Seminario del Partido del Trabajo de México. Para la izquierda no hay ni rendición ni derrota:
el presente es de lucha, el futuro es de la Clase Trabajadora y de la juventud.
Por Sergio Rodríguez Gelfenstein/Escritor
y analista internacional, Barómetro Latinoamericano:
El mundo está tan
convulsionado y la dinámica global se mueve tan vertiginosamente que resulta
complicado decidir cuál debe ser el tema al que dedicar estas reflexiones
semanales. Es imposible abstraerse de la agresión cotidiana de la ultraderecha
internacional y Estados Unidos contra Venezuela, pero de manera simultánea se
están produciendo hechos que apuntan a hacer evidente que el mundo se mueve
hacia transformaciones estructurales que -todo indica- no se harán sin antes
pasar por tan profundas turbulencias y conflictos que incluso amenazan la
existencia de la vida en el planeta.
Comandante Dr. Ernesto Guevara de la
Serna y el Presidente fundador de la central única de trabajadores de Chile
Clotario Blest Riffo.
Sin embargo, me
resisto al derrotismo, no se trata de ser optimista a ultranza, sino de vivir
la realidad en su esencia más profunda y de forma dialéctica entender que todo
lo que ocurre es porque la vida avanza indefectiblemente y que las fuerzas que
pretenden retrotraer el sentido de la historia serán derrotadas, aunque en el
camino dejen un reguero de esa destrucción y muerte que ha sido propia de las
sociedades de clases desde su origen. Sigo pensando que el espíritu de derrota
que permea en la actualidad a algunos sectores de luchadores progresistas y
democráticos en América Latina y el Caribe es generado por los medios
transnacionales de noticias con el fin de crear el caldo de cultivo para la
penetración de su idea de “fin de la historia” teniendo como objetivo más
estratégico, crear las
condiciones de aceptación de que la lucha anti imperialista no tiene sentido y
que el momento que se vive ha sentado las bases para la consolidación de
Estados Unidos como amo continental. No obstante, lo que veo es que la región
avanza en otra dirección, aunque los instrumentos de la democracia
representativa mediática lo quieran ocultar.
Hace unos días,
asistí como invitado al XXIII Seminario Internacional “Los partidos y una nueva
sociedad” organizado por el Partido del Trabajo (PT) de México. Al finalizar el
evento, se realizó la convocatoria para el próximo cónclave a realizarse en
Ciudad de México el próximo año 2020. Así mismo, se acordó conmemorar el
cincuenta aniversario del triunfo de la Gobierno Popular que llevó al Dr.
Salvador Allende Gossens a la presidencia de la República.
En el mismo momento
en que se desarrollaba el gobierno de la Unidad Popular en Chile, la región
veía, con mayor o menor extensión temporal, el despliegue de otras experiencias
progresistas como las del Justicialismo en Argentina y los gobiernos
cívico militares dirigidos por los generales Juan Velasco Alvarado en Perú,
Omar Torrijos en Panamá y Juan José Torres en Bolivia. En esa época la social
democracia era portadora de algunas ideas democráticas y progresistas que hacía
posibles construir alianzas con los sectores revolucionarios y de izquierda.
También en aquellos años, México – al igual que ahora, desde diciembre del año
pasado- ejecutaba con mucha firmeza, políticas de defensa de la no
intervención, no injerencia en los asuntos internos de otros Estados y defensa
de la soberanía.
Como se sabe, la
experiencia chilena de avanzar por vía pacífica al socialismo, fue abortada a
sangre y fuego por la derecha fascista en connivencia con Estados Unidos, la
noche negra de las dictaduras fascistas se entronizó en la región, Cuba
volvía a quedar sola en defensa de la dignidad y el honor de los Pueblos
Latinoamericanos y Caribeños. Los avances democráticos y progresistas de
América Latina sufrían un nuevo revés.
Al revisar la
historia se podrá descubrir que de forma similar a esta ola de derechización
que vivimos, en otras ocasiones la regresión conservadora ha ensuciado el
acontecer de los pueblos de la región. La memoria del pasado nos da las pautas
que permiten afirmar que desde la independencia la lucha popular y en defensa
de la democracia no se han detenido. Aunque nuestra historia de 200 años han
estado marcadas por la penetración del capital extranjero, británico primero y
estadounidense después, así como las intervenciones militares francesas,
españolas y norteamericanas, además de las guerras intestinas generadas por la
herencia colonial que no permitió establecer claros límites entre los países
emanados de la independencia y que al entrar al siglo XX, ya en su fase
imperialista Estados Unidos intervino en Cuba, Puerto Rico y Panamá y aplicaron
la política del gran garrote y la diplomacia del dólar, también es cierto que
siempre hubo resistencia de nuestros pueblos a la imposición imperial.
Muestra de ello son
el gobierno nacionalista y de defensa de los intereses nacionales del presidente
José Manuel Balmaceda Fernández en Chile (1886-1891), de la misma manera
que se produjeron tendencias similares en fechas cercanas en Argentina, Uruguay
y Brasil, hasta que la revolución mexicana vino a cimbrar las estructuras del
poder oligárquico, transmitiendo profundas influencias de cambio a la región.
Habría que agregar,
ya a mediados del siglo pasado, el surgimiento de fuertes movimientos
nacionalistas, democratizadores y populares en el marco de la política
estadounidense del Buen Vecino, que obligó a la potencia del norte a “aflojar”
su cepo sobre la región en el contexto de la segunda guerra mundial. La
revolución boliviana de 1952, el triunfo de Jacobo Arbenz en las elecciones
presidenciales de Guatemala en 1954, así como los gobiernos de Getulio Vargas en
Brasil y Juan Domingo Perón en Argentina fueron expresión del nuevo empuje que
vivían los pueblos de la región hasta que la revolución cubana vino a
establecerse hasta hoy como faro irredento del sentimiento independentista y
libertario de los pueblos de América Latina y el Caribe
Así, a través de la
historia siempre vamos a encontrar que la lucha de nuestros pueblos nunca se ha
estancado por lo que ante la imposición del terror de la derecha a través de
las dictaduras cívico-militares de seguridad nacional de los años 70 del siglo
pasado, se manifestó un primer esfuerzo de reversión de tal situación en 1979,
cuando primero en Granada en marzo de ese año, el Movimiento de la
Nueva Joya con Maurice Bishop a la cabeza se propuso iniciar un proceso de
transformaciones estructurales en su país como nunca antes había ocurrido en el
Caribe de habla inglesa. Solo unos meses después, en Nicaragua, el Frente
Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) se hacía del poder tras 18 años de
lucha contra la sangrienta dictadura de Anastasio Somoza. Uno y otro proceso
fueron frustrados por las brutales intervenciones militares de Estados Unidos
en Granada en 1983 a través de una invasión militar directa y en 1989 en
Nicaragua, después de una cruenta guerra que produjo casi 100 mil muertos entre
civiles y militares y que dejó al país destruido y devastado.
Otra vez, Cuba
quedó sola, esta vez en el marco del fin de la guerra fría y la desaparición de
la Unión Soviética, que hizo que Estados Unidos recrudeciera el bloqueo e incrementara
la presión, pensando que se habían creado condiciones para exterminar por
hambre a la revolución, el período especial significó una situación de extrema
tensión en la que el pueblo cubano expuso los más altos valores de la
humanidad: honor, dignidad, amor a la patria y un irredento sentimiento
independentista para resistir y vencer el intento genocida imperial, hasta que
el Comandante Hugo Chávez Frías llegó al gobierno en Venezuela,
iniciando una nueva etapa de transformaciones que fueron seguidas en otras
latitudes y longitudes de la región.
Hoy nuevamente,
sobre América Latina y el Caribe pende la amenaza que pretende retrotraer la
historia. Estados Unidos se ha volcado como un huracán para impedir todo atisbo
de democracia, de independencia y de avance de las luchas populares, pero una
vez más los pueblos resisten a pesar de las múltiples dificultades. El
Seminario organizado por el PT de México en el que además de ese partido
presidido por el profesor Alberto Anaya, estuvo participando casi a tiempo
completo Yeidckol Polevnsky, Secretaria General del Movimiento de Regeneración
Nacional (Morena) del presidente Andrés Manuel López Obrador fue expresión de
ese espíritu de lucha inclaudicable de la izquierda latinoamericana para
revertir esta situación.
Este evento, que
por derecho propio se ha transformado en el más importante de la región y uno
de los más trascendentes de todo el mundo hizo un claro diagnóstico del momento
actual, aunque en muchos casos prevaleciera un análisis sombrío como expresión
de la situación actual del continente, pero no hubo una sola intervención que
llamara a la rendición, al retroceso o a la negación del camino a seguir.
Aunque también –de
manera tibia en la mayoría de los casos- se manifestó la autocrítica respecto
de los errores cometidos en la gestión de gobierno y hubo un exceso de
diagnóstico mientras se adolecía de propuestas concretas de lucha conjunta
contra el imperialismo y el neoliberalismo, no hubo dudas para ubicar al
enemigo principal hacia el que hay que enfilar todos los dardos. A diferencia
del Foro de Sao Paulo, que es expresión de una amplitud mayor en la que algunas
organizaciones dudan, se acomodan y hasta se rinden ante el capital, aquí primó
un invariable sentimiento de combatir hasta vencer. En esa medida, creo que los
diagnósticos excesivos sobran, mientras se observan insuficiencias en los
planes de acción para la realización de tareas concretas.
Si compramos la
actualidad con 1989, año en que la humanidad dio un giro superlativo en su
devenir, se puede observar que ya Cuba no está sola, otros países han iniciado
la senda de la defensa de los intereses populares desde el gobierno, y hoy,
además de Cuba, Nicaragua, Venezuela, Bolivia, Uruguay, San Vicente y las
Granadinas, Dominica y ahora México tienen gobiernos democráticos y
progresistas. Es evidente que hoy Cuba no está sola. Así mismo, el entorno
global es diferente, en aquel entonces Rusia se introducía en un marasmo del
que solo pudo salir ya entrado el siglo XXI y China aún no había construido el
potencial económico y tecnológico que la ha llevado a ser la segunda potencia
mundial. Ambos países han decidido jugar un papel transcendente en la dinámica
mundial, que en lo básico difiere y se diferencia de los intentos hegemónicos
estadounidenses, secundados por una Europa muy disminuida, sin criterios
propios, y absolutamente plegada al mandato de Estados Unidos. Esta situación
favorece la resistencia de los pueblos y anima la defensa de sus intereses y de
su soberanía
El seminario del
PT, realizado en Ciudad de México estuvo iluminado por la victoria presidencial
de Andrés Manuel López Obrador y la llegada de éste a la más alta magistratura
de su país en diciembre del año pasado. Es la primera vez en 23 años que este
seminario se realiza siendo el PT partido de gobierno. Alberto Anaya hizo una
pormenorizada exposición del programa de gobierno, los métodos y los caminos
para producir la cuarta transformación de México, que como siempre ha sido a
través de la historia, ejercerá un influjo indudable en el transcurso de la
marcha de los países de América Latina y el Caribe, que jamás han detenido el
paso y nunca se han rendido.
sergioro07@hotmail.com
Lo subrayado es nuestro.
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