El Lic. Gustavo Petro Urrego, Presidente de la Republica de Colombia en la Organizaciones de Naciones Unidas NY/USA
Naciones Unidas, 24 de septiembre de 2024
Geográficamente hablando, tiene sentido que nosotros seamos
el corazón del mundo. Sin embargo, si somos el corazón, tenemos que dar el
ejemplo de unidad, de paz total y de preservación de la naturaleza. Si el corazón
funciona, es un gran avance.
Sin embargo, todas las otras partes del cuerpo son
importantes, si una falla, el resto también lo hará. Por eso es que, desde el
corazón de la tierra, invitamos a todos los países a hacer un acto de
conciencia, dejar a un lado la codicia que está matando al ser humano y a la madre
tierra y dar un paso hacia la paz total".
Hasta ahí mi hija
Señoras y señores presidentes del mundo, en este recinto la
capacidad de comunicación de un presidente depende de la cantidad de dólares
que tenga en su presupuesto, en la cantidad que tenga de aviones de guerra y en
el fondo en la capacidad que tenga su país de destrucción sobre la humanidad.
El poder de un país en el mundo ya no se ejerce por el tipo
de sistema económico o político o de ideas que irradie, sino por el poder de destruir
la vida de la humanidad.
Los que no tenemos ese poder de destrucción, al contrario,
los que tenemos el poder de sostener la vida en el planeta, hablamos sin mucha
atención prestada y, muchas veces quizás, solo para nuestros propios pueblos.
Por eso no nos escuchan cuando votamos que se detenga el
genocidio en Gaza, aunque seamos la mayoría de los presidentes del mundo y
representantes de la mayor parte de la humanidad, no nos escuchan, una minoría
de presidentes que pueden detener el bombardeo, es decir, no nos escuchan los
presidentes de los países que pueden destruir la humanidad. Si pedimos que se
cambie la deuda por acción climática, no nos escuchan las minorías poderosas.
Si pedimos que dejen las guerras para concentrarnos en la transformación rápida
de la economía del mundo para poder salvar la vida y la especie humana, tampoco
nos escuchan. Es el poder de destrucción de la vida lo que da volumen a la voz
en el recinto de las Naciones Unidas y no se escucha la voz de las naciones y
pedimos unir el esfuerzo humano en pos de la existencia. Aquí hablamos, pero no
se nos escucha.
Sin embargo, quizás ya no hablamos para que nos escuchen y
dialoguemos con los presidentes del poder mundial, sino para que escuchen los
pueblos del mundo.
Hoy las cosas están peores que hace un año, se han quemado
11 millones de hectáreas en la selva amazónica, en tan solo un mes, por el
calentamiento global y la crisis climática. Los científicos dijeron que, si se
quemaba la selva del Amazonas, llegábamos al punto de no retorno climático,
donde las decisiones humanas para detener el colapso ya serán inocuas. Pues
bien, la selva amazónica se está quemando. Las campanas ya doblan por todo el planeta,
por ti, por nosotros, por la vida y la humanidad, como dijera Ernest Hemingway.
Las campanas no solo doblan por ti, sino por toda la vida. Ha comenzado el fin.
Hace un año pedí una conferencia de paz por Palestina en este
mismo lugar, sin que hubiera estallado aún la primera bomba; hoy tenemos 20.000
niños y niñas asesinados bajo las bombas y los presidentes de los países de la
destrucción humana se ríen en estos pasillos, con ayuda del poder de
comunicación de los medios mundiales, que hoy están en propiedad de los grandes
capitales, reordenan el mundo sin democracia, sin libertad.
El proyecto democrático de la humanidad está muriendo con la
vida, mientras los racistas, los supremacistas, los que creen, estúpidamente,
que los arios son la raza superior, se aprestan a dominar el mundo escribiendo
el terror de las bombas sobre los pueblos.
El control de la humanidad sobre la base de la barbarie está
en construcción y su demostración es Gaza, el Líbano. Cuando muera Gaza morirá
la humanidad toda. El pueblo de Dios es la humanidad entera Resulta que el
pueblo de Dios no era el pueblo de Israel, no es el pueblo de los Estados Unidos
de Norteamérica, sino que el pueblo de Dios es la humanidad toda y los niños de
Gaza, eso eran humanidad, el pueblo elegido de Dios, los niños de la humanidad.
Hay una razón para este Armagedón del mundo contemporáneo.
En la sinrazón de los gobiernos que aplauden el genocidio y que no actúan
pronto para cambiar las economías hacia la descarbonización hay una lógica. La
lógica no está en el mundo político ni en este atril donde hablan todos los
presidentes.
La lógica está afuera y se llama desigualdad social. Oxfam
dice que el 1% más rico de la humanidad tiene más riqueza que el 95% de toda la
humanidad junta. Es en esta desigualdad alcanzada, la mayor de nuestra historia
como especie, donde se encuentra la lógica de la destrucción masiva desatada en
la crisis climática y la lógica de las bombas que suelta a un criminal como de
(primer ministro de Israel, Benjamín) Netanyahu sobre Gaza. Netanyahu es un
héroe para el 1% más rico de la humanidad, porque es capaz de mostrar que los
pueblos se destruyen bajo las bombas.
Si la riqueza la medimos en CO2 emitido y no en dólares, tenemos
la respuesta: el 1% más rico de la humanidad es responsable de la crisis
climática que avanza y se opone a acabar el mundo del petróleo y del carbón,
porque es su propia fuente de riqueza. Los políticos, incluidos los presidentes
de los países más poderosos de la tierra, simplemente les obedecen. Ellos pagan
las campañas, ellos son los dueños de los medios de comunicación, ellos son los
que ocultan la verdad de la ciencia como en la película 'No mires arriba',
ellos son los que dicen qué se piensa, qué se dice y qué debe ser prohibido y
silenciado. En su poder de prohibición y censura gritan: ¡Viva la libertad,
carajo!, pero es solo la libertad del 1% más rico de la población mundial que,
en su sentir mercantil y libre, nos lleva a la destrucción de la atmósfera y de
la vida. El libre mercado no era la libertad, como decían, sino la maximización
de la muerte. Ese 1% más rico de la humanidad, la poderosa oligarquía global,
es la que permite que se tiren bombas a las mujeres, ancianos y niños de Gaza,
del Líbano o de Sudán; o se bloqueen económicamente los países rebeldes que no
encajan en su dominio, como Cuba o como Venezuela, porque necesitan mostrar su
poder de destrucción al 99% restante de la humanidad para que los dejen seguir
dirigiendo el poder del mundo y apropiándose y acumulando cada vez más su
riqueza.
La oligarquía global lleva a la humanidad a su propia extinción
y la política le rinde pleitesía, abandonando por completo la idea de la libertad
y del poder de los pueblos, la idea de la democracia.
La pregunta que hay que hacer desde esta tribuna es si los
pueblos se dejaran.
Ya no hay más tiempo. Los gobiernos son incapaces de detener
la extinción de la vida; hoy hay que escoger si es la vida o es la codicia, si
es la humanidad o es el capital.
No puedo más que decirles a los pueblos del mundo, desde la
voz débil de un país sin armas de destrucción masiva, sin dólares, pero hermoso
por su diversidad natural y cultural, el país de la belleza y las mariposas de
todos los colores, que ya no es la hora de los gobiernos, sino la hora de los
pueblos. El tiempo ya se acabó. O levantamos la bandera de la vida o nuestros
pueblos se llenarán de cementerios, como nos lo mostró la epidemia.
Es la hora de los pueblos y hay que actuar localmente y
concertar mundialmente. Detener el capital fósil El capital fósil no puede
seguir, los pueblos deben detenerlo. El veneno arrojado en la atmósfera es
fatal y las chimeneas que lo emiten deben detenerse. Cada rincón del mundo puede
ser una batalla contra esas chimeneas.
Hace un siglo se levantaba una bandera roja en manos de las
multitudes obreras hablando de una revolución contra el capital. Ese mundo se
acabó. Perdido en el gigantismo de los Estados y la ausencia de la libertad, la
bandera roja no encontró su lugar en la historia de la humanidad.
Pero hoy, con más razón, ya no para defender una clase, un
sistema de ideas, sino para defender la vida colectiva, se necesita de nuevo la
bandera levantada, quizás ya no roja, sino de todos los colores, una bandera de
toda la humanidad para defender su propia existencia en el planeta.
Quizás la palabra socialismo hoy tiene una nueva significación.
Los cerebros, que son la base verdadera del trabajo, hoy están más conectados
que nunca. Hoy el saber humano es más colectivo que nunca. Ayudarnos siempre
fue la magia que nos permitió sobrevivir durante un millón de años en este
planeta. Los individuos solo son débiles y terminan en manos del fentanilo, la
droga de la muerte, de la derrota humana. Las personas somos fuertes si nos
ayudamos y esta ayuda alcanza la escala planetaria, la ayuda mutua, la
construcción colectiva del saber, la humanidad como nuevo sujeto político es la
base de una nueva significación del socialismo. Somos lo más avanzado de la
vida, la vida inteligente. Debe defenderse la vida inteligente y defender las
otras vidas de una oligarquía global que la ataca. Una nueva riqueza debe
construirse, ya no basada en el petróleo, sino en la intensidad, en el trabajo
creador y libre que permite la altísima productividad alcanzada ahora, incluida
la inteligencia artificial a la que hay que controlar desde un poder público
mundial.
La productividad permite el tiempo libre y creador, la
juntura en red de los cerebros humanos, la mayor potencia jamás alcanzada, y
esta red neural de la humanidad es la que puede permitirnos vencer con la
bandera levantada, la bandera de la vida.
Ya no le hablo a (presidente de Estados Unidos, Joe) Biden,
a (presidente de Francia, Emmanuel) Macron, a (canciller de Alemania, Olaf)
Scholz, a (presidente de China) Xi Jinping o a (presidente de Rusia, Vladímir)
Putin. De la China recojo su idea de un diálogo entre civilizaciones; de
Europa, su proyecto de pacto social; de Estados Unidos, su amor a la democracia
original, de sus padres fundadores; de Suramérica, su diversidad huracanada, su
jinete abanderado, su Simón Bolívar; del África, sus tambores que llaman a
comunicarnos con los espíritus de la naturaleza; de Jesús, la idea del amor
universal, su juntura de la luz con la vida.
De esas fuentes civilizatorias y más que están en todos los
pueblos del mundo debemos tomar las fuerzas de la mayor batalla por la vida de
la historia humana. Esa batalla, indudablemente, es una revolución mundial.
Necesitamos construir el mayor ejército de todos los tiempos,
compuesto de guerreros y guerreras de la vida. El ejército de la vida no tendrá
las armas de la oligarquía global, no tendrá armas nucleares, no competirá por
armas ni tendrá los dineros a manos llenas de los bancos, ni el poder de
destrozar los niños en los genocidios de la oligarquía; pero tendrá el mayor
poder de todos: el poder de una humanidad unida que no se dejará quitar su
existencia en el planeta.
Solo hay un punto de vida infinitesimal, en millones de años
luz alrededor del universo y se llama Tierra; y en ella hay una vida superior,
que es la vida inteligente, la humanidad. No podemos dejar apagar esa perla del
universo. Sin la vida, solo la oscuridad inerte dominaría y es esa oscuridad
inerte la que llena el corazón y el alma de la oligarquía global y sus ídolos
de barro.
Le corresponde a la humanidad dar la batalla. Es la hora de
los pueblos. Si los gobiernos no pudieron, como aquí se demuestra, y decidieron
jugar con bombas y guerras sin sentidos y matar niños y niñas, juegos de poder,
entonces es la hora de tomar la solución de los grandes problemas de la
humanidad en las manos de la misma gente, de la gente sencilla de la humanidad.
En lugar de dirigirnos a gobernantes insensibles, dirijámonos a nosotros, el
común. Dirijámonos a los pueblos para concertar las acciones comunes, las
demostraciones de otro poder democrático. En medio de ese poder de la humanidad
convertida en conciencia actuante, aparecerán nuevos gobiernos, nuevos
liderazgos. Si la vida vence su extinción, ya no será la oligarquía global la
que gobierne el mundo, será derrocada para construir una democracia global. Una
nueva historia, por tanto, está por comenzar.
Colombia: ¿Por qué ayudar a niños palestinos?
Por Víctor de Currea-Lugo
La idea de Gustavo Petro Urrego es simple,
humanitaria, digna, basada en el derecho internacional, solidaria: se trata de
traer niños y niñas de Palestina amputados para que sean atendidos en un país,
Colombia, con experiencia en atención a víctimas de guerra.
Los datos que llegan del genocidio en Gaza son
brutales:
-La ONU estima que el 40% de las víctimas en Gaza son niños.
Al menos 17.000 niños están solos y separados de sus familias,
-Según Save the
Children, hasta 21.000 niños están desaparecidos en el caos de la
guerra en Gaza, 4.000 desparecidos bajo escombros. Y otros muchos están
detenidos, enterrados en tumbas anónimas o fosas comunes,
-Según el Ministerio de Salud de Gaza, más de 14.000 niños
han sido asesinados desde el 7 de octubre, y aproximadamente la mitad aún no ha
sido completamente identificada, en parte debido a que los cuerpos fueron
dañados hasta quedar irreconocibles,
-Según expertos de la
ONU, también entre los niños encontrados recientemente en fosas comunes hay
muchos con signos de tortura y ejecuciones sumarias, así como posibles casos de
personas enterradas vivas.
-Al 9 de junio, alrededor de 250 niños palestinos de
Cisjordania estaban desaparecidos en el sistema de detención militar israelí y
sus familias no podían confirmar físicamente su paradero.
-Según la oficina de información de Gaza, más de 1.500 niños
han perdido las extremidades, el 98% no tiene acceso a agua potable, 40.000
bebés no han recibido regularmente las vacunas necesarias y 82.000 niños
presentan síntomas de desnutrición.
La pregunta es ¿necesitamos más números? En serio
¿seguiremos creyendo que un genocidio no es con nosotros?
Preguntas a quienes rechazan ayudar a niños palestinos
Así como países envían grupos de ayuda para atender a las
víctimas del terremoto del vecino. La solidaridad es muy común en estos casos.
Pero ya en las redes sociales dicen que eso no se debe hacer. Tener que
defender algo tal elemental y bien intencionado muestra la ruindad de una parte
de la sociedad colombiana. Por eso, me permito hacer algunas preguntas:
A esos que dicen que vendrán “hijos de terroristas”: ¿Qué
pensarán si les dicen que los hijos de los colombianos son hijos de
narcotraficantes?
A los que dicen que eso será apoyar terroristas: ¿Están,
entonces, de acuerdo con Israel que dice que a los “malos” hay que
matarlos en el vientre y que en esta guerra no hay civiles porque todos son de
Hamas?
A los que dicen que todos los palestinos son terroristas:
¿Qué pensarán si les dicen que los colombianos son paramilitares o guerrilleros?
A los que dicen que los musulmanes son violentos: ¿Qué
pensarán si les dicen que todos los curas católicos son pedófilos?
A los que dicen que el islam promueve la violencia: ¿Cuántas
veces ha tenido siquiera un Corán en la mano y cuántas páginas fue capaz de
leer y de entender?
A los que dicen que aquí llegará la violencia con los
heridos de Gaza: ¿En qué país han estado viviendo los últimos 70 años?
A los que dicen que eso es apoyar el terrorismo de Hamas:
¿Ya no recuerdan a los oficiales del ejército israelí entrenando paramilitares
en Colombia?
A los sionistas que rechazan la medida: ¿Estarían en contra
de que, en la Segunda Guerra Mundial, no atendiéramos víctimas del nazismo con
la excusa de que son extranjeros?
A los que dicen que no debemos meternos en otras guerras:
¿Qué opinan de los mercenarios colombianos peleando en Ucrania o de
los que asesinaron al presidente de Haití?
A los que dicen que esos palestinos no deben ser una
prioridad: ¿Acaso comparten la tesis sionista de que son “menos que los humanos”
y, por tanto, no merecen solidaridad?
A esos que defienden a Israel desde la Iglesia evangélica
¿No fue su profeta, Jesús de Nazareth (que los judíos no reconocen), el que
dijo que había que amar al prójimo como a sí mismo?
Es que, de verdad, no termino de entender la facilidad con
que el odio a Gustavo Petro Urrego lo estiran hasta llegar con ese odio
a los niños palestinos heridos. ¿Y si fueran niños de Ucrania? ¿Y si fueran
niñas de Alemania?
Esa respuesta deplorable (que no es mayoritaria) muestra a
una parte de nuestra sociedad xenófoba, montañera, provinciana, uribista, de
pensamiento paraco, ignorante y llena de prejuicios. Fin del comunicado.
Lo
subrayado/interpolado es nuestro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario