¿Hasta cuándo?
El
mundo está involucionando. La barbarie se impone. Una serie de valores,
principios y comportamientos que la Humanidad había aceptado como válidos -a
pesar que los mismos son expresión de las sociedades de clases antagónicas- y
que buena parte de esa misma Humanidad los considere “normales”, están siendo
avasallados, maltratados y excluidos de la cotidianidad de la vida.
Las
noticias en este sentido son apabullantes. Ya va siendo natural que las fuerzas
armadas de Ucrania con el apoyo de la OTAN, bombardeen hospitales, jardines
infantiles y parques de diversiones. Las informaciones de la prensa libre traen
la noticia de que uno de los proyectiles lanzados por el ejército neonazi, impactó
en la sala de pediatría del centro hospitalario causando muertos y heridos.
Todo ello con las armas de la “ayuda humanitaria” de Europa/OTAN y
Estados Unidos. Otro tanto ocurre en Palestina donde el ejército sionista
asesina niños con total impunidad
Todos
los argumentos que se utilizan para enviar armas a Ucrania y para apoyar a la
entidad sionista, son los mismos que justifican las medidas coercitivas
unilaterales contra Venezuela, Cuba, Nicaragua y otros países. Se ha llegado al
colmo de la indecencia y la ausencia de escrúpulos. La carencia de cualquier
tipo de ética los lleva a evidenciar, sin ninguna impudicia, crímenes de lesa
humanidad que afectan la vida y conducen a la muerte de decenas de miles de
ciudadanos. No les importa inyectar dinero y armamento al régimen nazi
de Ucrania y al sionista de Israel que vienen a ser lo mismo.
“La
glorificación del nazismo/neonazismo”.
Durante
el pasado mes de noviembre, un proyecto de resolución presentado en la ONU para
rechazar la glorificación del nazismo, el neonazismo y otras prácticas, fue
aprobado por la inmensa mayoría de los países del planeta pero rechazado por
Estados Unidos, Canadá, Japón, Australia, Nueva Zelanda, Gran Bretaña y la
Unión Europea. En otras palabras, estos países consideran que el nazismo debería
ser exaltado como valor universal. Tal vez sea esta la explicación de su apoyo
irrestricto al régimen nazi de Ucrania.
Creo
que el debate sobre estos temas supera la coyuntura, se debe ir a los
fundamentos, a lo estructural, a lo que tiene carácter estratégico para los
intereses de la Humanidad. En este sentido, se puede decir que la crisis de
valores tiene que ver con la implosión de una serie de procesos que el mundo
está viviendo y que guardan relación con la ineficacia de ciertos constructos
teóricos que ya no sirven para analizar la situación del momento, me refiero a
definiciones como democracia, izquierda y derecha, separación de poderes,
alternabilidad en el gobierno, libertad de prensa y de expresión, Estado de
derecho y otros que hoy son solo instrumentos para la dominación, y que incluso
hasta algunos sectores de la izquierda han asumido…y hasta defendido por su
incapacidad de construir puntos de vista alternos, creer en ellos y usarlos
como herramientas de construcción de la sociedad nueva.
En
esa medida, ante nuestra incapacidad de creación teórica y de hacer práctica revolucionaria,
hemos sido empujados a la defensa y salvaguarda de la conceptualización que
emana de las sociedades de clases antagónicas. Todos sabemos que esos
enunciados transformados en paradigmas de los que han ostentado el poder fueron
emitidos hace muchos siglos y hasta milenios atrás cuando el mundo era
totalmente diferente al actual. Seguir sustentándolos, es una entelequia e
incluso un absurdo. Es los que quieren los que nos dominan. Uno de esos
paradigmas es el de democracia tal como se conceptúa en Occidente. Como prueba
de su total falsedad basta ver lo que está ocurriendo en Perú o en Estados
Unidos, el propio corazón del mundo occidental capitalista que reverencia la
democracia representativa.
Cuando
un connotado líder occidental como lo es Josep Borrell establece una diferencia
para el mundo en el que Europa es un jardín y el resto, una selva, se puede
entender a la perfección el intríngulis que se nos pretende obligar a asumir.
Con ello se justifica la expansión de la OTAN/USA como expansión del
hermoso jardín capitalista que debe construirse en todo el planeta para salvar
a la humanidad de la barbarie de la selva. Ello es necesario incluso a costa de
la guerra, el genocidio y hasta de la destrucción de la vida en el Tierra.
En
esto de las definiciones, siglos de eurocentrismo nos han hecho creer que
Europa es la madre de la civilización mundial y el ejemplo a seguir. Vale
recordar que las grandes civilizaciones de la antigüedad: China, India, Persia,
Mesopotamia, Egipto, la maya, la azteca y la inca, ninguna estuvo en Europa.
En
realidad, Europa es expresión de lo peor de la historia de la humanidad, allí
nació el capitalismo y el imperialismo, el esclavismo y el colonialismo, allí
se desarrollaron las dos guerras más brutales que el mundo pueda recordar.
Europa expone en sus museos, sin impudicia, toda la barbarie que le es propia y
que manifiesta lo más execrable de la condición humana.
En
la actualidad, sus sistemas monárquicos que se venden entre oropeles como
ejemplo de estabilidad político, su parlamento corrupto al servicio de
repudiables realezas de otros continentes y su estructura militar organizada
bajo la figura de la OTAN que no es más que manifestación edulcorada de su
transformación en colonia de Estados Unidos que la compró a través del Plan
Marshall, son clara manifestación de una putrefacción que el mundo no soportará
por mucho tiempo más.
Mientras
existan, hay que mantener relaciones con ellos, como con todos, pero sobre la
base del respeto mutuo. La defensa de la soberanía y la capacidad de tomar
decisiones sin interferencias externas debería ser piedra angular de la política
exterior de cualquier país que se respete. Otro tipo de vínculo no debe ni
puede ser aceptado bajo ninguna condición.
En
el caso de América Latina, Europa solo desea tener una buena relación para
alimentar los sucios intereses de sus bancos y sus empresas expoliadoras. Los
gobiernos son meros servidores para garantizar la depredación y el robo
de nuestras riquezas.
En
este sentido, me parece absolutamente indigno que todavía en el siglo XXI
sigamos considerando a los países de Europa como avales o garantes de algo.
¿Hasta cuándo? No puedo concebir que para entenderse entre venezolanos o entre
colombianos se tenga que recurrir a Noruega o a Francia para que den fe de nuestra
buena voluntad para solucionar los problemas internos. Noruega finge apoyar la
paz en América Latina y al mismo tiempo como país de la OTAN le da soporte al régimen
nazi de Kiev. De hecho es el sexto mayor contribuyente con armamento y recursos
financieros con más de 550 millones de dólares para que Zelenski continúe su
labor genocida. Es decir, “trabaja” por la paz en América Latina y trabaja por
la guerra en Europa ¿cuánta inmoralidad? ... y nosotros lo aceptamos. ¿Hasta
cuándo?
¿Acaso
no tenemos CELAC?. ¿Para que creamos nuestras instituciones si pensamos que no
pueden ser avales o garantes? La CELAC debe ser mucho más que reuniones de
discursos y aplausos. ¿Hasta cuándo vamos a seguir creyendo en la salvaje
Europa como sinónimo de paz?
Qué
puede ser un continente como Europa cuando permanece en silencio mientras Estados
Unidos hunde su moneda. No son nada, dependen del comercio con China, de la
energía de Rusia y de la “seguridad” que le proporciona su condición de
vasallos/colonos mentales de Estados Unidos. Viven del pasado y de la
historia que ellos mismos se construyeron a partir del dinero que les
proporcionó el robo, el ultraje y el genocidio de cientos de millones de seres
humanos. Han edulcorado la historia para venderse como civilizadores y cultos.
Ellos
no pueden ser aval para la solución de nuestros problemas como no lo puede ser
la OEA. A la vista está lo que le sucedió a Bolivia y más recientemente a Perú.
Necesitar a la OEA es necesitar a Estados Unidos. En nuestro, caso como
república bolivariana que somos, no es aceptable bajo ningún concepto invitar a
Estados Unidos o a Europa para resolver nuestros negocios como lo dijo el
Libertador. Por algo no los invitó al Congreso de Panamá en 1826. Debemos estar
a la altura de nuestros pueblos, construyendo nuestras instituciones, dándoles
credibilidad y concediéndole el poder que otorga la soberanía popular para
resolver nuestros asuntos y salir adelante.
Lo subrayado interpolado es nuestro.
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