Elecciones municipales en Taiwán. Gran derrota para la política de Estados Unidos en la región.
Sergio Rodríguez Gelfenstein.
Escrito r/analista
internacional/ADDHEE.ONG:
El recientemente finalizado XX Congreso del Partido Comunista de China
(PCCh) persistió en la directriz de reunificación pacífica del país bajo la
idea de sostener dos sistemas políticos por un período de tiempo. Bajo el
principio de la existencia de una sola China, el PCCh se ha propuesto promover
“consultas amplias y profundas con todos los partidos, círculos y
personalidades de los diversos estratos sociales de Taiwán acerca de las
relaciones inter ribereñas y la reunificación de la patria con vistas a propulsar
juntos el desarrollo pacífico de estas relaciones y el proceso de reunificación
pacífica de la patria” según reza el texto del informe presentado al Congreso
por el secretario general Xi Jinping.
No obstante a eso, el documento señala con exactitud que el conflicto
debe resolverse internamente a partir de la decisión tomada por el pueblo
chino. Por ello, aunque se persistirá en la perspectiva de la reunificación
pacífica, China nunca se avendrá a renunciar al uso de las armas y se reservará
la opción de tomar todas las medidas necesarias. El informe precisa que esta
decisión no va dirigida contra los taiwaneses sino contra “la intromisión de fuerzas externas,
así como contra una ínfima
minoría de secesionistas adeptos
a la ´independencia de Taiwán` y contra
sus actividades secesionistas”.
Casi exactamente un mes después de haber
pronunciado estas palabras, Xi Jinping se reunió en Bali, Indonesia con su
homólogo estadounidense Joe Biden. En dicha ocasión, el presidente chino le
hizo saber a su colega estadounidense que la cuestión de Taiwán está en el núcleo mismo de los
intereses centrales de China, que es la base del fundamento político de las
relaciones entre China y Estados Unidos, y “constituye la primera línea roja
que no se debe traspasar en los nexos chino-estadounidenses”.
Estos hechos, al parecer han
constituido factores fundamentales –pero no únicos- en la decisión de los
taiwaneses de propinarle una contundente derrota al gobernante Partido Democrático
Progresista (PDP) en las elecciones municipales del pasado domingo 27 de
noviembre.
Otros factores también
intervinieron en los resultados electorales. Aunque resulte paradójico, la
controversial visita en agosto de la ex presidenta de la Cámara de
Representantes de Estados Unidos Nancy Pelosi y la guerra en Ucrania jugaron en
contra del partido gobernante. El pueblo taiwanés actuando con prudencia y
pragmatismo, observó por una parte las repercusiones de la visita de Pelosi y
el gigantesco ejercicio militar desarrollado por China que en los hechos
bloqueó la isla por mar y aire. Por otro lado, la guerra en Ucrania ha mostrado
las consecuencias que pudiera tener un conflicto bélico de grandes dimensiones
como es de esperarse que ocurra si Taiwán se propusiera acceder a la
independencia. Como dice el analista español Xulio Ríos, los taiwaneses no
conocen la guerra desde hace más de setenta años y la perspectiva de un
conflicto no es algo que desearían para su futuro.
El PDP, fundado en 1986 ha
sido el principal impulsor de las ideas “independentistas” de Taiwán respecto
de China. Llegó al poder por primera vez a comienzos de siglo para gobernar
durante el período 2000-2004, ganando nuevamente las elecciones en 2016 de la
mano de su líder, la actual “presidenta” Tsai Ing-Wen quien ha asumido una
política mucho más agresiva respecto de China enarbolando una inflexible propuesta
“independentista”.
Por su parte, el partido
Kuomintang que surgió como portador de ideas progresistas durante la monarquía
y como gran promotor de la república bajo el liderazgo de Sun Yat -sen, tuvo un
trascendental corrimiento a la derecha tras la asunción de su máxima dirección
por parte de Chiang Kai-shek en 1926. Después de finalizada la guerra civil que
concluyó con la victoria del PCCh en 1949, lo que a su vez condujo a la
creación de la República Popular China, Chiang y el Kuomintang se refugiaron en
Taiwán bajo protección de Estados Unidos que desde entonces ha sostenido a su
gobierno, incluso concediéndole la silla correspondiente a China en la ONU y en
el Consejo de Seguridad hasta 1971.
La creación del PDP durante
el año 1986, puso fin -al año siguiente- al régimen de partido único dirigido
por el Kuomintang que sin embargo se mantuvo en el poder ininterrumpidamente
hasta el año 2000. No obstante, durante los últimos años sostuvo un
acercamiento a la República Popular China y al PCCh bajo la política de las
tres negaciones: no a la independencia, no a la unificación y no al uso de la
fuerza. Este manejo permitió construir una suerte de tregua sustentada en la no
agresión y en avanzar en el desarrollo de una cooperación mutuamente ventajosa
que llevó incluso a que el presidente Xi Jinping se reuniera en noviembre de
2015 en Singapur, con Ma Ying-yeou , máximo gobernante de Taiwán y líder del
Kuomintang en ese momento.
Pero la llegada del PDP al
poder en 2016 bajo liderazgo de Tsai, significó una reversión de todo lo
adelantado, creando además condiciones para un incremento de las tensiones en
el mar del sur de China, el entorno de Taiwán y toda la región. Esta política
apoyada por Estados Unidos a fin de justificar su presencia intervencionista en
la región ha llevado a que la misma sea considerada la zona de mayor peligro en
el planeta, solo superada en tiempos recientes por Ucrania, toda vez que en los
últimos años se han desplegado diversidad de pertrechos nucleares, sobre todo
en navíos de guerra y aviones.
Esta decisión de Washington,
adelantada tanto por las administraciones demócratas como las republicanas ha
alcanzado niveles de paroxismo desde la llegada al poder de Joe Biden quien ha
ordenado incrementar los desafíos a Beijing a través de una mayor presencia
militar de la Armada estadounidense en los mares adyacentes a China y acciones
injerencistas que violan los acuerdos bilaterales que se establecieron entre
los dos países bajo el principio de la existencia de “una sola China”. Todo
esto con el fin de provocar tensiones que mantengan el conflicto y le
garanticen a Estados Unidos un incremento de la venta de armas a la región y de
forma particular a Taiwán. El gobierno del PDP y de Tsa Ing-wen ha sido leal
aliado de Estados Unidos en el cumplimiento de estos objetivos.
Aunque algunos analistas
afirman que en las elecciones municipales no son influidas en demasía por la
forma como se maneja la relación con China sino que son solo un mecanismo por
el cual los ciudadanos evalúan la gestión local en cuanto a eficiencia,
corrupción y buen uso de los recursos, lo cierto es que estos resultados tienen
un ascendiente en todo Taiwán porque se consideran un termómetro de cara a las
elecciones generales de 2024, además, el contexto hace que tengan influjo en lo
regional y global.
La alianza Pan Azul que
forma el Kuomintang junto al partido Primero el Pueblo y el Partido Nuevo logró
obtener la victoria en 16 de los 21 distritos y en 9 de las 15 mayores ciudades
del territorio, incluyendo la Capital Taipéi, lo cual configura una abrumadora
derrota para el PDP.
Pero, los resultados
electorales deben interpretarse no sólo como un descalabro para el PDP y las
ideas “independentistas” en Taiwán, también como un fracaso del partido
demócrata de Estados Unidos, de Joe Biden y de la propia Nancy Pelosi, aunque
ya no tenga mayor influencia en la política de su país. En este sentido,
Washington debe tomar nota de lo ocurrido, viéndose obligado a replantear
algunos elementos de su política hacia China, sobre todo con relación a Taiwán
Por otro lado, estos
comicios podrían marcar un punto de inflexión en la relación entre China y
Taiwán, reinaugurando una época de diálogo bilateral y coexistencia pacífica,
estableciendo mecanismos de cooperación mutuamente ventajosos para ambos lados
del Estrecho de Taiwán.
Lo subrayado/interpolado
es nuestro
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