NEGACIONISMO O
EL MIEDO A LA VERDAD: ¿Y LA ALEGRIA?.
Por Hervi Lara B./El
ciudadano/ADDHEE.ONG:
En una de sus últimas consultas
a la ciudadanía y sobre una muestra de 1.000 personas, la encuestadora
CERC-MORI concluyó que un 36% de los encuestados respondió que las FFAA
“tuvieron razón al dar el golpe de Estado” de 1973. Esto expresa que aún después de 50 años se
justifican el bombardeo de La Moneda, el asesinato del Presidente de la
República y de sus colabores cercanos, la detención por años de miembros del
gabinete y de dirigentes de la Unidad Popular, también años de Estado de Sitio,
allanamientos de poblaciones, torturas, desapariciones, exilios, cesantía
generalizada, destrucción de familias, etc…, etc…, etc… Ello, porque Pinochet “liberó a Chile del
marxismo” - ¿y la estatua cuando? , a tal punto que, en la misma encuesta, un 47% de chilenos ha afirmado que el dictador “hizo cosas tanto
buenas como cosas malas”. Se han
olvidado que, hasta el presente, hay 1.469 detenidos desaparecidos desde
aquellos años.
En el mismo contexto, Verónica
de Negri, cuyo hijo murió quemado vivo
tras haber sido rociado con bencina por una patrulla militar, sobre el negacionismo ha señalado que éste se
debe a que “no hay política de derechos
humanos”. Agregando que en esta
ausencia han jugado un rol decisivo los medios mediáticos mercuriales de
(in)comunicación, los libros ausentes y la educación anodina por y
para el lucro, porque el objetivo ha sido borrar la historia de la Unidad
Popular. “Es así, porque la memoria
histórica es colectiva, constituye un juicio ético, permite seguir actuando de
manera activa, transformadora, al punto de permitir la superación de los estados de
suspensión y de amnesia paralizante. Recordemos al presidente mártir Dr.
Allende Gossens al respecto: “Un Pueblo sin memoria histórica nada significa ni
nada vale. Hay que honrar a aquellos seres humanos que dieron sus vidas y su
existencia por dar contenido, forma, y perfil a nuestra nacionalidades” Dr.
Salvador Allende Gossens, presidente de Chile, Congreso de la Unión, México,
1/12/1972.
De manera cínica, Cristián
Warken, otrora connotado humanista y hoy convertido en uno de los tantos
sicarios de la oligarquía mercurial, ha manifestado la “necesidad de cerrar el
duelo”. Al mismo tiempo, diversos
representantes de la derecha han tenido
la insolencia de enaltecer la figura de Pinochet y los diecisiete años de dictadura civico
militar, a fin de “legitimar el olvido y cubrirlo con narrativas que
distorsionan los hechos”.
Todo esto no es nuevo. La oligarquía empresarial,
financiera-bancaria, agiotista, agrícola monopolista siempre ha utilizado
como mecanismo de dominación (además de la opresión económica), la astucia y la
mentira que le ha permitido ocultar su tiranía y sus masacres con “su educación
y su cultura”. Primero, no permitía
que el pueblo se educara. Cuando la
presión del pueblo rompió los diques que lo mantenían en la ignorancia, los
miembros de la clase dominante crearon una mitología de “dioses” a quienes
adorar: esos “dioses” eran ellos mismos,
los triunfadores en mil combates. Y así
el pueblo aprendió en sus primeras letras
que pertenecía a “clases inferiores” y quienes las componían eran
“flojos, borrachos, incapaces”. Los
señores eran amos, respetables, honorables, distinguidos, caballeros,
magnánimos, generosos. Sólo ellos escribían
la historia oficial de una clase que se ensalza a sí misma, se reproduce y se
niega a desenmascararse.
Es éste el negacionismo que
siempre ha vivido Chile, país donde pareciera que el pueblo no existiera, excepto cuando ha sido utilizado
como “carne de cañón” o cuando obligatoriamente vota. Aún así, la
historia no le pertenece. Al mirar a los
campesinos con sus largas jornadas de trabajo: ¿dónde está su historia? ¿Quién conoce la historia de sus
antepasados? ¿Acaso no era el trigo que
ellos cultivaban para ser descargado en California, en Australia, en
Inglaterra? ¿No ha sido el sudor de su
trabajo lo que ha permitido el ocio del Club de la Unión y otros clubes o
centros exclusivos, o las “cocinas” para
los Ministerios o el Congreso? ¿Quiénes producen
las riquezas, sino las temporeras de la fruta, los pescadores artesanales, las
madres que dejan a sus hijos para trabajar en las salmoneras? ¿Acaso no han
sido los padres de familia en las plantaciones de árboles y en las empresas
subcontratistas mineras y constructoras quienes han producido para el acrecentamiento del poder de los
grupos económicos, de las familias Matte, Luksic, Angelini, Paulman y otras,
amparadas en la CMPC, o la SOFOFA, o la
Cámara Chilena de la Construcción? En
los discursos sobre la “libertad y la democracia”, los trabajadores no aparecen, aunque su
trabajo es el que ha permitido el enriquecimiento de unos pocos. ¿Dónde están los hombres que producían en las
“oficinas” salitreras? Hoy son pueblos
enterrados por la arena, el viento y el silencio. ¿Y los pueblos originarios? Sus sobrevivientes son perseguidos y caminan
hacia el exterminio. No tienen
historia. Todo les ha sido negado.
Pero el silencio, la negación,
la mentira, el ocultamiento limitan con la memoria y la conciencia del pueblo cuando éste
aprende a decir su palabra y escribir la historia. Porque “estamos hechos de palabras. Hasta el silencio necesita la palabra que lo
diga. Rompemos el silencio del cerebro
con las primeras palabras que pronunciamos.
Después las recreamos usándolas.
Luego, en el papel, queda la sombra de ellas, y sólo mucho más tarde
descubriremos que las palabras son en sí mismas, música”. (1).
El negacionismo sobre la
dictadura cívico militar , las violaciones de derechos humanos, el
engaño y el robo institucionalizados se deben y se pueden superar asumiendo y diciendo
la verdad sin temor ni eufemismos. No es
posible validar la banalización de las palabras y de las ideas, porque de esa manera la oligarquía y sus sicarios
amplían el límite de lo que parece moralmente aceptable. Además, es la
forma de normalización del fascismo, que busca no ser penalizado moral y
socialmente, “ablandando” los crímenes de la dictadura civico militar,
separando el momento del golpe de Estado de las violaciones de derechos humanos
durante diecisiete años. (2) La memoria,
que comprende un juicio ético frente al negacionismo, significa establecer un
compromiso con la democracia. No es
posible ni aceptable negar los hechos que se han vivido, porque son muchos
quienes han sido y siguen siendo testigos y protagonistas. Son muchos los que “hicimos resistencia con la palabra. Aprendimos a escribir entre líneas, a avisar
con la mirada”. (…) “Nos robaron el
futuro y nos pisotearon el pasado. (…)
Fui lentamente quitándome las arañas del silencio”. (3). Es imposible negar que la historia la hacen
los pueblos y, por tanto, “somos
responsables de forjar nuestra vida con aquello que hicieron de nosotros. Asumirnos libres significa asumir la
responsabilidad personal sobre ello”.
(4).
Nuestro colofón:
¡Chilenos con
visas waiver no coman ansias, “La alegría ya viene”, con “El Acuerdo por Chile”
y la segunda reforma de la constitución/artilugio de 1980, de la CMPC/SOFOFA!
La
alegría ya viene, a seguir saqueando las riquezas naturales y las arcas
fiscales y consumiendo con el “Mercado Libre”, la telebasura/internet, el
peloteo, las drogas del narcotráfico, la prostitución infantil, la pornografía,
etc. Gracias al patriotismo de las fuerzas armadas “jamás vencidas” otros 50
años de libertad, de democracia y de justica en la medida de lo posible, están garantizados.
Cuando
las miserias morales asolan a un país, culpa es de todos lo que por falta de educación,
cultura e ideales no han sabido amarlo como patria, de todos los que han vivido
por ella, sin trabajar por y para ella.
Lo
subrayado/interpolado es nuestro.
NOTAS.-
(1) José Saramago, en homenaje a
José Donoso. (Santiago de Chile, octubre
de 1994).
(2) Cfr: Alba Sidera, “Fascismo
persistente”. Dice: “Los medios ayudan
a formar los marcos mentales de la ciudadanía, la forma en que la sociedad se
percibe a sí misma”. En entrevista de
Sebastiaan Faber, en “Other news” – 20-7-23).
(3) Odette Magnet, escritora y
periodista durante la dictadura civico militar.
Texto de homenaje y recuerdo de su hermana y de su cuñado, ambos
víctimas de la Operación Cóndor.
(4) Jean-Paul Sartre, “Las
palabras”. (Editorial Losada, Décima
edición, Buenos Aires, 1972).
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