Democracia, dictadura
y golpes de Estado.
Escritor, analista internacionañ/Addhee.ong:
Los
que se creen el cuentico de la democracia representativa y el “mundo libre”
habrán tenido tiempo de recapacitar tras los últimos sucesos en Perú y Brasil,
que han mostrado en todo su esplendor la falsedad de tales conceptos.
Finalmente, se sigue imponiendo la fuerza como instrumento de los poderosos
para hacer valer los criterios que le permiten dominar el mundo.
Durante
muchos años –en tono de sorna- se hacía la pregunta de por qué en Estados
Unidos no había golpes de Estado. La invariable respuesta era: “… lo que pasa
es que en Washington no hay embajada de Estados Unidos”. Esta historia ya no
podrá seguir siendo contada. En enero de 2021, en el mayor centro imperial del
mundo, también hubo un intento de golpe de Estado.
Ahora,
la historia se ha repetido en Brasil con asombrosas similitudes, incluso casi
coincide en el día y la fecha, tal vez la única diferencia es que en Estados
Unidos Trump no había entregado la administración y en el caso más reciente,
Bolsonaro ya era parte de la historia.
En
los últimos años ha estado causando gran consternación el resurgimiento de
posiciones y organizaciones de ultra derecha fascista que finalmente es la
derecha pura y dura. Ese afán de algunos de distanciarse de ciertas posiciones
cuando la coyuntura lo amerita, ha hecho surgir la centro derecha, la derecha,
la ultra derecha, la extrema derecha y en Israel hasta la “derecha ortodoxa”.
De la misma manera al otro lado ha emergido la izquierda democrática, la centro
izquierda, la izquierda radical, la ultra izquierda, la social democracia y
otras denominaciones que sólo sirven para ocultar las verdaderas posiciones y
engañar a los electores.
En
realidad, la línea divisoria pasa por hacer política a favor del pueblo o en su
contra. Y para ello, tal como estipula la Constitución Política de Venezuela,
la democracia también debe ser participativa y la mejor manera de hacer
efectiva la participación es darle al pueblo las armas para su defensa. No hay
mejor expresión de la democracia que un pueblo fuertemente imbricado con sus
fuerzas armadas para garantizar la soberanía nacional.
En
el colmo de la desfachatez, ahora Estados Unidos ha agregado a su arsenal
teórico un nuevo concepto para el engaño: los golpes de Estado tienen validez
solo cuando son promovidos, organizados y financiados por Washington. A este
respecto y en relación con la intentona fascista de Brasil, el secretario de
Estado Anthony Blinken soltó esta perlita: “Usar la violencia para atacar las
instituciones democráticas es siempre inaceptable”. Será que se le olvidó Chile
1973, Bolivia 1979, Perú 1991, Venezuela 2002, Haití 2004, Honduras 2009,
Ecuador 2010, Paraguay 2012, Nicaragua 2018, Bolivia 2019 y Perú 2022 por
mencionar algunos donde la mano de Estados Unidos estuvo presente para “atacar
las instituciones democráticas a través de la violencia”.
Por
no mencionar las “revoluciones de colores”, eufemismo para referirse a golpes
de Estado que en el caso de Ucrania en 2014 inició una guerra de exterminio del
pueblo ruso y de otras minorías que habitan ese país. En este caso, la propia
subsecretaria de Estado Victoria Nuland estuvo en el terreno organizando con
total desparpajo la violencia necesaria que condujera a derrocar al gobierno.
Sólo
se asustan cuando los procesos se les van de la mano y sectores fascistas toman
motor propio para actuar al margen de las instituciones del poder,
“desordenando” el control que han establecido para sustentar la explotación y
el dominio. La muestra es que el pinochetismo en Chile ahora se llama UDI, los
seguidores de Videla y Massera se denominan PRO en Argentina y los fujimoristas,
Fuerza Popular en Perú y los banzeristas Comité Cívico de Santa Cruz. Son los
mismos fascistas disfrazados, que incluso pretenden dar clases de democracia
amparados en un sistema que se lo permite porque al final, sirve a los
intereses de la misma clase.
Finalmente
hay que recordar que tanto Hitler como Mussolini, al igual que Trump y
Bolsonaro llegaron al poder por vía electoral. Tampoco hay que olvidar que así
como Trump tuvo su 6 de enero y Bolsonaro su 8 de enero, Hitler un 27 de
febrero de 1933 ordenó incendiar el Reichstag (parlamento alemán) para echarle
la culpa a los comunistas, acusando sin pruebas a un joven obrero holandés de
24 años por lo cual fue sentenciado a muerte unos meses después. El hecho le
permitió a Hitler justificar el establecimiento del Tercer Reich, todo de forma
“legal”. Hoy ni siquiera eso pudieron orquestar en Ucrania. Por eso el golpe de
Estado de 2014.
Los
tiempos han cambiado pero el ropaje es el mismo porque las intenciones no
varían y mientras la izquierda no entienda que su principal alianza es con el
pueblo, no con los empresarios o la derecha, ésta seguirá acechando, gobernando
sola como en Estados Unidos, en alianza con los “liberales” cuando les convenga
como el caso de Chile, Alemania o España y cuando nada de eso funciona, el
expediente del golpe de Estado siempre estará abierto, eso si, debe contar con
la venia de Washington.
LO subrayado es nuestro.
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