Chile y su escalada de corrupción
Por Juan Pablo Cárdenas S. /escritor, periodista y
analista internacional/ADDHEE.ONG
Enseguida serían los propios uniformados los que se
corrompieron en el poder, al grado de que todavía se ventilan judicialmente las
malversaciones y el enriquecimiento ilícito de las más altas jerarquías
castrenses. El régimen cesarista de Pinochet, además, fue el responsable
del asalto a las empresas del Estado que traspasó, a precio vil, a diversos
empresarios y parientes. Como es el caso del multimillonario Julio Ponce Lerou,
su yerno.
Luego vendría el tiempo de los políticos, lo
sucedido bajo los regímenes de la Concertación y Nueva Mayoría, cada
cual con uno o dos casos emblemáticos de corrupción, caracterizados de tráfico
de influencias, soborno empresariales a legisladores, sobresueldos en la
administración pública y financiamiento ilegal de las contiendas electorales.
Entre medio de estos, también, los dos gobiernos de Sebastián Piñera, quien
llegara a La Moneda con un extenso prontuario de ilícitos y prescripciones
judiciales que lo habían convertido en uno de los más grandes millonarios de
América Latina. Por lo que le fue fácil hacerse nominar como candidato y seguir
lucrando bajo sus dos mandatos presidenciales.
A la fecha hay abiertos varios procesos que
comprometen a diputados, senadores y alcaldes que siguen un curso muy lento en
la Justicia y amenazan con caer en el olvido y la impunidad. Ya es vox populi
que es en los municipios donde se ejercen los más graves delitos de corrupción,
en el común denominador del desfalco al Fisco, malversación, nepotismo y otras
malas prácticas. Pero las denuncias de corrupción tocan a 780 reparticiones
públicas, como el propio Servicio de Impuestos Internos, las tres ramas de las
FFAA, Carabineros, decenas de colegios, un sinnúmero de corporaciones
municipales y hasta los propios tribunales de justicia.
En la lucha contra la delincuencia organizada, las
autoridades han debido reconocer la consolidación a nivel nacional de las
mafias de narcotraficantes, cuya influencia compromete a todos los ámbitos de
la política, incluidos policías civiles y uniformados, como Gendarmería. En
este sentido, se sabe de las mafias al interior de los penales, donde es
corriente descubrir los privilegios que alcanzan los narcos detenidos. En un
país en que, de acuerdo al tamaño de nuestra población, las cárceles están
sobre pobladas y se han hecho insuficientes.
El país ha sido testigo en estos últimos meses de
las ingentes sumas de dinero fiscal entregado a algunas fundaciones muy
vinculadas a la política para atender las necesidades de los más pobres. Sin
embargo, ya se sabe de las altas sumas de dinero sin rendir o simplemente
perdidas de manos de operadores políticos, varios de los cuales ya sufren la
cárcel o la reclusión domiciliaria. A ello hay que agregar que los fondos
perdidos se asumen, y hasta se confiesan, haber sido aportados al
financiamiento de partidos y elecciones, al grado que el propio Presidente de
la República se ve envuelto actualmente en una operación, Procultura, que
compromete a uno de sus amigos más cercanos, al partido que pertenece y además
al propio Gobernador de Santiago. Nada más que en este solo episodio, de varios
otros que se investigan en todo Chile, se precisa que serían unos mil millones
de pesos el monto que se ha distraído. En general, en relación con los
desfalcos y malversaciones del caso Fundaciones, se estima de que se trata del
ilícito más grave atribuido a la política, bajo un gobierno centroizquierdista
que se ufanó de su superioridad moral al momento de asumir.
La opinión pública se ha conmovido con algunas
irregularidades de menor cuantía, como el intento frustrado de adquirir
irregularmente de parte del Estado la casa del ex presidente Salvador Allende
por un monto mayor a su tasación de mercado, a fin de dedicarla a un Museo
dedicado al gobernante. El que posteriormente sería administrado por sus
propios descendientes, después de recibir unos 900 millones por la compra. Una
operación que terminara con la remoción de la hija del Mandatario del Senado y
la renuncia al cargo de ministra de defensa de una de sus nietas.
Vivir en Chile y seguir sus medios de comunicación
es constatar los delitos que a diario cometen miles que han consolidado una
fuente de ingreso mediante asaltos a la propiedad privada, robo de vehículos y
portonazos incluso a edificios públicos. Cotidianamente nos enteramos que
nuestra población es víctima de una violencia cada vez más extrema,
representada por esos estudiantes que agreden a sus profesores, taxistas y
choferes de autobuses asaltados por sus usuarios, femicidios y agresiones
sexuales que, incluso, comprometen a las autoridades encargadas de nuestra
seguridad. Agreguemos las reyertas entre los comerciantes establecidos y
ambulantes, las consabidas riñas entre las colegialas y las muertes, con o sin
justificación, ocasionadas por policías a quienes estiman delincuentes, así
como las brutales agresiones de los dueños de departamentos a sus conserjes.
Un clima violentista en que todos los días sumamos
muertos y donde las autoridades deben restringir al máximo los aforos de los
espectáculos artísticos y deportivos.
Digamos que esta corrupción generalizada ha
comprometido, en su hora, también a los propios sacerdotes como a bomberos
pirómanos. En que el propio papa Francisco fuera engañado por obispos y
cardenales que después se obligarían a renunciar.
Escándalos varios, también, con la evasión del pago
del Metro, con la compra de licencias de conducir que favoreció a un numerosos
grupo de futbolistas profesionales que, sin duda, son los primeros en observar
los manejos fraudulentos de los dueños de sus clubes. Delitos graves en otros
países del mundo, pero que en Chile pasan a ser simples argucias para saltarse
aquellos tediosos procedimientos burocráticos.
Ni qué hablar de los narco funerales y el micro
tráfico que asola a las poblaciones más pobres, entre ellas a los campamentos
irregulares donde sobreviven 120 mil familias, así como de la justicia por mano
propia que cobran aquellos propietarios que colindan con playas públicas que no
debieran estar en uso y usufructo de sus mercedes.²
Ya no se trata solo de evasiones y elusiones de
impuestos que perfectamente podrían representar más de dos puntos del PIB.
Mientras las más poderosas y desvergonzadas patronales reúnen apoyo político
para que se les rebaje el gravamen a las utilidades de sus empresas.
Y, antes que se nos escape, la colusión de
políticos y sindicalistas para convenir un mísero reajuste de los salarios
enfrente de las sobre abultadas dietas y granjerías que favorecen a ministros y
parlamentarios. Una de las cuales es el estipendio, de por vida, de unos 10
millones de pesos mensuales para quienes hayan ejercido bien, mal o pésimo la
“primera magistratura de la nación”. Aunque sea solo por cuatro años.
Y ya se sabe lo que pasó con la prometida
disolución de las administradoras de fondos de pensiones y la isapres de la
salud y de su colosal robo a los jubilados y asociados. Con lo que las inmensa
mayoría de las pensiones continúa siendo misérrima.
Y todavía hay quienes aseguran que no somos un país
corrupto.
Lo subrayado/interpolado es nuestro.




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