el
fracaso del libre comercio que tanto proclamaron las potencias mundiales y que
hoy traicionan para impedir el avance de las naciones emergentes. Así como el
auge del narcotráfico, el tráfico ilegal de armas y otras lacras
estimuladas por el consumismo desbocado que también propiciaron a expensa de la
salud de un planeta ciertamente en peligro severo de extinción.
Lo que pasa es que la derecha cavernaria sofofa también
tiene sus “cómplices pasivos”, como las Fuerzas Armadas – “la reserva moral
de la sofofa”-, las clases patronales y, desde hace un tiempo, la defección
de muchos izquierdistas que llegaron a La Moneda, por ejemplo, gracias al
régimen institucional vigente/la constitución artilugio de 1980, el
sistema binominal electoral y los vicios/amarras impuestas por la dictadura cívico
militar en la falta de diversidad de información mediática informativa , el
cohecho y el fraude. Un fenómeno que
llevara a los regímenes de la Concertación y de la Nueva Mayoría a
oficiar como los grandes cancerberos de la herencia de la dictadura cívico militar
pinochetista. Seducidos por las lisonjas empresariales, los medios mediáticos
mercuriales de (in) comunicación más retardatarios y toda esa suerte
de tentaciones para corromperse en el poder, enriquecerse personalmente y,
consecuentemente, renegar de su propio pasado. Revolucionarios de antaño
devenidos en sociales demócratas que ni siquiera han tenido compasión con los
centenares de combatientes que por ellos murieron en la ilusión democrática.
Incluso, jóvenes promesas de la lucha estudiantil que ahora se muestran más
interesados en develar y deslindarse de las derrotas de la izquierda, que
evidenciar las de la derecha. Afán que les permite ganar tribuna en los medios mediáticos
mercuriales de comunicación más abominables, como espacio en la
farándula televisiva para hacerse eco de las injurias contra Venezuela, Cuba y
otros países sin mención a los horrores sostenidos en Colombia, Brasil y otras
naciones en manos de los ultraderechistas.
En varios casos fue
más fácil regalarles cargos y dietas a los “rebeldes” dentro del sistema que
fustigarlos ideológicamente o reprimirlos en las anchas avenidas. Pero,
felizmente, las verdades empiezan a develarse: no hay para qué convencer a los
chilenos del fracaso de la derecha y de la traición de quienes se convirtieron
en aliados del mismo sistema que tratan de perpetuar, aunque por razones
electorales simulen diferencia con el régimen de Piñera y los partidos
oficialistas. Es cosa de apreciar las asimetrías de nuestro ingreso nacional o
percibir el portazo cotidiano de las instituciones previsionales, de la salud y
la educación a los más pobres e indigentes. Observar el fracaso, también, de
los esfuerzos oficiales y policiales en la lucha contra la delincuencia, la que
ciertamente crece como verdaderos hongos en el desencanto de las poblaciones
afligidas. Mirar, recién, el resultado de las elecciones primarias argentinas
para comprobar el desmoronamiento ideológico de la derecha cavernaria y de
la ultraderecha fascista.
Lo subrayado es nuestro.
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