El espíritu de Minsk ha llegado a Venezuela.
“Todos sabíamos que era un conflicto congelado, que el problema no estaba resuelto, pero fue precisamente eso lo que le dio tiempo a Ucrania, un tiempo precioso” Dra. Ángela Merkel, Excanciller de la Republica Alemana.
Sergio Rodríguez Gelfenstein.
Escritor Analista internacional/ ADDHEE.ONG:
La
experiencia me ha enseñado que no todos los políticos pueden llegar a ser
estadistas, hay una distancia entre una cosa y la otra. Básicamente la
diferencia viene dada por la capacidad que desarrollan algunas personas para
administrar y conducir un país “en las buenas y en las malas”. En este marco
hay dos ámbitos que forjan las condiciones que permiten transformar a un
político cualquiera en estadista: la seguridad y defensa, en general el manejo
y dirección de las fuerzas armadas y la guía de la política exterior.
En
el pasado, las relaciones exteriores se manejaban inequívocamente a través de
las cancillerías haciendo uso del arte de la diplomacia. Esa función ha perdido
fuerza y validez en los tiempos recientes cuando la tecnología permite a los
jefes de Estado comunicarse de manera directa y casi segura sin que los temas
tratados pasen por los ministerios de relaciones exteriores y las embajadas y
sin necesidad del encuentro presencial directo que significa enormes gastos y
mucho tiempo útil que se pierde durante los viajes. Ello, sobre todo, tiene
mayor validez cuando se trata de los vínculos entre países amigos.
Pero
cuando el campo de lo que se debate emana de diferentes perspectivas desde el
punto de vista de los sustentos filosóficos, políticos, culturales y, en
general, de los intereses nacionales de cada país, el contacto personal y la
impronta directa que proporcionan los líderes, juegan un papel fundamental en
la toma de decisiones y en la firma de los acuerdos.
La
diplomacia es el arte del engaño sutil y la hipocresía natural de los que
muchas veces tienen que fingir una amistad ausente cuando se busca información
y se hacen planes de cooperación que coadyuvan a la defensa, desarrollo y
sostenimiento del proyecto político del país que se representa. Más allá de que
países mediocres recurren a la banalidad de representantes diplomáticos que en
el desempeño de sus funciones no apuntan a los objetivos trazados, sino a lo
trivial, superficial, pueril e insignificante, la diplomacia sigue siendo un
instrumento valedero para conseguir los objetivos estratégicos del Estado.
En
este ámbito, el papel de los líderes es trascendental. Hasta ahora, valores
universalmente reconocidos como el honor, la confianza, la dignidad, el
respecto y la honestidad entre otros, eran puestos sobre la mesa para tratar
acuerdos y diferencias. Pero la propia crisis del sistema internacional emanado
de la sociedad capitalista global -que entre otras cosas tiene profundo
carácter ético- ha comenzado a hacer poco creíbles tales valores. Al contrario,
se intenta minimizar el papel de la diplomacia para reforzar el instrumento de
la fuerza como mecanismo de imposición y exacerbación de los intereses de los
países poderosos en detrimento de la paz mundial, la gobernabilidad y la
búsqueda de acuerdos que solucionen los grandes problemas que aquejan a la
humanidad.
Lo
anterior ha quedado en evidencia tras las declaraciones de la ex canciller
federal alemana Angela Merkel quien dio a conocer que los
Acuerdos de Minsk de 2014 fueron un intento de darle tiempo a Ucrania, a fin de
que este país se fortaleciera para servir como ariete de la OTAN contra Rusia.
Merkel afirmó que: "Todos sabíamos que era un conflicto congelado, que el
problema no estaba resuelto, pero fue precisamente eso lo que le dio a Ucrania
un tiempo precioso”. Es decir, Occidente/USA/OTAN no usó la diplomacia
para la paz, sino para la guerra.
Estos planteamientos fueron
refrendados por el expresidente francés François Hollande: "Sí, Angela Merkel tiene
razón en este punto". Hollande manifestó que de hecho, el ejército
ucraniano de hoy está mejor entrenado y asegurado desde el punto de vista
material lo cual era “mérito de los Acuerdos de Minsk, que dieron
al ejército ucraniano esta oportunidad".
Tales confesiones provocaron
innumerables comentarios… y también silencios. En la propia Europa, el presidente serbio, Aleksandar Vucic, afirmó que estas declaraciones cambiaban
radicalmente la imagen de los hechos [en relación a Ucrania] y planteaban la
cuestión de la confianza. Agregó que para él esa era una señal de que no
debía confiar.
Vucic es el líder de un país secesionado por la
acción directa de la OTAN que no encontró mejor manera que inventarse un país
para obtener un territorio que deseaba tener bajo control en los Balcanes. Ante
esta situación, fue inevitable que el canciller serbio estableciera una clara
similitud entre los acuerdos de Minsk y los tratados
de Bruselas que fijaron la forma de relacionarse entre Serbia y la auto
denominada república de Kosovo, los cuales según él, “han resultado
fraudulentos”.
Por su parte, el exvicecanciller austriaco, Heinz-Christian
Strache afirmó que las confesiones de Merkel y Hollande hacen dudar en la
palabra de los políticos europeos. Strache, un político de la extrema derecha
austríaca aseveró que daba miedo la franqueza con la que Merkel hablaba del
tema, agregando que “de tal modo los
líderes europeos solo están destruyendo cualquier fundamento para tenerles
confianza”.
No obstante a ello, y a
pesar de todas estas certezas, la ONU que bajo el mandato de Guterres se ha
transformado en un apéndice de las políticas de Estados Unidos, Europa y la
OTAN -como era de esperar- apeló al silencio. El portavoz del secretario
general, Stéphane Dujarric con el descarado argumento de que ello se debería
dejar al “análisis histórico a los periodistas, exfuncionarios e
historiadores", no quiso hacer comentarios sobre las declaraciones de
Merkel y Hollande, insuflando más fuerza a la idea de que la ONU tiene hoy un
secretario general para la guerra no para la paz.
En otro ámbito del mismo
asunto se debe colocar el acuerdo nuclear con Irán conocido como Plan de Acción
Integral Conjunto (JCPOA por sus siglas en inglés) al que Joe Biden, durante su
campaña electoral, prometió reincorporarse, tras haber sido firmado por Obama y
abandonado por Trump. Biden nombró a Robert Malley como enviado especial a Irán para
supervisar las negociaciones que condujeran a renovar el JCPOA. Sin embargo,
Malley hizo todo lo contrario.
El
periodista y analista geopolítico brasileño especializado en Asia Occidental y Central,
Pepe Escobar aseguró que el JCPOA “era esencialmente un clon del acuerdo de
Minsk” por lo que Washington ganaba tiempo para reconfigurar su política hacia
Irán y el Asia Occidental. En este caso, según el mismo Escobar: “Teherán nunca
cayó en la trampa” toda vez que el líder iraní, el ayatolá Seyyed Ali Jamenei, a quien califica como “un inteligente
estratega geopolítico”, siempre tuvo claro que nunca debía confiar en Estados
Unidos porque “sabía intuitivamente que quienquiera que sucediera a Obama –la
halcona Hillary o, como sucedió, Trump– al final no respetaría lo firmado y
ratificado por las Naciones Unidas”.
Tal
práctica que, como se observa, se ha hecho habitual en la política exterior de
Estados Unidos, ahora cobra presencia en Venezuela y las negociaciones que se
han realizado en México entre el gobierno y el sector terrorista de la
oposición apoyado por Washington. En esa medida, Venezuela debería tomar nota
de lo ocurrido porque en realidad tales reuniones son expresión de una
negociación indirecta entre los gobiernos de Caracas y Washington manejados de
esa forma por este último porque no ha encontrado la manera de justificar ante
su opinión pública que su política de derrocamiento del presidente Maduro
fracasó estrepitosamente y ahora debe negociar con quien realmente tiene las
riendas del poder en el país.
Para
ello, utiliza al sector más retrógrado, violento y antidemocrático de la
oposición venezolana mientras que simultáneamente, ha hecho uso de todos los
recursos e instrumentos con que cuenta en su arsenal, el último de los cuales fue eliminar el
“gobierno interino” manteniendo sin embargo, un ”parlamento interino”, ambos
inconstitucionales e inexistentes en la práctica. En los hechos, lo que se
produjo es un cambio en la conducción de la jefatura de la banda delictiva,
pero manteniendo la práctica de la infracción bajo otra figura. Tal decisión
encontró eco en la mayoría del sector terrorista, sobre todo porque Guaidó no
hacía una distribución eficiente y equitativa de los recursos obtenidos del robo.
No
obstante, Washington sigue “exigiendo” que se mantengan las conversaciones en
México. Ciegos, sordos y mudos por no tener embajada en Caracas, se aferran a
lo único que tienen para “mantener” su presencia política en Venezuela. Todo
ello ocurre cuando, las medidas coercitivas adoptadas contra Rusia se han revertido
y han generado un verdadero desastre económico para ellos y sus aliados.
Tampoco le pueden explicar a su opinión pública porque se han visto obligados a
ceder y aceptar que una empresa petrolera estadounidense comience a operar en
Venezuela.
Por
eso insisten en que sus peones mantengan la farsa de México. Es Estados Unidos el
que puede hacer efectivo el acuerdo de desembolsar los 3.2 mil millones de
dólares secuestrados, no la oposición terrorista, sin embargo, fueron estos los
que lo negociaron. Pero no, al igual que en Minsk, en Bruselas y en el caso del
JCPOA, ha sido evidente que Washington está ganando tiempo mientras logran lo
que ahora es su objetivo tras el fracaso del expediente de la violencia y el
terrorismo: tratar de unificar a la oposición, billete en mano mediante, para
que acuda a las elecciones de 2024 con un candidato único.
La
paciencia de los venezolanos se está agotando. No se
van a esperar seis ni tres años cuando Biden ya no esté a cargo de la
administración para que confiese (como Merkel y Hollande respecto de Minsk) que
en México solo estaba ganado tiempo. No se necesita esperar para saber que el
senil Biden como todos los presidentes de Estados Unidos es un mentiroso, se
sabe sí, que la diplomacia de Estados Unidos no se sustenta en valores ni
principios, solo en la imposición y la fuerza. Ya Venezuela, su pueblo y su
gobierno los conoce, han aprendido y sabrán como actuar.
Lo subrayado/interpolado
es nuestro.
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