Carta Abierta al presidente Gustavo Petro Urrego
Sergio Rodríguez Gelfenstein,
Escritor,
analista internacional/ Addhee.Ong
Señor
Gustavo Petro Urrego
Presidente de la República de Colombia
Respetado presidente Petro, me tomo el atrevimiento de
escribirle a fin de hacerle llegar algunos comentarios respecto de ciertas
opiniones que Usted ha emitido en días recientes con relación a Venezuela.
Mis amigos colombianos, algunos de los cuales son
comunes, podrán dar fe de mi apoyo irrestricto a su propuesta de gobierno y a la
lucha que ha emprendido por cambiar a Colombia para llevar a su pueblo a una
situación de vida mucho mejor para todas y todos.
Tres veces hemos conversado, me tocó recibirlo en Miraflores en 2006 cuando usted acudió a una reunión con el Comandante Chávez Frías. Después, en 2009 con ocasión de las elecciones de El Salvador que llevaron a la presidencia a Mauricio Funes y en 2013, en el momento que conversamos un poco más ampliamente en el Hotel Alba cuando usted, superando mezquindades y pequeñeces que no le son propias, estuvo en Caracas rindiendo postrer tributo al Comandante Chávez Frías que había fallecido físicamente unos días antes. No creo que Usted recuerde ninguno de esos momentos y mucho menos que los relacione, pero para mí, ese contacto cercano aunque breve, hizo que pudiera conocer algo de su pensamiento, en particular me impresionó el verbo diáfano y la fuerza con que exponía sus ideas ante un desconocido, solo referido en cada caso, por amigos comunes.
Por interés personal, pero también profesional y
político di puntual seguimiento a la campaña electoral y a estos primeros 100
días de su gestión de gobierno. He abrazado con entusiasmo su político de “Paz
Total” que creo es el mecanismo más acertado para revertir definitivamente la
espiral de violencia que aqueja a su país casi desde la independencia. Rescato
su valor para llevar adelante tal política a pesar de vientos y tempestades en
contra.
Como dije antes, en realidad a lo que quisiera
referirme, es a algunas opiniones suyas con relación a Venezuela, seguramente
hechas en su afán de establecer los mejores y más fraternos vínculos de
hermandad, pero debo decir que ha habido algunos planteamientos que no comparto.
Ante todo, reitero que aprecio y valoro su gran esfuerzo y decisión para
restablecer al más alto nivel los vínculos entre nuestros países, sin embargo
no puedo estar de acuerdo con algunas ideas que Usted ha emitido y que lo colocan
en el umbral de la injerencia.
En una reciente y larga entrevista para medios
gubernamentales de radio y televisión francesa Usted dijo una frase que incluso
fue utilizada como titular de esta: “Las
elecciones de 2024 en Venezuela deben ser un pacto social”. No señor presidente,
las elecciones en Venezuela deben ser lo que los venezolanos decidamos.
Nosotros valoramos altamente que Usted haya confiado en nuestro país para ser
garante y sede de los diálogos que su gobierno realizará con el ELN en el marco
de la búsqueda de la “paz total”, de la misma manera que el presidente Maduro
ha acogido con beneplácito varias de su propuestas.
Antes de su triunfo
electoral del 20 de junio y después de realizarse la primera vuelta en los
comicios que consagraron que entre Usted y el señor Rodolfo Hernández se
decidiría quien sería el próximo presidente de Colombia, Diosdado Cabello
vicepresidente del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) manifestó que
“gane quien gane” la presidencia en el vecino país, eso no repercutirá en
territorio nacional, porque “Venezuela no depende de quien gane en Colombia,
dependemos de los venezolanos”, estableciendo claramente que debían ser los
colombianos los que debían decidir en las urnas quien querían que los
gobernara. En ningún momento se intentó caracterizar esa elección. Usted
tampoco debería opinar acerca de cómo deben ser las nuestras.
Por otro lado, la “paz
total” no es aplicable a Venezuela. Entiendo que ninguna de las organizaciones
armadas a las que Usted le ha propuesto que se acojan a esta política, llámense
guerrilleros, narcotraficantes, paramilitares o delincuencia organizada sirven
a los intereses de una potencia extranjera o se subordinan a ella. No es el
caso de Venezuela. Aquí un sector de la oposición se ha asumido como apéndice
de la política estadounidense llamando a la intervención militar extranjera, a
la imposición de sanciones y bloqueos que han hecho mucho más difícil la vida
de los venezolanos en medio de la crisis. En cualquier país del mundo, invitar
a una potencia extranjera a invadir el país propio se llama traición. Eso no
tiene que ver con diferencias políticas
Una vez que Usted fue
elegido presidente y visitara Venezuela por primera en esa calidad, en la
reunión con el presidente Maduro hizo una serie de propuestas que según dijera
el mandatario venezolano serían estudiadas atentamente.
Creo que casi todas
ellas apuntan a mejorar y elevar la relación bilateral y a establecer alianzas
para avanzar en la integración latinoamericana así como actuar de conjunto en
algunos escenarios internacionales para fortalecer el peso de nuestras
acciones. En particular es muy loable su cruzada a favor de la protección y
salvación de la selva amazónica.
Es muy plausible también
su interés en que Venezuela regresé a la Comunidad Andina de Naciones de donde
-según mi opinión- nunca debió salir como se lo hice saber al Comandante Chávez
en forma verbal y por escrito.
Pero lo que no comparto
para nada es su propuesta de que Venezuela se integre al
Sistema Interamericano de Derechos Humanos que es una institución dependiente
de la OEA, estructurada bajo la égida monroista de carácter panamericano. Sin
querer dictarle a nadie lo que deba o no deba hacer, un país que se llame República
Bolivariana, por respeto y lealtad al Libertador y por identidad, no puede
acogerse a instituciones que son antagónicas a sus ideas y a su pensamiento.
Usted sustenta su propuesta en argumentos de
carácter jurídico que incluso lo llevaron a superar una acusación política que
le hicieran sus opositores y detractores. Lo felicito por eso, pero también
podríamos traer a colación, muchos, muchísimos casos en que el fallo no ha sido
a favor de la verdad y la justicia, mostrando que tal órgano es político y
actúa a favor de los intereses de Estados Unidos. Una ex presidenta de esa institución, la
actual canciller chilena, opera ahora como una de las peores enemigas de
Venezuela en las instancias internacionales.
Usted
presidente, es un bolivariano hasta la médula, siempre lo ha sido. Lo
atestiguan sus palabras al tomar posesión como máxima autoridad de Colombia. Al
explicar por qué exigió que la espada del Libertador debía presidir tan magno
evento dijo: ”Llegar aquí, junto a esta espada, para mí
es toda una vida, una existencia. Esta espada representa demasiado para
nosotros, para nosotras. Y quiero que nunca esté enterrada, quiero que nunca
más esté retenida. Que solo se envaine, como dijo su propietario, el
Libertador, cuando haya justicia en este país”.
Usted
presidente también dijo durante su visita a Caracas que: "Es antinatural que
Colombia y Venezuela se separen. Alguna vez ocurrió en algún momento. No puede
ocurrir porque [tenemos] lazos de sangre". En la declaración conjunta
firmada por Usted y por el presidente Maduro se lee: “ Somos
lo mismo, estamos mezclados por la historia, por una raíz común, estamos
mezclados por la sangre”. Por favor, presidente, no nos pida que traicionemos
la memoria y el ideal bolivariano que está explícitamente indicado en el
preámbulo y en el artículo 1 de nuestra Constitución.
Cuando Usted
vino a Caracas, estimado Presidente, pudo apreciar que los soldados de nuestra
gallarda Guardia de Honor Presidencial, creada por el Libertador precisamente
en Mompox, en territorio neogranadino, entonaron a viva voz el himno nacional
de Colombia. Esa es una herencia del Comandante Hugo Chávez que exigió que la
tropa debía aprender ese canto de libertad y vida como si fuera el propio.
Señor
presidente, cuando el Comandante Chávez Frías propuso y el pueblo venezolano en
referendo aceptó que nuestro país se llamara y fuera una República Bolivariana,
no lo hizo por un asunto solamente semántico. Como dije antes, tiene que ver
con nuestra identidad. Eso nos obliga a defender, respetar, promover y venerar
el ideal bolivariano. Por eso señor presidente, me parece que Venezuela no
debería reincorporase a la OEA ni a la CIDH, más allá de cualquier argumento
jurídico a favor.
Si somos
bolivarianos y Venezuela lo es, debemos fortalecer nuestros instrumentos, los
bolivarianos: CELAC y Unasur, amparémonos en los mecanismos de derechos humanos
que seamos capaces de fundar, creamos en
ellos y acojámonos a su majestad. No puede ser Estados Unidos el que dicte lo
que es correcto y lo que no lo es en Nuestra América.
Cuando
estamos a punto de entrar en el año del Bicentenario de la Doctrina Monroe, la
deberíamos desterrar para siempre, a fin de construir instituciones que
provengan del genio y la figura de nuestro Libertador. Nuestra integración será
bolivariana y nuestraaméricana o no será.
Reciba,
señor presidente, las muestras de mi más alta estima, respeto y consideración.
Sergio
Rodríguez Gelfenstein
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