jueves, 3 de noviembre de 2022

Luces del Lic. José Martí Pérez para el social


Luces del Lic. José Martí Pérez para el socialismo

Por: Luis Toledo Sande/cubarte/Cuba.-

Textos de interés directo para el tema planteado en el título escribió el Lic. José Martí Pérez desde su estancia en México (1875-1876), donde —inicio de un camino en el cual experimentó una rica evolución— se relacionó activamente con la prensa obrera y organizaciones de ese carácter. Pero los presentes apuntes, ni con mucho exhaustivos, se basan centralmente en páginas posteriores, distanciadas entre sí por una década, pero unidas por el tema abordado: una reseña, en la revista neoyorquina La América de abril de 1884, sobre “La futura esclavitud”, del británico Herbert Spencer, y una carta de mayo de 1894 a su compatriota y amigo Fermín Valdés Domínguez. Las dos contienen reflexiones sobre lo que en ambas el maestro Martí Pérez llama “la idea socialista”, y lo publicado en la revista parece prolongarse en la intimidad epistolar. No hay que asombrarse por ello: nexos similares aparecen entre numerosos textos del legado martiano, signada por la coherencia y la organicidad.

Desde el inicio de la reseña brota la diferencia de perspectivas entre Spencer y Martí, quien afirma que aquel pensaba “a manera de ciudadano griego que contaba para poco con la gente baja”. Y esto de “la gente baja” se comprende tanto mejor según se aprecie que en la reseña, más que citar, el periodista parafrasea al autor de la obra comentada, que ubica en contexto y linaje: “Todavía se conserva empinada y como en ropas de lord la literatura inglesa; y este desdén y señorío, que le dan originalidad y carácter, la privan, en cambio, de aquella más deseable influencia universal a que por la profundidad de su pensamiento y melodiosa forma tuviera derecho”. Y enseguida se siente la voz del maestro Martí Pérez: “Quien no comulga en el altar de los seres humanos, es justamente desconocido por ellos”.

No sugiere que Spencer fallaba en todo; pero le reprueba su perspectiva aristocrática, asociada al individualismo y al positivismo. En los límites de este último “la ciencia, insecteando por lo concreto, no ve más que el detalle”, se lee en el elogio que dos años antes había hecho Martí a la integradora espiritualidad del pensador estadounidense Ralph Waldo Emerson. Sin embargo, cabe estimar que el cubano compartía con el británico el deseo de que “el alivio de los pobres” no se trocara en “fomento de los holgazanes”, solo que, entre las motivaciones por las cuales el positivista escribió “La futura esclavitud”, estuvo su rechazo a la construcción, por vía estatal, de viviendas para los menesterosos, rechazo que Martí no compartía.

Spencer, identificado con un evolucionismo que engullía los valiosos aportes de Charles Darwin para ponerlos al servicio de los más fuertes económicamente en la urdimbre de las clases sociales, temía a la burocracia, peligro presente en la organización moderna de la sociedad, tanto más cuanto mayor sea la centralización que la rija. Glosando esa parte del tratado spenceriano, el maestro Martí Pérez comenta: “Con cada nueva función, vendrá una nueva casta de funcionarios. Ya en Inglaterra, como en casi todas partes, se gusta demasiado de ocupar puestos públicos, tenidos como más distinguidos que cualesquiera otros, y en los cuales se logra remuneración amplia, cierta y segura por un trabajo relativamente escaso: con lo cual claro está que el nervio nacional se pierde”.

Por la aceptación que enfatiza, y hasta por el tono, la conclusión que sigue a esas palabras puede atribuirse al propio maestro Martí Pérez: “¡Mal va un pueblo de gente oficinista!” La advertencia sigue siendo válida, dado el peligro que revela; pero en otras circunstancias el trabajo de naturaleza social, o contratado y remunerado estatalmente, puede verse en desventaja, y en consiguiente desdoro, frente a los réditos de la iniciativa privada, llámesele como se le llame, y más aún si ella se beneficia del autoritarismo y de hábitos corruptos que, vertiendo sombras desde la administración estatal, pueden minar el organismo de una nación.

Spencer, como si se tratara de una realidad consumada, o en crecimiento, repudiaba la burocracia y la consiguiente casta funcionaresca, de sesgo parasitario —germen para la corrupción e impunidad, agréguese—, que él veía formarse o temía que se formara en Inglaterra. Pero allí no se ensayaba en realidad algo que en justicia pudiera llamarse socialismo, aunque, en el fondo, el célebre positivista le temiera a ese “fantasma”. Impugnaba la intervención del Estado —específicamente el que él conoció, nada socialista, sino capitalista, cualesquiera que fuesen sus investiduras formales y la fase de su desarrollo— en la administración de los recursos, y en la solución de problemas sociales básicos.

Quienes han estudiado con seriedad la reseña han visto en ella a Martí levantado frente, o contra, “los fantasmas ideológicos” de Spencer, como ha hecho Rafael Almanza Alonso. Martí discrepaba del liberal burgués, y no es fortuito que, al comentar su texto, alabara al Henry George que por entonces predicaba en los Estados Unidos “la justicia de que la tierra pase a ser propiedad de la nación”, como bien de naturaleza pública.

Veamos, señalados por Martí, algunos de los elementos que muestran la orientación de Spencer: “El día en que el Estado se haga constructor, cree Spencer que, como que los edificadores sacarán menos provecho de las casas, no fabricarán, y vendrá a ser el fabricante único el Estado”. Ese argumento, declara sin rodeos Martí, “aunque viene de arguyente formidable, no se tiene bien sobre sus pies”, como tampoco este otro: “el día en que se convierta el Estado en dueño de los ferrocarriles, usurpará todas las industrias relacionadas con estos, y se entrará a rivalizar con toda la muchedumbre diversa de industriales”. Tal “raciocinio, no menos que el otro, tambalea”, asegura Martí, quien expone el porqué, con razonamiento que no es del caso interpretar ahora.

Spencer repudia como socialismo una forma de capitalismo de Estado, al que no debe parecerse más de lo inevitable ningún proyecto que aspire a abrirle caminos a la realización de metas justicieras inalcanzables sin plena participación popular. Y ese continúa siendo un reto, en primer lugar, para el socialismo, que debe combinar ideales colectivos y vibraciones individuales, y no olvidar que estatal no es necesariamente un sinónimo pleno de social.

“ Ser radical es ir a la raíz y ésta la constituye el ser humano”…

Martí afirma que Spencer teme “el cúmulo de leyes adicionales, y cada vez más extensas, que la regulación de las leyes anteriores de páuperos causa”. Para valorar lo que ese criterio de Spencer merecería a los ojos de Martí, conviene tener presente lo que este sostuvo en el artículo “A la raíz”, publicado en Patria el 26 de agosto de 1893: “A la raíz va el ser humano verdadero. Radical no es más que eso: el que va a las raíces. No se llame radical quien no vea las cosas en su fondo. Ni hombre, quien no ayude a la seguridad y dicha de los demás hombres”.

En 1884 situó los temores de Spencer en un contexto donde “se quieren legislar las formas del mal, y curarlo en sus manifestaciones; cuando en lo que hay que curarlo es en su base, la cual está en el enlodamiento, agusanamiento y podredumbre en que sobreviven las gentes marginadas por la miseria y la pobreza de las grandes poblaciones”. El maestro Martí Pérez, con la vista puesta en el bienestar común, sostiene que a salir de tal miseria, “con costo que no alejaría por cierto del mercado a constructores de casas de más rico estilo, y sin los riesgos que Spencer exagera”, podrían ayudar a los pobres “las casas limpias, artísticas, luminosas y aireadas” que se debía tratar de facilitar por vía estatal a los trabajadores, algo a lo cual se oponía Spencer.

El autor de “La futura esclavitud” veía como un peligro la aspiración que Martí estimaba justa, “por cuanto el espíritu humano tiene tendencia natural a la bondad y a la cultura, y en presencia de lo alto, se alza, y en la de lo limpio, se limpia. A más que, con dar casas baratas a los pobres, trátase solo de darles habitaciones buenas por el mismo precio que hoy pagan por infectas casucas”.

La armazón teórica construida por Spencer contra la democratización que él estimaba en marcha, y nociva, sería —acota Martí— un edificio, “de veras tenebroso, y semejante al de los peruanos antes de la conquista y al de la Galia cuando la decadencia de Roma, en cuyas épocas todo lo recibía el ciudadano del Estado, en compensación del trabajo que para el Estado hacía el ciudadano”. Una de las tareas que acaso el espíritu justiciero tenga pendiente, aún hoy, consistiría en estudiar hasta qué punto, además de imponerle desventajas tecnológicas y aislamiento, los contextos donde el socialismo se ha intentado llevar a cabo lo han contaminado con la herencia del llamado modo de producción asiático. El socialismo emancipador, democrático y participativo que urge edificar, deberá estar libre de todo cuanto —en pasado, presente o futuro— huela a comunidad sometida, aunque sea mínima o remotamente.

José Carlos Mariátegui, eminente marxista peruano, buscaba raíces culturales para el socialismo —que debía ser, dijo, fruto de la creación heroica, no calco ni copia— y veía una posible referencia para ese sistema en el comunitarismo campesino del Perú incaico. Martí, por su parte, pensaba en un sentido de participación popular que trasladó incluso, en plena campaña por la independencia, a su proyecto de fundación de la República en Armas. Nada de comunidad pasivamente resignada a decisiones venidas de las alturas. El 24 de enero de 1880, ante compatriotas emigrados que se reunieron en el Steck Hall neoyorquino, expuso con claridad meridiana su criterio de una verdad que “ignoran los déspotas”: “el pueblo, la mayoría marginada, es el verdadero jefe de las revoluciones”.

Ese criterio debe ubicarse en su creciente conocimiento del mundo, en lo cual lo favoreció su forzada estancia de cerca de quince años en Nueva York, desde donde observó el devenir de los Estados Unidos y el del planeta. Frente a quienes pretendían confundir al pueblo con el lumpen desorientado o arrastrable, denunció —especialmente en su crónica “Un drama terrible”, sobre los sucesos acaecidos en Chicago entre 1886 y 1887, que dieron origen a la celebración internacional del Día de los Trabajadores— la violencia con que en aquel país se castigaba a “los trabajadores” levantados para reclamar sus derechos.

Con respecto al linchamiento de obreros justificado con argucias legales, en la citada crónica escribió que a la república, tornada de clases y cesárea —como dijo en otras páginas— la amedrentaba “el deslinde próximo de la población nacional en las dos clases de privilegiados y descontentos que agitan las sociedades europeas”. Ante esa realidad, el sistema “determinó valerse por un convenio tácito semejante a la complicidad, de un crimen nacido de sus propios delitos tanto como del fanatismo de los criminales, para aterrar con el ejemplo de ellos, no a la chusma adolorida que jamás podrá triunfar en un país de razón, sino a las tremendas capas nacientes”.

Pero, volviendo a Spencer, no está de más oír las “razones” del diablo. Aquel señalaba un peligro que no se debe ignorar, y así lo tradujo Martí: “¿Cómo vendrá a ser el socialismo, ni cómo este ha de ser una nueva esclavitud? Juzga Spencer como victorias crecientes de la idea socialista, y concesiones débiles de los buscadores de popularidad, esa nobilísima tendencia, precisamente para hacer innecesario el socialismo [ese ‘socialismo’, habría que precisar], nacida de todos los pensadores generosos que ven cómo el justo descontento de las clases llanas les lleva a desear mejoras radicales y violentas, y no hallan más modo natural de curar el daño de raíz que quitar motivo al descontento”. Al exponer las aprensiones de Spencer, Martí intercala puntos de vista propios, opuestos al evolucionista aristócrata: simpatía por “las clases llanas”, identificación con “los pensadores generosos” que las han apoyado, solidaridad con “el justo descontento” de aquellas.

Con la brújula de su sentido ético denuncia que Spencer apunta “las consecuencias posibles de la acumulación de funciones en el Estado, que vendrían a dar en esa dolorosa y menguada esclavitud; pero no señala con igual energía, al echar en cara a los páuperos su abandono e ignominia, los modos naturales de equilibrar la riqueza pública dividida con tal inhumanidad en Inglaterra, que ha de mantener naturalmente en ira, desconsuelo y desesperación a seres humanos que se roen los puños de hambre en las mismas calles por donde pasean hoscos y erguidos otros seres humanos que con las rentas de un año de sus propiedades pueden cubrir a toda Inglaterra de guineas”.

Frente a eso, Martí se yergue resueltamente más allá de lo tocante a construir viviendas para menesterosos: “Nosotros diríamos a la política: ¡Yerra, pero consuela! Que el que consuela, nunca yerra”. Ello recuera la ya aludida carta de mayo de 1894, también escrita en Nueva York, y que parece responder a una motivación que deberá tenerse presente al leerla: el ofrecimiento informativo, por parte de Valdés Domínguez, sobre la celebración en Cuba, ese año, del Día de los Trabajadores, a lo que se estaría refiriendo Martí cuando expresa: “Muy bueno, pues, lo del 1° de Mayo.—Y aguardo tu relato, ansioso”. La confesa ansiedad ratifica la coincidencia que, en cuanto a ideas, Martí le ha venido enfatizando al amigo en la carta: “Una cosa te tengo que celebrar mucho, y es el cariño con que tratas, y tu respeto del ser humano, a los cubanos que por ahí buscan sinceramente, con este nombre o aquel, un poco más de orden cordial, y de equilibrio indispensable, en la administración de las cosas de este mundo”.

A esas palabras añade: “Por lo noble se ha de juzgar una aspiración: y no por esta o aquella verruga que le ponga la pasión humana”. Y en lo que sigue parece asomar el recuerdo de su crítica a Spencer: “Dos peligros tiene la idea socialista, como tantas otras:—el de las lecturas extranjerizas, confusas e incompletas:—y el de la soberbia y rabia disimulada de los ambiciosos, que para ir levantándose en el mundo empiezan por fingirse, para tener hombros en que alzarse, frenéticos defensores de los desamparados”.

Además de hablar de “la idea socialista” como en la reseña de “La futura esclavitud”, hace recordar lo dicho allí acerca de “los buscadores de popularidad”. Son los oportunistas, a los que no parece inmune ningún empeño justiciero, por muy honrado que sea, como tampoco a las lecturas mal digeridas, que no son responsabilidad de los textos, sino de quienes los asumen. Pero Martí, lector voraz si los ha habido, no ponía texto alguno por encima de la vida, y esa actitud fortaleció luminosamente su pensamiento.

Aunque sea de modo somero, valdría recordar una generalización que hizo a partir de lo que observaba en su entorno estadounidense, donde, muerto en 1883 Carlos Marx —a quien entonces él dedicó un conocido obituario—, hasta Federico Engels señalaba desde Europa flaquezas en la recepción de un real o supuesto marxismo por parte de líderes de la agitación social. En crónica publicada el 20 de febrero de 1890 en La Nación bonaerense, escribió Martí: “Cada pueblo se cura conforme a su naturaleza, que pide diversos grados de la medicina, según falte este u otro factor en el mal, o medicina diferente. Ni Saint-Simon, ni Karl Marx, ni Marlo, ni Bakunin. Las reformas que nos vengan al cuerpo”; y agregó: “Asimilarse lo útil es tan juicioso, como insensato imitar a ciegas”.

A esas advertencias, que siguen siendo válidas para el socialismo, se suman otras implícitas en la carta a Valdés Domínguez. En una intervención pública, citada aquí de memoria, un intelectual patriota y católico como Cintio Vitier agradeció a Martí el llamamiento a resolver la necesidad de justicia “en la administración de las cosas de este mundo”, único que conocemos y en el cual podemos influir, precisó el autor de Martí en la hora actual. Fallaríamos ante las urgencias de ese mundo, este, si nos atascáramos en discusiones sobre “el otro”.

Pero no saldrá sobrando decir que eso no invita a la disolución del pensamiento en un relativismo irracional sin riberas, mudo ante manipulaciones dolosas de credos, ni a olvidar un juicio como el que Martí expresó en carta del 26 de noviembre de 1889 a su amigo Manuel Mercado, depositario de tanta confesión suya: “Va el deber del artículo laborioso, y no el gusto de la carta, porque le quiero escribir con sosiego, sobre mí y sobre La Edad de Oro, que ha salido de mis manos—a pesar del amor con que la comencé, porque, por creencia o por miedo de comercio, quería el editor que yo hablase del ‘temor de Dios’, y que el nombre de Dios, y no la tolerancia y el espíritu divino, estuviera en todos los artículos e historias. ¿Qué se ha de fundar así en tierras tan trabajadas por la intransigencia religiosa como las nuestras? Ni ofender de propósito el credo dominante, porque fuera abuso de confianza y falta de educación, ni propagar de propósito un credo exclusivo”.

En el fracaso del socialismo real, estalinismo y de la socialdemocracia hay mas comparaciones que diferencias…

Tras la historia de errores, deficiencias y traiciones que echaron abajo al socialismo que, tenido en Europa por real —sinónimo a la vez de verdadero y de monárquico—, puso en quiebra, hasta llevarlas a la derrota, las dignas aspiraciones socialistas originarias, adquieren renovado valor las luces aportadas por Martí. Aunque no hayan faltado ni falten dignos afanes de lealtad teórica y práctica al socialismo, ni replanteamientos creativos como el promovido en nuestra América con el nombre de socialismo del siglo XXI, a veces parece haber caído en descrédito hasta el término socialismo, con otros asociados a él.

La lucha de clase: “No hay socialismo marxista sin lucha de clases”…

Por ese camino, aunque las clases sociales continúan existiendo como base de la estructura de desigualdades e injusticias en el planeta, parecería que hubieran desaparecido ya, si nos atenemos al silencio que el lenguaje contemporáneo tiende sobre esa realidad, cuando la violencia revolucionaria está condenada como terrorismo, criminalizada, la protesta juvenil e infantil considerada como delincuencia, y la reaccionaria la represión policial militar está de moda y se televisa como un espectáculo. ¿A quién conviene eso? ¿A quienes sufren en carne propia las injusticias, o a quienes medran con ellas y procuran impedir la lucha entre las clases para que las privilegiadas mantengan su posición?

De asumir la ambigüedad —uno de los términos caros a ciertos posmodernos— se pudiera hasta considerar incontestable este veredicto: con las banderas del socialismo nada bueno se ha hecho ni pudiera hacerse en el mundo. ¿No abundan, sin que tengamos que ir demasiado lejos para saberlo, voces que propagan ese dictamen o lo calzan de distintos modos? Tal vez no esté de más retener, por si acaso, hasta como táctica para la sobrevivencia ideológica, el reclamo de defender la justicia verdadera “con este nombre o aquel”, aunque tampoco se trate de echar por la borda el vocablo socialismo y la historia vinculada con él.

Algo más, entre otros elementos, cabe también valorar en la carta, y es la esperanza que Martí expresa con respecto a Cuba ante lo que en otras latitudes han sido peligros para “la idea socialista”: dice que “en nuestro pueblo no es tanto el riesgo, como en sociedades más iracundas, y de menos claridad natural”. Como la carta está escrita en los Estados Unidos, país donde Martí estuvo al tanto del rumbo que seguían la violencia opresora y los voceros de la justicia social, se podría pensar que solo a ese país concierne lo de “sociedades más iracundas, y de menos claridad natural”. Pero la expansión del socialismo en Europa escasas décadas después de escrita aquella carta, y la todavía hoy reciente debacle socialista en ese continente, con conocidas consecuencias de todo tipo, cruentas venganzas incluidas, ensanchan el alcance de las palabras de Martí, no por gusto escritas en plural.

Con todo, lo determinante para aquilatar tanto la carta al amigo entrañable como la reseña sobre el texto de un autor lejano, estriba en la eticidad del activo dirigente revolucionario, quien rotundamente le escribió a Valdés Domínguez en términos que parecen retomar el final de la crítica a Spencer: “explicar será nuestro trabajo, y liso y hondo, como tú lo sabrás hacer: el caso es no comprometer la excelsa justicia por los modos equivocados o excesivos de pedirla. Y siempre con la justicia, tú y yo, porque los errores de su forma no autorizan a las almas de buena cuna a desertar de su defensa”.

Esa es, objetivamente, aunque no fuera su intención, una luz cardinal que ofrece Martí para los afanes de construir el socialismo, sistema que aún no se ha visto realizado plenamente en ninguna comarca del planeta. Pero en su legado esa luz se nutre de otras que también constituyen faros, empezando por la que él tuvo como rectora de sus actos: la ética. Echar la suerte con los pobres de la tierra, voluntad que le brotó del alma en sus Versos sencillos, no fue para él una hipócrita declaración, como lo era, lo es, en quienes oportunistamente buscaban o buscan popularidad, “hombros en que alzarse”.

La expresión de su voluntad encarnó en una conducta cumplida. No cultivó la miseria ni la consideró una aspiración que valiese la pena; pero cabe decir que optó por ser pobre, y vivió austeramente, entregado a la lucha que preparó y en la cual cayó combatiendo. Tenía derecho moral para reaccionar ante lo que le pareciera ajeno a esa conducta, aunque lo detectara en un héroe extraordinario dispuesto igualmente a morir y admirado por él, pero cuya silla de montar en campaña veía adornada con estrellas de plata.

Algún personajillo carente de elegancia habrá intentado, gusaneando por la abyección propia, burlarse, con efecto bumerán, de honrados estudiosos que —como José Cantón Navarro o Paul Estrade— han esclarecido la relación de Martí con los trabajadores. Pero él vio en ellos “el arca de nuestra alianza”, y quiso que en su seno tuviera la fragua fundacional el Partido Revolucionario Cubano. No es un hecho aislado esta previsión: “Volverá a haber, en Cuba y en Puerto Rico, seres humanos que mueran puramente, sin mancha de interés, en la defensa del derecho de los demás seres humanos”. Lo afirmó en “¡Vengo a darte patria!”, artículo publicado el mismo día, 14 de marzo de 1893, y en el mismo rotativo, Patria, en que apareció “Pobres y ricos”, otro de sus textos relevantes para el tema.

El sentido de aquella declaración la explican en profundidad los orgánicos nexos implícitos entre ella y la que hizo pública el 24 de octubre de 1894, en Patria igualmente, en un artículo cuyo título, “Los pobres de la tierra”, remite por derecho a Versos sencillos. En el periódico expresa: “En un día no se hacen repúblicas; ni ha de lograr Cuba, con las simples batallas de la independencia, la victoria a que, en sus continuas renovaciones, y lucha perpetua entre el desinterés y la codicia y entre la libertad y la soberbia, no ha llegado aún, en la faz toda del mundo, el género humano”.

Menos de seis meses después se incorporó a la guerra que había preparado, y en la cual se dio a organizar lo que en sus palabras y en su afán consciente debía ser la “Asamblea de Delegados de todo el pueblo cubano visible, para elegir el gobierno adecuado a las condiciones nacientes y expansivas de la revolución”. Sería una reunión de representantes, lo dijo también, de “las masas cubanas alzadas”, no un foro de enviados de los jefes. Y el gobierno, a la vez que respetar las necesidades y exigencias de la lucha armada, debía tener el funcionamiento y el espíritu republicanos que sirvieran de garantía para la república que se fundara en la paz.

De 1884, el mismo año en que escribió el primero de los textos que han dado base a las presentes cuartillas, es la carta, fechada 20 de octubre, en la que le expresó a Máximo Gómez: “Un pueblo no se funda, General, como se manda un campamento”. Sus ideas sobre la República en Armas y la que debía amasarse desde entonces para el futuro, muestran asimismo su comprensión de que un campamento y un pueblo tampoco se dirigen de igual modo. Su muerte en combate, y luego la intervención, que él había querido impedir, de los Estados Unidos, frustraron la revolución que él concibió y que, debido a esas trágicas circunstancias —y al papel de celestinos con que apoyaron al colonialismo español y al imperio estadounidense en ascenso los “prohombres” antipueblo a quienes refutó en su carta póstuma a Manuel Mercado— quedó pospuesta, para decirlo con un título feliz de Ramón de Armas.

Frustrados, derrotados, traicionados o sometidos a obstáculos tremendos —y también, por tanto, pospuestos— se han visto en el mundo históricamente los más sembradores afanes de justicia, que, llámense “con este nombre o aquel”, han braceado en lo que el propio Martí denominó “lucha perpetua entre el desinterés y la codicia y entre la libertad y la soberbia”. Pero ante esa realidad únicamente son dignos de imitar ejemplos como el de los cristianos honrados y tenaces a quienes los siglos, numerosos, en que la prédica de Jesús ha sido negada y burlada —incluso, o sobre todo, por muchos investidos de jerarquía y autoridad para representarla y defenderla— no los han hecho desertar de las ideas justicieras del cristianismo originario libertario. Su persistencia es aliento para todos los afanados en la búsqueda de la equidad y la emancipación sociales, cualesquiera que sean sus credos, incluyendo a quienes califican como no creyentes pero también creen en ideas terrenales que sería criminal abandonar.

En ese camino se inscriben las luces del maestro Martí Pérez para/por el socialismo, y en una verdad que brota de ellas mismas y permea otras. No es cuestión de citar desgajadamente sus textos, ni de buscar en qué medida nos parecemos a él, afán en el que pudiéramos acabar culpándolo de nuestros errores. Sería necesario, y acaso hasta más fértil, valorar en qué podría impugnarnos, aunque vivamos otros tiempos. En carta del 11 de abril de 1895 a Bernarda Toro, la compañera de Máximo Gómez, escribió: “El mundo marca, y no se puede ir, ni hombre ni mujer, contra la marca que nos pone el mundo”. Pero encarnó la voluntad de no resignarse ante los hechos incompatibles con la justicia, aunque se tratara de nada menos que del surgimiento de una potencia imperialista arrasadora.

Sería fallido, y del todo innecesario, inventar un Martí socialista; pero también lo sería inventar el Martí antisocialista que no fue, de lo cual dan prueba sus propias palabras, digan lo que digan ciertos olimpos de pisapapel empeñados en torcerlas para esgrimirlas como arma contra el socialismo. A raíz del desguace del campo socialista europeo, y en medio de las vicisitudes que ese hecho generó para Cuba, se volvió una especie de moda distribuir en impresiones artesanales o ligeras, como texto “clandestino”, la reseña de Martí sobre “La futura esclavitud”, aunque tal vez no haya en sus Obras completas, donde ha ocupado y ocupa el lugar que le corresponde, otro texto que de manera tan sugerente y a la vez directa le sea útil al socialismo.

Alguna vez, al calor de responsabilidades profesionales, el autor de estos apuntes planeó formar, con el título Los pobres de la tierra, un cuaderno de páginas de Martí entre las cuales sobresaldrían la reseña de “La futura esclavitud” y la citada carta a Valdés Domínguez, junto a otros escritos, algunos ya recordados, como el que le daría nombre al volumen. Las circunstancias mágicamente denominadas período especial impidieron la realización de ese proyecto, que valdría la pena, o la alegría, retomar.

Más allá de puntillas textuales, hay una verdad que convoca: en sus circunstancias, el proyecto de liberación nacional de Martí no era ni podía ni tenía por qué ser de carácter socialista; pero un proyecto socialista legítimo, especialmente en Cuba o en nuestra América, núcleos de sus meditaciones y destinatarias de sus actos, está llamado a ser martiano, o no sería socialismo. De ahí, en el siglo XIX, el acierto de activistas obreros que lo siguieron, como José Dolores Poyo, a quien en carta del 16 de noviembre de 1889 le escribió: “El corazón se me va a un trabajador como a un hermano”, o el marxista Carlos Baliño y el socialista Diego Vicente Tejera, amigos personales y colaboradores suyos los tres en el Partido Revolucionario Cubano.

No habrá justicia verdadera, ni política plenamente honrada y popular —sinceramente democrática, parafraseando una aspiración que él plasmó en las Bases de aquel sembrador Partido—, sin la consistencia ética de quien echó de veras su suerte con los pobres de la tierra. Siempre vendrá bien recordarlo, y de manera especial cuando están de marea alta el pragmatismo y criterios como que el igualitarismo es inviable. Ciertamente no debe confundirse con la justa igualdad; pero, aun así, antes de echarlo por la borda y olvidarse de él y, al paso, de la igualdad misma, habría que ver si el igualitarismo ha sido plenamente aplicado en algún lugar del mundo. En todo caso, está en pie lo expresado por Martí en un apunte que se lee entre los Fragmentos de sus Obras completas. Refutando mistificaciones dirigidas, vía racista, a fundamentar la desigualdad entre los seres humanos, sostuvo esta generalización: “se va, por la ciencia verdadera, a la equidad humana: mientras que lo otro es ir, por la ciencia superficial, a la justificación de la desigualdad, que en el gobierno de los infaustos es la de la tiranía”.

Lo subrayado e interpolado es nuestro

 _____________________________________________

El socialismo marxista revolucionario la Razón Rebelde del Ser Humano como Derecho Natural.

Prof. Moreno Peralta/IWA. ADDHEE.ONG/Codeh-Codes Chile/Berlín/DDR.

5/5/1977.

Prolegómenos:

Réquiem para “la izquierda latinoamericana”, el partido comunista y el partido socialista transmutados “centro”: el mundo cambio y nosotros nos adaptamos. ¡Hijos de Bizancio “el centro” no existe!.

Después de la caída del sistema stalinista soviético, “comunista”, para los zafios epígonos del sistema capitalista salvaje: según la ciencia marxista, el comunismo corresponde a la etapa superior de la sociedad sin clases…

  • El “centro” no existe, constituye una aberración científica, un error epistemológico para el Prof. Dr. Joseph Stiglitz, “Se gobierna para un país, pero la gente sobrevive en otro”…

Estimados amigos asociados:

Mis estudiantes alemanes y latinoamericanos antes de la conferencia se me pidió, una vez más, aclarar mi reconocimiento como maestro del Lic. José Martí Pérez, cuando en el sistema capitalista salvaje, el concepto maestro es una generalización, un prejuicio determinista. Precise que, para la profesora Gabriela Mistral, el maestro(a) es el formador(a) del ser humano en general,  y de su conciencia social en particular. Yo soy discípula de maestro Libertario Bolivariano José Martí Pérez”. Lo reitero varias veces la genial premio nobel de literatura.

Para el Dr. Karl Marx – tesis de doctorados en filosofía aprobada con la más alta evaluación académica/1841, sobre la “Diferencia de la filosofía de la naturaleza en Demócrito y en Epicuro”. El genio universal reconoce en Epicuro el haber salvado, en contra del determinismo de Demócrito la posibilidad de la Libertad necesaria a la acción, pero le reprochaba el haber opuesto la libertad  a la necesidad sin advertir su relación dialéctica. El problema de la libertad como lo demuestra el Dr. Marx, no puede resolverse sin profundizar en esa relación dialéctica entre la necesidad y la libertad, es decir, más concretamente, en las relaciones entre la persona y el mundo, en vez de considerarla en su aislamiento y su autonomía abstracta.

La ciencia y la filosofía marxista y el fracaso rotundo del sistema capitalista salvaje por destruirlas.

El amor de su esposa Jenny/su asistente - escribió todos los manuscritos del Dr. Marx -, y la amistad de Frederick Engels, permitieron al genio universal, realizar su obra y cumplirla, aun después de su muerte física, porque cuando murió físicamente en Londres el 14 de Marzo de 1883, su amigo Engels renuncio a todos sus trabajos personales y dedico el resto de su vida a publicar las obras/el legado del gran maestro de la Clase Trabajadora. La obra tuvo un destino prodigioso, después de haber aportado a la filosofía una renovación más profunda que se haya conocido desde que nació el pensamiento racional. El Dr. Marx fundo la economía política científica, elaboro la metodología de la historia y de todas las ciencia, al dotar a la Clase Trabajadora con la ciencia de la transformación del mundo, al enseñarles el arte de vencer en su lucha de clases, se convirtió desde más de un siglo en el gran maestro viviente del Movimiento Social Popular, Revolucionario y su vanguardia la Clase Trabajadora y la juventud.

El Dr. Karl Marx y la lucha de clases: “la historia de todas las sociedades  que han existido hasta nuestro días, es la historia de la lucha de clases. Hombres libres y esclavos, opresores y oprimidos se han enfrentado siempre. Han mantenido una lucha constante velada unas veces y otras franca y abierta, lucha que termino siempre con la transformación revolucionaria de toda la sociedad o el hundimiento de las clases beligerantes”.

Las luchas de Jenny, del Dr. Marx y de Engels contra los jóvenes hegelianos, proudhonianos, contra Bakunin, contra el positivismo de Dühring 1840-1890, condujeron a la victoria del marxismo en el movimiento obrero. Pero a fines de siglo se desarrolla dentro del propio marxismo una corriente anti marxista, un cáncer el revisionismo denominado socialdemocracia encabezado por Eduard Bernstein 1850-1932. Ente individuo se oponía a los cambios sociales radicales. Su reformismo, oportunista, pragmático contemporizador, sostiene que el sistema capitalista puede irse mejorando poco a poco, una evolución pacífica gradual del capitalismo. El reformismo socialdemócrata un atajo sin salida, la antesala de la traición, ayer como hoy, su conducta oportunista desprecia la teoría y los principios, los social demócratas caminan mirándose el ombligo sin intentar jamás levantar la vista, abarcando un horizonte más amplio que del día a día…

El Dr. Marx es el heredero del Humanismo Revolucionario Prometeico del Movimiento Social Popular Revolucionario del Pueblo Francés/1789 traicionado por la clase burguesa liberal, testaferra de los dueños de la Celestina Universal. También es considerado como el heredero de la concepción de la sociedad como organismo/comunidad del trabajo creador del ser humano. Al descubrir en la Clase Trabajadora a la heredera y portadora de toda la civilización humana al descubrir las raíces de la enajenación fundamental del trabajo creador del ser humano, al descubrir por último, mediante el estudio científico del desarrollo de la ciencias, las leyes de la dialéctica de la superación histórica de las enajenaciones mediante la lucha de clase, el Dr. Marx plantea los fundamentos de una filosofía que expresa el Movimiento de toda una época histórica. Esta comienza con la lucha contra el sistema capitalista y prosigue con la construcción del socialismo marxista, con su etapa superior, la sociedad sin clase, el comunismo…

La idea dominante del Dr. Marx permanece constante desde sus primeras obras hasta sus últimas luchas, “luchar es vivir”. Es la clave de su filosofía, de su economía, y de su política, hacer de cada persona un ser humano, es decir, un creador. Esta facultad creadora del ser humano la exigía el joven Marx, heredero cercano aun a Hegel y de Fichte contra todas las formas de la enajenación.

La creación es lo contrario de la enajenación. La enajenación es un síndrome que, quien lo padece no es consciente de él.

Cuando el análisis científico, a la vez que económico e histórico, le permite al Dr. Marx resolver la enajenación en sus formas concretas: explotación y opresión de clases y descubrir el verdadero método para superarla: la lucha de clases, cuando su socialismo marxista no descansa ya solo en un fundamento filosófico sino antes que nada en un fundamento científico. La realidad histórica de las clases y de su lucha, ese profundo humanismo, permanecerá y se afirmara todavía más ya no como una exigencia filosofía o moral cercana aun a la utopía – entiéndase por tal, el desafío que se opone al realismo moderno. Ella se alcanza con el cambio revolucionario que trae la Justica Social -, sino como la ley objetiva el desarrollo de las luchas de la clase trabajadora que supera y destruye las enajenaciones creadas por los régimen reaccionarios de clase, y da a cada persona la posibilidad de ser, un ser humano un creador, capaz de sentir la injusticia ajena como propia. Esta profunda reflexión sobre el acto recreador del ser humano mediante la cual el Dr. Marx puso “de pie” en una perspectiva concreta, histórica y materialista, la filosofía, la enseñanza de Fichte, al hacer de la practica como según Fichte pero desmitificada la fuente y el criterio de toda verdad y todo valor. El genio universal el Dr. Marx no solo realizo la revolución más radical – entiéndase por radical, “ser radical es ir a la raíz y esta la constituye el ser humano”-, en la filosofía y la arraigo en la tierra de las gentes, sino que abrió las nuevas perspectivas de transformación ilimitada de la naturaleza, de la sociedad y la persona en su entraña más profunda. El marxismo lejos de retrotraernos a una etapa precritica de la filosofía culmina el movimiento fundamental de la filosofía moderna desde Descartes que alcanza con la crítica de Kant la plena conciencia de sí misma: la persona no puede comprender sino lo que ha hecha. Fichte condujo a su ultimo terminó al exigencia primordial del racionalismo moderno, rechazando la afirmación dogmatica del “hecho dado” y lo sitúa en el punto de partida de su reflexión, no como un hecho, sino un acto, esto le permite al marxismo escapar a todo dogmatismo, es el haber dado mediante una inmersión y una desmitificación de la concepción fichteana una significación concreta, histórica y materialista a la primacía de la practica.

En el marco de la lucha las exigencias primordiales por la emancipación social del ser humano condujeron al Dr. Marx a desarrollar plenamente en sus obras maestras: El Manifiesto Comunista, El Capital, en sus obras históricas como:  El 18 Brumario de Luis Bonaparte, lo que constituye su aportación decisiva: una metodología de la iniciativa histórica.

El Dr. Karl Marx no nos ha legado un sistema de leyes, sino el arte dialectico  para descubrirlas y para fundar en su conocimiento nuestra acción creadora.

Como colofón, en talleres, seminarios, conferencias en la que he participado he podido comprender en su totalidad las gigantescas metamorfosis de nuestro mundo y de nuestro tiempo: desde el punto de vista científico hace desaparecer todo limite al libre desenvolvimiento de la investigación, su materialismo exigente al imponernos constantemente la referencia a una realidad exterior a nuestro pensamiento, que implica una actitud permanente de apertura y de acogida, una incesante ruptura con la especulación, con el dogmatismo y los sistemas cerrados, ese materialismo exigente recuerda a la dialéctica que no se trata solo de los conceptos, sino de una realidad inagotable móvil que al concepto mas allá de sí mismo, de una dialéctica interminable de la practica y la creación humana en contacto con un mundo que hay que transformar.

  • Desde el punto de vista estético abre a la creación artística una perspectiva ilimitada pues no define el arte solo como un modo de conocer sino principalmente como un modo de hacer y lo define al realismo como la copia de la realidad aparente, sino como la captación de las leyes profundas del desarrollo y la participación en la creación de una realidad en devenir y de una persona que se está haciendo…
  • Desde el punto de vista moral se opone a la ética de la revelación o de la tradición basada en mandamiento eternos y de ideales inmutables, así como a la sofistica del individualismo y a las libertades confundidas con la arbitrariedad y la limosna una concepción histórica de la persona que elabora, destruye, integra, y supera las normas de su acción y se define únicamente por el movimiento de esa creación continua: el marxismo no es solo una filosofía de nuestro tiempo, es su sentido…
  • Concluimos que el marxismo como filosofía, como economía, como política, como concepción del mundo de sus perspectivas futuras y de sus esperanzas, ha penetrado en el cerebro y en el corazón de millones de mujeres y de hombres, en la mente y en el corazón mismo de aquellos que fueron esclavos o siervos en otra época, aquellos para quienes el trabajo explotador/embrutecedor tuvo hasta entonces semblante de destino para quienes se le había negado el derecho a pensar.
  • El pensamiento en el legado del Dr. Marx se convierte en la conciencia de los Movimientos Sociales Populares Revolucionarios, de los Pueblos que luchan por su liberación, por su libertad, su dignidad y la Justicia Social. Sus vanguardias la Clase Trabajadora y la juventud aprendieron de su primer maestro la enseñanza de que la ley del desarrollo histórico en nuestra época. Les ha ayudado a adquirir conciencia del sentido de sus vidas, del futuro que lleva en sí y en su responsabilidad hacia ese futuro, valga la redundancia, lanza un desafío militante a los que pretenden negar el sentido de nuestra vida y de nuestra historia.
  • Por asumir consecuentemente el legado del genio universal, el Dr. Karl Marx,- los filosofo no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, cuando de lo que se trata es de transformarlo, “el poder político es simplemente es el poder organizado de una clase para oprimir a otra”- fueron y han sido brutalmente perseguidos, frivolizados, asesinados, desaparecidos, etc.
  • Para Seres humanos talentosos, honestos y consecuentes con sus ideas como la Dr. Rosa Luxemburgo, sin lugar a dudas a mente más genial entre los herederos científicos del Dr. Marx y de Friedrich Engels, “la hegemonía socialista se construye desde dentro de los Movimientos Sociales Populares Revoluciones”. Ella pone énfasis en que la conciencia de clases es fruto de una experiencia de vida de valores sentidos y de una tradición de lucha. Para Lenin el énfasis lo pone en el partido revolucionario.
  • La Dr. Luxemburgo insiste en que el Movimiento Social Popular Revolucionario no necesita del partido, pero si el partido del movimiento, rechazaba la idea de que el partido tenía que estarse mirando su propio ombligo o predicar desde fuera del Movimiento Social Popular Revolucionario.
  • Fundadora junto con Clara Zetkin del movimiento feminista socialista marxista europeo, se negó a dejarse estereotipar por la social democracia alemana para quienes “La cuestión femenina” era un asunto de segunda importancia. La persecución y la frivolidad de la social democracia contra la Dra. Luxemburgo llego a un momento de quiebre total cuando ella exigió el sufragio femenino para que mujer y hombre lucharan en contra del sistema capitalista explotador, enajenador de ambos.
  • Su vida, es decir, su lucha fue apasionante rompió todos los moldes burgueses. Se reveló confiando en su propia personalidad, entrego lo mejor de su energías y talento creador a la noble y justa causa de la Clase Trabajadora de la mujer, de la juventud, de los sin voz ni justicia, los marginados/enajenados. Acentúa que la historia humana tiene un final abierto, no determinado. El futuro solo puede ser resuelto por el resultado de la lucha de clases. Precisaba que podemos ir hacia una sociedad desalineada a escala humana, con una convivencia mas humana con el sistema socialista marxista o podemos continuar hundiéndonos en la barbarie del sistema capitalista, que hoy tiene absoluta actualidad. Un dilema histórico aun no resulto.
  • El cobarde asesinato de la Dr. Rosa Luxemburgo, un acto de barbarie de responsabilidad criminal y política del régimen social demócrata alemán.
  • Para la memoria histórica de la Clase Trabajadora y de la juventud, el pensamiento socialista marxista, de la Dra. Luxemburgo su ética/moral revolucionaria, y su indoblegable ejemplo de vida, es decir, de lucha, continúan vivas entrañablemente vivas. En el puente donde sus asesinos arrojaron su cuerpo al agua siguen a apreciando diariamente flores rojas señal que las nuevas generación no la olvidan y que ella está hoy más presente que nunca.
  • La Dr. Rosa Luxemburgo y la nueva aurora del Movimiento Social Popular Revolucionario, pasa porque las vanguardias de éste, la Clase Trabajadora y la juventud marchen juntas bajo las banderas del socialismo marxista, convirtiendo el socialismo en una realidad de vida y destruir desde su raíces el sistema capitalista. Asumir este desafío nos coloca en el mismo terreno que ocuparon el Dr. Karl Marx Y Friederick Engeln en 1848, y los principios que ellos jamás traicionaron. No debemos pensar que cuando realicemos la revolución en el marco de la ciencia y la filosofa marxista, bastara con derrocar el régimen reaccionario capitalista y poner otro. Hay un solo camino hacia la victoria del Movimiento Social Popular Revolucionario, el control del poder político. Se debe aprender a ejercerlo. ¿Cómo? Ejerciéndolo, así construiremos la sociedad socialista sin clases, “donde seamos socialmente iguales, igualmente diferentes y totalmente libres”, eso lo reiteraba permanente la Dra. Rosa Luxemburgo.

El socialismo marxista y la ilusión de “Los cambios graduales”…

Desde fines del siglo XIX hasta nuestro días, periódicamente surgen ilusiones y fantasías por parte de la clase burguesa politicastra/castrense corrupta y su política bajuna para que nada cambie impuesta desde los medio mediáticos de (in)comunicación globalizados que controlan la clase oligarca empresarial/financiera- bancaria agiotista, agrícola monopolista desde el Club Bilderberg, se pretende ingenuamente reformar el sistema capitalista y su voraz avidez por las ganancias: victimas la Clase Trabajadora, la juventud y las riquezas naturales de nuestro desgraciado planeta: las riquezas naturales de sus pueblos depredadas y las arcas fiscales saqueadas.

En el siglo XXI los Movimiento Sociales Populares Revolucionarios con coraje, dignidad y luchan, despiertan, levantan las banderas del sistema socialismo marxista, exigen  el fin de la tiranía del sistema capitalista salvaje la más despótica perversa desalmada e inmoral que controlan e imponen desde el Club Bilderberg los plutócrata empresarios dueños de la Celestina Universal a través del régimen de turno de Estados Unidos. Como no los han podido destruir, los han frivolizado motejándolos de “estallidos” o “revueltas”.

En el contexto de la catástrofe, económica, política y moral que sobrevive el sistema capitalista salvaje hoy esperan salvarlo con un nuevo orden mundial. Europa es invadida por migrantes de África y “del tercer mundo” el patio trasero latinoamericano millones de marginados hastiados, asqueados con la política bajuna del los regímenes burgueses y su dictadura a través de la tele basura/internet, invaden la arcadia de la felicidad yanqui, Estados Unidos: ¿Qué hacer?. El régimen monárquico franquista de la España profunda que presidirá el próximo año 2023 la Comunidad Europea le propuso al régimen yanqui de turno y a través este al club de Bilderberg, una nueva colonización de América Latina, para esto se unirán sus representantes de la Comunidad Europea y el CELAC Para ultimar detalles. ¿y los Pueblos Latinoamericanos? No cuentan para nada.

La hora de nuestra América Latina ha llegado, pero sin las clases oligarca empresarial, financiera-bancarias-agiotistas, agrícola monopolista y su testaferra la clase politicastra/castrense corrupta. La decadencia de occidente, Estado Unidos y la Comunidad Europea, es un hecho trascendente: los Movimiento Sociales Populares Revolucionarios y sus vanguardias la Clase Trabajadora y la juventud tienen conciencia de ello y no volverán a ser engañados y están dispuesto a afrontar el gran desafío la construcción de la Patria Continente América Latina y el Caribe una realidad/convergencia heterogenia. Esta posibilidad histórica merece convertirse en realidad común, pues son comunes  a todos los Pueblos Latinoamericanos las esperanzas de progreso y los peligros de vasallaje.

Con esperanza y memoria, que las fuerza politicastras/castrenses corruptas, inmorales apátridas, del pasado y presente, no podrán impedir que los Pueblos latinoamericanos hagan su historia

4/11/2023

Prof. Moreno Peralta/IWA

Secretario Ejecutivo ADDHEE.ONG

No hay comentarios:

Publicar un comentario